Por Deisy Francis Mexidor, Resumen Latinoamericano, 19 de julio de 2021.
Funcionarios de la administración del presidente estadounidense, Joe Biden, que abogan hoy por la aplicación de la Carta Democrática de la OEA en Cuba, deberían frenar su injerencia y de paso recibir clases de historia.
En medio del barraje de noticias falsas, imágenes manipuladas y las más diversas formas de terrorismo mediático que, en redes sociales y la gran prensa, intentan ofrecer la imagen de un país caotizado, surgen opiniones como la del representante interino ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Bradley A. Freden
Al referirse a los recientes disturbios en Cuba, Freden se atrevió a opinar sobre los asuntos internos de una nación soberana, cometiendo errores.
Pidió tomar nota sobre ‘la situación en Cuba’ y las ‘decenas de miles’ de ciudadanos que salieron a las calles el pasado 11 de julio.
Aunque nada comentó que tales ‘protestas’ fueron más que todo desórdenes públicos alentados desde su país a través de las redes sociales, cuyos ejecutores en la mayoría de los casos lanzaron piedras a instituciones sanitarias o vandalizaron centros comerciales.
Sin embargo, Freden consideró que hubo violación a los derechos humanos y las libertades y solicitó al resto de los estados miembros de la OEA que condenen a Cuba ‘y promuevan los principios básicos de la Carta Democrática Interamericana para el pueblo cubano’.
¿Con qué potestad lo harían si Cuba no es un país que integre el organismo hemisférico?.
Desde su creación en 1948, la OEA ha sido –a juicio de analistas políticos- un instrumento al servicio de Estados Unidos y su actuación respecto a Cuba se adhirió al guion de Washington desde el 1 de enero de 1959.
En el discurso pronunciado en el acto de clausura del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, el 6 de agosto de 1960, el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, tildó a la OEA de ser un ‘instrumento para impedir revoluciones en América’.
Argumentado está su papel en aquellos años en el apoyo a la (derrotada en menos de 72 horas) invasión mercenaria organizada y financiada por Estados Unidos a Playa Girón en 1961 y la intensa labor político-diplomática para aislar al país caribeño que concluyó con la expulsión de Cuba de la OEA en enero de 1962.
El 26 de julio de 1964, en el XI Aniversario del Ataque al Cuartel Moncada, Fidel Castro dejó claro que la Organización de Estados Americanos carecía ‘por completo de moral y de derecho para juzgar y sancionar a Cuba’, un principio que prevalece.
En una de sus reflexiones (‘Otra vez la podrida OEA’, publicada en mayo de 2009), criticó las intromisiones del organismo en materia de derechos humanos.
‘¿Es que en esa podrida institución existe una CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos)? Sí, existe’, subrayó.
‘¿Y cuál es su misión? Juzgar la situación de los derechos humanos en los países miembros de la OEA. ¿Estados Unidos es miembro de esa institución? Sí, uno de sus más honorables miembros. ¿Ha condenado alguna vez al Gobierno de Estados Unidos? No, jamás’, alertó.
Lo ejemplos abundan sobre cómo la OEA permanece ciega, sorda y muda cuando el tema es Estados Unidos, baste mencionar el asesinato frecuente de afroamericanos por la policía.
Uno de los casos más connotados ocurrió en mayo de 2020 en Minneapolis, cuando un policía blanco apretó una de rodillas por casi nueve minutos sobre el cuello de George Floyd, pese al quejido de: ‘No puedo respirar’.
El lamento se convirtió en lema de las mayores protestas acontecidas en décadas en Estados Unidos contra el racismo y la brutalidad policial.
Pero ahora se trata de Cuba, y aunque el gobierno de Biden expresó que ese tema no es prioridad de su agenda exterior, los disturbios sirvieron para traer al tablero el discurso sobre derechos humanos y democracia, comentó una fuente diplomática a Prensa Latina.
Recordó que el 12 de julio, apenas un día después de lo acontecido en territorio cubano, Biden se pronunció por primera vez personalmente hablando de supuestos derechos y libertades y demostró una (¿deliberada?) desinformación histórica cuando obvió el bloqueo que por más de seis décadas intenta estrangular a la economía cubana.
Ese cerco unilateral ‑arreciado durante la pandemia- es señalado como causa principal de las carencias que golpean al pueblo de Cuba, pero Biden repartió culpas en dirección al ‘régimen autoritario’, al ‘estado fallido’ de La Habana.
También tuvo el ‘desliz’ de, al ofrecerse a enviar vacunas contra la Covid-19, desconocer que los científicos de la isla desarrollaron cinco candidatos vacunales, uno de ellos, Abdala, ya es un inmunizante eficaz, cuyo uso de emergencia fue aprobado aquí.
El mandatario ignoró que, con ese paso, el país caribeño es el primero de América Latina y el Caribe en contar con antídotos propios contra la Covid-19 y que posee la más alta tasa del mundo de personas vacunadas diariamente por cada 100 habitantes.
Pese al bloqueo, Cuba cuenta además con una rica trayectoria en la producción de vacunas contra enfermedades como la meningitis tipo B, única de su tipo en su momento; la Haemophilus influenzae tipo B, primera por síntesis química en el mundo; la hepatitis B o el cáncer de pulmón.
Y eso sería interesante que Biden lo recuerde.
Fuente: Prensa Latina
Fuente: Prensa