Eco­lo­gía social. Fidel de la Calle: «En Ura­li­ta, Valla­do­lid. nos acos­tum­bra­mos a ir de entierro»

Por Óscar Frai­le, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 11 de junio de 2021.

Fidel de la Calle sufre asbes­to­sis por sus años de con­tac­to con el amian­to en esta empresa

Fidel de la Calle solo tenía 18 años cuan­do entró a tra­ba­jar en la anti­gua Ura­li­ta de Valla­do­lid, por enton­ces deno­mi­na­da Ibe­rit, una empre­sa dedi­ca­da a fabri­car mate­ria­les de cons­truc­ción y situa­da en la carre­te­ra de Madrid. Leyó un anun­ció en un perió­di­co, se pre­sen­tó ante la Direc­ción de Per­so­nal y al día siguien­te ya esta­ba con el mono pues­to. Y allí comen­zó su con­tac­to con el amian­to, un mate­rial can­ce­rí­geno que se uti­li­za­ba para hacer pla­cas de ura­li­ta y tube­rías, entre otras cosas.

Su pri­me­ra fun­ción allí fue car­gar y des­car­gar camio­nes con ese mate­rial, con unos equi­pos de pro­tec­ción que se limi­ta­ban a unos guan­tes para evi­tar heri­das en las manos. «Por enton­ces no había nada, por­que ni siquie­ra se sabía que el amian­to era malo», recuer­da. Años des­pués pasó al alma­cén, don­de siguió en con­tac­to con pie­zas ela­bo­ra­das con amianto.

Él entró en la fábri­ca en 1972, seis años des­pués de que la plan­ta ini­cia­se su acti­vi­dad, pero no fue has­ta 1982 cuan­do empe­zó a sos­pe­char, jun­to al res­to de sus com­pa­ñe­ros, que todos tenían peli­gro de sufrir pro­ble­mas de salud. «Por enton­ces Ura­li­ta tenía otras cin­co fábri­cas en Espa­ña, y des­de allí nos empe­zó a lle­gar infor­ma­ción sobre pro­ble­mas y denun­cias que se esta­ban ponien­do, sobre todo en la de Bar­ce­lo­na» ase­gu­ra. Fue en la ciu­dad cata­la­na don­de apa­re­cie­ron los pri­me­ros afec­ta­dos por asbes­to­sis, un tipo de fibro­sis pul­mo­nar cau­sa­da por la inha­la­ción de fibras de asbes­to, otra deno­mi­na­ción del amian­to. «En ese momen­to es cuan­do empe­za­mos a hacer reunio­nes y cuan­do se creó una comi­sión nacio­nal», señala.

En Valla­do­lid no apa­re­ció el pri­mer caso has­ta el año 1990, con un mesio­te­lo­ma, un tipo de cán­cer que solo pro­du­ce el amian­to. Dos años des­pués lle­gó el segun­do caso, con un tra­ba­ja­dor, mon­ta­dor de tubos, que no regre­só de sus vaca­cio­nes por­que le detec­ta­ron el mis­mo cán­cer y falle­ció a los tres meses. A par­tir de ese momen­to se inten­si­fi­ca­ron las rei­vin­di­ca­cio­nes para pedir más medi­das de seguridad.

De la Calle cri­ti­ca la fal­ta de con­tun­den­cia del Gobierno ante este pro­ble­ma, y pone como ejem­plo a Fran­cia, don­de se prohi­bió el uso del amian­to en 1984, mien­tras que en Espa­ña se optó por redu­cir la con­cen­tra­ción de este mate­rial en los pro­ce­sos de fabri­ca­ción. Has­ta el 15 de junio de 2002 no lle­gó la prohi­bi­ción. Y has­ta ese día se siguió uti­li­zan­do en Uralita.

Este jubi­la­do, actual pre­si­den­te de la Aso­cia­ción de Víc­ti­mas del Amian­to de Valla­do­lid y en su día miem­bro del comi­té de empre­sa, fue uno de los más de 600 emplea­dos que tra­ba­ja­ron allí, de los que unos 150 falle­cie­ron de cán­cer. Bue­na par­te de los demás desa­rro­lla­ron enfer­me­da­des que han con­di­cio­na­do su vida. A De la Calle le diag­nos­ti­ca­ron asbes­to­sis años des­pués de pre­ju­bi­lar­se, en un reco­no­ci­mien­to médi­co. «Yo ya nota­ba que res­pi­ra­ba peor, que me aho­ga­ba y no podía andar muy depri­sa», ase­ve­ra. Fue el pri­mer paso para que la Segu­ri­dad Social le con­ce­die­se la inca­pa­ci­dad permanente.

Pese a que se tra­ta de un enfer­me­dad muy seria, sos­tie­ne que para él no fue un gol­pe muy duro que se lo dije­ran, por­que, de algún modo, se había acos­tum­bra­do a con­vi­vir con estas noti­cias, aun­que fue­ra a tra­vés de sus com­pa­ñe­ros. «Al prin­ci­pio era muy duro, por­que muchas muje­res se que­da­ron sin mari­do y muchos hijos sin padres, pero al final aca­bas acos­tum­brán­do­te a ir a los entie­rros de los com­pa­ñe­ros y te resig­nas por­que sabes que no hay medi­ca­men­to ni inter­ven­ción qui­rúr­gi­ca que lo pue­da impe­dir», señala.

A sus 67 años, el esta­do de salud de Fidel empeo­ra poco a poco. «Los pul­mo­nes van enco­gien­do y yo me aho­go mucho, y aho­ra, con la mas­ca­ri­lla, ni te cuen­to», reco­no­ce. Todos los días uti­li­za un inha­la­dor para «abrir el sis­te­ma pul­mo­nar», pero es cons­cien­te de que su pato­lo­gía, hoy por hoy, no tie­ne cura.

Como tan­tos otros, él empren­dió accio­nes lega­les con­tra la empre­sa y el juez aca­bó dán­do­le la razón, por lo que reci­bió una indem­ni­za­ción de 60.000 euros. Ade­más, la Segu­ri­dad Social le con­ce­dió un recar­go de pres­ta­ción del 40 por ciento.

Fuen­te: https://​www​.eldia​de​va​lla​do​lid​.com/​n​o​t​i​c​i​a​/​Z​D​1​5​9​8​3​4​E​-​D​5​B​6​-​F​5​8​6​-​B​2​3​F​E​D​F​3​E​9​1​1​1​D​7​5​/​2​0​2​1​0​5​/​e​n​-​u​r​a​l​i​t​a​-​n​o​s​-​a​c​o​s​t​u​m​b​r​a​m​o​s​-​a​-​i​r​-​d​e​-​e​n​t​i​e​rro, Rebe­lión.

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