Bolivia. Trabajadoras esenciales: entre la crisis pandémica e injusticias históricas

Boli­via. Tra­ba­ja­do­ras esen­cia­les: entre la cri­sis pan­dé­mi­ca e injus­ti­cias históricas

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de mayo de 2021.

Si la situa­ción labo­ral de las tra­ba­ja­do­ras boli­via­nas era crí­ti­ca, con la pan­de­mia las bre­chas de pro­fun­di­zan y las des­igual­da­des cre­cen. Tra­ba­jos de cui­da­do exce­si­vos y no remu­ne­ra­dos, dobles y tri­ples jor­na­das o con­di­cio­nes de semi­es­cla­vi­tud para las asa­la­ria­das. Nos lo cuen­tan una radia­lis­ta, una reci­cla­do­ra y tra­ba­ja­do­ras del hogar.

Jaz­mín Quis­bert es radia­lis­ta. Per­dió su empleo en los pri­me­ros meses de la lle­ga­da de la pan­de­mia a Bolivia.

Como ella, otras 584 mil per­so­nas que­da­ron sin empleos, entre for­ma­les e infor­ma­les, solo en mayo de 2020. Fue el mes más duro para la cla­se tra­ba­ja­do­ra boli­via­na des­de la lle­ga­da de la pandemia.

Esta caí­da en la tasa de empleo fue más mar­ca­da para las muje­res. Inclu­so cuan­do se alcan­zó nive­les pre­vios a esa cri­sis (en diciem­bre de 2020), la recu­pe­ra­ción para ellas seguía rele­ga­da. Los sec­to­res más afec­ta­dos fue­ron los que sue­len tener mayor par­ti­ci­pa­ción de muje­res: ser­vi­cios, edu­ca­ción, comu­ni­ca­cio­nes, turis­mo, entre otros.

Entre junio y agos­to de 2020, el empleo para los varo­nes comen­za­ba su esca­la­da a nive­les pre­vios a la cri­sis. En el caso de las muje­res, en el mis­mo perio­do, los indi­ca­do­res seguían mar­can­do seve­ros des­cen­sos.

Pér­di­da de empleo total por géne­ro (ama­ri­llo para muje­res, azul para hom­bre). Grá­fi­ca: BID

“El pri­mer mes tra­ba­jé des­de casa, hacía tele­tra­ba­jo jun­to a mis hijos y mi espo­so. Está­ba­mos asus­ta­dos”, cuen­ta Jaz­mín. Eran sema­nas y meses de incertidumbre.

No pasó mucho has­ta que el medio de comu­ni­ca­ción en el que tra­ba­ja­ba anun­cia­ra recor­tes. Jaz­mín se vio obli­ga­da a dejar su trabajo.

El sec­tor de las “infor­ma­cio­nes y comu­ni­ca­cio­nes” fue uno de los más afec­ta­dos por la pan­de­mia. Según el Obser­va­to­rio Labo­ral del Ban­co Inter­ame­ri­cano de Desa­rro­llo (BID), hubo un des­plo­me del 35.15% en el empleo for­mal para estos rubros.

Infor­ma­li­dad y tra­ba­jo domés­ti­co no remunerado

Para gene­rar ingre­sos, los meses que estu­vo des­em­plea­da, Jaz­mín inten­tó incur­sio­nar en la ven­ta de bille­te­ras y bar­bi­jos. Tam­bién tra­ba­jó ayu­dan­do a su mamá en un nego­cio de comidas.

Pero tam­bién sin­tió como se mul­ti­pli­ca­ban las tareas domés­ti­cas con el avan­ce de la cua­ren­te­na rígi­da y otras restricciones.

La Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo, en su infor­me Pano­ra­ma Labo­ral 2020, cal­cu­ló que 13 millo­nes de muje­res en Amé­ri­ca que­da­ron des­em­plea­das debi­do a la pandemia.

Este infor­me es cla­ro al indi­car que no se tra­ta de un pro­ble­ma pro­vo­ca­do por la pan­de­mia, sino agu­di­za­do por ella: la incor­po­ra­ción de las muje­res al mer­ca­do labo­ral es invia­ble cuan­do se nos obli­ga a cum­plir con dobles y has­ta tri­ples jor­na­das, debi­do a los tra­ba­jos de cui­da­do no remunerados.

Has­ta fina­les de 2020, según el mis­mo docu­men­to, la tasa de par­ti­ci­pa­ción de las muje­res en el mer­ca­do labo­ral des­cen­dió un 10.4%.

Estar en casa no es lo suyo, admi­te Jaz­mín. Como muchas perio­dis­tas, está acos­tum­bra­da a dosis altas de adre­na­li­na y al corre­teo de las cober­tu­ras. Recien­te­men­te con­si­guió un nue­vo empleo, en otro medio de comu­ni­ca­ción tam­bién radial. Vol­vió al rue­do de los des­pa­chos en vivo y la noti­cia del momento.

Cla­ro que su esfuer­zo y des­plie­gue pro­fe­sio­nal no es remu­ne­ra­do como corres­pon­de. Los medios de comu­ni­ca­ción boli­via­nos tam­bién fue­ron toca­dos por la cri­sis eco­nó­mi­ca, en espe­cial en lo que con­cier­ne a las obre­ras de la infor­ma­ción (como el caso de Jazmín).

Las aso­cia­cio­nes empre­sa­ria­les de medios lan­za­ron sus adver­ten­cias ya en abril de 2020. Este tipo de anun­cios, por lo gene­ral aler­tan sobre recor­tes de per­so­nal y reba­jas de suel­do para los esla­bo­nes más sacri­fi­ca­dos del rubro.

Un repor­te de Guar­dia­na con­tó unos 520 des­pi­dos solo has­ta julio del pasa­do año. Las muje­res perio­dis­tas, como Jaz­mín, fue­ron las más afectadas.

Tra­ba­ja­do­ras del hogar

Nue­ve de cada diez tra­ba­ja­do­ras del hogar per­die­ron sus tra­ba­jos duran­te 2020. Esos son los datos que mane­ja la Fede­ra­ción de Tra­ba­ja­do­ras Asa­la­ria­das del Hogar de Boli­via (Fena­trahob).

Esta orga­ni­za­ción se decla­ró en emer­gen­cia en mar­zo del año pasa­do, cuan­do el Gobierno deter­mi­nó cua­ren­te­na rígida.

La prin­ci­pa­les diri­gen­tas de la Fena­trahob reu­ni­das para una entre­vis­ta con Muy Waso. Foto: Esther Mamani

Cos­tó algu­nos días reu­nir a las cua­tro repre­sen­tan­tes de la Fena­trahob: dos de ellas viven en La Paz, dos en San­ta Cruz, pero esta­ban en Cocha­bam­ba. Este des­pla­za­mien­to tie­ne que ver con el tra­ba­jo de socia­li­za­ción que hacen para que las más de 17 mil afi­lia­das conoz­can sus derechos.

Más aún aho­ra, en un con­tex­to en el que se han vul­ne­ra­do muchos de sus dere­chos y con­quis­tas históricas.

Lidia Alon­so es la secre­ta­ria eje­cu­ti­va de Fena­trahob. Duran­te la entre­vis­ta, deci­de leer un frag­men­to del con­tun­den­te pro­nun­cia­mien­to hecho por su sec­tor a pro­pó­si­to de la pandemia:

“Des­de hace 18 años lucha­mos por un segu­ro de salud, un dere­cho reco­no­ci­do según la legis­la­ción labo­ral del país. Des­de la apa­ri­ción de la pan­de­mia y sobre todo las medi­das de cua­ren­te­na, el sec­tor de las tra­ba­ja­do­ras ha vis­to vul­ne­ra­dos todos sus dere­chos: aumen­to de car­ga labo­ral, encap­su­la­mien­to obli­ga­to­rio en la fuen­te labo­ral e incre­men­to de horas de trabajo”.

Cama aden­tro

Mar­ce­la Quis­pe es otra de las repre­sen­tan­tes de Fena­trahob. Es tra­ba­ja­do­ra del hogar des­de hace 47 años y denun­cia que el año pasa­do la mayo­ría de sus com­pa­ñe­ras “fue­ron des­pe­di­das y otras fue­ron obli­ga­das a tra­ba­jar cama adentro”.

Mar­ce­la cuen­ta que “las que cum­plían ocho horas han teni­do que tra­ba­jar así (cama aden­tro), por­que los emplea­do­res decían que se iban a con­ta­giar en el tra­yec­to a sus casas y solo pen­sa­ban en sus fami­lias, pero no que ellas estén lejos de sus hijos.”

Una de las más ata­rea­das en la Fena­trahob, des­de la lle­ga­da de la pan­de­mia, es Jua­na Durán. Ella es tra­ba­ja­do­ra del hogar des­de sus 15 años y actual­men­te se encar­ga de coor­di­nar con el Minis­te­rio de Tra­ba­jo las cita­cio­nes para que los emplea­do­res cum­plan con sus obli­ga­cio­nes lue­go de des­pe­dir a algu­na de las compañeras.

“Sacá­ba­mos cita­ción, íba­mos a entre­gar al emplea­dor. Otras iban don­de el doc­tor (abo­ga­do) y de a bue­ni­tas arre­glá­ba­mos. Si has­ta las tres cita­cio­nes no se pre­sen­tan en el Minis­te­rio es bien difí­cil des­pués encon­trar­les (a los emplea­do­res)”, cuen­ta Juana.

El día «sagra­do»

Otra de las diri­gen­tas, María Pari­qui, recuer­da que el 30 de mar­zo de 2020, una sema­na des­pués de que la expre­si­den­ta Jea­ni­ne Áñez decla­ra­rá la cua­ren­te­na, muchas tra­ba­ja­do­ras del hogar no goza­ron del asue­to que con­tem­pla la ley 181 de 2011 por el Día Nacio­nal de la Tra­ba­ja­do­ra Asa­la­ria­da del Hogar.

“Es un día sagra­do, pero muchas esta­ban en las casas de emplea­do­res a tiem­po com­ple­to y tra­ba­jan­do más horas. Tie­nen que cum­plir la ley del descanso”.

Según un infor­me de OXFAM, El 80% de las 67 millo­nes de per­so­nas tra­ba­ja­do­ras del hogar que hay en todo el mun­do son muje­res. El 90% no acce­de a nin­gún tipo de segu­ri­dad social. Más de la mitad no tie­ne un lími­te de horas en sus jor­na­das laborales.

Este pano­ra­ma no deja de lado la reali­dad boli­via­na. Sin embar­go, la Fena­trahob lucha por los dere­chos de sus afi­lia­das a diario.

Nues­tra entre­vis­ta ter­mi­na con una aren­ga de las cua­tro eje­cu­ti­vas: ¡Vivan las tra­ba­ja­do­ras del hogar!

Filo­me­na, las recicladoras

Filo­me­na Gon­zá­les está den­tro de lo que se cono­ce como “gru­pos de ries­go” para la COVID-19. Tie­ne 75 años y es muy pro­ba­ble que sufra algu­nas enfer­me­da­des de ries­go. Pero duran­te la pan­de­mia nada pudo fre­nar­la. Nada pue­de hacer­lo, vive al día.

Un infor­me ela­bo­ra­do por la Coor­di­na­do­ra de la Mujer dice que “alre­de­dor del 70% de las muje­res en Boli­via desa­rro­lla sus acti­vi­da­des pro­duc­ti­vas en el sec­tor infor­mal, uno de los más gol­pea­dos por la cri­sis sani­ta­ria. Ante la impo­si­bi­li­dad de gene­rar ingre­sos dia­rios para su sub­sis­ten­cia (…) miles de muje­res cada día están lidian­do con la incertidumbre.

Filo­me­na es una de esas muje­res. Y qui­zás sea esa incer­ti­dum­bre o un hábi­to, pero dice que des­de hace 38 años, cuan­do comen­zó a tra­ba­jar de noche, la luz del día la impacienta.

Pre­fie­re los hora­rios noc­tur­nos, por­que es cuan­do tra­ba­ja. “Pare­ce que me pue­do enfer­mar en la casa”, dice, pero recla­ma que la remu­ne­ra­ción por su tra­ba­jo es muy baja. Una que­ja que, segu­ra­men­te, aca­rrea des­de muy joven, cuan­do tra­ba­ja­ba como palli­ri. Un ofi­cio tam­bién femi­ni­za­do, pre­ca­ri­za­do y suma­men­te peli­gro­so para la salud.

Actual­men­te, Filo­me­na ven­de car­tón reci­cla­do. Reci­be 50 cen­ta­vos por cada kilo. Ella for­ma par­te de apro­xi­ma­da­men­te 10 mil reco­lec­torxs que se dis­tri­bu­yen en todo el país.

Según un estu­dio de 2014, sie­te de cada 10 per­so­nas reci­cla­do­ras en Boli­via son muje­res. El 90% de ellas cur­só estu­dios solo has­ta la pri­ma­ria o no asis­tió a la escuela.

Dos boli­via­nos

Filo­me­na duran­te sus lar­gas cami­na­tas por La Paz en bus­ca de car­to­nes para reci­clar. Foto: Esther Mamani

Filo­me­na reco­rre al menos cua­tro pun­tos cla­ve de la ciu­dad cada noche/​madrugada.

El frio de la ciu­dad de La Paz no pare­ce inti­mi­dar a sus inquie­tas manos que des­pe­da­zan las cajas que rápi­da­men­te con­ver­ti­rá en car­to­nes para ven­der. Esta­mos en una de las zonas comer­cia­les más impor­tan­tes de la ciu­dad y tam­bién una de las más inseguras.

Antes de la media­no­che, Filo­me­na logró reu­nir cua­tro kilos de car­tón. Todo este esfuer­zo ter­mi­na­rá con un pago de dos bolivianos.

El hijo de Filo­me­na se acer­ca con una gaseo­sa para apla­car la sed y cuen­ta que hay pocas reci­cla­do­ras en la zona. Más tar­de ven­drán unos “seño­res” y se lle­va­rán los car­to­nes reco­lec­ta­dos para ven­der­los por mayor.

Lo hacen por­que tie­nen una camio­ne­ta que les per­mi­te tras­la­dar gran­des volú­me­nes. En cam­bio, Filo­me­na ape­nas pue­de car­gar una bol­sa en los lar­gos tra­yec­tos que reco­rre todas las noches.

“Creo que me he enfer­ma­do por­que una maña­na me levan­té mal. Mi cabe­za como tam­bor me hacía. O sólo me habré res­fria­do, pero igual nomás he sali­do. Mis hijos tie­nen sus fami­lias y yo vivo en alqui­ler. No quie­ro dejar de tra­ba­jar”, pien­sa Filo­me­na, como res­tán­do­le impor­tan­cia a la pan­de­mia fren­te a sus carencias.

Filo­me­na tie­ne una mira­da agu­da, escol­ta­da por sur­cos son pro­nun­cia­dos. Cada vez que Filo­me­na dice “tra­ba­jo” alza la voz.

Fuen­te: Muy Waso

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