Por Fernanda Paixao, Resumen Latinoamericano, 2 de julio de 2021.
Especialistas apuntan la relación entre la presencia feroz de los puertos privados en el Puerto de Rosario y los impactos ambientales
La bajante del río Paraná vuelve a ser histórica este año. El nivel del río, que atraviesa Brasil, Paraguay y Argentina ‑además de una pequeña porción en el sureste de Bolivia- ya era preocupante en el mismo periodo del año pasado. Ahora, el escenario se repite y se acentúa, visible en el cambio del paisaje de las Cataratas, donde el río Paraná se une al Iguazú.
El problema abarca varios aspectos: el suministro de agua potable, las actividades pesqueras de comunidades enteras, la falta de energía ‑bajo la cual Brasil sufre ahora la amenaza de un blackout‑, dificulta las exportaciones fluviales y refleja graves impactos ambientales y riesgos para la biodiversidad. Muchos animales marinos mueren al descender el río, varados en charcos y bancos de arena que ahora quedan a la vista.
En Paraná, capital de la provincia argentina de Entre Ríos, el nivel del río llegó a quedar una semana por debajo del nivel del mar, llegando a ‑5 cm según el último registro del Instituto Nacional del Agua (INA), del 30 de junio. En los últimos días, el río registra una leve subida, y la Prefectura Naval Argentina marca una altura de 2 cm, el 2 de julio.
El último mes, el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, y el ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque, se reunieron y acordaron la necesidad de adoptar medidas de racionamiento de agua y electricidad.
El río Paraná, que desemboca en Argentina, forma un corredor estratégico entre el continente y el océano Atlántico. Es la llamada hidrovía, un término que contradice a algunos ambientalistas por apartar la percepción de que, al fin y al cabo, estamos hablando de un río, un bien común.
Como bien dijo Francisco Pandolfi, el río Paraná es una de las venas abiertas de la Argentina.
Río privatizado
El canal de navegación es uno de los mayores corredores naturales de transporte fluvial del mundo, con 3.400 km. Es donde se concentra alrededor del 80% de las exportaciones argentinas, con su punto principal en la provincia de Rosario, en el centro-oeste de Argentina.
El bajo nivel del río limita las posibilidades de circulación fluvial, y toca un debate que militantes por la soberanía sobre el río vienen insistiendo desde hace tiempo, con el vencimiento de la concesión a Hidrovias S.A., una sociedad entre la empresa belga Jean de Nul y el holding argentino Emepa. Hace pocos días, el gobierno nacional decidió por retomar el control del río tras 25 años de concesión, irregularidades y el consecuente impacto ambiental.
Hidrovías S.A. administraba y se encargaba del dragado, proceso de profundización del río para eliminar la arena y los sedimentos. Fue una transición del Estado a las empresas privadas que el Capitán Fluvial Dragador, Oscar Rubén Verón, ha acompañado de cerca.
«Destruyeron nuestras rutas fluviales. Hace 25 años, todos los gobiernos dejaron de dar servicio a los puertos provinciales», dice Verón. «Solíamos estudiar los ríos para predecir las grandes caídas, las sequías y evitar que las ciudades costeras se vieran afectadas. La privatización ha hecho que ya no tengamos ese conocimiento constante sobre el comportamiento de los ríos y el clima», dice.
Verón subraya que sin control sobre el río, además de las grandes evasiones que provoca la falta de control sobre los puertos, el constante dragado es la causa de un desastre ambiental anunciado. «Quieren adaptar el río a los barcos, y no los barcos al río», dice.
La cuestión es cíclica: quienes defienden la estatización del río Paraná señalan que la sequía y el impacto en el ciclo de las lluvias son también consecuencia del mismo modelo productivo promovido por las empresas extractivas que monopolizan el río más importante del país.
«Es un sector estratégico de la economía y un canal muy importante para la vinculación de Argentina con el sistema global», señala el economista político y doctor Julio Gambina.
«No se regula el buen uso del agua, aguas que son naturales y que son bienes comunes al servicio de las generaciones actuales y futuras», dice Gambina. «Sin embargo, tienen un uso comercial y productivo para favorecer la acumulación de ganancias de sectores concentrados del poder económico en Argentina».
Es un poder económico que concentra en lo que el economista Horacio Roveller afirma ser un modelo extractivista agropecuario exportador. «De 31 puertos, 21 son privados. Son un estado dentro del estado: tienen su propia policía, nadie puede entrar sin permiso», afirma. «La mayoría son empresas extranjeras. Ahí están Cargill, Cofco, ADM Agro, Bunge, Dreyfus, la ex-Vicentin, que ahora parece que será Glencord.»
Modelo productivo que seca los ríos
María Elena Saludas vive a pocos metros del río Paraná en Rosario. «Hay una fila de barcos en este momento llamados Panamax, de proporciones impresionantes», dice. Ella es miembro de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras especulativas para Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC), y ve con preocupación el sobredragado autorizado para el paso de los barcos.
«Deberíamos relacionar la bajante del río con las empresas que exportan el 80% de los cereales y oleaginosas del país», dice. «Porque la bajada del río está relacionada con la falta de árboles, con las megaempresas, con los agrotóxicos que afectan al suelo, con el modo de producción, distribución y consumo en el marco del capitalismo».
Además del dragado y el continuo movimiento de grandes barcos que destruyen el suelo en la zona de las marismas, María Saludas también señala un factor agravante en la condición de los residentes de estas ciudades costeras.
Además de los efectos sobre la actividad pesquera, son frecuentes los accidentes entre los trabajadores de los almacenes de grano. Si caen en un silo, quedan soterrados por toneladas de soja.
«Ahogarse en algo que te debería alimentar», señala Saludas sobre el simbolismo de la tragedia, que es más común de lo que las empresas dejan entrever. Una investigación de BBC Brasil reveló que al menos 106 muertes de este tipo ocurrieron en todo el territorio brasileño entre 2009 y 2018. Muertes poco o nada anunciadas.
Según Jesica Gentile, coordinadora de la Red Ecosocialista en Argentina, el desequilibrio climático se profundiza, y las respuestas suelen ser, al mismo tiempo, un extractivismo más feroz.
«Se espera que este año haya más incendios, inundaciones y sequías», señala. «Si llueve un poco menos de lo habitual, el impacto es cada vez más intenso, porque con los incendios y la falta de árboles, la tierra pierde capacidad de absorción. Al mismo tiempo, la sequía es una consecuencia del monocultivo, como ocurre aquí con la soja y el maíz», señala.
«Cuando hablamos del modelo productivo y que hay que cambiarlo, no es de un día para otro», dice Saludas. «Es un proceso de transición, en el que debemos empezar a exigir la diversificación de la producción. Tenemos que destinar recursos a la agroecología, a las huertas en los cordones de las ciudades. La soberanía no es que el Estado haga el dragado en lugar de una multinacional, sino que podamos determinar qué se cultiva, cómo y para quién».
«Estamos transitando la crisis ecológica más importante de la historia, y en lugar de tomar medidas para frenarla, responden profundizando el modelo productivo», agrega Gentile.
En julio, el INA estima el mes más crítico por la bajante del río, «con afectación a todos los usos del recurso hídrico, exigiendo especialmente a la captación de agua fluvial para consumo urbano». La altura del río Paraná podría llegar a ‑40cm en Entre Ríos.