Resumen Latinoamericano, 13 de mayo de 2021.
Por única única vez en Chile, se elegirán a 155 convencionales constituyentes que estarán encargados de elaborar una nueva Constitución. El manejo mismo de la crisis sanitaria con un sesgo clasista, pone en evidencia y profundiza el proceso de precarización de la vida de las personas y la falta de ingreso de muchas familias.
La víspera, una vez más Chile concentra toda la atención. Unos 22.000 candidatos rivalizan por 2.768 cargos públicos, como antesala del fin del Gobierno actual, pero no del modelo.
Los días 15 y 16 de mayo se vota para renovar a alcaldes y concejales, proceso que tiene lugar cada cuatro años. Para elegir a los gobernadores regionales y por única vez, a favor de 155 convencionales constituyentes, encargados de elaborar una nueva Constitución.
Serán 17 asientos de esos 155 constituyentes chilenos, los representantes de los pueblos indígenas, un 12,8 por ciento del total de la población, según reconoce el Gobierno. Presentes, la etnia mapuche – la más numerosa‑, quechua, atacameño, aimara, rapa nui, diaguita, colla, yagán, káwesq y chango.
Sucede por mandato de cerca del 80 por ciento de los chilenos, quienes votaron el año pasado por enterrar la Carta Magna redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet. Con ello se descarta que cualquiera de los actuales legisladores pudiera formar parte de la Asamblea Constituyente.
El 21 de noviembre del 2021, termina el mandato del magnate Sebastián Piñera, cuya popularidad presidencial sigue en picada, como el modelo que representa. Sin embargo, a simple vista la ultraderecha chilena apuntala el pódium que ha llevado el ingeniero y doctor en economía graduado en la Universidad de Harvard.
En el 2010, cuando inició su mandato en la República de Chile, tenía una fortuna valorada en cerca de 1.200 millones de dólares y ya era propietario de varios negocios en su país. La aerolínea LAN ‑LATAM Airlines- figuraba como su principal inversión, con acciones equivalentes a unos 700 millones de dólares, considerada de las más importantes de América Latina.
Estuvo en la Presidencia de la nación de 2010 al 2014 y fue por más, en el 2018 hasta el cambio en 2022, de la cual se va ‑al menos- con la triste imagen de conducir al país con más muertos en Latinoamérica ‑después de Brasil- durante la pandemia, el récord mínimo de popularidad y de ser acusado ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.
Casitas de barrio
La élite que gobierna no padece. Mientras el tiempo pasa, la casta se interesa en el botín mayor que siempre se han repartido, más que en darle solución a la crisis chilena, considerada por el 70 por ciento de la ciudadanía, como la peor desde “el retorno a la democracia”.
Reportes catastróficos muestran el fracaso durante esta pandemia, por la actuación errática y contradictoria del Gobierno. A pesar del acelerado proceso actual de vacunación, la tasa de mortalidad en Chile se disparó en el 2021 y alcanzó la peor cifra en 45 años.
El manejo mismo de la crisis sanitaria con un sesgo clasista, pone en evidencia y profundiza el proceso de precarización de la vida de las personas y la falta de ingreso de muchas familias. Aun cuando en el 2021, hubo un aumento del salario mínimo, también subió el valor de la canasta básica alimentaria.
Santiago, la ciudad capital, ha crecido acorde con su modelo neoliberal, con grandes áreas segregadas de población pobre y enormes diferencias de ingreso con las clases altas. Bajos estándares de urbanización, educación, salud sectaria y de baja calidad. Los municipios viven con un déficit financiero.
Hace medio siglo, La Loma de la Florida en área próxima a la zona Metropolitana, comenzó a ser más poblada. Un estudio del profesor Javier Ruiz-Tagle, de la Universidad de Chile, que investiga la persistencia de la segregación y la desigualdad en barrios socialmente diversos, sirve de referencia a la dinámica nacional citadina. Aquí se muestran la exclusión, la falta de acceso a oportunidades y las relaciones entre grupos y construcciones “simbólicas” de la comunidad.
En asentamientos semirrurales, los trabajadores agrícolas se asentaron en el terreno de La Loma, entre los años 1940 y 1970, que hasta el momento permanecía desocupado. La comuna de la Florida, fue depositaria del único plan de viviendas sociales de Chile, en el Gobierno de Salvador Allende, quien se encontró con un déficit habitacional nacional, de aproximadamente un millón de familias sin casas y pretendía ejecutar unas 80.000 anualmente.
En la década de 1990 lograron urbanizar, al convertirse en la comuna más poblada de Chile. Conviven familias en viviendas sociales, villas de clase media y media-baja. Ya en el 2000, construyen condominios cerrados y barrios completamente nuevos, para familias de la clase media-alta. Hoy tienen una población diversa, de unas 370.000 personas en La Florida, la quinta comuna de más habitantes de todo Chile. En La Loma, son unas 10.000 personas, de las cuales un 33 por ciento corresponde al decil más rico de Chile, y un 18 por ciento a los cuatro deciles más pobres.
El sociólogo de la Universidad Central, Carlos Livasic, comenta que, Chile en su interna, mantiene prácticas «propias de los períodos de esclavitud, donde se promueven los ciudadanos de primera y segunda categoría».
El alarmante nivel de desigualdad y precariedad en Chile es fácilmente percibido. Obliga a trabajar a un 30 por ciento de adultos mayores, cuentan unos 11.5 millones de endeudados, más de 5 millones de morosos (estudiantes, deudores habitacionales, familias que necesitan alimentos, etc.) y 850.000 personas subempleadas.
«La discriminación desgraciadamente no ha salido todavía de Chile y eso es fruto de un clasismo social que es transversal a la sociedad». La fuerte segmentación educacional y la segregación residencial, hacen que este problema se mantenga a lo largo de los años. Para combatirlo, se plantea que el Estado debe mejorar la calidad de la enseñanza e impulsar una política habitacional, que no siga creando ghettos (gueto) para los más pobres. Refirió Benito Baranda, director de la fundación América Solidaria, cuando ‑apenas una década atrás- se emitió una medida que prohibía a «nanas» y trabajadores, caminar en un exclusivo condominio, lo que desató un gran debate respecto de cuán inclusivo es el país.
En La Loma, los que entienden de solidaridad han terminado juntándose durante la pandemia, para alimentar a las personas con hambre. Así se anuncian en internet, con las “Ollas para Chile”: “Somos un grupo de vecinos que estamos comprometidos en ayudar a los que más están siendo afectados por la pandemia actual. Entregando un plato de comida a quien necesite”.
El siútico, los de arriba y los de abajo
En Chile se utiliza desde los años 1980, una convención internacional que divide a las clases sociales en: ABC1 (cúspide del sistema), C2 y C3 (clases medias), D (pobreza) y E (extrema pobreza). Las cifras oficiales dicen que en 2011, los ingresos del 10 por ciento más rico, eran 35,6 veces superiores a los del 10 por ciento más pobre. Chile es, de hecho, uno de los países con mayor desigualdad del mundo.
En la Loma, los habitantes de bajos ingresos que tienen empleo, se ocupan del servicio doméstico, comercio de baja escala o emergente, oficios para el intercambio y empleos de baja calificación, tanto dentro como fuera del barrio. La clase media, llamados «siúticos» por la élite, usan la explotación como un símbolo de estatus.
“Es una villa-dormitorio ‑dice un residente- porque salen todos a las 7 de la mañana y llegan todos a las 8 de la noche. Y los que tienen niños, parten con los críos chicos, se los llevan”.
Por ejemplo, en la calle Jardín Alto, hay cinco locales comerciales en viviendas que califican para el 10 por ciento más rico de la población. En otras palabras, el comercio de pequeña escala, no es patrimonio de la clase baja. Muchos habitantes de clase media, prefieren no entrar a los espacios de clase baja.
La nueva pobreza se encuentra en los procesos de pauperización de la ciudad y la exclusión de vastos sectores de la población, en cuanto al acceso a bienes, servicios y oportunidades de distinto tipo, situación que deteriora el tejido social al interior de las comunidades afectadas.
Respecto a las oportunidades de educación, están limitadas por la implacable segregación social y escolar. El Sistema de Medición de la Calidad de la Educación, confirma mayor puntaje en los colegios privados.
La mayoría de los habitantes de La Loma tienen a sus hijos en 12 establecimientos. Se trata de cuatro escuelas municipales gratuitas, cinco colegios particulares subvencionados (que cobran desde 25.000 a 100.000 pesos mensuales) y tres colegios particulares pagados (los que cobran más de 100.000 pesos mensuales, unos 142 dólares al cambio actual).
“Ellos creen que son exclusivos, que son profesionales. Por ser dueños de autos, dueños de esto… entonces mucha cosa negativa de parte de ellos hacia nosotros (…) o sea, ellos se expresan los delincuentes de La Loma». dice Agustina, habitante de La Loma.
Algunos elementos externos al barrio, han aumentado la desconfianza de la clase media en un contexto de baja socialización. Los escándalos de abuso sexual y de violencia intrafamiliar y la explotación mediática de la delincuencia. «Hay tanta cosa que anda pasando allá afuera», dicen muchos.
Francisca, habitante de clase media-alta, es residente en Jardines de la Viña. Ella y su esposo son profesionales y viven con dos hijos que van a la universidad.
“La gente de Jardines de la Viña es tan siútica”, dícese de quien pretende ser fino y distinguido pero resulta ridículo o pretencioso. “El perfil de esta gente de al lado es… el profesional joven que normalmente viene igual de estatus bastante medio-bajo, pero que ha podido surgir y se compra inmediatamente el tremendo coche”. Isidora, vive en Lo Cañas y trabaja en la Red de Defensa de la Precordillera. Muestra desprecio a la clase media, que la élite considera «arribista», como una implícita descripción de cómo se relaciona la clase media, con la clase baja.
«Nosotros no queremos que esta ‘chusma’ [habitantes de clase baja] venga a vivir al lado de nosotros. ¡Nuestros hijos no van a poder ir a la calle! ¡Vamos a andar con miedo de que nuestros hijos vayan a ser violados en la misma calle! ¡Y ahora está lleno de borrachos y drogadictos!». ¡Delante de esta gente! ¡Yo me moría de vergüenza!”
La separación entre clase media y clase baja tiene sus raíces en la injusticia y el clasismo que genera. “¡La loma es pura gente chora!”, dice Patricio. El choro, suele usarse para mencionar al de estrato social y económico bajo, ligado a la delincuencia y a la agresividad.
El clasismo en Chile ha sido poco estudiado, pese a que se habla abiertamente, fuerza divisoria de la sociedad. El apellido, el barrio y el colegio, son elementos suficientes en Chile para clasificar una estratificación.
Cuando una mujer
La feminización de la pobreza en Chile muestra una cifra alarmante. Son “ellas”, las mujeres, el 54, 3 por ciento de los más vulnerables.
Cuando hay una mujer que enfrenta sola el desafío de mantener a su familia, no sólo afronta la falta de ingreso económico o de oportunidades de trabajo, sino también las discriminaciones de género. Estadísticas de una década atrás, no actualizadas, señalaban a casi el 40 por ciento de mujeres pobres, sin trabajo. Ahora ubiquen esa miseria en la pandemia, con los hijos y toda una familia en un pequeño espacio, la Covid-19 en escalada y la capacidad hospitalaria al borde del colapso. En las zonas más humildes de la capital, la gente tiene enfrente la difícil elección de arriesgarse a morir de coronavirus o de hambre.
“La pandemia ha evidenciado el verdadero rostro del neoliberalismo, donde el sistema público no es capaz de responder”, expone en exclusiva Simón Timichelle González Monarde, historiador y miembro de la Red de Abastecimiento Territorial, La Pincoya.
“Por otro lado, también muestra la peor cara de la “municipalización” de los servicios de salud, es decir, que estos no están centralizados por el Ministerio de Salud, sino que son administrados por la Municipalidad, y en el caso del seguimiento de los casos de Covid-19, no reciben ni un peso para financiar estas actividades”.
“Sí, el Piñeravirus es más mortal que el coronavirus. Pero más que Piñera, es responsable una élite política en Chile, que lleva por lo menos 30 años administrando la institucionalidad de Pinochet”, expone.
“Por eso, cuando Michelle Bachelet aparece criticando la respuesta sanitaria de Sebastián Piñera, el actual mandatario, busca desentenderse de una realidad, que ella, tanto como ministra de Salud ‑de Ricardo Lagos- y presidenta de Chile en dos ocasiones, ayudó a reproducir. Por eso la falta de honestidad, la hipocresía y el oportunismo de la élite política en su conjunto, es brutal”.
“Las medidas del Gobierno de Piñera, van dirigidas a profundizar el modelo neoliberal. Limita a las personas el cambio de un fondo de pensión, moderniza el sistema de inteligencia y represión policial-militar con, por ejemplo, la llegada de funcionarios de la Marina (con el mejor sistema de inteligencia) a la Agencia Nacional de Inteligencia ‑ANI- y también con proyectos de ley orientados a entregar más facultades al presidente de la República, los encargados de Carabineros y FFAA de inteligencia regionales y provinciales”, comenta para teleSUR el historiador.
“Es evidente que hacen diagnósticos de cómo operan las organizaciones sociales, con la idea de desarticularlas o disminuir su influencia. Asimismo, se asegura la impunidad judicial de los responsables (políticos y de los grupos policiales, militares y civiles) de la represión o asesinatos de líderes sociales o indígenas, lo que se ha visto profundizado con el Estado de Emergencia”.
“Desde el 2020, se reactivó la protesta social con una manifestación por hambre, en la Comuna de El Bosque (zona sur de Santiago), como sucedió en varios lugares de Chile. A su vez, el Estado ‑desde ese momento- reavivó los desalojos de tomas de terreno, por parte de pobladores sin casa y las recuperaciones de terreno Mapuche, dejando a cientos de personas en la calle”.
“Con la idea de hacer proselitismo político con dineros fiscales, el Gobierno, en su intento desesperado por subir en las encuestas, decidió entregar “canastas familiares” o cajas de alimentos a la población más vulnerable. Esto también produjo que muchos alimentos, como las legumbres (en su mayoría importadas), subieron un tercio de su valor. Por ejemplo ‑continúa el profesor de USCH- los porotos burro de 2.000 a 2.800 pesos, y las lentejas de 1.200 a 2.000 pesos (los precios varían según el lugar)», detalla.
Además, añade que «así, el costo de la vida y de la alimentación, que ya ocupa parte importante de los gastos del salario de las familias, aumenta, obligando a las familias a tener que alimentarse con comida de peor calidad o simplemente dejar de consumir alimentos sanos y que ayuden a fortalecer su sistema inmune en esta pandemia”.
“Mientras el contagio sigue descontrolado, las grandes empresas presentan decretos a través de leyes existentes o proyectos de ley, orientadas a reactivar la economía de las Constructoras, Inmobiliarias, Mineras, Pesqueras, Forestales, Agroindustria, entre otras, con subsidios, préstamos, y endeudamiento del país con el Fondo Monetario Internacional”.
“Son varios los sectores más vulnerables”, reseña el profesor Timichelle. “Según estudios de la Fundación Sol, el 38.9 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada (3.6 millones) no tienen contrato de trabajo, la mayoría no tiene escolarización y realizan trabajos informales. Del 61.1 por ciento tiene contrato en ocupaciones de precaria remuneración, un 50 por ciento sólo gana menos de 400.000 dólares”, equivalente a unos 500 dólares americanos.
“Muchas familias son encabezadas por mujeres. Ese es uno de los grupos más vulnerables, porque generalmente tienen empleos precarios en las colas de las ferias, comercio ambulante, o trabajos con contratos haciendo aseo, como nanas u otros trabajos. Además, muchas de ellas viven de allegadas o arriendan pequeñas casas o habitaciones”.
“Durante la crisis económica provocada por la pandemia, el Gobierno ha asegurado a las empresas que no les toquen su bolsillo, mientras ha dejado a miles de personas chilenas y migrantes en la calle. Aunque los datos no están actualizados, ya había entre 500.000 y 700. familias sin casa”.
“La epidemia ha puesto las cosas dramáticamente claras en Chile. Ahora, tal como iniciaron los ciclos de protesta en 1983, 2001, 2006, 2011, 2019, 2020, revienta el modelo chileno con protestas que contienen un grito: ¡Tenemos hambre!”
La tensión provocada por las grandes movilizaciones generó la reacción de las élites políticas que enmascaran todas las crisis ‑en los últimos 40 años- y también la sanitaria.
Recta final
Chile ha inoculado a casi el 30 por ciento de su población con una dosis y un 15 por ciento con las dos vacunas. Pero la pandemia como la justicia, es un asunto social.
El país suramericano tiene más de 1.500 muertos por millón de habitantes, con 1.256.546 contagios desde marzo de 2020, hasta el 11 de mayo del 2021, según reporte del Minsal. Sólo disponen de 313 camas “críticas”, porque hay 3.102 personas en UCI, y 2.568 de ellas están utilizando respirador mecánico. El personal de salud está al límite.
En este escenario, quién augura un cambio en Chile. La maquinaria no ha fallado para los partidos tradicionales en el poder, aquellos que oxigenaron la fórmula del capitalismo neoliberal. Definitivamente, defendiendo muy bien sus ganancias en el “milagro chileno”.
La dictadura del capital. Como si fuera poco el legado que les dejó Pinochet, porque todavía se escuchan sus palabras: «En este país no se mueve una hoja sin que yo lo sepa».
Por eso no es suficiente con la indignación de la izquierda, con visiones contradictorias y desencontradas. Tal cual, no se unieron para estas elecciones. Como lo hiciera el oficialismo, pactando con la derecha. “Chile Vamos”, es una coalición política que agrupa a cuatro partidos de centroderecha y derecha. Va y aparece en casi todas las papeletas, en la primera o segunda línea de opciones, como sucede en la Florida.
Habrá buen clima para los próximos días. No se vislumbran cambios de temperatura y menos para la justicia. Aun así, varios jóvenes manifestantes levantaron un cartel que decía: “Allende, tengo fe en Chile y su destino”.
Fuente: TeleSUR