Por Juan Guahán, Resumen Latinoamericano, 22 de agosto de 2021.
Con un destino incierto los talibanes nuevamente gobiernan Afganistán. El mensaje de las recientes elecciones provinciales. Pobreza para todos: Salario real por el piso y con programas sociales que ‑en 7 meses- consumieron 90% del presupuesto anual.
Es francamente llamativo que los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, una monja y poetisa mexicana del siglo XVII, puedan explicar con mayor sentido común los acontecimientos que se viven en Afganistán que los extensos textos de analistas de diferentes especies.
Desde las –cargadas de hipocresía- usinas ideológicas del mundo occidental alertan sobre el peligro, para la humanidad, que significa el renacer de los talibanes en esa región del Asia. Lo hacen denunciando ‑como escudo- los riesgos que corren las libertades y derechos que tienen las mujeres, olvidando cómo ellos mismos las sometieron en estos años de ocupación y bombardeos indiscriminados.
Sor Juana inmortalizó aquellos versos: “Hombres necios, que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”. Lo hizo, en su barroco estilo y señalando la doble moral del mundo que la rodeaba. Lo hacía reclamando igualdad desde esa violencia instalada por el mundo machista. Siglos después las llamadas políticas de género reconocerían algunos aspectos de esa reivindicación.
Hoy occidente, sin una Sor Juana que se lo señale, se desgarra las vestiduras y clama al mundo por el “peligro talibán”. Pero nada dice sobre dos cuestiones básicas: Primero, los derechos de cada pueblo a elegir su propio destino y segundo que el pueblo afgano había tomado otros caminos pero la voluntad imperial hizo lo indecible para cambiarlo. Ahora se queja de los efectos de su propia acción. Lo que está ocurriendo en Afganistán es otra vuelta de tuerca a una situación que está precedida por conflictos que, en los últimos 40 años, lo mantuvieron en vilo. Pero veamos…
AFGANISTÁN: CON SOCIEDAD, CULTURA Y FUTURO CLAUSURADOS
Afganistán está en el corazón de Asia, un punto vital para el tránsito y comunicaciones entre ese continente y Europa. Son sus vecinos: Pakistán, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y China. Su población, profundamente fragmentada en varias etnias, supera los 38 millones de personas que viven en un territorio semejante al sumado por nuestras provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Entre sus riquezas se cuentan minerales e hidrocarburos, pero el cultivo de las amapolas ‑destinadas a la producción del opio- es la actividad más floreciente. Ese negocio ilegal fue aprovechado por sucesivos ocupantes pero también favoreció el crecimiento y sostenimiento de organizaciones también irregulares. En estos últimos años, bajo la ocupación de los EEUU, sus cultivos de opio constituyeron el 90% de la producción mundial del mismo. Sin embargo es bueno recordar que su cultura milenaria reconoce que fue en esas tierras donde el cultivo agrícola dio las primeras muestras de su importancia para la organización y subsistencia de las sociedades.
Desde los primeros años de la década de los 70’ del siglo pasado buena parte del pueblo afgano se sintió identificada con gobiernos que promovían la independencia nacional y un mejoramiento social. La reforma agraria fue una de esas banderas. Esas políticas lo acercaron a la Unión Soviética. Los datos señalan que años más tarde, como una herencia de esa experiencia, la participación de las mujeres estaba cambiando al punto que el 40% del personal médico y el 60% de docentes universitarias eran mujeres.
EEUU, en su carácter de “Comisario del Mundo”, consideró que esa perspectiva cuestionaba sus intereses. Se apoyó en los más poderosos y conservadores dueños de la tierra y comenzó a conspirar. El islamismo más extremo y conservador fue instrumentado para acorazar esas tendencias. Gran cantidad de dólares, armas, logística e inteligencia norteamericanos tuvieron ese destino.
De ese modo Afganistán quedó aprisionado en los intereses de la Guerra Fría.
NACEN LOS TALIBANES
Los conflictos internos en Afganistan, motivaron que la URSS –en 1979 y en medio de su decadencia- invadiera ese país. Durante una década la resistencia afgana luchó y creció en medio de esta ocupación. En ese ínterin los combatientes afganos fueron sostenidos por la alianza de los países occidentales y Arabia Saudita.
Los cuadros ideológicos y político-militares de esa resistencia se formaron en las “madrazas” (escuelas) que funcionaban en Pakistán. Allí nacen los “talibanes” (estudiantes) y con el apoyo norteamericano son los principales protagonistas de la retirada de los soldados de la URSS (1989).
Esos mismos combatientes, con Osama Bin Laden como símbolo, con las diferencias religiosas y culturales como bandera se volvieron contra sus patrocinadores y luego del atentado de las Torres Gemelas (11÷9÷2001), comenzaron a padecer la persecución del imperio. La ocupación militar de los EEUU (2001) los expulsó del poder. Esa ocupación, utilizando a funcionarios afganos adictos permitió a los EEUU controlar el gobierno hasta el pasado domingo. El avance incontenible de los talibanes terminó con esa disfrazada ocupación. La prensa recogió las imágenes que hicieron recordar la fuga norteamericana de Saigón, cuando huyeron de Vietnam, en 1975.
Ahora la mayor parte del pensamiento occidental advierte del “peligro talibán”, los EEUU colocan sobre el escenario su estrategia del mayor caos posible. Su consigna parece ser, “si yo no puedo gobernar a la sociedad que nadie pueda hacerlo”, ya la practicaron en Libia e Irak. Tal vez esta siniestra idea está en la raíz de la decisión del “abuelito” Joe Biden. Se trata de una idea a la cual los argentinos deberíamos prestarle mayor atención.
Estos talibanes vienen de la misma matriz de los protagonistas de la guerra de hace décadas atrás, pero tienen que gobernar en un mundo distinto. Ahora Afganistán no estaba ocupado por la URSS, los intrusos eran otros, los EEUU. China está lejos de acompañar políticas de los EEUU contra Rusia como lo hacía en aquellos tiempos (recordemos su boicot a las Olimpíadas de Moscú en 1980), hoy China y Rusia son aliados. Los islámicos de Irán –chiitas- están dialogando y no guerreando con los sunnitas, que predominan en los talibanes.
El discurso de estos líderes afganos, respecto a diferentes minorías y las mujeres, parece reflejar esas diferencias de época y circunstancias. Rusia, China e Irán están en las mejores condiciones para contribuir al fortalecimiento de lo que está pasando en Afganistán, una sociedad a la que esperemos que las fuerzas mundiales dominantes dejan avanzar desde sus propios valores y cultura.