AFGANISTÁN, AFGANISTÁN…

Por Augus­to Zamo­ra R, Resu­men de Medio Orien­te, 17 de agos­to de 2021-.

Bue­nos días, pali­nu­ros y atlán­ti­das. Les supon­go siguien­do, entre intere­sa­dos y sor­pren­di­dos, el triun­fo ava­sa­lla­dor del movi­mien­to tali­bán en Afga­nis­tán y el dolor de llan­to y cru­jir de dien­tes entre las poten­cias occi­den­ta­les que inva­die­ron el país en 2001, so pre­tex­to de que los tali­ba­nes (estu­dian­tes, en len­gua pas­tún, etnia mayo­ri­ta­ria en el país cen­troa­siá­ti­co) daban cobi­jo a los terro­ris­tas que habían des­trui­do las Torres Geme­las. Un pre­tex­to, sim­ple­men­te, pues, como recor­da­rán, los terro­ris­tas eran todos sau­di­tas, más un egip­cio, y no hubo, ni nun­ca había habi­do afgano alguno, ni el gobierno tali­bán había teni­do nada que ver con los aten­ta­dos. Según pare­ce, la inva­sión de Afga­nis­tán ya esta­ba pla­ni­fi­ca­da, no por nin­gún moti­vo terro­ris­ta, sino por la rele­van­cia geo­po­lí­ti­ca del país, para acen­tuar el cer­co sobre Rusia y ser­vir de pun­ta de lan­za con­tra Chi­na, asen­tan­do el poder mili­tar de EEUU en Asia Cen­tral, algo que ni siquie­ra el Impe­rio Bri­tá­ni­co, en su máxi­mo esplen­dor, había podi­do lograr (para más infor­ma­ción lamen­to tener que remi­tir­los a mi libro sobre polí­ti­ca y geopolítica).

La inva­sión, que se creía fácil (vicio anti­guo el de los gran­des pode­res, de creer fácil lo que ven débil y atra­sa­do), se con­vir­tió en la gue­rra más lar­ga de EEUU y una de las más lar­gas de los últi­mos cua­tro siglos. Resul­tó noto­rio, a los pocos años, que aque­lla gue­rra no la gana­ría la OTAN. Por­que, sabios pali­nu­ros, saga­ces atlán­ti­das, aun­que dis­fra­za­da de “coa­li­ción inter­na­cio­nal”, la inva­sión de Afga­nis­tán fue per­pe­tra­da por la OTAN, con EEUU apor­tan­do el 60% de sol­da­dos y el res­to los euro­peos. Los paí­ses-flo­re­ro que par­ti­ci­pa­ron nomi­nal­men­te era para dar­le bar­niz mun­dial a la inva­sión atlan­tis­ta. No la iban a ganar por la sen­ci­lla razón de que una mayo­ría abru­ma­do­ra de afga­nos repu­dia­ba la ocu­pa­ción mili­tar, y la combatía.

Le salió, a la OTAN y más a EEUU, el tiro por la cula­ta y el cule­te. En 2014 reti­ra­ron casi ‑casi- todas sus tro­pas, pero la gue­rra siguió, siguió siguien­do ‑per­dó­nen­me la redun­dan­cia y la lac­tan­cia (no tie­nen nada que ver la una con la otra, pero riman)- los pasos de Viet­nam, ¿recuer­dan? Allí EEUU dijo que se reti­ra­ba del com­ba­te y que pasa­ba esa res­pon­sa­bi­li­dad al ejér­ci­to sur­viet­na­mi­ta, en lo que cali­fi­ca­ron de “viet­na­mi­za­ción” de la gue­rra. Lo que siguió a con­ti­nua­ción ya saben cómo ter­mi­nó y es par­te glo­rio­sa de la his­to­ria del siglo XX. A par­tir de 2014 deci­die­ron “afga­ni­zar” la gue­rra, con tan­to éxi­to que, ya ven, han ter­mi­na­do como en Viet­nam, salien­do en estam­pi­da en heli­cóp­te­ros y avio­nes. Para los afga­nos anti­ta­li­ba­nes, el dra­ma. Como país medi­te­rrá­neo, no había lan­chas ni bar­cas para echar­se a nin­gún mar, bus­can­do los buques de la Mari­na esta­dou­ni­den­se. Ya saben uste­des, pan­dec­tas, que mal paga el dia­blo a quien bien le sirve.

¿Qué pasa­rá? Me pon­go en plan augur y digo que no gran cosa. Estos tali­ba­nes no son los de 2001 y, es de espe­rar, habrán apren­di­do que, si no desean otros vein­te años de gue­rra civil, nece­si­tan veci­nos neu­tra­les e, ideal­men­te, amis­to­sos. Rusia, Chi­na e Irán lle­van meses nego­cian­do con ellos. Una misión tali­ba­na fue reci­bi­da con hono­res hace meses en Mos­cú. Chi­na, con más dis­cre­ción, ha hecho lo mis­mo y otro tan­to los ira­níes. Así que, es un supo­ner, no sería sor­pre­sa que, de la recién con­vo­ca­da reu­nión del Con­se­jo de Segu­ri­dad, sal­go el futu­ro sta­tus quo de Afga­nis­tán, sobre la base de erra­di­car la pre­sen­cia de EEUU de Asia Cen­tral, de una vez y para siem­pre. No olvi­den, atlán­ti­das y pali­nu­ros, que los tres gran­des pro­ta­go­nis­tas de la tran­si­ción afga­na, serán Rusia, Chi­na e Irán, tres paí­ses alia­dos, con innu­me­ra­bles lazos e intere­ses polí­ti­cos, geo­es­tra­té­gi­cos, comer­cia­les y ener­gé­ti­cos. Tam­bién Paquis­tán, pero, como alia­do total de Chi­na, actua­rá ami­cal­men­te en el nue­vo escenario.

Ter­mino en plan eru­di­to y Heró­do­to. Escri­bió Clau­se­witz, en su cele­bé­rri­ma obra De la gue­rra, que hay “tres cosas que, como tres obje­tos gene­ra­les, inclu­yen todo lo demás: son las fuer­zas mili­ta­res, el terri­to­rio y la volun­tad del enemi­go. Las fuer­zas mili­ta­res tie­nen que ser des­trui­das, es decir, deben ser situa­das en un esta­do tal que no pue­dan con­ti­nuar la lucha. Apro­ve­cha­mos la oca­sión para acla­rar que la expre­sión «des­truc­ción de las fuer­zas mili­ta­res del enemi­go» debe ser siem­pre inter­pre­ta­da úni­ca­men­te en este sen­ti­do. El terri­to­rio debe ser con­quis­ta­do, por­que de un país pue­den extraer­se siem­pre nue­vas fuer­zas mili­ta­res. Pero, a pesar de que se hayan pro­du­ci­do estas dos cosas, la gue­rra, es decir, la ten­sión hos­til y el efec­to de las fuer­zas hos­ti­les, no pue­de con­si­de­rar­se como fina­li­za­da has­ta que la volun­tad del enemi­go no haya sido sometida.”

En Afga­nis­tán ‑como antes en Viet­nam y en Iraq- EEUU no pudo des­truir las fuer­zas mili­ta­res del enemi­go; tam­po­co pudo ocu­par su terri­to­rio y, menos aún, ven­cer su volun­tad de combatir.

Momen­to es, tam­bién, de recor­dar a mi admi­ra­do, vitu­pe­ra­do y vili­pen­dia­do Maxi­mi­lien Robes­pie­rre. En el auge y eufo­ria de la revo­lu­ción fran­ce­sa, muchos líde­res revo­lu­cio­na­rios pro­pug­na­ban por expan­dir, manu mili­ta­ri, las ideas revo­lu­cio­na­rias. Fren­te a quie­nes sos­te­nían tal idea se alzó Robes­pie­rre, con un ale­ga­to imbo­rra­ble: “La idea más extra­va­gan­te que pue­de nacer en la cabe­za de un polí­ti­co es creer que es sufi­cien­te que un pue­blo entre a mano arma­da en un pue­blo extran­je­ro para hacer­le adop­tar sus leyes y su cons­ti­tu­ción. Nadie quie­re a los misio­ne­ros arma­dos. Y el pri­mer con­se­jo que dan la natu­ra­le­za y la pru­den­cia es recha­zar­los como enemigos”.

Ya lo saben, pali­nu­ros y atlán­ti­das, los misio­ne­ros a sus misio­nes, sin más arma que la pala­bra o ‑mejor- la muda sabiduría.

Itu­rria /​Fuen­te

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