Colom­bia. Bety Ruth Lozano, diri­gen­te social: «no es sufi­cien­te con parar la refor­ma tributaria»

Por Veró­ni­ca Gago. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 07 de mayo de 2021

Entre­vis­ta con la docen­te uni­ver­si­ta­ria y líder afrofeminista

Des­de Cali, el epi­cen­tro de la revuel­ta y del ensa­ña­mien­to repre­si­vo, Lozano des­cri­be lo que está pasan­do y recla­ma la aten­ción de la comui­dad internacional.

Des­de el 28 de abril, Colom­bia está en paro y el paro no para, como dice el hash­tag que se vira­li­zó para dar cuen­ta de un pro­ce­so que des­bor­dó inclu­so a las orga­ni­za­cio­nes con­vo­can­tes que lo ima­gi­na­ban de un día. Empe­zó como medi­da de fuer­za con­tra la refor­ma tri­bu­ta­ria y una refor­ma de salud impul­sa­das por el man­da­ta­rio ultra neo­li­be­ral Iván Duque, jus­to en un momen­to devas­ta­dor de la cri­sis pan­dé­mi­ca, pero se des­pa­rra­mó como con­vo­ca­to­ria masi­va en ciu­da­des gran­des y peque­ñas, fun­cio­nan­do como cata­li­za­dor de un des­con­ten­to más pro­fun­do.

Aquí se publi­ca par­te de la con­ver­sa­ción urgen­te con­vo­ca­da des­de el colec­ti­vo NiU­na­Me­nos con la docen­te uni­ver­si­ta­ria y mili­tan­te afro­fe­mi­nis­ta Bety Ruth Lozano quien, jun­to con dos com­pa­ñe­ras, Glo­ria y Cris­ti­na, del sin­di­ca­to de maestrxs, repor­tan des­de la ciu­dad de Cali, el epi­cen­tro de la revuel­ta y tam­bién del ensa­ña­mien­to repre­si­vo que inclu­ye muertxs, des­apa­re­cidxs, vio­la­cio­nes y cien­tos de heridxs. De hecho, mien­tras esta entre­vis­ta suce­día, una cum­bre en Mia­mi reu­nía al pro­pio Duque con el ex pre­si­den­te Macri y con el chi­leno Sebas­tián Piñe­ra, entre otros, para hablar de una demo­cra­cia en peli­gro mien­tras se gobier­na a fuer­za de bala. Es urgen­te parar la masa­cre en Colom­bia dicen las orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les, femi­nis­tas, indí­ge­nas, cam­pe­si­nas, lgbt­qi, afro y de las barria­das popu­la­res que, en esta­do de aler­ta y sin aban­do­nar las calles, recla­man su con­de­na inter­na­cio­nal. Las imá­ge­nes que cir­cu­lan des­de hace días son de una gue­rra lite­ral: heli­cóp­te­ros dis­pa­ran­do des­de el cie­lo, calles ilu­mi­na­das por las ráfa­gas de metra­llas, gases lacri­mó­ge­nos y tan­ques ocu­pan­do las rutas. Aún así, la indig­na­ción no se detiene.

-¿Cómo esca­ló la pro­tes­ta que empe­zó el 28 de abril?

-El paro empe­zó por un día pero se con­ti­nuó y la repre­sión fue muy fuer­te el 29 y el 30 de abril y ya el pri­me­ro de mayo, en el día del tra­ba­jo, hubo una mar­cha his­tó­ri­ca, que se cal­cu­la más de un millón de per­so­nas solo en Cali. De hecho, los orga­ni­za­do­res del paro lla­man a una movi­li­za­ción vir­tual y la gen­te no hace caso y sale a la calle y se movi­li­za, y hay múl­ti­ples pun­tos de blo­queo por toda la ciu­dad y tam­bién en Bogo­tá y Mede­llín, esca­lan­do muy rápi­do a nivel nacio­nal. La con­vo­ca­to­ria no es solo con­tra la refor­ma tri­bu­ta­ria que pone más impues­tos sobre la gen­te más humil­de y la cla­se media, es tam­bién con­tra la refor­ma la salud en mar­cha en el Con­gre­so, jun­to a un con­jun­to de polí­ti­cas públi­cas pre­ca­ri­za­do­ras de la vida. Hay dos ejes arti­cu­la­do­res del movi­mien­to de estos días. El pri­me­ro es la inter­co­mu­ni­ca­ción ins­tan­tá­nea que tie­nen lxs jóve­nes. Lxs de otra gene­ra­ción esta­mos en la ter­ce­ra línea y somos sobre todo muje­res lle­van­do el agua y los medi­ca­men­tos. El otro ele­men­to es que lxs jóve­nes son quie­nes han vivi­do de mane­ra direc­ta las con­se­cuen­cias eco­nó­mi­cas y emo­cio­na­les de la pan­de­mia: el encie­rro, el des­em­pleo de sus padres, el des­em­pleo de ellxs, hacer pro­tes­tas para poder ir a la uni­ver­si­dad, situa­cio­nes de salud men­tal por el stress, el encie­rro y la pobre­za. Esto reto­ma lo que se vivió en 2019 cuan­do, al igual que en Chi­le, en Perú y en Ecua­dor, la pobla­ción y los movi­mien­tos socia­les venían des­per­tan­do de las con­se­cuen­cias del mode­lo neo­li­be­ral de pau­pe­ri­za­ción y de exter­mi­nio pero que se ahon­da aho­ra con el virus. Como decía una de las con­sig­nas: no nos impor­ta has­ta per­der la vida por­que ya nos han qui­ta­do tan­to que nos qui­ta­ron el miedo.

-Una de las denun­cias que se repi­te es que se cor­ta inter­net en las zonas de pro­tes­ta para evi­tar la trans­mi­sión que docu­men­ta en tiem­po real la repre­sión estatal.

-Sí, las movi­li­za­cio­nes logra­ron tener una reso­nan­cia mun­dial ins­tan­tá­nea, gra­cias a todos estos medios de comu­ni­ca­ción alter­na­ti­vos y a las redes. Los medios pri­va­dos son pro gobierno y para ellos no está pasan­do nada, o hablan de van­da­lis­mo, de actos terro­ris­tas, pero no men­cio­nan la repre­sión y la vul­ne­ra­ción de dere­chos huma­nos que se ha hecho inclu­so con­tra defen­sorxs de dere­chos huma­nos y con­tra fun­cio­na­rios públi­cos de la defen­so­ría del pue­blo. Se habla de 31 per­so­nas ase­si­na­das pero hay muchos muer­tos que no apa­re­cen. Hay más de noven­ta per­so­nas des­apa­re­ci­das, se sabe que fue­ron ase­si­na­das y sus cuer­pos no apa­re­cen. Son varias las muje­res que han denun­cia­do vio­len­cia sexual por par­te de la poli­cía y cien­tos de heri­dos. Esas cifras tie­nen un subre­gis­tro por­que sabe­mos pues que son muchos más y la fis­ca­lía se nie­ga tam­bién a reco­ger todas las denuncias.

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-¿Cómo se expli­ca la fuer­za de la pro­tes­ta, casi un levan­ta­mien­to ya?

-La coyun­tu­ra de la pan­de­mia hizo visi­ble toda la pre­ca­ri­za­ción. Todo el tra­ba­jo infor­mal vie­ne sien­do como un col­chón de la cri­sis pero se ha hecho muy difí­cil de sos­te­ner. Las tra­ba­ja­do­ras del hogar, por ejem­plo, no pue­den salir a tra­ba­jar y se ha redu­ci­do dema­sia­do el empleo. Hay una pre­ca­ri­za­ción de la vida muy tre­men­da a lo que se suma toda la corrup­ción del gobierno.

-Por eso a pesar del anun­cio que se fre­na­ba la refor­ma tri­bu­ta­ria, la gen­te sigue movi­li­za­da. Ade­más de que las denun­cias de ase­si­na­tos a líde­res y lide­re­sas socia­les se han incre­men­ta­do bru­tal­men­te este año.

-A eso me iba a refe­rir. Son dema­sia­das cosas. Se dice que el paro se plan­tea para parar la refor­ma tri­bu­ta­ria, y así lo plan­tea la Mesa Nacio­nal de Paro. Pero la gen­te que sale a las calles sabe que no es sufi­cien­te con parar la refor­ma tri­bu­ta­ria, que hay una can­ti­dad enor­me de ase­si­na­tos de líde­res y lide­re­sas socia­les, a pesar de que se fir­ma­ra un acuer­do de paz con la gue­rri­lla de las FARC, que aho­ra es un movi­mien­to polí­ti­co. La gue­rra con­ti­núa espe­cial­men­te en las zonas rura­les, don­de el ase­si­na­to de lide­re­sas indí­ge­nas y afro­des­cen­dien­tes es enor­me. Ade­más hay una can­ti­dad de femi­ni­ci­dios en el país que ha aumen­ta­do bru­tal­men­te duran­te el año pasa­do y este año. A esto se suman los 6402, que es como se cono­ce el núme­ro de los “fal­sos posi­ti­vos” duran­te los ocho años del gobierno de Álva­ro Uri­be: los jóve­nes que fue­ron secues­tra­dos de sus casas o lle­va­dos con enga­ños, ase­si­na­dos y lue­go ves­ti­dos de gue­rri­lle­ros para la foto. Es decir, Uri­be le min­tió al país dicien­do que esta­ba ganan­do la gue­rra con las FARC mos­tran­do un núme­ro de gue­rri­lle­ros ase­si­na­dos, cuan­do en reali­dad eran jóve­nes de sec­to­res popu­la­res que habían sido enga­ña­dos bajo el pre­tex­to de un tra­ba­jo, de que les iban a pagar por un par­ti­do de fút­bol, o que los iban a lle­var a reco­ger café a las zonas rura­les, y nun­ca más vol­vie­ron a apa­re­cer. Toda esta fal­se­dad ha sali­do a la luz y la gen­te la cono­ce. Ade­más, este gobierno es de los que peor ha mane­ja­do esta situa­ción de pan­de­mia en el con­ti­nen­te. Todo ese des­con­ten­to está aflo­ran­do en estos días de paro y se está pidien­do real­men­te cam­bios fundamentales.

-Se dice que ya está lis­to un decre­to para decla­rar el esta­do de “con­mo­ción inte­rior”. ¿Qué sig­ni­fi­ca­ría esto?

-Esta­mos pen­dien­tes de que se haga públi­co y saber de qué fuen­te sale. Es una ame­na­za decir que el decre­to está en la mesa del pre­si­den­te y fal­ta su fir­ma. Lo que nos dicen es: se replie­gan, levan­tan el paro o le saca­mos el decre­to y lo que pien­so es que los jóve­nes no creen ya en esas ame­na­zas. La gen­te sigue fir­me en las calles y si hay un decre­to de con­mo­ción inte­rior pues la vio­len­cia va a ser mucho más gra­ve y gene­ra­li­za­da. Hace­mos un lla­ma­do a la comu­ni­dad inter­na­cio­nal para que pon­ga sus ojos sobre Colom­bia, para que exi­ja al gobierno que saque el ejér­ci­to de las calles y resuel­va de for­ma pací­fi­ca el des­con­ten­to de las mayo­rías. Ade­más está ope­ran­do el ESMAD, que es una poli­cía anti­dis­tur­bios, que ya les ha saca­do los ojos a varias per­so­nas, que dis­pa­ra a los gene­ra­do­res eléc­tri­cos para cor­tar la luz, por­que es una poli­cía entre­na­da para fre­nar la pro­tes­ta. Lo que se soli­ci­ta tam­bién es que el ESMAD sea disuel­to. Ade­más, hay una can­ti­dad enor­me de poli­cías infiltrados.

-Es impre­sio­nan­te cómo se repi­ten los méto­dos de cri­mi­na­li­za­ción y de masa­cre de la pro­tes­ta: tal como ha suce­di­do en Chi­le esto que cuen­tan de apun­tar direc­ta­men­te a los ojos. Recien­te­men­te se ha vis­to la incor­po­ra­ción fuer­te del movi­mien­to indíegena…

-Pare­cie­ra que ya no está en manos de la CUT (Cen­tral Uni­ta­ria de Tra­ba­ja­do­res), de FECODE (Fede­ra­ción Colom­bia­na­de Edu­ca­do­res) y de la Mesa de Paro Nacio­nal la deci­sión de levan­tar el paro. Ha cobra­do vida pro­pia en todas las movi­li­za­cio­nes de lxs jóve­nes por todo el país. Y ade­más la Min­ga Indí­ge­na, que es la for­ma de movi­li­za­ción que tie­nen las orga­ni­za­cio­nes indí­ge­nas, espe­cial­men­te del depar­ta­men­to del Cau­ca, se ha esta­do movien­do alre­de­dor de los sitios de blo­queo. Son una fuer­za sim­bó­li­ca de res­pal­do muy impor­tan­te, muy res­pe­ta­da, reco­no­ci­da y que­ri­da. Ellos solo están arma­dos con sus bas­to­nes de man­do y, sin embar­go, son auto­ri­da­des que hacen sen­tir a todo el mun­do muy res­pal­da­do. Se han que­da­do en Cali por la situa­ción espe­cial que se vive y que se ha vivi­do en Siloé, que es este sitio de la vera que fue con­for­ma­do al final de los años 50 por pobla­ción des­pla­za­da por lo que se cono­ce en Colom­bia como la vio­len­cia con mayús­cu­la que es esa gue­rra civil que gene­ra­ron los par­ti­dos polí­ti­cos libe­ral y con­ser­va­dor y que pusie­ron a matar al pue­blo colom­biano. Eso gene­ró toda una refor­ma agra­ria que des­po­jó a un gran cam­pe­si­na­do de sus par­ce­las y lo lle­vó a esta lade­ra que es Siloé, don­de hay muchas diná­mi­cas juve­ni­les, que es don­de más duro ha gol­pea­do la vio­len­cia militar.

-¿Por qué hubo un ensa­ña­mien­to espe­cial con Cali, al pun­to de que envia­ron al coro­nel del ejér­ci­to a con­tro­lar la situación?

-Cali es reco­no­ci­da como la capi­tal mun­dial de la sal­sa, pero hemos demos­tra­do que tam­bién bai­la­mos al rit­mo de la pro­tes­ta, ¿cier­to? Al rit­mo de la rebel­día, de la insu­rrec­ción, de la dig­ni­dad tam­bién pode­mos bai­lar. Cali es una ciu­dad que tie­ne cer­ca de tres millo­nes de habi­tan­tes, con la mayor pobla­ción negra de todo el país. Se habla de que Cali es alre­de­dor de un 40 % de pobla­ción negra, que en los últi­mos años ha lle­ga­do des­pla­za­da por el con­flic­to a todos estos barrios mar­gi­na­les y que vive del tra­ba­jo infor­mal en don­de los jóve­nes negros son obje­ti­vo de la poli­cía, ase­si­na­dos con cifras que no entran den­tro de las esta­dís­ti­cas ofi­cia­les. Es una ciu­dad que reci­be pobla­ción des­pla­za­da de todos lados: indí­ge­na, del pací­fi­co colom­biano, del sur, del Putu­ma­yo, del Cau­ca. La con­cen­tra­ción no fue en un solo sitio, sino que la gen­te deci­dió blo­quear las entra­das y sali­das de la ciu­dad en pun­tos estra­té­gi­cos. Y hay que recor­dar que Cali es la entra­da al mar Pací­fi­co, don­de está el puer­to más impor­tan­te que tie­ne Colom­bia que es Bue­na­ven­tu­ra, por don­de entra más del 60 por cien­to de las mer­can­cías. Estos blo­queos colo­ca­dos de for­ma estra­té­gi­ca –pues cau­san un daño muy enor­me en la eco­no­mía no sólo local sino en la nacio­nal – , hizo que lle­guen los mili­ta­res envia­dos no solo por el gobierno sino tam­bién, lo sabe­mos, por los empre­sa­rios y los agro­in­dus­tria­les. Por­que tene­mos que saber que Cali es el epi­cen­tro de la agro­in­dus­tria del mono­cul­ti­vo de la caña de azú­car. Ellos, los cañe­ros, que son quie­nes mane­jan el poder en la ciu­dad, han pedi­do tam­bién al gobierno que ven­gan a des­blo­quear. Tene­mos que seguir aler­tas por­que lo que se vie­ne pue­de ser peor de lo que ha pasa­do en estos días.

Itu­rria /​Fuen­te

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