Jorge Agurto /Resumen Latinoamericano, 2 de junio de 2021
La apuesta por una nueva Constitución Política, con signo democrático y popular, abre la posibilidad de transitar hacia un gran cambio social e histórico que el Perú espera desde su conformación formal como república. Está en el campo popular pasar de la inactividad pasiva y antidemocrática a la participación y vigilancia activa y democrática. Pedro Castillo abre posibilidades al pueblo para proponer y actuar en positivo.
Las contienda electoral coloca a la ciudadanía peruana en una encrucijada que algunos la resumen entre elegir por la extrema derecha o la extrema izquierda en la segunda vuelta electoral o balotaje presidencial.
Particularmente, pienso que no es así. El dilema o controversia lo es en la medida que vemos el asunto desde una perspectiva de indiferencia y ausencia de compromiso, es decir, una actitud simplista que se reduce a emitir un voto.
Creo que es mejor despejar el asunto resolviendo dilemas en diversas dimensiones de la vida social y política.
Empecemos por el dilema moral, que es un asunto esencial de la política, aunque –por lo común– es dejado de lado o menospreciado en el análisis político.
El dilema moral
Una de las manifestaciones de la crisis actual es la crisis moral que se manifiesta en la pérdida de valores, en el individualismo y la desconfianza, en la desintegración de la identidad comunitaria y el debilitamiento en el compromiso de defender los bienes y el interés común.
Quizas este ámbito sea uno de las expresiones más graves de la crisis social, económica y política pues concierne directamente a la deshumanizaciòn de la especie humana.
Es una dimensión donde lo que se promete no se cumple, donde la hipocresia, la mentira y el pragmatismo se enseñorean, aumentando la desconfianza y la incredulidad ciudadana.
Es un círculo vicioso de degradación que espanta a la juventud de los partidos políticos, que pervierte la confianza en los medios masivos que se convierten en medios sistemáticos y vulgares de desinformación.
La crisis moral provoca un contexto enrarecido que apaga las fuerzas sanas y vivas, que genera apatía, anomia e indiferencia hacia las instituciones, la austera democracia y abate la ilusión por construir un porvenir.
El fujimorismo representa la cúspide del envilecimiento. Su retorno al gobierno representarìa la debacle terminal, el abatimiento de la esperanza, el triunfo de la putrefacción.
Cèsar Hildebrandt lo resume muy bien:
«Las Fuerzas Armadas eran bandas armadas dedicadas a robar en cada compra. El presupuesto ya no era presupuesto, era una caja chica que se usaba de un modo perverso para cualquier fin. La prensa se envileció, la televisión fue alquilada. El Tribunal Constitucional se desarmó, la Contraloría no existió.»
«No creo que haya Gobierno que le haya hecho más daño al Perú que el fujimorismo. Porque nos hizo un daño institucional, pudrió las instituciones, pudrió el alma del Perú».
El dilema político ¿cuál es el problema?
El que un maestro rural y rondero se haya colado entre las opciones electorales y pueda ser elegido el domingo 6 de junio como presidente de la República del Perú ha despertado todos las defensas de la oligarquía de poder que maneja el paìs a su antojo.
Que no sabe hablar, que es un ignorante, que no tiene plan ni equipo de gobierno, que es un terrorista, un comunista, un resentido social, etc. son algunos de los calificativos con los que se intenta destruir su opción electoral.
Todos los epítetos denigrantes y discriminadores afloran y se esparcen libre y repetidamente en los medios masivos sin ninguna consideración contra Pedro Castillo Terrones, un hombre del pueblo, al cual no le pueden levantar una sola prueba personal de corrupción.
Sucede que Castillo es una persona sencilla, humilde cuyos valores e identidad provienen de su condición de rondero y agricultor. Maestro de profesión, ingresa a la vida social y política como dirigente sindical del gremio magisterial donde aprende el oficio de hacer política social.
Mientras Pedro Castillo muestra las manos limpias, la candidata Keiko Fujimori promete mano dura para defender el modelo económico y el «orden democràtico» impuesto por la Constitución fujimorista de 1993.
Se trata del modelo y régimen democrático que prohija la corrupción, que alumbró a los mayores delincuentes de saco y corbata que ha tenido el país y que es la tabla de salvación de Keiko para evadir la cárcel en el juicio que se le sigue por ser jefa de una organización criminal.
La desesperación hasta límites histriónicos de Keiko por hacerse de la presidencia se debe a que es el único camino seguro para diluir las investigaciones y entorpecer un proceso penal que podría ser fatal para ella y su mafia criminal.
Pedro Castillo ha demostrado ser una persona honesta y bienintencionada, dialogante y convocante, que sabe escuchar, que puede fallar en expresarse o precisar sus ideas, pero que sabe corregirse y no debería merecer ninguna duda de apoyo frente a Keiko Fujimori.
Pedro Castillo es una persona màs controlable políticamente, que no está libre de cometer errores, pero que podrán ser subsanados por el control político, ciudadano y de los medios de prensa.
Pero Keiko – quién ha promerido indultar a su padre, el dictador– es una persona con don de mafia, experimentada en permear y secuestrar instituciones, que juega en pared con lo peor de las Fuerzas Armadas y a quién sería difícil sacar del poder y a un costo inimaginable.
El dilema ciudadano
Si creemos que el dilema ciudadano se reduce a elegir cada cinco años quienes gobernaran los destinos de la cosa pública no solo hemos fallado y errado como ciudadanos/as sino que somos además parte del problema democrático.
El sistema capitalista en su versión neoliberal e informacional nos está llevando a una catástrofe civilizatoria donde el interés privado controla todos los resortes de la vida social, económica y cultural.
No es solo la crisis de un modelo, es la crisis de una civilización torpe, estúpida, inhumana que nos está conduciendo al despeñadero de la historia.
La catástrofe climática hará imposible la vida tal como la hemos conocido hasta ahora y hacia esa crisis vamos de forma acelerada e irreversible.
La globalización capitalista, consumista e individualista va más allá de un regímen de izquierda o de derecha y nos conduce a una crisis sin parangón donde las pandemias serán una de sus manifestaciones.
La sobrevivencia de la especie humana solo sera posible si la porción de humanidad que sobreviva a la catástrofe coloque lo comunitario en el centro de las relaciones sociales y emprendamos un proceso de rehumanización volviendo al reencuentro de nuestra esencia biosocial.
Desde esta perspecriva, estamos convencidos de que el gran cambio que necesitamos no vendrá desde arriba, desde las esferas tradicionales del gobierno y el poder. Tiene que resurgir desde las bases, desde los territorios, desde la colectividad.
De algun modo, la fuerza política simbólica de Pedro Castillo Terrones proviene de su arraigo al campo y a la naturaleza, a lo social-comunitario que encarnan las rondas, a sus raíces culturales excluidas e incomprendidas desde lo ancestral, desde abajo.
Un buen ejemplo, casi anecdótico de esta incomprensión, fue la burla en los medios y redes opositoras a Castillo, de su referencia a la necesidad de potenciar la siembra y cosecha de agua, como una medida para enfrentar la escasez del recurso hídrico.
La identidad que representa Pedro Castillo Terrones es un capital de enorme valor, de gran significación histórica, que merece una oportunidad política de gobierno para avanzar en serio hacia la democratización del país.
La apuesta por una nueva Constitución Política, con signo democrático y popular, abre la posibilidad de transitar hacia un gran cambio social e histórico que el Perú espera desde su conformación formal como república.
La apuesta por una nueva Constitución Política, con signo democrático y popular, abre la posibilidad de transitar hacia un gran cambio social e histórico que el Perú espera desde su conformación formal como república.
Castillo cometerá errores y presentará flaquezas y vacíos que la prensa fósil exaltará. Pero, será importante volver a lo esencial y reafirmar que la capacidad de gobernar se manifiesta en tomar decisiones sanas, honestas y sinceras en función del bienestar común.
Y esto solo se logra escuchando con sinceridad al pueblo, un don social que emana natural de Pedro Castillo.
Está en el campo popular pasar de la inactividad pasiva y antidemocrática a la participación y vigilancia activa y democrática. Pedro Castillo abre posibilidades al pueblo para proponer y actuar en positivo.
Y lo que mejor se requiere es un acompañamiento crítico para identificar a los aduladores, a los oportunistas, a los comechados, a los corruptos de oficio y en potencia que viven a la caza de oportunidades en cualquier gobierno, ya sea de izquierda o de derecha.
FUENTE: SERVINDI