Argen­ti­na. Recru­de­ce la vio­len­cia del Moca­se con­tra cam­pe­si­nos del inte­rior santiagueño

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 18 de julio de 2021.

Fami­lias cam­pe­si­nas y peque­ños pro­duc­to­res viven en un esta­do de ame­na­za y aprie­te cons­tan­te, sin pro­tec­ción de nin­gún tipo, según denun­ció el movi­mien­to “San­tia­gue­ños en Defen­sa de la Tierra”.

Ante la inac­ción de jue­ces y fis­ca­les y en algu­nos casos la com­pli­ci­dad de orga­ni­za­cio­nes como el Moca­se, que se supo­ne debe­rían pro­te­ger­los, tra­ba­ja­do­res de la tie­rra vie­nen sufrien­do sis­te­má­ti­ca­men­te la des­truc­ción de cer­cos y corra­les, que­ma de vivien­das y pér­di­das de cose­chas y ani­ma­les. Tam­bién fue­ron víc­ti­mas de gol­pi­zas, ata­ques con mache­tes, palos, láti­gos y armas de fuego.

Así lo denun­ció el movi­mien­to San­tia­gue­ños en Defen­sa de la Tie­rra, una orga­ni­za­ción crea­da para con­tra­rres­tar el vio­len­to accio­nar de un sec­tor del Mocase.

En la tar­de de ayer la que sufrió un feroz ata­que fue Esther Mal­do­na­do, de Que­bra­chi­to, Depar­ta­men­to Agui­rre, que cuan­do salió a lim­piar el terreno de su casa se vio sor­pren­di­da por un gru­po del Moca­se Vía Cam­pe­si­na arma­dos con esco­pe­tas, cara­bi­nas, revól­ve­res y todo tipo de armas blan­cas.

En ese momen­to y sin mediar pala­bra comen­za­ron los dis­pa­ros, por lo que Esther y quie­nes esta­ban ayu­dán­do­la comen­za­ron a correr has­ta que ella sin­tió un impac­to de bala en el pie, y fue alcan­za­da por los ata­can­tes que le die­ron un pala­zo en la cabe­za y ya en el sue­lo siguie­ron gol­peán­do­la has­ta dejar­la incons­cien­te. Vein­te minu­tos des­pués Esther reco­bró el cono­ci­mien­to y pudo atra­ve­sar el mon­te en bus­ca de ayuda.

Ante este nue­vo hecho de vio­len­cia, el movi­mien­to “San­tia­gue­ños en Defen­sa de la Tie­rra” lan­zó un comu­ni­ca­do en sus redes sociales:

La admi­nis­tra­ción de la jus­ti­cia, es uno de los ele­men­tos con que cuen­ta el esta­do para res­guar­dar la segu­ri­dad de sus habi­tan­tes y sus bie­nes, e impe­dir los abu­sos de poder que afec­ten al bien común.

En cuan­to a sus fun­cio­na­rios públi­cos, les cabe la res­pon­sa­bi­li­dad de actuar de mane­ra ejem­plar, obser­van­do y hacien­do obser­var el cum­pli­mien­to de la ley. Pero en una demo­cra­cia de bají­si­ma inten­si­dad y esca­sa repre­sen­ta­ti­vi­dad como la nues­tra, don­de ade­más el gobierno se apo­de­ra del esta­do, lo que se pro­mue­ve es el opues­to al bien­es­tar gene­ral esta­ble­ci­do en el Preám­bu­lo de nues­tra Cons­ti­tu­ción Nacional.

Con carac­te­rís­ti­cas demo­grá­fi­cas que nada tie­nen que ver con el Gran Bue­nos Aires, Gran Cór­do­ba o Gran Rosa­rio, San­tia­go del Este­ro vie­ne “recon­fi­gu­ran­do” las moda­li­da­des del deli­to esta­ble­ci­do en el Códi­go Penal (art. 181). Aquí, las usur­pa­cio­nes no están direc­ta­men­te rela­cio­na­das al défi­cit habi­ta­cio­nal, sino más bien, con el avan­ce ines­cru­pu­lo­so de acto­res rela­cio­na­dos al poder local.

Esta es la situa­ción que veni­mos atra­ve­san­do cien­tos de fami­lias cam­pe­si­nas y pro­duc­to­ras de los Depar­ta­men­tos Agui­rre, Sala­vi­na, Mitre, Que­bra­chos, Ojo de Agua y Robles.

En nues­tra pro­vin­cia, es el esta­do quien ha veni­do tejien­do un mar­co de “legi­ti­mi­da­des” para el avan­ce de las usur­pa­cio­nes por des­po­jo que vie­ne come­tien­do la prin­ci­pal orga­ni­za­ción de su apa­ra­to elec­to­ral: el Moca­se Vía Campesina.

A su vez, las par­ti­cu­la­ri­da­des de la rela­ción entre el poder polí­ti­co y el poder judi­cial en San­tia­go del Este­ro, han ins­ta­la­do una espe­cie de “natu­ra­li­za­ción” del deli­to en el incons­cien­te colec­ti­vo, impac­tan­do nega­ti­va­men­te en las víc­ti­mas que, suma­do a las ame­na­zas cons­tan­tes, aban­do­nan su lucha por la tierra.

A esta tra­ge­dia, que aten­ta direc­ta­men­te sobre el modo de vida rural de hom­bres y muje­res autó­no­mos e inde­pen­dien­tes de gobier­nos y admi­nis­tra­do­res de pobre­za, se le suma el absur­do de las usur­pa­cio­nes come­ti­das por el mis­mo estado.

En el Para­je Jan­ta, ubi­ca­do a nue­ve kiló­me­tros de la Ruta 34, altu­ra km 706, la pro­pie­dad de la fami­lia Figue­roa ha sido usur­pa­da por la repre­sen­tan­te local del esta­do pro­vin­cial, Comi­sio­na­do de Villa Hipó­li­ta Bea­triz Nico­lo­si. Allí, una vez más e infrin­gien­do todos los pro­ce­di­mien­tos del Pro­gra­ma de vivien­das socia­les, el muni­ci­pio “se hizo presente”.

Diez son las hec­tá­reas que repre­sen­tan la vida y la his­to­ria de tres gene­ra­cio­nes de sacri­fi­cio por alcan­zar la tie­rra pro­pia. Tres gene­ra­cio­nes que parie­ron sus hijos en obra­jes. De Mateo Figue­roa fue Ale­jan­dro, de allí Don Juan Gil y lue­go Juan Ante­ro. Los Figue­roa fue­ron hache­ros, zafre­ros y cam­pe­si­nos duros; hom­bres y muje­res que abrie­ron para­jes mache­te en mano y supie­ron cons­truir comu­ni­dad. Ellos nacie­ron en tie­rra de los patro­nes y Jan­ta fue su pri­me­ra tie­rra; su pri­me­ra dig­ni­dad. Y en Jan­ta des­can­san sus ceni­zas, y las de sus antes. En el “Patio de la Vita”. Ese era el nom­bre del boli­che de paso obli­ga­do de sulkys y jar­di­ne­ras. Cam­peo­na­tos de tru­co, taba y fút­bol has­ta el ano­che­cer. Y los bai­les de los sába­dos en la “Pis­ta 7 árbo­les”. Su pozo de agua dul­ce de 16 mts. ha con­tri­bui­do a apa­gar varios incen­dios, inclu­so el del últi­mo diciem­bre, pro­duc­to de la inope­ran­cia esta­tal y que cos­tó la vida de árbo­les añe­jos, mon­te y bio­di­ver­si­dad; inclu­so, ponien­do en ries­go la vida de los Janteños.

Tal como vie­ne suce­dien­do, los usur­pa­do­res (“pun­te­ros”) tie­nen ya su pro­pia tie­rra, pero sue­len ser “ten­ta­dos” para ejer­cer una apro­pia­ción ile­gal y vio­len­ta en pos de la acu­mu­la­ción de propiedades.

Cien­tos de casos de fami­lias con títu­los per­fec­tos e impues­tos al día, reci­ben como res­pues­ta de la jus­ti­cia un rotun­do silen­cio. A lo sumo, el con­se­jo que reci­ben las víc­ti­mas por par­te de los emplea­dos judi­cia­les es “Ud no tenía que haber sali­do, sin dejar un case­ro”. El for­tí­si­mo valor sim­bó­li­co que con­tie­ne esta fra­se, es el pro­fun­do des­pre­cio por la ley y por el dere­cho a la pro­pie­dad privada.

Y así, dur­mien­do expe­dien­tes, se apues­ta al des­gas­te de las víc­ti­mas que, suma­do a las dis­tan­cias, los tiem­pos y los cos­tos de via­jar a la ciu­dad, ter­mi­nan aban­do­nan­do la lucha por recu­pe­rar lo que por dere­cho les pertenece.

Esta es la jus­ti­cia en San­tia­go del Este­ro. Jus­ti­cia que res­pon­de a la deci­sión polí­ti­ca de qui­tar­le a la figu­ra de usur­pa­ción, su con­di­ción de deli­to. El esta­do actúa siem­pre, ya sea por acción o por omi­sión. Aquí no solo vio­lan­do dere­chos con­sa­gra­dos, sino des­tru­yen­do el bien­es­tar gene­ral y con ello, la paz social.

Itu­rria /​Fuen­te

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