Afga­nis­tán. De la gue­rra con­tra el terror a la gue­rra civil.

Por Gua­di Cal­vo*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de junio de 2021-.

Las evi­den­cias dejan muy en cla­ro, que la hui­da de los Esta­dos Uni­dos y sus socios de la OTAN de Afga­nis­tán, deja al país cen­tro asiá­ti­co, en las puer­tas de una nue­va gue­rra civil, que si bien, no se avi­zo­ra pro­lon­ga­da, si se espe­ra extre­ma­da­men­te san­grien­ta, entre el Tali­bán y el gobierno de Kabul, ya que son muchas las cuen­tas que los muyahi­di­nes tie­nen por cobrar a miles de cola­bo­ra­cio­nis­tas, a los que ellos, cata­lo­gan como títe­res, y ponen en la cabe­za del actual pre­si­den­te Ash­raf Gha­ni, como su prin­ci­pal objetivo. 

La estruc­tu­ra polí­ti­ca y de gobierno afgano, ya no solo de Gha­ni, sino tam­bién de su ante­ce­sor Hamid Kar­zai (2001 a 2014), están con­si­de­ra­das como de las más corrup­tas del mun­do; habien­do sido cali­fi­ca­do por el Ban­co Mun­dial: “como uno de los paí­ses peor gober­na­dos y más corrup­tos de la Tie­rra”, mien­tras que Trans­pa­ren­cia Inter­na­cio­nal lo ubi­ca como el sép­ti­mo país más corrup­to del pla­ne­ta y la Nacio­nes Uni­das como uno con más bajos en desa­rro­llo humano. Lo que hace que el país sea ingo­ber­na­ble, de no con­tar con el total apo­yo de los Esta­dos Uni­dos, aho­ra en ple­na retirada.

La demo­le­do­ra ofen­si­va lan­za­da por los hom­bres del mullah Hai­ba­tu­llah Akhund­za­da, des­de el pri­me­ro de mayo, fecha en la que, según los acuer­dos de Doha (Qatar), cerra­dos el 29 de febre­ro del 2020, entre los inte­gris­tas y la admi­nis­tra­ción Trump; los Esta­dos Uni­dos habrían com­ple­ta­do la reti­ra­da total de sus fuer­zas, fecha que el pre­si­den­te Joe Biden, exten­dió uni­la­te­ral­men­te has­ta el once de sep­tiem­bre, lo que está corro­yen­do el fic­ti­cio poder del Ejér­ci­to Nacio­nal Afgano, (ENA) una fuer­za que Washing­ton, entre­nó y armó invir­tien­do cien­to de millo­nes de dóla­res y que aho­ra ape­nas con­si­gue sos­te­ner­se en algu­na de sus posiciones.

Según algu­nas fuen­tes has­ta el pri­me­ro de mayo la insur­gen­cia con­tro­la­ba 73 dis­tri­tos, habien­do incre­men­ta­do ese núme­ro has­ta hace unos días eran 137, mien­tras que de mane­ra con­ti­nua se repor­tan avan­ces de la insur­gen­cia y aban­dono de sus pues­tos tan­to de los mili­ta­res como los de los gobier­nos regio­na­les, dejan­do a la pobla­ción civil, libra­da a su suer­te o el capri­cho de los muyahi­di­nes. De enero a mayo del 2021, los com­ba­tes han obli­ga­do más de 191 mil per­so­nas a aban­do­nar sus viviendas.

A pesar de que con su estra­te­gia de “capa­ci­tar y asis­tir” con la que los nor­te­ame­ri­ca­nos han lle­ga­do a con­for­mar un con­glo­me­ra­do de cer­ca de 600 mil efec­ti­vos nati­vos, com­pues­tos por, según cifras ofi­cia­les, las Fuer­zas de Segu­ri­dad Nacio­nal de Afga­nis­tán (ANSF) unos 350 mil hom­bres y el ENA con más de 220 mil. Las cifras son abso­lu­ta­men­te alea­to­rias ya que los man­dos afga­nos no repor­tan con jus­te­za ni las bajas, ni las deser­cio­nes, para seguir reci­bien­do la paga de los “ausen­tes”. Ya en abril de 2017 el SIGAR (Spe­cial Ins­pec­tor Gene­ral for Afgha­nis­tan Recons­truc­tor) había infor­ma­do que “ni Esta­dos Uni­dos ni sus alia­dos afga­nos saben cuán­tos sol­da­dos y poli­cías afga­nos exis­ten real­men­te, cuán­tos están de hecho dis­po­ni­bles para el ser­vi­cio o en capa­ci­dad ope­ra­ti­va”. Ese mis­mo año el gene­ral de divi­sión Richard Kai­ser, debió qui­tar de la plan­ti­lla a más de 30 mil de esos sol­da­dos fan­tas­mas; que ape­nas dos años des­pués eran 42 mil, de una fuer­za por enton­ces de 177 mil efec­ti­vos. Por lo que, en la actua­li­dad ni Washing­ton, ni Kabul cono­cen el ver­da­de­ro núme­ro de cuan­tos efec­ti­vos dis­po­nen ser­vi­cio con capa­ci­da­des operativas.

Mien­tras Esta­dos Uni­dos, inten­ta maqui­llar su derro­ta, como una reti­ra­da acor­da­da, Kabul, comien­za vivir la deba­cle, ya que todos los días reci­be repor­tes acer­ca de la caí­da de pues­tos mili­ta­res, aldeas e inclu­so cer­can­do capi­ta­les pro­vin­cia­les, se esti­ma que entre seis y ocho de esas ciu­da­des esta­rían pró­xi­mas a caer en manos de la insurgencia.

Por lo que el minis­tro de defen­sa Bis­mi­llah Moham­ma­di, nom­bra­do el pasa­do 19, ha exhor­ta­do a los civi­les para que se armen y acu­dan en apo­yo de las fuer­zas de segu­ri­dad des­bor­da­da por la embes­ti­da del Tali­bán. En la últi­ma sema­na, los tak­fi­ris­tas afga­nos se apo­de­ra­ron de una vein­te­na de dis­tri­tos, mien­tras ase­dian otros ochen­ta. En la pro­vin­cia de Khun­duz, una puer­ta fun­da­men­tal a la fron­te­ra nor­te, civi­les arma­dos, que res­pon­die­ron al lla­ma­do del minis­tro Moham­ma­di, han teni­do que res­pal­dar a las tro­pas regu­la­res para evi­tar la caí­da de la ciu­dad de Khun­duz, la sex­ta ciu­dad del país con 350 mil habi­tan­tes y capi­tal de esa provincia.

La irrup­ción de estas mili­cias civi­les, que pare­cen revi­vir las temi­bles bri­ga­das cono­ci­das como Arba­kis (pro­tec­to­res), res­pon­sa­bles de infi­ni­dad de muer­tes y tor­tu­ras, que ope­ra­ron en el país has­ta 1996, sin duda agre­ga un nue­vo ele­men­to a la crí­ti­ca situa­ción del país al bor­de de una gue­rra civil, ya que anti­guos riva­les polí­ti­cos, seño­res de la gue­rra y exlí­de­res de mili­cias étni­cas que tie­nen cuen­tas pen­dien­tes tan­to con Kabul, como con los inte­gris­tas, recla­ma­ran lo suyo a la hora de dis­cu­tir el poder. Si sobre­vi­ven a el avan­ce de los muyahi­di­nes, que aca­rrean con estos líde­res étni­cos vie­jas cuen­tas, como la masa­cre de Dasht-i-Lai­li, cuan­do no menos de 500 tali­ba­nes murie­ron asfi­xia­dos y de calor, en el inte­rior de los con­te­ne­do­res sella­dos, en diciem­bre de 2001, cuan­do más de 4 mil eran tras­la­da­dos des­de la ciu­dad de Khun­duz a la pri­sión de Shi­barghan, en el noroes­te del país. La res­pon­sa­bi­li­dad del tras­la­do era del enton­ces coman­dan­te de la Alian­za del Nor­te el gene­ral Jurabek.

Biden o de cómo lavar­se las manos.

Mien­tras el país se des­mo­ro­na, los pues­tos mili­ta­res ape­nas con­si­guen resis­tir algo antes de caer bajo el con­trol de los insur­gen­tes, fuer­zas de segu­ri­dad afga­nas des­mo­ra­li­za­das y mal paga­das, para sal­var la vida, entre­gan arma­men­tos, cla­ves de comu­ni­ca­ción, vehícu­los y todo lo que pudie­ran tener a mano. Como suce­dió la sema­na pasa­da en el pues­to fron­te­ri­zo de la loca­li­dad de Shir Khan Ban­dar, jun­to a Tayi­kis­tán y a cin­cuen­ta kiló­me­tros de la ciu­dad de Khun­duz. Tan­to los emplea­dos de adua­nas, los poli­cías y sol­da­dos tras ren­dir­se y entre­gar sus per­tre­chos, pasa­ron al lado tayi­ko. Según los agen­tes de Tayi­kis­tán, habría sido unos 140 fun­cio­na­rios afga­nos que cru­za­ron la fron­te­ra tras el ata­que de los insurgentes.

Con ese mal sabor en el alma, si la tie­ne, el pre­si­den­te Ash­raf Gha­ni, que a esta altu­ra care­ce de cual­quier lide­raz­go polí­ti­co, en lo que es un mano­ta­zo de aho­ga­do, via­jó a Washing­ton, jun­to a alia­do y archi­ene­mi­go Abdu­llah-Abdu­llah, algo así como un vice­pre­si­den­te, cuyo nom­bre ofi­cial es Direc­tor Eje­cu­ti­vo del Gobierno, en un inten­to deses­pe­ra­do de mos­trar cier­ta uni­dad, fren­te al pre­si­den­te Biden, con quien se reu­nie­ron el pasa­do vier­nes 25, ade­más de hacer­lo tam­bién con miem­bros del Con­gre­so y de la CIA, en pro­cu­ra de que se con­ti­núe el apo­yo a las fuer­zas de segu­ri­dad afga­nas tras la reti­ra­da de las tro­pas nor­te­ame­ri­ca­nas y en pre­ven­ción de la inmi­nen­te caí­da de Kabul, algu­nos ana­lis­tas esti­man que sin apo­yo nor­te­ame­ri­cano la capi­tal afga­na cae­rá antes de cum­plir­se una año.

El pre­si­den­te Biden, escu­chó el lamen­to de los afga­nos, como si no cono­cie­ra la situa­ción y sen­ten­ció: “los afga­nos van a tener que deci­dir su futu­ro”. Para lue­go pro­me­ter un apo­yo con­ti­nuo para el país, a pesar de que sus tro­pas ya están lis­tas para fina­li­zar su reti­ra­da, inclu­so antes del once de sep­tiem­bre. Ase­gu­ran­do que la socie­dad entre Esta­dos Uni­dos y Afga­nis­tán con­ti­nua­rá. Y cómo si estu­vie­ran hablan­do del cli­ma Biden, reafir­mo, en un magis­tral lava­do de manos: “Los afga­nos deben deci­dir lo que quie­ren” y como si le habla­ran en sans­cri­to agre­gó: “La vio­len­cia sin sen­ti­do, tie­ne que parar. Va a ser muy difí­cil”. De algún modo dán­do­le la razón a los tali­ba­nes, que habían cali­fi­ca­do la visi­ta de “inú­til”.

Ya sin men­cio­nar las estan­ca­das con­ver­sa­cio­nes intra­af­ga­nas de Qatar, que no han sido posi­ble vol­ver a poner en mar­cha y que para Washing­ton repre­sen­ta­ba su car­ta gana­do­ra, para dejar el país en orden. El tali­bán, prác­ti­ca­men­te ha aban­do­na­do la mesa de nego­cia­cio­nes de paz y ni siquie­ra ya pre­sen­ta sus recla­mos, apos­tan­do todo a el triun­fo mili­tar. Ya que todos saben que una vez reti­ra­do los Esta­dos Uni­dos, la ruta a Kabul, que­da­ra abso­lu­ta­men­te des­pe­ja­da para los mullahs, que saben muy bien que para Biden, polí­ti­ca­men­te y mate­rial­men­te le es impo­si­ble dar mar­cha atrás, por lo que los para tali­ba­nes, nego­ciar con Kabul, no tie­ne repre­sen­ta nin­gu­na ganan­cia, cuan­do saben que tie­nen todas las de ganar en la gue­rra civil que esta comenzado.

*Gua­di Cal­vo es escri­tor y perio­dis­ta argen­tino. Ana­lis­ta Inter­na­cio­nal espe­cia­li­za­do en Áfri­ca, Medio Orien­te y Asia Cen­tral. En Face­book: https://​www​.face​book​.com/​l​i​n​e​a​i​n​t​e​r​n​a​c​i​o​n​a​lGC.

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