Cuba. En el eje del bien fren­te a la pandemia

Por Michel E. Torres Coro­na, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de junio de 2021. 

Cuba país se encuen­tra, jun­to a Vene­zue­la y Nica­ra­gua, entre las nacio­nes con menor índi­ce de mor­ta­li­dad por COVID-19 en el continente

Cada muer­te nos hace daño. No impor­ta si es solo una per­so­na, no impor­ta la edad: cada falle­ci­do due­le. Es como una heri­da que no se aca­ba de curar, que uno lle­va tole­ran­do un buen tiem­po pero que sigue las­ti­man­do. Todas las maña­nas asis­ti­mos al par­te del doc­tor Durán y lamen­ta­mos jun­to a él cuan­do una fami­lia pier­de a una abue­la, a un hijo, a una espo­sa. Lle­ga­mos inclu­so a año­rar, como se año­ran las tre­guas en tiem­po de gue­rra, aque­llos días en los que la muer­te era un raro epi­so­dio y, sin embar­go, hacía sal­tar todas las alarmas.

Cada muer­te nos due­le por­que sabe­mos que, tras ese frío núme­ro en la esta­dís­ti­ca, se escon­de un cubano que no podrá asis­tir a la fies­ta del triun­fo sobre la pan­de­mia. Y nos esfor­za­mos cada día para seguir cum­plien­do con las medi­das sani­ta­rias, aun­que ya lle­va­mos dema­sia­dos meses de fati­ga; repro­cha­mos al que peca de irres­pon­sa­ble, adver­ti­mos sobre el posi­ble des­plo­me de la «per­cep­ción de ries­go» que pudie­ra pro­du­cir­se con la vacu­na­ción pau­la­ti­na en todo el país. Segui­mos luchando.

Cada muer­te nos las­ti­ma. Son gol­pes fuer­tes que nos da la vida, gol­pes como del odio de Dios (diría el poe­ta). Pero segui­mos en pie. Y, por supues­to, al carác­ter del cubano, for­ja­do tras déca­das de lucha con­tra todo tipo de adver­si­da­des, se le suma un por­ten­to­so sis­te­ma de Salud públi­co y gra­tui­to, de acce­so uni­ver­sal, que ha logra­do con­te­ner los emba­tes de esta ini­cua pan­de­mia: hom­bres y muje­res, héroes de batas blan­cas que solo han cono­ci­do en este fatí­di­co lap­so de sacri­fi­cio y entre­ga desmedida.

Tam­bién, cla­ro está, bri­lla la espe­ran­za en las jerin­gui­llas que a dia­rio inmu­ni­zan a miles de com­pa­trio­tas, espe­ran­za for­ja­da por cien­tí­fi­cos que han halla­do en el socia­lis­mo y en la eco­no­mía del cono­ci­mien­to una pla­ta­for­ma para rea­li­zar­se como pro­fe­sio­na­les, gene­rar ingre­sos al país y, lo más impor­tan­te, tri­bu­tar a la sa lud del pue­blo. Ese sis­te­ma de médi­cos y cien­tí­fi­cos, for­ja­do en Revo­lu­ción, ha sido el arma fun­da­men­tal de los cuba­nos con­tra la COVID-19.

Cada muer­te nos hie­re, pero ¿cuán­tas muer­tes se han evitado?

Bas­ta con mirar un grá­fi­co que ha cir­cu­la­do con pro­fu­sión en redes socia­les, ela­bo­ra­do a par­tir de un estu­dio del Ins­ti­tu­to de Métri­cas y Eva­lua­ción de la Salud (IMHE, por su sigla en inglés) de la Uni­ver­si­dad de Washing­ton. Cuba se encuen­tra, jun­to a Vene­zue­la y Nica­ra­gua, entre las nacio­nes con menor índi­ce de mor­ta­li­dad por COVID-19 en el continente.

No hace mucho, estos tres paí­ses eran acu­sa­dos, por un fun­cio­na­rio esta­dou­ni­den­se, de ser «el Eje del mal» en Amé­ri­ca Lati­na. Cuba, en par­ti­cu­lar, era til­da­da de ser «la madre de todos los males», una suer­te de isla satá­ni­ca que solo expor­ta­ba odio y muer­te. Sin embar­go, la reali­dad, tozu­da, le lle­vó la con­tra­ria a Esta­dos Uni­dos: nues­tro peque­ño país se ha dedi­ca­do a enviar cola­bo­ra­do­res médi­cos a dis­tin­tos luga­res del pla­ne­ta, mien­tras que paí­ses ricos se nega­ban a ayu­dar y solo se esfor­za­ban en aca­pa­rar vacunas.

Cada muer­te nos lace­ra, cada muer­te es una derro­ta. Pero en Cuba, por cada derro­ta, hay millo­nes de vic­to­rias que narrar. No vivi­mos en una socie­dad per­fec­ta, pero sí pode­mos sen­tir­nos orgu­llo­sos de vivir en una socie­dad que desa­fía a la muer­te a dia­rio, y la vence.

Fuen­te: Granma

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