Por Alberto Pinzón Sánchez | Resumen Latinoamericano, 2 de julio de 2021.
foto: William Burns, director de la CIA
Después de dos meses del estallido social que empieza a entrar en reposo, es evidente que su magnitud y masividad han sido la mejor encuesta que pueda tener cualquier sociedad. Dicho en términos médicos; la convulsión ha cedido pero la enfermedad epiléptica sigue ahí, y lo peor, con tendencia al agravamiento. Así lo muestran los innumerables y perturbadores hechos sociales ocurridos en los últimos meses: Colombia ha entrado en un nuevo ciclo histórico, determinado por la nueva-vieja táctica de violencia política y demagogia esperanzadora, usada históricamente por las clases dominantes (actualmente caracterizado como bloque de poder contrainsurgente BPCi) con la que ha resuelto espasmos sociales y convulsiones periódicas similares, que por la disgregación y división (también histórica) de las clases subalternas, les ha permitido sortear eficientemente y con total impunidad .
Sin embargo, esta convulsión ha sacado a flote algo que las otras no lo habían logrado hacer: El agotamiento del proyecto histórico oligárquico-imperial que en el periodo histórico actual de crisis civilizatoria general y pérdida gradual de la hegemonía estadounidense ha entrado en una fase definitiva y de resolución. Quizás no inmediata, sino en un proceso un poco más largo y complejo, que un miembro ponderado de la “intelligentzia” oficial, el exrector de la Universidad Nacional y vocero del empresariado israelita en el país que se expresa regularmente en el periódico semi oficial El Tiempo, Moisés Wasserman, ha dibujado en su última columna 24 junio 2021 con esta impactante frase: “nos acercamos al límite de la viabilidad como nación”. (ver https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/columna-de-moises-wasserman-sobre-la-situacion-en-el-pais-598573)
Pero dicha estrategia violenta y demagógica no se da en el vacío. Debe ser aquí y ahora, es decir específica y adecuada a la realidad y al momento actual, y para ello ha echado mano de tres gruesas tácticas:
1– Convencer a la sociedad colombiana movilizada que la legitimidad y legalidad del poder perdidas en el estallido social se volverán a recuperar mediante el remedo de unas “elecciones seguras y creíbles” en el próximo año en las que nadie cree, aunque sea con algún personaje “de oposición”. (¡Ay! de los ejemplos electorales aún recientes del Ecuador, Perú y Bolivia, con sus correspondientes quintacolumnas implementadas por la OEA y Agencia Central de Inteligencia para dinamitarlas por dentro). De aquí la proliferación ante la población totalmente descreída, de uniones electorales y coaliciones “esperanzadoras, decentes y humanas” entre varios personajes desacreditados totalmente por su corrupción, clientelismo, perfidia, o por su “camaleonismo”, hábilmente presentados como salvadores de Colombia por la falsimedia adicta al régimen. Y las riñas electoreras del señor Alcalde de Bogotá con los extremos-idénticos-del descrédito: con el sensible y tierno exguerrillero Lozada y con el magnánimo matarife Uribe Vélez para posicionar su “creíble centro”.
2– Convencer a la sociedad colombiana movilizada de que no hay problemas estructurales en la sociedad por resolver (de que no hay una complicada enfermedad epiléptica de fondo que produjo la convulsión) sino que como lo dice el jerarca jurisconsulto del falangismo en Colombia, el héroe de invercolsa, eminentísimo señor Fernando Londoño Hoyos (vulgarmente Londoyos), en su trinchera escrita de Las dos orillas, 28 de junio 21, “estamos nadando en coca”.
Leamos la simpleza de su pensamiento unicausal: …” Para que no se desgaste tanto el aparato investigativo del Estado, que nunca dirá lo que pasó, le economizamos el trabajo y las recompensas. Al Presidente lo quiso matar el narcotráfico. ¿Estamos?
También fue el narcotráfico el que puso la bomba en la Escuela de cadetes General Santander y las tres que estallaron en la Brigada de Cúcuta; el que ha humillado al Ejército cuantas veces ha querido, obligándolo a salir, como perro regañado, de los centros de producción de cocaína del Cauca y del Caquetá; el que mantuvo cerrada la Carretera Panamericana durante meses; el que hace poco atacó una base militar de la que salieron en fuga vergonzosa los que cuidaban las instalaciones petroleras adyacentes; el que quema camiones, cuando le da la gana, en la carretera que lleva de Medellín al mar; el que paralizó, semanas enteras, el Puerto de Buenaventura y las exportaciones colombianas y las importaciones esenciales para el país; el que montó las barricadas que dejaron sin comida millares de personas en Cali, Popayán y Pasto; el que ha duplicado este año las cifras dramáticas de desplazamientos campesinos; el que ha vuelto pedazos a Bogotá y ha reducido al fuego los medios de transporte masivo de la capital y de Cali; el que ha montado retenes en todas las carreteras, sin que pueda hacerse nada para eludirlos sin el pago repugnante de la cuota fijada para esa extorsión; el que desde las llamadas ollas del micro tráfico produce los más altos niveles de inseguridad ciudadana que nunca se conocieron.
No es fácil entender, conociéndose como se conoce el enemigo, por qué no se lo ataca. Por qué se mantienen maniatada la Policía y maniatado el Ejército para que cumplan de verdad y a fondo su tarea. Por qué no despegan los aviones con el glifosato para erradicar sus cultivos. Por qué no se extraditan esos bandidos. Por qué se insiste en la parodia de mantener en el Congreso a los criminales a los que Santos entregó el país. En suma, por qué no se hace nada contra el enemigo que por muy poco no asesinó al Presidente y a sus Ministros.
La noticia del atentado llegó de la mano de otra, que el Gobierno ha querido en vano opacar. Los cultivos ilícitos están disparados. El área sembrada de coca voló a la cifra astronómica de doscientas cuarenta mil hectáreas, de las que producen tres veces más cocaína que hace quince o veinte años. Hablando literalmente, sin aspavientos retóricos, estamos nadando en coca. Poner en entredicho esa cifra escandalosa porque contrasta con la de las Naciones Unidas en la llamada SIMCI, es una simple tontería. El dato de la Secretaría de Estado es producto de mediciones tomadas con satélites y no tiene contradicción posible. Este paro, de más de año y medio, no ha servido más que para multiplicar las siembras de coca y la producción de la mil veces maldita cocaína” …. https://www.las2orillas.co/matar-al-presidente/
3– Y precisamente, relacionado con los hechos complejos que relata el señor Londoyos que él atribuye a una causa única, es por lo que se pone en marcha una vez más o se reactivan, las maniobras militares conjuntas colombo gringas, en el “avispero” (como lo llaman varios analistas) en que se ha convertido la frontera colombo-venezolana, donde se ha condensado la contradicción regional geopolítica.
Y es por esto que se pasa desapercibida por la falsimedia adicta al régimen colombiano la extraña visita del jefe militar del Comando Sur del US Army, Almirante Craig Faller, día 21 de Junio/21 a Puerto Carreño, lugar estratégico donde confluye el río Arauca en el Orinoco y que marca la “disputada” frontera entre Colombia y Venezuela; ocurrida cinco días después del autoatentado-bomba en una base militar colombiana en Cúcuta donde se reveló que había dentro otra mini base del US Army operando para toda la frontera. (https://www.pacocol.org/index.php/noticias/internacional/15342-fanb-denuncia-presencia-de-jefe-del-comando-sur-de-eeuu-en-puerto-carreno
También es por esto, que hoy se evita profundizar en el objetivo de la visita a Colombia (este 1 de julio/21) del “más alto funcionario de la inteligencia de Estados Unidos” (CIA), William Burns, para participar en una misión “delicada” en materia de seguridad y contrainsurgencia. (Ver https://twitter.com/i/status/1409708032146120709, según lo somera información dada por el (todavía) renunciado embajador de Colombia en Washington, Francisco Santos, quien evitó dar mayores detalles. (Ver https://ecuadortoday.media/2021/06/30/director-de-la-cia-llega-a-colombia-para-dirigir-mision-delicada-de-seguridad/
Finalmente el viejo topo de la historia ha sacado su pequeño hocico en Colombia, mostrándonos que la lucha de clases sigue existiendo a pesar de todas las neblinas y ocultamientos mediáticos se hagan para desvirtuarla. Que la necesidad histórica tarde o temprano encuentra su camino. Esta vez mediante la férrea voluntad humana aflorada en gran movilización social y popular que hemos presenciado durante estos dos meses en Colombia; la que se puso en marcha y se hizo posible ¡ojo! una vez más esta misma necesidad histórica puso en la dirección del secretariado de las antiguas Farc EP a quienes habrían de liquidarla, liberando a las masas populares y al potencial popular acumulado por tantos años de lucha, del resabio de su traición y abandono a los supremos ideales de la transformación social verdadera, a cambio de inmensas sumas de dinero, menores de edad en tanga y unas cuantas curules de parlamentarios en el establo de Augías.
fuente: Rebelión