Resumen Latinoamericano, 28 de julio de 2021.
Pedro Castillo y fragmento de un discurso surgido desde las entrañas de un país que ha despertado:
Comienzo saludando a mis hermanos descendientes de los pueblos originarios del Perú prehispánico, a mis hermanos quechuas, aimaras y amazónicos, a los afroperuanos y a las distintas comunidades descendientes de migrantes, así como a todas las minorías desposeídas del campo y la ciudad. Juntos, decimos hoy, ¡KASHKANIRACMI! ¡SEGUIMOS EXISTIENDO!
Me dirijo a ustedes este simbólico día en el que se cumplen 200 años de la declaratoria de la independencia del Perú, dos siglos de vida republicana. Es un inmenso orgullo para mí estar aquí hoy.
Pero a pesar de que conmemoramos una fecha tan simbólica, nuestra historia en este territorio viene de mucho más atrás. Somos cuna desde hace cinco mil años de civilizaciones y culturas trascendentales. En nuestras tierras florecieron importantes y extensos estados como el Wari y, luego, el Tawantinsuyo. Durante cuatro milenios y medio, nuestros antepasados encontraron maneras de resolver sus problemas y de convivir en armonía con la rica naturaleza que la providencia les ofrecía.
Fue así hasta que llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples felipillos y aprovechando un momento de caos y desunión, lograron conquistar al estado que hasta ese momento dominaba gran parte de los Andes centrales.
La derrota del incanato, dio inicio a la era colonial. Fue entonces, y con la fundación del virreinato, que se establecieron las castas y diferencias que hasta hoy persisten.
Los tres siglos en los que este territorio perteneció a la corona española le permitieron explotar los minerales que sostuvieron el desarrollo de Europa, en gran parte con la mano de obra de los abuelos de muchos de nosotros.
La represión a la justa revuelta de Tupac Amaru y Micaela Bastidas terminó de consolidar el régimen racial impuesto por el virreinato: acabó con las élites andinas y subordinó aún más a la mayoría de los habitantes indígenas de este rico país.
Cuarenta años después, la independencia del Virreinato del Perú de España en 1821 no trajo consigo una mejora real para la mayoría de los peruanos; los denominados aborígenes continuaron siendo explotados como ciudadanos de segunda categoría para el erario de la flamante República del Perú. Con el tiempo a la antigua comunidad afroperuana traída a la fuerza, se agregó la proveniente de China y luego del Japón, sangre que enriqueció nuestras venas, pero lleva también consigo el dolor. Estas no son historias de un pasado remoto: hasta muy avanzado el siglo XX, quienes eran señalados como “indios” seguían aportando al estado una contribución en trabajo conocida como conscripción vial, mientras en la Amazonía muchos pueblos se aislaron voluntariamente ante el avance feroz de los caucheros que impusieron regímenes de esclavitud y violencia, los que fueron ampliamente registrados en el famoso informe inglés llamado el Libro Azul.
Hasta los pasados años sesenta, muchas haciendas se vendían con campesinos adentro. Incontables peruanos seguíamos viviendo en servidumbre.
Recién con la constitución de 1979, todos los adultos pudimos ejercer el derecho a voto.
La organización popular logró avances en el acceso a derechos, proceso que se vio truncado por el golpe de estado de 1992, que sentó las bases para un recorte de derechos, un debilitamiento del Estado y para las reglas que rigen hasta hoy.
Desde entonces, nuestro país ha creído en diversos gobiernos que accedieron al poder gracias al voto popular, que sin embargo defraudaron.
Esta vez un gobierno del pueblo ha llegado para gobernar con el pueblo y para el pueblo, para construir de abajo hacia arriba. Es la primera vez que nuestro país será gobernado por un campesino, una persona que pertenece como muchos de los peruanos a los sectores oprimidos por tantos siglos. También es la primera vez que un partido político formado en el interior del país, gana las elecciones democráticamente y que un maestro, más precisamente un maestro rural, es elegido para ser presidente Constitucional de la República. Es difícil expresar el altísimo honor que esto significa para mí.
Quiero que sepan que el orgullo y el dolor del Perú profundo corren por mis venas. Que yo también soy hijo de este país fundado sobre el sudor de mis antepasados, erguido sobre la falta de oportunidades de mis padres y que a pesar de eso yo también los vi resistir. Que mi vida se hizo en el frío de las madrugadas en el campo y que fueron también estas manos de campo las que cargaron y mecieron a mis hijos cuando eran pequeños. Que la historia de ese Perú tanto tiempo silenciado es también mi historia. Que yo fui ese niño de Chota que estudió en la escuela rural N10475 del caserío de Chugur. Que hoy estoy aquí para que esta historia no sea más la excepción.
Quiero que sepan que tienen mi palabra:
No los defraudaremos. Yo no lo defraudaré.
Vladimir Cerrón, presidente del Partido Perú Libre llegó al Congreso de la República para la ceremonia de juramentación del presidente de la república, Pedro Castillo.