Por Pablo Hasél. Resumen Latinoamericano, 21 de mayo de 2021.
En cuanto hicieron firmes los 16 meses más de condena por contar hechos probados sobre la monarquía y la brutalidad policial, la psicóloga de la cárcel acudió a ofrecerme un programa de tratamiento para poder acceder a los permisos del tercer grado que dan a la mayoría de presos (una vez cumplida una cuarta parte de la condena). Estos permisos consisten en salir unas horas, luego unos días y así progresivamente acortando la condena. Pero no son a cambio de nada y menos en el caso de los presos políticos en los que la “reinserción” significa pasar por su aro renegando de la justa y necesaria lucha por la que nos secuestraron.
La psicóloga, chantajeándome con mi larga estancia en prisión si no acepto, pretendía que me despojara de mis principios realizando este insultante programa basado en “revisar mis expresiones y emociones” para “empatizar con las víctimas” de la autodefensa armada. Un arrepentimiento mal encubierto que desde el primer día dejé muy claro que jamás voy a asumir. Por tanto, respondí que se me estaba faltando el respeto y que si precisamente estoy encarcelado es por tener una gran empatía con las verdaderas víctimas del terrorismo de los opresores. Ellos no dudan en imponer con la fuerza armada todo tipo de políticas criminales, de miseria, explotación y falta de libertades. Mi respuesta fue que fueran a ellos a hablarles de la empatía de la que carecen. Es el colmo. ¡Te encarcelan por solidario y encima pretenden que empatices con quienes te oprimen! Querer controlarnos hasta las emociones es fascismo puro y duro. ¡Qué ilusos si creen que puedo dejar de sentir odio contra los opresores que nos golpean de tantas formas! Sería dejar de sentir amor por los oprimidos.
El retorcido chantaje se centraba en el “has de preocuparte por ti y cuidarte”, refiriéndose a que eso sólo es posible si acepto pasar menos tiempo en prisión a cambio de arrastrarme. ¡Como si pudiera preocuparme por mi y cuidarme sin ser fiel a mi conciencia que es lo más valioso que poseo! No entienden que los revolucionarios no nos movamos por intereses individualistas. Nos sentiríamos mucho peor en la calle, habiéndoles regalado el arrepentimiento que busca su represión, que en la cárcel con la cabeza alta por seguir defendiendo lo mismo. También resulta ofensiva la falsa preocupación por mí cuando no les importan las nefastas condiciones que sufrimos en prisión o la injusta condena. Lo único que les importa es domesticarte.
Hay quienes no entienden esta actitud consecuente frente a la represión, influenciados por las posiciones oportunistas de organizaciones domesticadas que no suponen peligro alguno para el Régimen. Así fomentan que para librarse de la cárcel todo vale. Sin embargo, esto fortalece a los represores, porque no sólo logran que uno mismo deslegitime lo luchado, sino que legitima que repriman a otros al reconocer que se ha obrado mal. Hacer eso en nombre de la lucha es intolerable. Lógicamente, soy el primero que quiere verse fuera de la cárcel, pero no de cualquier forma ni a cualquier precio. Los presos políticos hemos de salir como entramos: revolucionarios y no arrepentidos. Si se nos libera antes que sea por la presión solidaria y no por someternos así que, si la lucha no lo evita, tendré que cumplir la condena en su totalidad pero no renunciaré a mi integridad. Salir antes por darles la razón sería una victoria para el Estado, una falsa libertad. No luchamos para eso sino todo lo contrario. Eso es lo que recoge la reivindicación de la Amnistía Total: la libertad de todos los presos políticos sin claudicación alguna.
Fuente: Insurgente