Por Gustavo Veiga. Resumen Latinoamericano, 3 de mayo de 2021.
Las fuerzas de choque que se nutren de expolicías, bomberos, suboficiales de las fuerzas armadas y hasta de dealers se expanden en la ciudad brasileña, según arroja una investigación académica.
Brasil es un cóctel explosivo aunque no solo por su descontrol sanitario. Miles de partidarios de Jair Bolsonaro salieron a las calles el 1° de mayo al grito de “Yo autorizo” y le dieron vía libre al presidente para que convoque a las fuerzas armadas con el propósito de imponer la libre circulación de la población. Esa declamada libertad de movimiento contra el lockdown que decretaron varios gobernadores es la misma que le permitió propagarse al virus hasta contagiar a casi 15 millones de brasileños y superar la barrera de los 400 mil muertos. Pero si la salida de los militares de sus cuarteles es una potencial amenaza de autogolpe, las milicias ultraderechistas que sintonizan con el ideario del jefe de Estado son una realidad. Y una realidad en crecimiento, como la que describe una investigación reciente titulada La expansión de las milicias en Río de Janeiro realizada por el Grupo de Estudios de Nuevas Ilegalidades (GENI) de la Universidad Federal Fluminense y el Observatorio de las Metrópolis de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
El trabajo publicado en enero pasado señala que “a lo largo de las últimas décadas, el poder armado de las llamadas ‘milicias’ sobre territorios, poblaciones y mercados se ha estado expandiendo en la ciudad de Río de Janeiro y área metropolitana”. De estas fuerzas de choque que se nutren de ex policías, bomberos, suboficiales de las fuerzas armadas, lúmpenes para todo servicio y hasta dealers, surgió el asesino que mató a la concejala y militante feminista Marielle Franco el 14 de marzo de 2018. La investigación empantanada del crimen no permitió avanzar sobre sus nexos políticos. Un reporte de TV Globo le atribuyó al clan Bolsonaro cierta vinculación, que el presidente negó con rabia allá por 2019.
A lo largo de 38 páginas, los investigadores de las dos universidades desarrollan información que cubre el período 2007 – 2020 y señalan que hubo “un notable fortalecimiento de las milicias”. Sus plataformas de datos son el Mapa de los Grupos Armados en Río de Janeiro, la base de operaciones de la policía del GENI/UFF y la que tiene la Secretaría Municipal de Urbanismo (SMU) sobre negocios inmobiliarios. Una de las patas económicas y territoriales que explica la expansión de estos grupos armados.
“La ambigua relación entre las milicias y el Estado parece estar relacionada con la capacidad de estos grupos para multiplicarse y expandir su influencia, ocupando territorios cada vez más extensos y eligiendo cada vez más representantes de sus intereses para importantes cargos políticos”, dice el informe. También cita a la plataforma digital Pista News porque publicó “que las milicias controlan el 56,8% del territorio de la ciudad de Río de Janeiro, donde una población de 2.178.620 personas (33,9% del total) vive bajo el dominio armado de estos grupos”.
La versatilidad en los negocios de estas fuerzas parapoliciales está dada por sus diferentes fuentes de recursos. En algunas favelas controlan servicios esenciales como el suministro de agua, luz y gas, además de la televisión por cable, el transporte y la oferta de seguridad bajo amenazas. Pero es en el mercado inmobiliario donde consiguen hacer la diferencia más rentable.
El trabajo aporta que además de los servicios de custodia impuestos bajo extorsión son “las actividades inmobiliarias legales e ilegales una de las principales – si no la principal – fuente de ingresos de las milicias”. Apoyándose en investigaciones periodísticas y los trabajos académicos de distintos autores, se señala que “el crecimiento de las milicias está íntimamente relacionado con el proceso de expansión de la frontera urbano-inmobiliaria en la zona oeste de la ciudad y los municipios de la región metropolitana, donde el acaparamiento de tierras y la formación de nuevas subdivisiones suele ser coordinada por estos grupos armados”.
Los autores de La expansión de las milicias en Río de Janeiro agregan que “la investigación por el asesinato de la concejala Marielle Franco y su chofer Anderson Gomes también arrojó fuertes indicios de la participación de parlamentarios vinculados a milicias en su planificación y que su motivación estuvo relacionada con las acciones de la concejala contra la forma en que estos grupos operan en el mercado inmobiliario”.
El informe señala que “investigación cualitativa, completada y en proceso, ha destacado la participación de milicianos en los mercados de construcción, venta y alquiler; y en el registro y administración de condominios de unidades del programa Minha Casa, Minha Vida (MCMV) (Araújo Silva, 2017; Petti, 2020)”. Está tan difundida la influencia en el mercado inmobiliario de estos grupos que los estudiosos del tema definieron al fenómeno como urbanismo miliciano.
Del trabajo se desprende la connivencia policial con estas mafias. En la disputa territorial que mantienen con los principales cárteles de las drogas, las fuerzas de seguridad toman claro partido por las milicias. Al fin de cuentas, estas se integran en buena medida con policías y militares activos o en retiro.
Dice la investigación que “los barrios en los que hay predominio de territorios en disputa (35,1%) concentran el mayor número de operativos policiales (45,5%), seguido de barrios donde el grupo armado predominante es el Comando Vermelho que, si bien representa solo el 26,4% de los barrios controlados por grupos armados, concentra el 40,9% de los operativos policiales. Con las milicias ocurre lo contrario: en el 27,7% de los barrios controlados por grupos armados, hay predominio de milicias y, sin embargo, solo el 6,5% de los operativos policiales realizados” en esas zonas de Río de Janeiro.
El ex secretario de la Policía Civil de la ciudad, Marcos Vinicius Braga, definió a las milicias en noviembre de 2019 con bastante elocuencia. “El narcotráfico y la milicia de hoy son exactamente lo mismo. Son malvados criminales que dominan la sociedad local, sin importar si la sociedad quiere o no. Tratamos a la milicia como al narcotráfico. Son criminales. Es mentira que un miliciano no trafica con drogas, es mentira que no roba carga, que no roba autos. Hace todo lo que hace el narcotraficante”.
En las conclusiones del trabajo académico se señala que “en cuanto a las bases económicas de las milicias, encontramos un próspero mercado de bienes raíces legales e ilegales en áreas controladas por milicianos…” Existe una evidencia notoria de la relación de estos grupos con el clan Bolsonaro. El propio presidente estimuló públicamente su descontrol más de una vez. Su hijo Flavio distinguió en la Asamblea de Río a uno de sus jefes, Adriano da Nóbrega. Quizás por eso al mandatario ultraderechista todavía no le haga falta apelar a las fuerzas armadas – donde no tiene una base de apoyo uniforme – ni utilizarlas contra el lockdown de los gobernadores. Las milicias que siempre elogió y cuando era diputado nacional propuso exportar a otros estados desde Río de Janeiro, se ofrecerían en su reemplazo. No solo tienen poder de fuego. También cuentan con respaldo político y económico, este último gracias al desarrollo de sus negocios inmobiliarios.
Fuente: Página 12