Colom­bia. La Poli­cía, hecha para la gue­rra, vio­la, ase­si­na y des­apa­re­ce ciudadanxs

Por Julie Tur­ke­witz y Sofía Villa­mil. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 16 de mayo de 2021.

Fue una fuer­za hecha para la gue­rra, una que aho­ra ha encon­tra­do un nue­vo fren­te, en las calles de las ciu­da­des colom­bia­nas, don­de la poli­cía ha sido acu­sa­da de tra­tar a los mani­fes­tan­tes civi­les como enemi­gos del cam­po de batalla.

Las mani­fes­ta­cio­nes que empe­za­ron hace dos sema­nas como un paro nacio­nal debi­do a la moles­tia por una pro­pues­ta de refor­ma tri­bu­ta­ria rela­cio­na­da con la pan­de­mia, aho­ra se han trans­for­ma­do en un gri­to colec­ti­vo de indig­na­ción por las accio­nes de la poli­cía nacio­nal del país. Los ofi­cia­les han gol­pea­do, dete­ni­do y mata­do a mani­fes­tan­tes en los últi­mos días y en oca­sio­nes han abier­to fue­go con­tra mani­fes­ta­cio­nes pací­fi­cas y lan­za­do latas de gas lacri­mó­geno des­de vehícu­los blin­da­dos, según más de una dece­na de entre­vis­tas rea­li­za­das por The New York Times con tes­ti­gos y fami­lia­res de los falle­ci­dos y heridos.

El pre­si­den­te de Colom­bia, Iván Duque, reco­no­ció en una entre­vis­ta el miér­co­les que algu­nos agen­tes habían sido vio­len­tos, pero dijo que no veía que el pro­ble­ma fue­ra sistémico.

“Ha habi­do actos de abu­so de fuer­za”, dijo. Pero “solo decir que podría haber algu­na posi­bi­li­dad de que la poli­cía colom­bia­na sea vis­ta como un abu­sa­dor sis­te­má­ti­co de los dere­chos huma­nos, bueno, eso no solo será des­leal, injus­to, sino que no ten­drá nin­gún fundamento”.

Sin embar­go, los crí­ti­cos afir­man que la vio­len­cia y la cre­cien­te cifra de muer­tos son seña­les de que es urgen­te una refor­ma poli­cial. Y el lla­ma­do para lle­var la poli­cía al fren­te ha remo­vi­do a un país ago­ta­do con la gue­rra y las atro­ci­da­des cau­sa­das por para­mi­li­ta­res, gue­rri­lle­ros y las fuer­zas de seguridad.

“Ellos nos ven como el enemi­go, sabien­do que somos ciu­da­da­nos”, dijo Ale­xis Medi­na, un mani­fes­tan­te de 29 años que dijo haber sido dete­ni­do por ofi­cia­les de poli­cía que lo obli­ga­ron a beber su ori­na. “Tome o le tum­bo los dien­tes”, dice que le dijeron.

Al menos 42 per­so­nas han muer­to, entre ellos un ofi­cial de poli­cía dijo el gobierno el mar­tes. Human Rights Watch y otras orga­ni­za­cio­nes dije­ron que la cifra es posi­ble­men­te más alta.

“Es una poli­cía muy bue­na para la gue­rra”, dijo Óscar Naran­jo, un ex jefe de poli­cía que ha impul­sa­do una trans­for­ma­ción al inte­rior del cuer­po. Pero des­pués que el país lle­gó a un acuer­do con su mayor gru­po rebel­de (las FARC o Fuer­zas Arma­das Revo­lu­cio­na­rias de Colom­bia) la socie­dad cam­bió, dijo.

Antes del acuer­do, las pro­tes­tas a menu­do esta­ban estig­ma­ti­za­das y eran aso­cia­das con la gue­rri­lla, dijo. El acuer­do, fir­ma­do en 2016, abrió un nue­vo espa­cio para el diá­lo­go polí­ti­co y la pro­tes­ta y, al mis­mo tiem­po, dio lugar a una gene­ra­ción que cre­yó que sería la pri­me­ra en déca­das en vivir en paz. Sin embar­go, dijo Naran­jo, la poli­cía aún no se ha ajus­ta­do a este nue­vo marco.

Indi­có que la ins­ti­tu­ción “tie­ne que ace­le­rar su pro­ce­so para adap­tar­se a la nue­va situa­ción de posconflicto”.

En medio de la agi­ta­ción, el pre­si­den­te Iván Duque ini­ció un diá­lo­go for­mal con líde­res de la socie­dad civil y reite­ró el “res­pe­to a la pro­tes­ta pací­fi­ca” por par­te del gobierno y dijo que toda la vio­len­cia con­tra civi­les y fun­cio­na­rios públi­cos “deben ser inves­ti­ga­das y sancionadas”.

Pero en la entre­vis­ta, Duque ase­gu­ró que no creía que la poli­cía nece­si­ta­ra una refor­ma sig­ni­fi­ca­ti­va. Dijo que la poli­cía tie­ne una polí­ti­ca de “tole­ran­cia cero” hacia el abu­so y seña­ló el hecho de que el ins­pec­tor gene­ral de la poli­cía ha abier­to al menos 65 inves­ti­ga­cio­nes sobre pre­sun­tas fal­tas de con­duc­ta. La poli­cía tam­bién sus­pen­dió a cin­co per­so­nas, dije­ron las autoridades.

Su minis­tro de Defen­sa, Die­go Molano, que super­vi­sa la poli­cía nacio­nal, ha dicho que la gen­te ha dis­pa­ra­do a los agen­tes poli­cia­les, cien­tos de los cua­les han resul­ta­do heri­dos. Cul­pó de los dis­tur­bios a los gru­pos arma­dos que que­dan, a quie­nes el gobierno iden­ti­fi­ca como “terro­ris­tas”.

“Las orga­ni­za­cio­nes cri­mi­na­les están detrás de los actos vio­len­tos que empa­ñan la pro­tes­ta pací­fi­ca”, dijo Molano.

Las imá­ge­nes de abu­so poli­cial de los últi­mos días han sus­ci­ta­do preo­cu­pa­ción de la Alta Comi­sio­na­da de Dere­chos Huma­nos de Nacio­nes Uni­das, la Orga­ni­za­ción de Esta­dos Ame­ri­ca­nos, la Unión Euro­pea y fun­cio­na­rios en EEUU, que finan­cia las fuer­zas de segu­ri­dad des­de hace años y atra­vie­sa por su pro­pia refle­xión sobre la con­duc­ta poli­cial. Las pro­tes­tas que comen­za­ron hace más de dos sema­nas han deja­do al menos 42 muertos.

La fuer­za de poli­cía de Colom­bia es una de las pocas (si no es que la úni­ca) en Amé­ri­ca que depen­de del minis­te­rio de Defen­sa, jun­to con el ejér­ci­to, un cam­bio que se dio en los años 50 des­pués de un san­grien­to con­flic­to civil en el que par­ti­dos polí­ti­cos riva­les usa­ron a la poli­cía para ata­car­se mutuamente.

En aquel momen­to, el gobierno bus­ca­ba pro­fe­sio­na­li­zar y des­po­li­ti­zar la labor poli­cial al con­so­li­dar un sis­te­ma frag­men­ta­do bajo una fuer­za nacio­nal, dijo Juan Car­los Ruíz, pro­fe­sor y exper­to de segu­ri­dad de la Uni­ver­si­dad del Rosa­rio de Colombia.

Para ini­cios de este siglo, la poli­cía se había con­ver­ti­do en un actor cru­cial en la estra­te­gia de con­tra­in­sur­gen­cia diri­gi­da a erra­di­car a las FARC, en la que el ejér­ci­to expul­sa­ba a los rebel­des del terri­to­rio y la poli­cía res­guar­da­ba ese terreno. La estra­te­gia fun­cio­nó, obli­gan­do a los rebel­des a nego­ciar. Y le valió a la poli­cía “nive­les muy altos de con­fian­za ciu­da­da­na”, dijo Paul Ange­lo, miem­bro del Con­se­jo de Rela­cio­nes Exte­rio­res. Pero des­de el acuer­do de paz, poco ha cam­bia­do den­tro del cuer­po de policía.

Juan Manuel San­tos, que era pre­si­den­te cuan­do se fir­mó el acuer­do, había apo­ya­do duran­te mucho tiem­po el tras­la­do de la poli­cía fue­ra del Minis­te­rio de Defen­sa. Pero la idea era impo­pu­lar entre las fuer­zas arma­das, en par­te por­que la poli­cía apor­ta dine­ro y recur­sos huma­nos al minis­te­rio, dijo Ange­lo. Cuan­do San­tos fir­mó el acuer­do de paz, le que­da­ba poco tiem­po en el car­go y aún menos capi­tal polí­ti­co. El cam­bio nun­ca se lle­vó a cabo.

Aho­ra, los defen­so­res de la refor­ma de la poli­cía pre­sio­nan de nue­vo para que la fuer­za de 140.000 inte­gran­tes pase del Depar­ta­men­to de Defen­sa al Minis­te­rio del Inte­rior, y para prio­ri­zar la for­ma­ción en Dere­chos Huma­nos, limi­tar el arma­men­to y juz­gar a los agen­tes que come­ten deli­tos en tri­bu­na­les ordi­na­rios en lugar de cor­tes militares.

En una entre­vis­ta, el jefe de la poli­cía nacio­nal, el gene­ral Jor­ge Luis Var­gas, dijo que se había pre­sen­ta­do un plan de refor­ma al país a prin­ci­pios de este año. Sin embar­go, comen­tó que la poli­cía no debe­ría salir del Minis­te­rio de Defensa.

“La situa­ción de nar­co­trá­fi­co y de gru­pos al mar­gen de la ley en este momen­to no lo per­mi­te”, dijo, cali­fi­can­do estos temas como “el prin­ci­pal pro­ble­ma de Colombia”.

Las pro­tes­tas del paro nacio­nal comen­za­ron a fina­les de abril, cuan­do Duque pro­pu­so una revi­sión de los impues­tos para ayu­dar a com­ple­tar un défi­cit fis­cal exa­cer­ba­do por la pan­de­mia. El país ya esta­ba en vilo: des­pués de un año de res­tric­cio­nes rela­cio­na­das con la covid, el bro­te no hacía más que empeo­rar, jun­to con la pobre­za, la des­igual­dad y el desempleo.

Duque reti­ró la pro­pues­ta fis­cal poco des­pués de que comen­za­ran las mani­fes­ta­cio­nes. Pero des­pués de que la poli­cía res­pon­dió con fuer­za pesa­da, las pro­tes­tas no han hecho más que ace­le­rar­se. En algu­nos luga­res, los mani­fes­tan­tes han blo­quea­do las prin­ci­pa­les carre­te­ras, impi­dien­do el paso de ali­men­tos y otros productos.

Cali, la ter­ce­ra ciu­dad más gran­de del país, ha sido el esce­na­rio de algu­nos de los peo­res actos de vio­len­cia. El 3 de mayo, la poli­cía abrió fue­go con­tra mani­fes­tan­tes pací­fi­cos que habían sali­do a una vigi­lia para con­me­mo­rar a otros muer­tos en las mani­fes­ta­cio­nes, según tres tes­ti­gos entre­vis­ta­dos por The New York Times.

Clau­dia Vás­quez, de 48 años, rela­tó que la noche comen­zó con velas y ora­cio­nes, has­ta que los heli­cóp­te­ros empe­za­ron a rugir sobre sus cabe­zas, ilu­mi­nan­do con un reflec­tor gigan­te a los asis­ten­tes, muchos de ellos niños y per­so­nas mayo­res. Lue­go llo­vie­ron gases lacri­mó­ge­nos. Los poli­cías lle­ga­ron en motos, dijo, “y les die­ron bala”.

Entre los muer­tos esta­ba Kevin Agu­de­lo, de 22 años, que que­ría pro­tes­tar con­tra la “des­igual­dad social” y la “fal­ta de opor­tu­ni­da­des”, dijo su ami­go de infan­cia, Jesús Giral­do, tam­bién de 22 años.

Agu­de­lo había cre­ci­do en un barrio pobre, había ido a la escue­la públi­ca, y aspi­ra­ba a estu­diar en una uni­ver­si­dad local, pero no tenía los medios, dijo Giral­do. Había esta­do tra­ba­jan­do en una tien­da de artícu­los para el hogar y tra­tan­do de ahorrar.

“Él está muy joven”, dijo Giral­do. Que “todo lo que uno aspi­ra en la vida, cor­tár­se­lo así tan brus­ca­men­te a esta edad, me pare­ce dema­sia­do injusto”.

Par­te del desa­fío para la poli­cía ha sido el tama­ño de las pro­tes­tas, que han atraí­do a miles de per­so­nas a las calles casi todos los días duran­te las últi­mas dos semanas.

El país cuen­ta con una fuer­za poli­cial anti­dis­tur­bios, cono­ci­da como ESMAD, o Escua­drón Móvil Anti­dis­tur­bios, cuyos agen­tes están entre­na­dos para hacer fren­te a gran­des mul­ti­tu­des. Lle­van un pesa­do equi­po anti­ba­las y no se les per­mi­te lle­var armas leta­les, dijo Ruíz.

Pero las mani­fes­ta­cio­nes fue­ron tan gran­des que la poli­cía nacio­nal inter­vino como refuer­zo. Sus agen­tes lle­van muy poca pro­tec­ción, y por­tan pis­to­las con muni­ción real.

Cien­tos de per­so­nas han resul­ta­do heri­das por los agen­tes, según Tem­blo­res e Inde­paz, orga­ni­za­cio­nes de Dere­chos Huma­nos de Colombia.

Entre ellos está Juan Pablo Fon­se­ca, de 25 años, un estu­dian­te de coci­na que salió a pro­tes­tar en Bogo­tá, la capi­tal, el 1 de mayo. Cuan­do la poli­cía empe­zó a lan­zar gases lacri­mó­ge­nos, tra­tó de esca­par, dijo. Enton­ces se dio la vuel­ta y se encon­tró cara a cara con uno de los agen­tes del ESMAD con blin­da­je corporal.

“Apun­tó y dis­pa­ró”, dijo Fon­se­ca, quien per­dió el ojo por una lata de gas lacrimógeno.

Tem­blo­res e Inde­paz han reci­bi­do más de mil infor­mes de deten­cio­nes arbi­tra­rias duran­te las pro­tes­tas. Human Rights Watch dijo que varias per­so­nas han sido gol­pea­das mien­tras esta­ban detenidas.

“Nun­ca he vis­to a la poli­cía incu­rrir en este nivel de bru­ta­li­dad sos­te­ni­da en toda Colom­bia”, dijo José Miguel Vivan­co, direc­tor de la divi­sión de Amé­ri­ca de la orga­ni­za­ción. “A menos que el pre­si­den­te Duque cam­bie de rum­bo, estos recien­tes acon­te­ci­mien­tos per­ju­di­ca­rán aún más la posi­ción de Colom­bia en Washing­ton y Europa”.

Entre los heri­dos está Johan Moreno, de 27 años, abo­ga­do en el depar­ta­men­to de San­tan­der, cer­ca de la fron­te­ra noro­rien­tal del país. El 4 de mayo, Moreno se puso un cha­le­co gris en cuyo bol­si­llo se leía “equi­po jurí­di­co” en letras naran­jas y salió a docu­men­tar la vio­len­cia en las calles. Cuan­do varios agen­tes lo rodea­ron, levan­tó las manos y les dijo que era un “defen­sor de dere­chos humanos”.

Eso no lo pro­te­gió. Los poli­cías lo tira­ron al sue­lo, lo patea­ron, lo aga­rra­ron por el cue­llo y le gol­pea­ron la cabe­za, contó.

Lo que más recuer­da, dijo, son las pala­bras del capi­tán, mien­tras per­día y recu­pe­ra­ba la cons­cien­cia. “Usted no es un defen­sor de dere­chos huma­nos”, dijo, según Moreno, “usted es un [impro­pe­rio] gue­rri­lle­ro y le voy a ense­ñar a que se des­ma­ye de verdad”.

Fuen­te: PaCoCol

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