Uno de los elementos que nos hace pensar que esta democracia “que nos hemos dado” (según dicen los privilegiados políticos que desde hace 40 años viven de ella), es una continuación del franquismo, es la presencia en el ejército de los capellanes castrenses, una casta de curas privilegiados por el franquismso que disfrutan de un rango militar y de los honorarios correspondientes al mismo.
Cuando últimamente se habla tanto del fascismo, se nos olvida el fascismo de “retaguardia”, el que da soporte ideológico al fascismo provocador de la extrema derecha: medios de comunicación, jueces, fiscales, militares, empresarios…y por supuesto, la Iglesia Católica que se resiste a perder sus privilegios, y cuya muestra de que continúa siendo uno de los pilares sobre los que se basa el Régimen del 78 (al igual que el franquismo), es esta rémora fascista de los capellanes castrenses.
Hace unos días falleció en Madrid el arzobispo titular del ejército español, más conocido como vicario general castrense. Se llamaba Juan del Río Martín, había nacido en Ayamonte (Huelva) y es de esperar que descanse en paz. Según la información que publicó el diario El País, al tal prelado se le consideraba la sonrisa de la obispalía, habitualmente circunspecta y estridente.
Se dice del fallecido que era “afirmativo en un colectivo instalado en el no, y se mostraba partidario de la moderación en los frecuentes combates de la jerarquía eclesiástica con el poder político. “¿Por qué perder el tiempo quejándose de la noche mientras nos espera la luz del día? ¡Todos los problemas de la vida tienen su amanecer!”, escribió el risueño monseñor en Twitter el pasado 2 de diciembre.
Lo que no leemos en el citado periódico es que el señor vicario rondaba unos haberes anuales de 60.000 euros y un presupuesto de cuatro millones para su negociado, compuesto por casi un centenar de clérigos, contratados como capellanes y distribuidos de esta guisa: el ya mencionado vicario general, con rango de general, nombrado a propuesta del rey; cinco vicarios episcopales (incluido el vicario general); tres vicarías en el Ejército de Tierra; tres en la Armada y uno en el Ejército del Aire, y 84 capellanes en el llamado Cuerpo Eclesiástico y Servicio de Asistencia Religiosa.
Los capellanes castrenses tienen la consideración de oficial, con los emolumentos propios del estamento. Los capellanes permanentes con más de 25 años de servicios tienen el empleo de coronel; si llevan 15 años, se les considera teniente coronel, y el resto son comandantes. Los capellanes de carácter temporal tienen el grado de capitán.
Después de ser suprimido en tiempos de la segunda República el llamado Servicio Religioso Castrense, durante la guerra fue habilitado en su zona por los militares sublevados, a fin de prestar auxilio espiritual a quienes fueron ejecutados y permanecen aún en su mayoría en fosas y cunetas. A término del conflicto ese servicio fue reorganizado, al tiempo que la Ley de Responsabilidades Políticas requería de los curas párrocos puntuales informes para la delación de los vencidos.
Han pasado más de cuarenta años desde que tenemos una Constitución en cuyo artículo 16, 3 establece el principio de aconfesionalidad del Estado, pero el convenio suscrito sobre la jurisdicción castrense y asistencia a la Fuerza Armadas, firmado en 1950, fue ratificado y firmado el 15 de diciembre de 1979 en El Vaticano.
Fuente: Felix Población/laultimahora.es