Por Jorge Falcone, Resumen Latinoamericano, 7 de julio de 2021.
Una nota destinada a “hacerle el juego a la derecha”.
“En el país de ‘no me acuerdo’,
doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para allí, no recuerdo si lo di.
Un pasito para allá, ay, qué miedo que me da”.
María Elena Walsh
Pasar revista de abajo hacia arriba a esta sociedad archipélago que nos legaron 37 años de gestión de todo el arco político demoliberal posdictadura – elenco estable de la vida pública que, como en el juego de la silla, rota en probarse la banda presidencial dejando al país cada vez más postrado -, allá, “en el hondo bajo fondo donde el barro se subleva”, nos muestra a La Calle nuevamente ganada por “lxs condenadxs de la tierra”, otra vez estafadxs por un gobierno desentendido de saldar su deuda con quienes más padecen los rigores del presente, mediante la operatoria política crónica de faltar a su promesa de cumplir compromisos contraídos con lxs beneficiarixs del programa Potenciar Trabajo, generando además arbitrarias bajas de compañerxs inscriptxs en padrones activos.
Tal es el estado de abandono actual de ese estrato social constantemente movilizado y mayormente integrado por trabajadorxs informales y pobres de toda pobreza – entre quienes la clase obrera brilla por su ausencia -, ese contingente de desheredadxs que hacia 1974 conoció índices de un 8% pobreza y hoy ve cómo superan el 42%, desvaneciendo el legado de la Argentina peronista.
Lejos, cada vez más lejos de ese “subsuelo de la Patria” desorientado, en El Palacio, adonde se juega a una grieta inventada por los medios hegemónicos para alimentar la mascarada electoral sin dar cuenta de bloques sociales históricamente enfrentados, mientras en su partido hacen cola por candidatearse, el ex presidente devenido celebrity que en estas horas padece la quiebra del negocio postal familiar, alterna su natural estado vacacional con una agenda que incluye la presentación de su libro “Primer Tiempo” junto al referente intelectual libremercadista Mario Vargas Llosa,y un foro virtual con lo más granado de la derecha subdesarrollada, como el uruguayo Luis Lacalle Pou, el chileno Sebastián Piñera, el ecuatoriano Guillermo Lasso, el colombiano Iván Duque, y el fascista venezolano Leopoldo López – mentor de Juan Guaidó -, cónclave apadrinado por Pablo Casado Blanco, titular del retrógrado Partido Popular español.
En la otra orilla de esa falsa disyuntiva, o sea, en el espacio que se presenta como la alternativa popular del momento, una Vicepresidenta afanada por estudiar economía vuelve a dominar la escena pública junto a su delfín Axel Kiciloff y el intendente Martín Insaurralde, en la presentación del programa Conectar Igualdad Lomas.
Todo lo que exprese de aquí en más este cronista políticamente formado en las filas del peronismo más insumiso, seguramente lucirá como herejía ante los ojos de ex compañerxs de ruta asimiladxs a la pusilánime versión Siglo XXI del movimiento que irrumpió en la historia cruzando de prepo el Riachuelo para cercar la Casa Rosada en demanda de su líder.
En ese, hasta ahora último discurso presencial, la arquitecta del Frente de Todxs reivindicó, como era esperable, la oportuna distribución de 5.000.000 de computadoras entre jóvenes de los cuales – atendiendo a la merma de expectativas pro oficialistas en dicho target – tuvo el cuidado de escoger a un rapero que utilizó ese aparato para componer y difundir un éxito musical hoy globalmente viralizado.
Nadie en su sano juicio, y con algo de ecuanimidad, osaría cuestionar aquella iniciativa que hizo un vano intento por estrechar la brecha digital entre la juventud.
Pero permitámonos reparar en que, en un país que desde la segunda mitad del Siglo XX carece de planificación estratégica, era esperable que una infraestructura educativa inadecuada no dispusiera de capacidades para echar mano virtuosamente a tal recurso.
Aunque no siempre alcance con un botón de muestra, al menos esa circunstancia padeció la hija de la esposa de quien escribe estas líneas en el colegio ENSPA de Avellaneda, que – sito a escasa distancia de donde políticos impunes ordenaron la represión que en 2001 acabó con la vida de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki – dista de ser un enclave de extramuros. En efecto, ningún educando de aquella promoción, que hoy cuenta con 25 años de edad, pudo activar nunca dichos aparatos, recibiendo como explicación que no se contaba con personal capacitado para habilitar su funcionamiento en red, a partir de lo cual pasó a ser un lucro cesante siempre detectado como estorbo en algún rincón del hogar. Y este no es el único caso conocido.
Pero – aún no linchéis a este escriba – tal “nimiedad” no constituye el interés nodal de esta nota, sino más bien un “detalle” mucho más grave, que refleja los dramáticos límites de la concepción política que para muchxs argentinxs podría sacarnos del atolladero actual.
Más bien ocurrió que la más alta exponente de esa década larga supuestamente ganada, que desmanteló en sus primeros 6 meses de gestión el gobierno de Juntxs por el Cambio, al ponderar las virtudes de su ideario industrialista no tuvo mejor idea que apelar al ejemplo de una empresa familiar inaugurada en 1983 en la localidad de Campana, y dedicada a la fabricación de mástiles de carbono para barcos (en 13’38”: https://www.youtube.com/watch?v=roIJgDvt6rc)
La firma comenzó a tener problemas financieros hacia 2008, cuando se produjo la crisis que se llevó puesto al holding financiero Lehmann Brothers, continuó relatando la ex presidenta. Con ayuda estatal, hacia 2012 sus ingenieros redirigieron la producción hacia la fabricación de botalones (alerones) para los aviones fumigadores de herbicidas, que hasta entonces se construían en acero y, por su peso, no podían medir más de 30 mts. A partir de entonces comenzaron a fabricarlos de carbono, 5 veces más livianos, 6 veces más resistentes, y – por ende – de 45 metros o más. En 2015, la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, que facultó a todos los bancos a destinar el 5% de sus depósitos para financiar proyectos productivos, les otorgó 30.000.000$.
La Dra. Kirchner – probablemente el cuadro político en actividad más lúcido de nuestro país, que ¡vaya si no cuenta en su haber con discursos brillantes! – concluyó narrando que la multinacional agromecánica John Deere primero les compró las patentes, y más tarde absorbió a la empresa en cuestión. Pero quizás lo más terrible fue la ovación que recibió de parte de sus acólitos cuando remató la evocación sentenciando que aquella “era una Argentina de oportunidades”.
Volver sobre esto último atentaría contra la inteligencia de cualquier lector o lectora atentxs, pero lo que no debe pasar desapercibido de semejante ejemplo – y que justamente la prensa a un lado y otro de la “grieta” escamoteó – es la reivindicación de una innovación tecnológica puesta al servicio de un recurso destinado a optimizar la matriz productiva del agronegocio, que viene envenenando con productos cada vez más dañinos que el glifosato a plantaciones y pueblos enteros.
A ese respecto, la investigación titulada “Modelo agrícola e impacto socioambiental en la Argentina: monocultivo y agronegocios”, firmada – entre otrxs autorxs – por un prohombre de la Ciencia Digna como el Dr. Andrés Carrasco, se introducía expresando: “La agricultura moderna, basada en el paradigma industrial que implica gran consumo de combustibles fósiles tiene importantes y desafortunadas consecuencias ecológicas y sociales, tales como: deforestación acelerada, erosión de los suelos, contaminación del aire, agua y suelos, pérdida de biodiversidad, concentración de la tierra, de los recursos y de la producción, y condicionamientos en los patrones de migración rural/urbana. Por otro lado, debido a la gran dependencia de insumos, es altamente ineficiente desde el punto de vista energético. Todos estos aspectos muestran una crisis que exhibe palmariamente la ambivalencia y la contradicción de este modelo. Precisamente son las tensiones que afectan al mundo, a nuestra sociedad, y en particular las tensiones que se derivan del avance del monocultivo y de la incorporación de nuevas tecnologías, las que nos requieren hoy evaluar relaciones de costo y beneficio, así como pensar y debatir alternativas propias para superar el modelo de desarrollo hegemónico. Un modelo que genera enormes dividendos y bienestar para algunos, mientras que produce malestar, pobreza, exclusión y sufrimiento para muchos, causando enormes grados de desigualdad, contaminando y destruyendo la naturaleza de la que no sólo nos nutrimos y vivimos sino de la cual somos parte. Y porque somos naturaleza y somos al mismo tiempo sociedad es que tenemos que asumirnos en nuestros condicionamientos biológicos y también en nuestra capacidad de construir la sociedad y hacer la historia”.
Puede que algunxs adultxs mayores y memoriosxs tengan presente el caso del Ing. Mario Villani – fallecido a los 81 años en febrero de este año -, quien, secuestrado por la dictadura, tuvo que reparar elementos de tortura. En declaraciones a la BBC, Villani contó que al principio se negó a cooperar, pero que cambió de parecer porque pensó que podría ayudar a «aliviar» el dolor sufrido por los prisioneros torturados por agentes del gobierno de facto (1976−1983)
En el poco feliz ejemplo reivindicado por la Vicepresidenta, sin embargo, no hay atenuante alguno en la ponderación del medio por encima de sus fines.
Seguramente para cualquier desprevenidx la referencia resultará excesiva. Sin embargo, no somos pocxs quienes consideramos al terricidio en curso como un genocidio potenciado y en cómodas cuotas.
Podrá decirse ahora que lxs sobrevivientes no escarmentadxs de la última experiencia revolucionaria del pueblo argentino aquilatamos la lección histórica de reparar más que en los discursos épicos, en la matriz productiva en que se apoyan. Pues así es. Y ello nos habilita a desvelarnos por el destino de esta Patria errática que no parece atesorar a la sombra del Presidente la reserva de una Rosa Luxemburgo capaz de redimirnos de todos nuestros males.
Cargaremos pues con el orgullo de seguir abocadxs a “inventar o errar”. Y con el “pecado” de haber tomado al pie de la letra aquello de “combatiendo al capital”.-