Esta­do Espa­ñol. Un perio­dis­ta refu­gia­do pales­tino denun­cia un inte­rro­ga­to­rio ile­gal de la Guar­dia Civil y el Mos­sad en Madrid

Por José Bau­tis­ta, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 3 de mayo de 2021.

Muath Hamed, refu­gia­do en Espa­ña jun­to a su fami­lia, ase­gu­ra que el ser­vi­cio de inte­li­gen­cia israe­lí le inte­rro­gó y ame­na­zó en un encuen­tro orga­ni­za­do por agen­tes del ser­vi­cio de infor­ma­ción de la Guar­dia Civil en una de las sedes prin­ci­pa­les del ins­ti­tu­to armado.

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José Bau­tis­ta

Muath Hamed es un perio­dis­ta pales­tino refu­gia­do en Espa­ña. Vive jun­to a su mujer y sus dos hijos peque­ños en Lemoa (Viz­ca­ya). Cuan­do se ins­ta­ló en esta peque­ña loca­li­dad vas­ca sin­tió que al fin había encon­tra­do un lugar para vivir en paz jun­to a su fami­lia, tras una vida mar­ca­da por la per­se­cu­ción, la cár­cel y la repre­sión del Gobierno israe­lí. Esa sen­sa­ción se des­va­ne­ció por com­ple­to el pasa­do 11 de febre­ro a las seis de la tar­de, en una habi­ta­ción ais­la­da del acuar­te­la­mien­to de la Guar­dia Civil de la calle Bata­lla del Sala­do, en pleno cen­tro de Madrid. Ese día, ase­gu­ra, la Guar­dia Civil lo puso a dis­po­si­ción de un agen­te del Mos­sad, el temi­do ser­vi­cio secre­to israe­lí, que lo some­tió a un inte­rro­ga­to­rio clan­des­tino y le amenazó.

El ori­gen de esta his­to­ria se remon­ta al pasa­do 9 de diciem­bre. Ese día, Muath reci­bió la pri­me­ra lla­ma­da de Nico­lás, un agen­te de los ser­vi­cios de infor­ma­ción de la Guar­dia Civil des­ti­na­do en Eus­ka­di. Que­ría tomar café y con­ver­sar con Muath sobre su labor como perio­dis­ta, su pasa­do y su vida en Espa­ña. Se tra­ta de un pro­ce­di­mien­to habi­tual por par­te de los ser­vi­cios de infor­ma­ción espa­ño­les con refu­gia­dos y migran­tes. «Yo enten­dí que hacía su tra­ba­jo y no ten­go nada que ocul­tar, así que le dije que sí», expli­ca el pro­ta­go­nis­ta de esta his­to­ria. El agen­te Nico­lás, de unos 40 años, piel more­na, com­ple­xión media y atuen­do civil, según la des­crip­ción de Muath, le reci­bió en la Coman­dan­cia de la Guar­dia Civil de Viz­ca­ya, situa­da la pla­za Sal­be de Bilbao.

En una habi­ta­ción de la quin­ta plan­ta les espe­ra­ba Javier, otro agen­te del mimo ser­vi­cio, de ojos azu­les, esta­tu­ra peque­ña, barri­ga pro­mi­nen­te y buen domi­nio del inglés. Muath res­pon­dió a sus pre­gun­tas y les expli­có por qué había pedi­do asi­lo en Espa­ña, cómo logró salir de Pales­ti­na y cómo fue su paso por Tur­quía. Muchas pre­gun­tas ya se las había for­mu­la­do antes la Poli­cía Nacio­nal cuan­do pidió asi­lo en Espa­ña, en abril de 2019. La reso­lu­ción defi­ni­ti­va sobre el asi­lo de Muath y su fami­lia aún está en el aire.

Los pro­ble­mas lle­ga­ron des­pués. A prin­ci­pios de febre­ro, el joven perio­dis­ta pales­tino vol­vió a reci­bir una lla­ma­da de Nico­lás. De nue­vo, le pedía tiem­po para un encuen­tro, esta vez en Madrid. Muath decli­nó por­que se encon­tra­ba en Eus­ka­di, pero, pocos días des­pués, reci­bió otra lla­ma­da con núme­ro ocul­to. Esta vez quien habla­ba era el agen­te Javier, quien le soli­ci­tó ama­ble­men­te que se vie­ran el 11 de febre­ro por la tar­de. Enton­ces Muath sí se encon­tra­ba en la capi­tal espa­ño­la, cubrien­do temas de actua­li­dad para la tele­vi­sión cata­rí Al Araby. Acep­tó y, al ter­mi­nar su jor­na­da de tra­ba­jo, se diri­gió al núme­ro 35 de la calle Bata­lla del Sala­do, una de las sedes más des­ta­ca­das de la Guar­dia Civil.

Nada más lle­gar, Muath se per­ca­tó de algu­nos deta­lles que le hicie­ron sos­pe­char. Según cuen­ta, un uni­for­ma­do bajó a bus­car­le y le intro­du­jo en el edi­fi­cio sin iden­ti­fi­car­le, sin regis­trar su acce­so y sin pasar por nin­gún con­trol de segu­ri­dad, como esti­pu­la el pro­to­co­lo. El agen­te le acom­pa­ñó has­ta el ter­cer piso de uno de los blo­ques, don­de les espe­ra­ban Javier y un hom­bre ves­ti­do de tra­je, cal­vo, de tez more­na y com­ple­xión atlé­ti­ca que se pre­sen­tó como Omar.

La sala era oscu­ra y la úni­ca ven­ta­na que había esta­ba cerra­da. Tras com­pro­bar que Muath no esta­ba gra­ban­do con su telé­fono móvil, el mis­te­rio­so hom­bre ase­gu­ró tra­ba­jar para la inte­li­gen­cia bel­ga. Javier expli­có a Muath que Omar era de ori­gen pales­tino, pero su coar­ta­da se des­mo­ro­nó cuan­do el perio­dis­ta se per­ca­tó de su mar­ca­do acen­to israe­lí, según rela­ta el perio­dis­ta pales­tino. Muath res­pon­dió a sus pri­me­ras pala­bras en hebreo. Al ver la reac­ción de Omar y Javier, Muath les pidió que le mos­tra­ran sus car­nets de iden­ti­fi­ca­ción, pero ase­gu­ra que ambos se nega­ron. Enton­ces Omar reco­no­ció que era israe­lí. El agen­te de la Guar­dia Civil salió de la habi­ta­ción y dejó al perio­dis­ta pales­tino en manos del supues­to agen­te del Mossad.

Muath expli­ca que en ese ins­tan­te sin­tió mucho mie­do. Recor­dó el caso de Jamal Khashog­gi, el perio­dis­ta des­cuar­ti­za­do en el con­su­la­do sau­dí en Estam­bul, cuyo ase­si­na­to sigue impu­ne. El supues­to agen­te israe­lí empe­zó a pre­sio­nar­le, lan­zan­do acu­sa­cio­nes vela­das con­tra Muath y hacién­do­le ver que cono­cía sus comu­ni­ca­cio­nes y movi­mien­tos des­de hacía tiem­po. Le acu­só de estar impli­ca­do en la finan­cia­ción de gru­pos isla­mis­tas y terro­ris­tas vin­cu­la­dos a la resis­ten­cia pales­ti­na. Siem­pre según el tes­ti­mo­nio de Muath, el pre­sun­to espía israe­lí tam­bién habló de sus deu­das eco­nó­mi­cas y le pre­gun­tó por sus fuen­tes en Tur­quía y por per­so­nas como Zahir Jaba­reen, uno de los líde­res de Hamás sobre el que pesan varias órde­nes inter­na­cio­na­les de bús­que­da y cap­tu­ra. Muath lle­va­ba tiem­po sos­pe­chan­do que su telé­fono esta­ba inter­ve­ni­do y pien­sa que pudo con­fir­mar­lo ese día. Aún con­ser­va el enla­ce con el que cree que sus dis­po­si­ti­vos y cuen­tas se infec­ta­ron con el pro­gra­ma de espio­na­je Pega­sus. Este perio­dis­ta y refu­gia­do pales­tino negó todas las acusaciones.

El supues­to agen­te del Mos­sad siguió hablan­do y lan­zó sus pri­me­ras ame­na­zas con­tra Muath y su fami­lia, según expli­ca este perio­dis­ta pales­tino: le indi­có que jamás vol­ve­rían a Pales­ti­na y le men­cio­nó una de sus inves­ti­ga­cio­nes perio­dís­ti­cas (dis­po­ni­ble en este enla­ce), en la que había des­ta­pa­do el sis­te­ma de empre­sas pan­ta­lla que ope­ra el Mos­sad en paí­ses de Euro­pa del Este para reclu­tar y pagar a sus infor­ma­do­res en terri­to­rio euro­peo. Omar cono­cía el nom­bre real de la prin­ci­pal fuen­te de ese repor­ta­je, según cuen­ta Muath, y se lo hizo saber.

A las pre­gun­tas de Públi­co sobre este inte­rro­ga­to­rio clan­des­tino, la Emba­ja­da israe­lí con­tes­ta: «la res­pues­ta es que no hay res­pues­ta». El agen­te Nico­lás atien­de las lla­ma­das de este medio pero decli­na res­pon­der, mien­tras que el agen­te Javier deja leí­dos los men­sa­jes pero no se mani­fies­ta. La Guar­dia Civil no res­pon­de a nin­gu­na pre­gun­ta de Públi­co sobre estos hechos. El Minis­te­rio del Inte­rior decli­na hacer comen­ta­rios. CEAR, orga­ni­za­ción que tra­mi­ta la soli­ci­tud de asi­lo de Muath y su fami­lia, ya ha pues­to estos hechos en cono­ci­mien­to de la Ofi­ci­na de Asi­lo. La Emba­ja­da bel­ga ya está al tan­to de que al menos un agen­te del Mos­sad se hace pasar por espía de la inte­li­gen­cia bel­ga en España.

Fuen­tes exper­tas en mate­ria migra­to­ria y de segu­ri­dad afir­man que la Guar­dia Civil no tie­ne com­pe­ten­cias en mate­ria de extran­je­ría (recaen sobre la Poli­cía Nacio­nal). Tam­bién remar­can que es habi­tual que los ser­vi­cios de infor­ma­ción espa­ño­les con­tac­ten con per­so­nas migran­tes y refu­gia­das y tra­ten de cap­tar­las para obte­ner infor­ma­ción, pero no con pro­to­co­los que con­lle­ven ame­na­zas e inti­mi­da­ción como las que vivió Muath. Actual­men­te no exis­ten acuer­dos ofi­cia­les de cola­bo­ra­ción que per­mi­tan al Mos­sad rea­li­zar accio­nes de este tipo en terri­to­rio espa­ñol ni en edi­fi­cios del Estado.

Sen­sa­ción de inseguridad

No es la pri­me­ra vez que este perio­dis­ta pales­tino lidia con la inte­li­gen­cia israe­lí. Entre 2006 y 2014, el Mos­sad inten­tó cap­tar­le en varias oca­sio­nes. Según su tes­ti­mo­nio, Muath siem­pre se negó a tra­ba­jar con la inte­li­gen­cia israe­lí, inclu­so hizo públi­cos estos hechos, y como repre­sa­lia fue encar­ce­la­do en varias ocasiones.

Muath expre­sa que, tras casi dos horas de inte­rro­ga­to­rio, el supues­to agen­te del Mos­sad se des­pi­dió y le dijo que vol­ve­ría a tener noti­cias de ellos. Des­de ese día, este perio­dis­ta pales­tino y su espo­sa tie­nen pro­ble­mas para con­ci­liar el sue­ño. Están preo­cu­pa­dos por su soli­ci­tud de asi­lo y su segu­ri­dad. Ella revi­ve dor­mi­da los asal­tos del Ejér­ci­to israe­lí a casa de sus padres y el arres­to de fami­lia­res. Teme que el can­san­cio por fal­ta de des­can­so le lle­ve a algún des­pis­te que reper­cu­ta en sus dos hijos, de dos y cin­co años. Este perio­dis­ta afir­ma tener una pesa­di­lla recu­rren­te en la que es devuel­to por la fuer­za a Pales­ti­na y vuel­ve a sen­tir­se atrapado.

El hijo mayor, de cin­co años, ha desa­rro­lla­do mie­do a la Poli­cía en Espa­ña a raíz de estos hechos. Es cons­cien­te de la situa­ción y la aso­cia con epi­so­dios vio­len­tos que vivió en Pales­ti­na a manos de las fuer­zas israe­líes. Para tran­qui­li­zar­le, cuan­do se cru­zan con un agen­te, sus padres le dicen «aquí no pasa nada, di agur a la Poli­cía». Muath sope­sa empren­der accio­nes lega­les con­tra el Gobierno de Espa­ña y no des­car­ta mudar­se con su fami­lia a otro país en bus­ca de pro­tec­ción. «¿Por qué Espa­ña cola­bo­ra con ellos?», se pregunta.

Muath estu­vo en arres­to admi­nis­tra­ti­vo en cár­ce­les de Israel en diez oca­sio­nes. En el pasa­do tam­bién fue dete­ni­do y encar­ce­la­do dos veces por la Auto­ri­dad Nacio­nal Pales­ti­na. Entre 2004 y 2014 estu­vo en la lis­ta negra del Gobierno israe­lí con prohi­bi­ción de via­jar al extran­je­ro. Logró salir de Pales­ti­na tras una lar­ga bata­lla judi­cial y gra­cias en par­te a un pre­mio que le con­ce­die­ron en Tur­quía, por un vídeo en el que Muath gra­ba de fren­te a un sol­da­do israe­lí en el momen­to en que este le dis­pa­ra y reci­be un impac­to con­tra su hom­bro izquier­do. En total, Muath ha reci­bi­do dis­pa­ros en cin­co oca­sio­nes mien­tras infor­ma­ba sobre el con­flic­to pales­tino-israe­lí. Tras cin­co años en Estam­bul, deci­dió venir a Espa­ña para ale­jar­se de la cre­cien­te ani­mad­ver­sión hacia los refu­gia­dos en Tur­quía. El nom­bre de este perio­dis­ta figu­ra en infor­mes de Human Rights Watch y otras orga­ni­za­cio­nes inter­na­cio­na­les sobre la vio­la­ción de dere­chos huma­nos y los ata­ques con­tra infor­ma­do­res en esa región.

La migra­ción es un pro­ce­so vital que no se ciñe úni­ca­men­te al momen­to en que alguien cru­za una fron­te­ra. Quie­nes migran por la fuer­za a menu­do car­gan mochi­las lle­nas de viven­cias que pesan de por vida. Muath y su fami­lia arras­tran un abul­ta­do baga­ge emo­cio­nal del que les resul­ta difí­cil des­pren­der­se. De hecho, el día que este perio­dis­ta acce­de a hablar para Públi­co coin­ci­de con la muer­te de su anti­guo com­pa­ñe­ro de cel­da Omar Barghou­ti, uno de los acti­vis­tas más caris­má­ti­cos del movi­mien­to pales­tino. Las supues­tas ame­na­zas del Mos­sad bajo el para­guas de la Guar­dia Civil que rela­ta Muath avi­van la sen­sa­ción de inse­gu­ri­dad de esta fami­lia pales­ti­na refu­gia­da en Espa­ña, un país euro­peo en el que pen­sa­ron que esta­rían pro­te­gi­dos. Qui­zás se equivocaron.

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