Cuba. Lo que está en juego

Por Josè Ale­jan­dro Rodrí­guez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 20 de junio de 2021

Foto: Yai­mi Ravelo

Cre­ce la mon­ta­ña de insa­tis­fac­cio­nes en las ofi­ci­nas de Aten­ción a la Pobla­ción, por la inca­pa­ci­dad, deja­dez e insen­si­bi­li­dad de jefes que en su momen­to no escu­cha­ron, aten­die­ron ni resol­vie­ron con rigor y pasión las que­jas de los ciudadanos.

Una recien­te reu­nión del Pri­mer Minis­tro, Manuel Marre­ro Cruz, con los res­pon­sa­bles de ese fren­te en los orga­nis­mos de la Admi­nis­tra­ción Cen­tral del Esta­do, enti­da­des nacio­na­les y terri­to­rios, reve­ló que toda­vía hay por ahí direc­ti­vos sor­dos, cie­gos y mudos ante los recla­mos de la población.

Es un asun­to como para preo­cu­par­se en la com­ple­ja Cuba de hoy, cuan­do el Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca insis­te reite­ra­da­men­te en la impor­tan­cia estra­té­gi­ca de aten­der y sen­tir como pro­pios los esta­dos de opi­nión del pue­blo, el sobe­rano. Es muy fuer­te aún el fija­dor que tie­ne el buro­cra­tis­mo redo­ma­do con sus ore­je­ras, y el esca­bro­so esti­lo con que entor­pe­ce la solu­ción de múl­ti­ples pro­ble­mas de la pobla­ción, con jus­ti­fi­ca­cio­nes y nega­ti­vas. Es lace­ran­te la mane­ra en que cier­tas ins­ti­tu­cio­nes, cuya supre­ma razón debe ser el ciu­da­dano, supe­di­tan a este a su anto­jo y con­ve­nien­cia y le com­pli­can la vida con su con­cep­ción cen­trí­pe­ta y umbi­li­cal, en vez de facilitársela.

Es que el buró­cra­ta empe­der­ni­do, una retran­ca fuer­te para estos tiem­pos urgi­dos de cam­bio, tie­ne un pro­ble­ma para cada solu­ción, en vez de lo con­tra­rio; como sen­ten­ció alguien para siem­pre. No dis­tin­gue las urgen­cias huma­nas que pal­pi­tan detrás de las cifras y los infor­mes glo­ba­les. Se ali­men­ta de pape­les, lega­jos y orde­nan­zas, y no sale a con­fron­tar estos con la cru­da reali­dad. Los cuños le fas­ci­nan y los estam­pa a cual­quier asun­to por dañino que fue­re. Y no es capaz de ver, oír ni ana­li­zar para bus­car­le una salida.

Sus res­pues­tas son moro­sas, obli­cuas has­ta eva­dir el aná­li­sis auto­crí­ti­co. Jus­ti­fi­ca­ti­vas. No están dic­ta­das con el cora­zón pal­pi­tan­te, sino con la con­for­mi­dad auto­com­pla­cien­te y medio­cre. Son res­pues­tas al paso, opa­cas y terminantes.

El ciu­da­dano tie­ne un gran olfa­to para dis­tin­guir la res­pues­ta trans­pa­ren­te —esa que, inclu­so cuan­do no pue­de solu­cio­nar de inme­dia­to un pro­ble­ma, lo expli­ca con sin­ce­ri­dad — , de la mani­pu­la­ción retó­ri­ca y dema­gó­gi­ca, que siem­pre recu­rre a las con­di­cio­nan­tes exter­nas a su ges­tión para aco­mo­dar­se a la som­bra de estas.

Y aun­que cier­ta­men­te han aumen­ta­do las res­tric­cio­nes de recur­sos y las limi­ta­cio­nes obje­ti­vas en los últi­mos tiem­pos, no pocos recla­mos de la gen­te tie­nen que ver con doble­ces sub­je­ti­vas que, como pos­ti­gos, están fre­nan­do solu­cio­nes posi­bles y mellan­do nues­tras poten­cia­li­da­des democráticas.

Por­que los cla­mo­res y esta­dos de opi­nión de la pobla­ción son la mejor retro­ali­men­ta­ción de por dón­de andan los tiros en la Cuba pro­fun­da y real, no siem­pre tan cer­ca­na a la que se aspi­ra y por la que se bata­lla. Debían ser­vir esas insa­tis­fac­cio­nes ciu­da­da­nas para corre­gir esos tiros todos los días, como hace ya buen tiem­po lo vie­ne exi­gien­do la direc­ción del país, y más allá Fidel y Che, des­de su peren­ne observatorio.

«En Cuba —seña­ló el Pri­mer Minis­tro en la reu­nión cita­da— todos los cua­dros tene­mos que tener un alto gra­do de sen­si­bi­li­dad y huma­nis­mo para orien­tar y aten­der al pue­blo del que somos par­te. El fun­cio­na­rio que no atien­de a la pobla­ción, que no escu­cha a una per­so­na has­ta el final y lo inte­rrum­pe y empie­za a dar jus­ti­fi­ca­cio­nes, no es mere­ce­dor de la res­pon­sa­bi­li­dad que tiene».

Ya es hora de pasar de las exhor­ta­cio­nes, los con­ven­ci­mien­tos y los aler­tas a los hechos; para des­te­rrar esas malas hier­bas y pro­mo­ver en cada sitio un cru­za­do de la sana incon­for­mi­dad y la devo­ción al pue­blo y no al car­go. Ya es hora de que la desig­na­ción y per­ma­nen­cia en un pues­to de direc­ción pase por la sen­si­bi­li­dad hacia los pro­ble­mas de la gen­te y la capa­ci­dad de bus­car solu­cio­nes, no pre­tex­tos. Por­que lo que está en jue­go, estra­té­gi­ca­men­te, es la con­fian­za de la ciu­da­da­nía en las ins­ti­tu­cio­nes. Y, al final, en nues­tro sis­te­ma. En la Revo­lu­ción misma.

Fuen­te: Juven­tud Rebelde

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