Pales­ti­na. Faro de espe­ran­za para todos los que luchan

Por Gon­za­lo Abe­lla, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 15 de mayo de 2021.

La anti­gua Canaán, que los roma­nos lla­ma­ron Pales­ti­na, era el camino obli­ga­do de las cara­va­nas entre Meso­po­ta­mia (al Nor­te) y el Egip­to de los farao­nes (al Sur). En la tie­rra de Canaán, los jebu­seos (ante­pa­sa­dos de los pales­ti­nos) cons­tru­ye­ron la ciu­dad de Uru­sa­lim, y muy pró­xi­ma a ella la aldea de Belén, lugar de hos­pe­da­je para los viajeros.

Por esas tie­rras, el pue­blo del patriar­ca Abraham, (de pas­to­res nóma­des), había pasa­do en paz, y siguió fre­cuen­tán­do­las has­ta que una de las ramas de su des­cen­den­cia, la de José (hijo de Jacob-Israel, nie­to de Isaac, biz­nie­to de Abraham) se ins­ta­ló en Egip­to. Un siglo des­pués, un Faraón escla­vi­zó al pue­blo de José, y un nue­vo con­duc­tor, Moi­sés, lo sacó de la escla­vi­tud lle­ván­do­lo al desier­to. Allí, de pue­blo per­se­gui­do se vol­vió hor­da agre­so­ra. Según tes­ti­mo­nios pos­te­rio­res de escri­to­res judíos como Esdrás, fue “el mis­mo Dios” quien orde­nó la Con­quis­ta pro­me­tién­do­le al pue­blo de Moi­sés toda la tie­rra pales­ti­na. Ya en tiem­pos del Rey David, se tomó Uru­sa­lim (Jeru­sa­lén) en una orgía de san­gre. El nue­vo rei­no Judío alcan­zó su mayor esplen­dor y cruel­dad bajo Salomón.

Y acá empie­za el pro­ble­ma. Salo­món orde­nó cons­truir un tem­plo inmen­so para guar­dar las tablas de pie­dra sagra­das que Dios había entre­ga­do a Moi­sés en el Mon­te Sinaí. Años des­pués, el colap­so del rei­no judío lle­vó al saqueo del tem­plo y a la des­apa­ri­ción de las tablas, pero el lugar siguió sien­do sagra­do. Y mucho des­pués, ya bajo domi­nio romano, Hero­des el Gran­de recons­tru­yó el templo.

En ese mis­mo tem­plo, Jesús, el naza­reno naci­do en Belén, deba­tió con los rabi­nos, expul­só a los mer­ca­de­res, pre­di­có su doc­tri­na, y fue acu­sa­do. Para sus segui­do­res, enton­ces, ese lugar tam­bién es sagrado.

600 años des­pués, Moham­med lle­gó pere­grino a Jeru­sa­lem- AlQuds, e ini­ció des­de una roca su via­je mís­ti­co más tras­cen­den­te. La Roca está en lo que es hoy la Expla­na­da de las Mez­qui­tas, y des­de enton­ces, para los musul­ma­nes, Jeru­sa­lem-Al Quds es su ter­cer terri­to­rio sagra­do, des­pués de la Meca y Medi­na. La inmen­sa mayo­ría de los pales­ti­nos se con­vir­tie­ron al Islam.

El lími­te de la Expla­na­da es un muro que, según los judíos, per­te­ne­cía al segun­do tem­plo, y por eso se con­vir­tió en el “Muro de los Lamen­tos”. Y 400 años des­pués, en esas bru­ta­les inva­sio­nes que se lla­ma­ron Cru­za­das, la orden reli­gio­sa mili­tar de “Los Humil­des Sol­da­dos de Cris­to” ocu­pó las supues­tas rui­nas del segun­do Tem­plo y por eso se los lla­mó “Caba­lle­ros Tem­pla­rios”. Des­pués, los oto­ma­nos musul­ma­nes con­tro­la­ron el terri­to­rio has­ta el siglo XX en el que se ini­ció el con­trol británico.

Todo esto podría haber con­ver­ti­do a AlQuds en un mara­vi­llo­so museo cul­tu­ral, un encuen­tro fra­terno de creen­cias y cul­tu­ras. Pero el impe­ria­lis­mo en su fase capi­ta­lis­ta deci­dió otra cosa. En el siglo XIX había naci­do el Movi­mien­to Sio­nis­ta, con la ambi­gua con­sig­na de “un hogar para el pue­blo judío”, el cual sufría por enton­ces per­se­cu­cio­nes racis­tas que se agu­di­za­rían en el siglo XX. Los jefes sio­nis­tas tenían fuer­tes inver­sio­nes en Esta­dos Uni­dos y Gran Bre­ta­ña, e inmen­sos capi­ta­les ate­so­ra­dos en sus ban­cos, ejer­cien­do allí un lobby muy pode­ro­so. La alian­za fue lógi­ca: se pro­pu­so crear en Pales­ti­na una pun­ta de lan­za con­tra los movi­mien­tos de libe­ra­ción de los pue­blos de la región. Esta­ba en jue­go mucho petró­leo y tam­bién el agua.

En la fla­man­te ONU el deba­te fue com­ple­jo. Final­men­te, Pales­ti­na se par­tió en dos, y nació un esta­do sio­nis­ta (no sim­ple­men­te judío) que en las déca­das siguien­tes se fue expan­dien­do ile­gal­men­te por los pro­ce­di­mien­tos más crue­les que inclu­ye­ron ocu­pa­ción mili­tar, repre­sión inter­na y tor­tu­ras, des­truc­ción o robo de las fuen­tes de agua pales­ti­nas, des­truc­ción de sus oli­va­res y otros cul­ti­vos ‚saqueo y ocu­pa­ción “civil” por par­te de colo­nos usur­pa­do­res, y blo­queo de las redu­ci­das zonas aún bajo admi­nis­tra­ción pales­ti­na, impo­si­bi­li­tan­do a la Fran­ja de Gaza has­ta de reci­bir insu­mos bási­cos o pes­car aún en aguas territoriales. 

El Sio­nis­mo evo­ca a los judíos muer­tos en los cam­pos del horror nazi, pero olvi­da otros horro­res con­tem­po­rá­neos. En Che­cos­lo­va­quia los nazis ani­qui­la­ron una aldea ente­ra inclu­yen­do bebés y emba­ra­za­das. Toda Corea era un cam­po de con­cen­tra­ción en manos de los japo­ne­ses, al igual que Man­chu­ria. Cuan­do los rusos evo­can sus vein­te y tan­tos millo­nes de muer­tos, no se pre­gun­tan cuán­tos entre ellos eran de reli­gión judía. Pero lo peor de la pro­pa­gan­da sio­nis­ta es con­fun­dir inten­cio­nal­men­te a los terro­ris­tas faná­ti­cos (Alquae­da, ISIS-Daesh) con los movi­mien­tos patrió­ti­cos de resistencia. 

La ver­dad se abre paso pese a todo, y el pue­blo pales­tino, inclu­yen­do su abne­ga­da diás­po­ra, es un faro de espe­ran­za para todos los que luchan. 

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