Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 18 de mayo de 2021.
El presidente del CNE, el intelectual Pedro Calzadilla, ha anunciado el calendario que conducirá a las elecciones del 21 de noviembre en Venezuela: las «mega-elecciones», como se han definido, ya que en el mismo día se votará para elegir los 23 gobernadores o gobernadoras, 335 alcaldes o alcaldesas y cientos de miembros de los consejos legislativos regionales y de concejos municipales. Sus candidaturas se presentarán entre el 9 y el 29 de agosto, mientras que el 26 de septiembre se realizará una votación simulada para verificar el funcionamiento de todas las fases del proceso electoral. La campaña electoral, dijo Calzadilla, comenzará el 28 de octubre y finalizará el 18 de noviembre; mientras que, como es habitual, se organizarán múltiples auditorías del sistema de votación altamente automatizado para asegurar su perfecto funcionamiento y transparencia.
Mirando los casi 23 años de existencia del proceso bolivariano, cada una de las 25 elecciones que se llevaron a cabo parece ser una pequeña historia condensada para entender la compleja cartografía del presente, puntos de resistencia contra el imperialismo, trazada por el «laboratorio bolivariano». A diferencia de lo que sucede en las democracias burguesas, el voto en Venezuela no es un fetiche para hacer alarde en cada ronda electoral, sino una palanca para aumentar aún más la conciencia de las masas, el poder popular, para compactar y expandir el bloque histórico que apoya la revolución, y decidir cuándo, cómo y con qué aliados se debe avanzar entre guerra de movimiento y guerra de posición, maniobrando en equilibrio entre conflicto y consenso.
Una alquimia compleja en el tablero de ajedrez posterior al siglo XX, puesta en marcha por el avance innovador de Hugo Chávez, que desató el entusiasmo en la Patria Grande y dejó una huella imborrable en la mirada de los pueblos del sur. Un legado recogido por la dirigencia chavista, liderada por Nicolás Maduro que, a pesar de los innumerables ataques y denigraciones, ha demostrado ser un gran estadista, y haber sabido sacar provecho para la revolución con la experiencia de lucha que ha tenido en tres sectores clave: el campo laboral y sindical, legislativo como Diputado al Congreso de la República; y el internacional como canciller de Chávez durante 7 años.
Blanco de una guerra híbrida contra Venezuela, que tiene un arquitrabe decisivo en los medios hegemónicos —en la guerra, dijo Gramsci, la primera en morir es la verdad — , el «Súper Bigote» ha demostrado que también aprendió de Chávez el arte de saber cómo explotar las debilidades y mentiras de los adversarios. Muchos recuerdan al Comandante, cuando se le preguntó por qué no despedía a un personaje que remaba contra la revolución. Chávez respondió que un perro feroz es mejor tenerlo a un lado y no atrás.
«Nervios de acero, calma y cordura», ha repetido muchas veces Maduro en los últimos años, mientras el país vivía todo tipo de ataques económicos, cibernéticos, diplomáticos, mediáticos, mercenarios … Y siempre ha demostrado que prefiere el elemento del diálogo al instrumento coercitivo, atrayendo por ello —como ya le había pasado a Chávez— incluso las críticas de cuántos y cuántas hubieran querido ojo por ojo a una derecha golpista y enfurecida, que acusa al gobierno bolivariano de ser una «dictadura» cuando todas sus acciones desestabilizadoras demuestran exactamente lo contrario.
En cualquier país de la vieja Europa, por no hablar de Estados Unidos, si la justicia fuera verdaderamente igual para todos y no un instrumento de las clases dominantes para mantener el dominio sobre los oprimidos, de hecho serían enterrados con cadenas perpetuas: no por sus opiniones, sino por graves delitos contra esas mismas instituciones democráticas que hoy, en Europa, los celebran, como campeones de la libertad contra el «dictador» Maduro.
En cambio, circulan sin ser molestados, siguen pidiendo a sus padrinos occidentales una agresión armada contra su país y se apropian de los recursos públicos incluso en tiempos de pandemia. Y tienen los mismos rostros llenos de odio que tenían en la época de Chávez: el mismo odio de la burguesía que masacró a la Comuna de París, un odio que reverbera a lo largo de los siglos contra las clases populares.
Que estos personajes ahora se vean obligados a dialogar nuevamente con Maduro no es síntoma de la debilidad de la revolución, sino de fuerza. Es una evidencia de que el «gobierno de Narnia» que dirige el autoproclamado Juan Guaidó, sí ha servido para robar ríos de dinero al pueblo venezolano, pero no para destruir la «democracia participativa y protagónica» que ese pueblo ha elegido y confirmado. El mantra balbuceado en los últimos años por «Juanito Alimaña» (definido así por Diosdado Cabello), se extinguirá como un ruido perturbador proveniente de la basura de la historia.
Guaidó de hecho ha sustituido el estribillo del «fin de la usurpación, gobierno de transición», etc., con el de un «Acuerdo de salvación nacional», en el cual reciclar «un programa completo de elecciones presidenciales, legislativas y administrativas libres y transparentes bajo la observación internacional «. En un video publicado en redes sociales, afirmó que, en ese caso, apoyaría «el levantamiento progresivo» de las sanciones impuestas por Estados Unidos.
Maduro respondió que el diálogo en el país ya existe. «Si quieren diálogo, aquí estamos, listos para dialogar sobre el tema que quieran, cuando quieran y como quieran —dijo — . Si la oposición renuncia al camino de la guerra, invasión, atentados, golpe de estado; para emprender el proceso electoral, aquí la esperamos ”. Luego, el mandatario se burló de la inconsistencia política del autoproclamado: “Ahora anhela el diálogo —comentó — . ¿Recibiste la orden del norte? ¿Y qué trampa esconderá todavía? «
Guaidó, dijo el presidente del parlamento, Jorge Rodríguez, debe devolver Monómeros, filial de Pequiven y Citgo de Pdvsa y reconocer los delitos de corrupción. Dar cuenta de «todos los recursos recibidos de Estados Unidos para conspirar, y devolver el dinero bloqueado en cuentas bancarias en el exterior» es, de hecho, el segundo punto de la agenda para establecer el diálogo.
El primero es que la extrema derecha «abandone la senda del intervencionismo y el golpe de estado, la petición de invasión al país, y reconozca la Constitución». Para preguntar qué pasó con los miles de millones de dólares desembolsados por Estados Unidos, la comisión parlamentaria convocó a Guaidó, y el Poder Judicial hace tiempo que abrió una investigación, pero el autoproclamado se niega a presentarse, calificando de «tonterías» las palabras de Rodríguez.
En este sentido, sigue pendiente la disputa legal por la posesión del oro de Venezuela, bloqueado en Reino Unido por el Banco de Inglaterra. La Corte Suprema de Justicia negó recientemente una solución rápida al recurso de apelación interpuesto por los abogados del Banco Central de Venezuela, quienes solicitaron poder utilizar el oro para la emergencia pandémica. El tribunal también rechazó la posibilidad de apelar, hasta que el gobierno británico, que reconoció a Guaidó como «presidente interino», se exprese al respecto.
Mientras tanto, los medios hegemónicos intentan acompañar la noticia con una foto desagradable de Maduro, tratando de darle una apariencia de credibilidad al títere balbuceante con títulos como este: «Maduro saca las garras antes de reencontrarse con Guaidó». El lobby golpista en Europa (López, Vecchio, Ledezma y compinches) intenta cerrar las grietas que se han abierto en la Unión Europea, dividida entre el reciclaje del habitual Henrique Capriles, y el autoproclamado títere balbuceante.
El gobierno bolivariano ha pedido a España la extradición de Leopoldo López, que deambula entre Italia, España y Canadá, mostrando su apoyo al gobierno narcotraficante de Iván Duque y renovando los ataques al bolivariano.
Con nota de la Cancillería, el gobierno español da a conocer que apoya el diálogo por «una solución pactada», pero en la forma presentada por el autoproclamado, cuya «propuesta de Acuerdo Nacional de Salvación incorpora todos los elementos». Guaidó se agarra al apoyo de Estados Unidos, reafirmado nuevamente también por la voz del habitual Marco Rubio. Además se escuchó la voz del dueño desde Bogotá, donde se ubica el embajador de Estados Unidos designado en Venezuela, James Story: «Pronto», dijo, se darán a conocer las comisiones y representantes de Guaidó que participarán en el diálogo con el gobierno bolivariano.
Los medios que apoyan al autoproclamado intentan hacer creer a la gente que su propuesta unifica todo el arco de la oposición: desde Capriles, a María Corina Machado, al llamado «chavismo crítico» de Nicmer Evans, que ahora aparece en el Movimiento. Democrático de Inclusión (MDI). La realidad es, como siempre, diferente, y muestra como único dato unificador los apetitos de los diversos componentes que compiten por el botín, dispuestos a desgarrarse a la primera oportunidad. Para todos, la participación en el diálogo aún sería una oportunidad para prepararse para el referéndum revocatorio contra Maduro, posible bajo la ley, en 2022.
Una entrevista con Capriles, publicada en El País, ilustra adecuadamente los términos del asunto. Mientras tanto, el ex candidato presidencial, dos veces derrotado primero contra Chávez y luego contra Maduro, apoya firmemente la designación del nuevo CNE, resultado de la mediación entre el gobierno y la oposición, representada por dos de los cinco rectores. Por eso, Capriles pide a la Unión Europea, y especialmente a España, que apoyen el proceso electoral.
Además, el representante del partido Primero Justicia considera que la oposición carece de liderazgo, desconociendo el del autoproclamado. Pero, sobre todo, cuando se le pregunta por qué cree que la fase es diferente, responde: “Porque Trump ya no está. Pasamos por un período muy complejo porque la política estuvo muy influenciada por esa administración. Temas como el Programa Mundial de Alimentos abrieron un enfrentamiento muy duro entre quienes pensaban que servir un plato de comida significaba darle oxígeno a Maduro y quienes pensaban que servir ese plato significaba no dejar morir de hambre a un venezolano”. Nadie, ni siquiera en Europa, agrega Capriles, quiso chocar con la política de Trump sobre Venezuela, aunque no trajo nada a los venezolanos, y resultó en «solo la victoria de Trump en Florida». Además, dice, refiriéndose a Guaidó, haber vendido la posibilidad de una invasión armada como inminente, ha desacreditado aún más a la oposición.
Una prueba desde adentro de la oposición de que las «sanciones» no son un invento del gobierno bolivariano, sino un plan criminal que, como ya ha sucedido con Cuba, ha fortalecido la resistencia popular y desenmascarando aún más los verdaderos intereses de los traidores. Pero Venezuela, insertada con esa parte sustancial del mundo que se mueve en una perspectiva multicéntrica y multipolar, no está sola.
Las sanciones impuestas por Estados Unidos —dijo la portavoz de la Cancillería rusa, Mara Zakharova— son medidas inhumanas que limitan la capacidad de las autoridades venezolanas para enfrentar de manera efectiva la pandemia y proveer al mercado interno de los volúmenes necesarios de alimentos y medicamentos». Sin el congelamiento de sus recursos económicos, que ascienden a más de 7.000 millones de dólares, bloqueados en varios países (incluidos EE. UU., Gran Bretaña y Portugal), el país —dijo la portavoz rusa— ya podría tener todas las vacunas y suministros necesarios para hacer frente a la crisis sanitaria.
Luego, Zakharova expresó la preocupación de Moscú por la situación de inestabilidad en la frontera entre Colombia y Venezuela, «donde las fuerzas armadas venezolanas llevan semanas combatiendo los intentos de movimientos armados ilegales y grupos criminales narcotraficantes de ingresar a su territorio».
Durante casi 23 años, el «laboratorio de Venezuela» ha mostrado el gigantesco enfrentamiento que se juega, a nivel político y simbólico, entre dos modelos antagónicos de desarrollo, y la importancia de mantener abierta la esperanza para todos los pueblos decididos a ser libres. Una vuelta atrás sería devastadora.