Boli­via. Los hábi­tos coloniales

Por Cami­lo Kata­ri, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 17 de junio de 2021

“Algu­nos padres de doc­tri­na se com­por­tan como ver­du­gos por­que, per­so­nal­men­te, con sus pro­pias manos cas­ti­gan afren­to­sa­men­te y sin mira­mien­tos azo­tan des­nu­dos y en cue­ros a los indios, sin fijar­se si las víc­ti­mas son indios prin­ci­pa­les y comu­nes. De este modo el padre ver­du­go azo­tó al caci­que D. Fran­cis­co Auquiquia» 

Otras veces le encar­ga­ban a los fis­ca­les o alcal­des que ator­men­ten a los indios o indias mos­trán­do­se rabio­sos, colé­ri­cos y sober­bios” De esta mane­ra Gua­mán Poma de Aya­la retra­ta el nefas­to rol de los curas en el pro­ce­so de con­quis­ta del Abya Yala. La igle­sia cató­li­ca boli­via­na como here­de­ra del pen­sa­mien­to colo­nial, está tra­tan­do, otra vez, a la pobla­ción boli­via­na como meno­res de edad como “gen­te sin alma” que no pue­de pen­sar, que no tie­ne idea que ellos (los jerar­cas de la igle­sia cató­li­ca jun­ta­dos en la CEB) son los lla­ma­dos por Dios para deci­dir y ele­gir for­mas de gobierno al mar­gen de la Cons­ti­tu­ción Polí­ti­ca del Estado.

Debe­mos recor­dar cómo la igle­sia cató­li­ca movi­li­zó a la pobla­ción los días de la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te en la ciu­dad de Sucre, pre­sio­nan­do y mos­tran­do su poder- Apro­ba­da la Cons­ti­tu­ción se libra­ron otras bata­llas, espe­cial­men­te en el cam­po de la edu­ca­ción y su influen­cia para con­ser­var sus por­cio­nes feu­da­les de repro­duc­ción del pen­sa­mien­to colo­nial, como son los esta­ble­ci­mien­tos pri­va­dos de edu­ca­ción diri­gi­dos por estos mis­mos curas que no pue­den ver la masa­cre que ellos mis­mo ori­gi­na­ron y rocia­ron con el agua ben­di­ta derra­ma­da en la cris­ma de Yani­ne Añez.

El rela­to fari­seo de los jerar­cas de la igle­sia, nos plan­tea has­ta don­de somos “sobe­ra­nos y dig­nos” has­ta don­de se cum­ple el prin­ci­pio cons­ti­tu­cio­nal de un Esta­do lai­co; la com­ple­ja con­ju­ra que impli­can a ex minis­tros que acu­den a lla­ma­dos de sus “ami­gos” cuan­do se esta­ba jugan­do el futu­ro de un Esta­do for­ja­do con la san­gre de miles de ayma­ras, qué­chuas y gua­ra­níes, masa­cra­dos en los últi­mos 20 años de ges­tión neoliberal. 

No pode­mos ser bene­vo­len­tes con quie­nes demos­tra­ron su genu­fle­xión ante este poder fác­ti­co que es la igle­sia cató­li­ca, des­con­fian­do de la capa­ci­dad del pue­blo. Nos pre­gun­ta­mos ¿Por qué estos buró­cra­tas no se dedi­ca­ron a pre­pa­rar al pue­blo para la resis­ten­cia ante cual­quier pre­sun­to gol­pe de Esta­do? La infor­ma­ción pri­vi­le­gia­da de estos buró­cra­tas sir­vió para tomar sus pro­pias pre­cau­cio­nes y dejar aban­do­na­do al pue­blo y al pro­pio Pre­si­den­te y Vicepresidente.

La igle­sia cató­li­ca siem­pre ha esta­do del lado de los pode­ro­sos, han sido pocos los que toma­ron la deci­sión de estar jun­to al pue­blo sufri­do y ter­mi­na­ron como már­ti­res esa tam­bién es la his­to­ria de la otra igle­sia, de la verdadera.

Car­los Mesa ter­mi­na sien­do una anéc­do­ta, un actor más en esta tra­ma que se incu­bó fue­ra del país, y su par­ti­ci­pa­ción con­fir­ma su pobre­za inte­lec­tual y cono­ci­mien­to de nues­tra his­to­ria, la his­to­ria de los pue­blos que no pier­den la memo­ria, que saben quié­nes son sus ver­du­gos, ese pue­blo que tie­ne pacien­cia que espe­ró más de 500 años para ajus­tar cuen­tas con los seño­res feu­da­les colo­nia­les, que siguen sien­do due­ños de la tie­rra y de las almas de muchos boli­via­nos y bolivianas. 

Es momen­to de ana­li­zar las hojas del árbol, las ramas, el tron­co, pero sobre todo la raíz, de esta per­sis­ten­cia de poder de las éli­tes colo­nia­les, ayer fue Ola­ñe­ta, des­pués Pan­do, Paz Estens­so­ro, Sán­chez de Loza­da, y Paz Zamo­ra, aho­ra es Cama­cho, es Mesa, es Reyes Villa; este es el poder colo­nial que inclu­so ha logra­do intro­du­cir­se en un ins­tru­men­to pro­pie­dad de los pue­blos ori­gi­na­rios, repi­tien­do la prác­ti­ca del Olañetismo. 

La igle­sia cató­li­ca, sobre todo sus jerar­cas, no per­do­nan a los pue­blos ori­gi­na­rios, auto­res de la Cons­ti­tu­ción, el haber anu­la­do su poder polí­ti­co den­tro del Esta­do. Esa es la heri­da que le obli­ga a men­tir, igno­rar y ampa­rar a masa­cra­do­res y vio­la­do­res de los dere­chos humanos.

Itu­rria /​Fuen­te

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