Resumen Latinoamericano, 27 de junio de 2021
Tramos de la historia oficial de la Campaña del Desierto se escribieron gracias a un oportuno “manuscrito” encontrado en la arena de unos médanos pampeanos. En cambio, la propia voz del longko fue silenciada.
Las “fake news”, las operaciones de prensa y la recurrencia a la posverdad son tan viejas en la Argentina como la consolidación del Estado. Destacable maestro en esas malas artes fue Estanislao Zeballos, periodista del diario La Prensa y activo impulsor de actividades pseudo científicas, quien escribió por encargo de Julio Roca “La conquista de quince mil leguas”. El libro se publicó en 1878, el erario público costeó su edición y la primera tirada se distribuyó entre los jefes y oficiales que, al año siguiente, se lanzarían contra territorio Mapuche.
En forma simultánea a la campaña de 1879, también inició su carrera política, en cuyo transcurso accedería al Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1884 lanzó “Callvucura y la dinastía de los Piedra”, otro libro destinado a justificar las tropelías que todavía cometía el Ejército contra los restos de las familias salineras que, después de sufrir desalojo, mortandad y hambre, buscaban refugio en la cordillera hoy neuquina.
Zeballos inició la acción de su ensayo en 1835, para describir el supuesto ingreso a traición de Kalfükura en Salinas Grandes. “Los recién venidos descendieron el médano a la furia de los caballos, blandiendo sus formidables lanzas y atronando los aires con feroces alaridos. Los humildes caminantes se transformaban en sangrientos enemigos. Rondeau, Melin, Venancio, Alun, Callvurquirque y muchos capitanes, ancianos y adivinos fueron degollados, y entre el clamoreo aterrador de la horda criminal, resonó en los desiertos por la vez primera el nombre del caudillo vencedor. Callvucurá era aclamado, sobre el médano ensangrentado de Masallé, cacique general (itálica en el original) del inmenso Imperio de la Pampa”.
Obviamente, nuestro “colega” no presenció la escena, acontecida medio siglo antes. Como toda fuente, citó “un curiosísimo manuscrito de 150 fojas de oficio que en 1879 encontré en el Desierto, entre los médanos, cercanos a la posición que hoy ocupa el pueblo General Acha”. ¡Qué afortunado! El texto formaría parte del Archivo del Cacicazgo de Salinas Grandes, que fuera desenterrado por los soldados de Nicolás Levalle, al perseguir a la gente de Namunkura. Que el autor de esta crónica sepa, nadie más que Zeballos vio el “curiosísimo manuscrito”.
Envejecer en la pelea
Si el intelectual al servicio de Roca hubiera querido reconstruir la historia de Kalfükura estaban a su disposición los archivos del Ejército, a los que obviamente, soslayó. En una declaración que envió Martiniano Rodríguez desde Bahía Blanca a Juan Manuel de Rosas en septiembre de 1834, el primero reprodujo el informe de un “chasque mocetón” quien informó: “a dichas horas del amanecer del día trece fueron sorprendidos los Boroganos por los recién venidos caciques de las cordilleras, Calbucurá, Chanamilla, Choequeta, Cumio, Emulao y otros con fuerza armada de lanza, bola y machete, como de ochocientos salvajes”. La fuerza se dirigió “hasta las habitaciones de los caciques Rondeau y Melín, dándoles muerte al instante, e hiriendo a algunos mocetones que en aquel momento echaron mano a sus lanzas. Que en seguida los dichos Calbucurá y demás proclamaron a la indiada sorprendida haciéndoles entender que contra ellos no era nada, y sí solo contra los difuntos caciques que acaban de expirar, y que para ello habían procedido con órdenes del cacique D. Benancio, del teniente coronel de Blandengues, Sosa, y del comandante de Bahía Blanca Rodríguez”.
Nótese que el propio firmante estaba involucrado en la declaración. Hagamos notar por nuestra parte que el coronel no se refirió a “indios chilenos”, sino a caciques provenientes de la cordillera. Cheuqueta, en tanto, era hermano de Chocorí, es decir, tío de Valentín Sayhueque. Incluso, el testimonio de un sobreviviente en el “médano ensangrentado de Masallé”, Pablo Millalicán, está mucho más cerca del informe de Rodríguez que de la fábula de Zeballos. El 13 de septiembre de 1834 sólo murieron dos loncos mapuches por cuestiones políticas en las que Rosas no fue ajeno. Pero todavía hoy pervive el relato de “la horda criminal” y su “cacique general”.
La historia de Kalfükura no empezó con su llegada al Puelmapu y tampoco eran tan secreta como para depender de un “curioso manuscrito” semioculto entre los médanos para poder escribirse. En septiembre de 1866, el diario La Tribuna publicó una carta que el mes anterior, la propia autoridad de Salinas Grandes había enviado a Adolfo Alsina, cuando el futuro arquitecto de La Zanja era gobernador de la Provincia de Buenos Aires. El conjunto del texto explica por qué Kalfükura y su hermano Rewkekura habían concentrado una gran cantidad de guerreros cerca de la frontera. Pero léanse los recuerdos del gran toki: “[…] mi pensar es mucho y me acuerdo de lo que he padecido de que he peleado a favor de la Patria, pues el que peleó primero a favor de la Patria fue el finado cacique Melipan y el finado Coñuepán, estos dos fueron los caciques que pelearon primero por la Patria, así yo también después, seguí mi marcha muy derecha y ayudé a pelear, pero yo entonces era muy joven pues me envejecí peleando pero mi suerte mía era que nunca perdía en mis peleas, así ascendí a Cacique mayor y tuve mi nombre que tengo hasta ahora”.
Padecer por la patria
¿Cómo? ¿El Atila de las Pampas fue un soldado de la Revolución? Así es. “Pues señor, mi padecimiento fue cuando el asunto de la Patria, pues le diré hasta dónde anduve peleando, pues me fui por tierra hasta Santiago de Chile y de allá me embarqué con mil y más hombres armados de Carabina y fusil que me dio el Presidente Bulnes y vine a asaltar Valdivia y de allí me vine ya por tierra, ya corrí así para el norte buscando a nuestro contrario hasta que lo encontré no paré y tuve mi pelea en Boroa y después me fui a otra parte, hasta que los hice entregarse a todos, por esto es que tengo mi nombre de Callfucura y hasta ahora soy Callfucura por la gran salud que Dios me ha dado, pues, así padecí por la Patria. ¿Y estos capitancitos, qué habrán hecho por la Patria?”.
Con la expresión “capitancitos”, Kalfükura se refería a otros loncos mapuche de la provincia de Buenos Aires, que obstaculizaban su entendimiento con Alsina. Tanto él como su hermano Rewkekura, procuraban por entonces, sellar la paz de manera ventajosa. Su militancia por la causa de las revoluciones republicanas y democráticas fue corroborada por Ángel Pacheco, militar rosista que participó de la campaña de 1833 y había formado parte del famoso Regimiento de Granaderos a Caballo. Después de Maipú, se desempeñó en la persecución de las tropas realistas en el actual sur de Chile. “Lo he conocido allí y a su hermano Namuncurá el año 18; los dos eran patriotas”, apuntó el por entonces mayor. No hay que confundir al hermano de Kalfükura con su hijo Manuel, del mismo nombre en Mapudungun.
Con las referencias aportadas por el fundador de la hipotética dinastía que Zeballos quiso ver, es posible datar su accionar: la toma de Valdivia y Corral por un contingente patriota se produjo entre el 3 y el 4 de febrero de 1820. Efectivamente, se hizo desde el mar, a través de tres navíos que comandaba el mismísimo Tomas Cochrane. Su reconstrucción puede encontrarse con lujo de detalles en “La guerra a muerte”, libro del historiador y político chileno Benjamín Vicuña Mackenna. Pero como su autor también fue un consuetudinario anti barbarie, no hay mención alguna a la participación de Kalfükura en la acción, quien seguramente, no fue el único Mapuche involucrado.
En las fuentes contemporáneas tampoco hay menciones a Wentekura o Huentecura, su padre, a quien se atribuye colaborar con San Martín en el cruce de los Andes. “Mi suerte mía era que nunca perdía en mis peleas, así ascendí a Cacique mayor y tuve mi nombre que tengo hasta ahora”, explicó el propio Piedra Azul. Quiere decir que su liderazgo político provino de su talento como guerrero. No heredó nada de su antecesor, quien probablemente, no fuera longko. Además, donde no hubo reyes es inútil buscar dinastías. Más bien Kalfükura se hizo a la vida en la pelea contra las fuerzas del último monarca que señoreó sobre estas latitudes: Fernando VII. Por su parte, Estanislao Zeballos accedió a la presidencia de la Sociedad Rural en 1888. En la Argentina, las “fake news”, las operaciones de prensa y la recurrencia a la posverdad son tan viejas, como efectivas.
Bibliografía
Lobos, Omar (2015): “Juan Calfucurá. Correspondencia 1854−1873”. Ediciones Colihue. Buenos Aires.
Zeballos, Estanislao (1954): “Callvucurá y la Dinastía de los Piedra”. Librería Hachette. Buenos Aires.
FUENTE: En estos Dias