Afganistán. Talibán, un largo camino por el Hindú Kush

Afga­nis­tán. Tali­bán, un lar­go camino por el Hin­dú Kush

Por Gua­di Cal­vo*, Resu­men Medio Orien­te, 20 de agos­to de 2021-.

No cabe duda que el domin­go 15 de agos­to, el Tali­bán, empu­jó al pre­si­den­te Joe Biden, a uno de los últi­mos círcu­los del infierno de la his­to­ria nor­te­ame­ri­ca­na. De aquí en más el 46 pre­si­den­te del impe­rio rei­nan­te, ten­drá que car­gar con el sayo de haber aver­gon­za­do a su país, como pocas veces se ha vis­to, pro­pi­nán­do­le una derro­ta homé­ri­ca. Que, si bien no es la pri­me­ra que sufren los Esta­dos Uni­dos, ya que como se han har­ta­do de mos­trar todos los medios de comu­ni­ca­ción, se pare­ce mucho a la derro­ta sufri­da en Viet­nam en 1975, aun­que ofi­cial­men­te Washing­ton se había reti­ra­do en 1972, aun­que siguió sos­te­nien­do al gobierno títe­res de Sai­gón has­ta el final. En el caso afgano, la ver­güen­za qui­zás sea mayor, ya que está se pro­du­ce como colo­fón a la gue­rra más lar­ga de su his­to­ria, al tiem­po que sin duda es la más reso­nan­te gra­cias a estos tiem­pos de híper comunicación.

Qui­zás este fra­ca­so pro­vo­que, que, por un buen tiem­po, las aven­tu­ras inter­ven­cio­nis­tas de los man­da­tes de la Casa­blan­ca, sean pen­sa­das dos veces antes de crear accio­nes que, des­de el hun­di­mien­to del Mai­ne en la bahía de la Haba­na en 1898, has­ta la demo­li­ción de las torres en 2001, y muchas escu­sas más de dife­ren­tes esca­las, fabri­ca­das para per­mi­tir­se ingre­sar por la puer­ta gran­de a con­flic­tos que en una pri­me­ra vis­ta en nada les atenía.

Aho­ra, lo urgen­te, y muy lejos de la suer­te que pue­da correr Biden, hay que seguir con cui­da­do el des­tino de los 37 millo­nes de afga­nos, que, por lo vis­to en el aero­puer­to Hamid Kar­zai de Kabul, y en todos los pasos fron­te­ri­zos de país, sien­ten que ya están en la cola de espe­ra para que la daga fun­da­men­ta­lis­ta les abra el cue­llo; ver como sus muje­res serán embol­sa­das en una bur­ka y sus hijos con­de­na­dos a tener como toda edu­ca­ción, la reci­ta­ción de memo­ria y en ára­be de las 114 azo­ras (capí­tu­los) reco­pi­la­das por el Corán. Tal como lo apren­dió, en madras­sas pakis­ta­níes, finan­cia­das por Ara­bia Sau­di­ta, el mullah Moha­med Omar, fun­da­dor del Tali­ban y los actua­les líde­res como el mullah Hiba­tu­llah Akhund­za­da y el mullah Abdul Gha­ni Baradar.

Si bien des­de hace meses, por no decir años, cuan­do el tali­bán comen­zó fuer­te­men­te sus ope­ra­cio­nes, inme­dia­ta­men­te des­pués de que el pre­si­den­te Barack Oba­ma, anun­cia­ra en 2013 el comien­zo de la reti­ra­da nor­te­ame­ri­ca­na, lo que pro­vo­có las cons­tan­tes dila­cio­nes que al final lle­ga­rían a Biden, con la fuer­za de un suna­mi, todos intuían que los inte­gris­tas iban por todo. Eso fue lo que apre­su­ró a Trump para evi­tar la ver­güen­za, que hoy viven Biden, a ins­ta­lar la mesa de Doha (Qatar) que le per­mi­tía a los Esta­dos Uni­dos a huir de la derro­ta con cier­ta gala­nu­ra. Cosas que mani­fies­ta­men­te no vio el actual pre­si­den­te, que el 14 de abril, anun­ció como tal cosa, y que en vez de res­pe­tar lo pac­ta­do en Doha, por Trump, sobre la fina­li­za­ción de la reti­ra­da, que se pro­du­ci­ría el pri­me­ro de mayo. Por cues­tio­nes de mar­ke­ting, pre­ten­dió exten­der­la has­ta el 11 de sep­tiem­bre. Lo que habi­li­tó a los insur­gen­tes a ini­ciar las ope­ra­cio­nes, caba­lle­ro­sa­men­te y comen­zar a mover­se por todo el maci­zo del Hin­dú Kush, como lo que ver­da­de­ra­men­te es: su patria, ese mis­mo pri­me­ro de mayo, con el resul­ta­do que ya todos pre­veían. Y que solo sor­pren­dió por la velo­ci­dad que tomó en los últi­mos diez días, con­clu­yen­do con la toma de Kabul, la que fue rodea­da y con un movi­mien­to de ana­con­da, como lo expli­có uno de los estra­te­gas del Tali­bán: estran­gu­lan­do a la capi­tal des­de el nor­te, sur y oes­te, fina­li­zan­do con la toma de la ciu­dad de Jala­la­bad, a tan solo 150 kiló­me­tros de Kabul, ais­lán­do­la así por el este.

Con la caí­da de Kabul, los mullah están en con­di­cio­nes de res­ta­ble­cer el Emi­ra­to Islá­mi­co de Afga­nis­tán, tal como se deno­mi­na­ron has­ta 2001 y si bien exis­ten espe­ran­za­do­ras sos­pe­chas, que los rigo­ris­tas no lo sean tan­to y pue­dan gene­rar una pla­ta­for­ma de esta­bi­li­dad, pri­me­ro para que sus ciu­da­da­nos, no vivan a la som­bra del terror y los inver­sio­nis­tas a los que van a nece­si­tar y mucho como Chi­na, Rusia, he inclu­so Irán. Mien­tras que… occi­den­ta­les abs­te­ner­se, por lo menos un tiempo.

La gue­rra no se acabó

El domin­go, el por­ta­voz tali­bán Moham­mad Naeem anun­ció rim­bom­ban­te: “La gue­rra ha ter­mi­na­do en Afga­nis­tán”. Ese anun­ció, sin duda ha sido muy pre­ci­pi­ta­do, ya que ellos no son la úni­ca opción arma­da del país, aun­que si la más pode­ro­sa, en hom­bres, logís­ti­ca, épi­ca e insu­mos mili­ta­res, mucho más aho­ra que tras cap­tu­rar el arma­men­to de últi­ma gene­ra­ción, entre­ga­do por los Esta­dos Uni­dos al extin­to Ejér­ci­to Nacio­nal Afgano, (ENA) a quien arre­ba­to ade­más cien­tos de vehícu­los de todo tipo e inclu­so heli­cóp­te­ros y aviones.

El Tali­bán debe­rá vol­ver a las armas o a la polí­ti­ca para des­ar­mar algu­nos bol­so­nes de resis­ten­cia, for­ma­do por coman­dos del ENA y otras fuer­zas de segu­ri­dad que jun­to a gru­pos anti­ta­li­bán están ins­ta­la­dos en la remo­ta y mon­ta­ño­sa Panjshir, lide­ra­da por el ex vice­pre­si­den­te y jefe de la Direc­ción Nacio­nal de Segu­ri­dad, Amru­llah Saleh, que ha deci­di­do no ren­dir­se a los mullah. Panjshir his­tó­ri­ca­men­te ha sido rebel­de a los mullah. Para lo que hay que tener en cuen­ta una cues­tión casi gené­ti­ca, ellos cuen­tan con ese áni­mo gue­rre­ro, que no es pro­pie­dad del Tali­ban, sino con­di­ción casi natu­ral del ser afgano.

Tam­bién ope­ran en el país, des­de 2015, varias uni­da­des del Daesh Kho­ra­san, según la inte­li­gen­cia ira­ní, tras­la­da­das en su momen­to des­de Siria al nor­te de Afga­nis­tán por los Esta­dos Uni­dos. Estas kha­ti­bas del Esta­do Islá­mi­co, que des­de la últi­ma eclo­sión del Tali­bán se han man­te­ni­do a buen res­guar­do han pro­du­ci­do ope­ra­cio­nes par­ti­cu­lar­men­te bru­ta­les como el aten­ta­do del pasa­do ocho de mayo, con­tra una escue­la de niñas de Kabul en el que murie­ron 68 per­so­nas, en su enor­me mayo­ría alum­nas y dejó ade­más 165 heri­dos. En los pri­me­ros cua­tro meses de este año, la Misión de Asis­ten­cia de las Nacio­nes Uni­das en Afga­nis­tán (UNAMA) regis­tró 77 ata­ques por par­te de este bra­zo del Daesh, con­cen­tra­dos, en su mayo­ría en la capi­tal y fun­da­men­tal­men­te con­tra la comu­ni­dad chií­ta, muje­res y extran­je­ros, infra­es­truc­tu­ra civil y fuer­zas de segu­ri­dad. Años atrás inclu­so se han regis­tra­do bata­llas entre el Daesh y los Tali­ba­nes, en la pro­vin­cia de Hel­mand, epi­cen­tro de la pro­duc­ción del opio y heroí­na, recur­sos con la que la orga­ni­za­ción del mullah Hiba­tu­llah Akhund­za­da, ha finan­cia­do lar­gos tra­mos de la guerra.

Por la con­for­ma­ción de la socie­dad afga­na, su uni­dad será difí­cil de con­cre­tar, ya que el alam­bi­ca­do sis­te­ma de etnias, tri­bus y cla­nes que la con­for­ma hace mile­nios, ope­ran en muchos casos como fuer­zas disol­ven­tes. Por lo que los mullah, ten­drán que con­se­guir la crea­ción de algo pare­ci­do a una coa­li­ción lo sufi­cien­te­men­te elás­ti­ca para poder lograr una esta­bi­li­dad duradera.

Tam­po­co hay que dar como una reali­dad la uni­dad indi­so­lu­ble de las fuer­zas tali­ba­nas, ya que, como va apa­re­cien­do los más altos líde­res, esta­rían dis­pues­tos a ate­nuar la pre­sión a la socie­dad civil del nue­vo Emi­ra­to, aun­que según el exper­to pakis­ta­ní Ahmed Rashid, quien cono­ce como pocos a los talib (estu­dian­tes del Corán) “Los jóve­nes Tali­ba­nes son una gene­ra­ción mucho más radi­cal, que los vie­jos man­dos de la orga­ni­za­ción”. Refi­rién­do­se a los que inclu­so han diri­gie­ron el Emi­ra­to des­de 1996 a 2001, sien­do com­pa­ñe­ros de armas del ido­la­tra­do mullah Omar, muer­to por cau­sa natu­ra­les en un hos­pi­tal pakis­ta­ní en 2013. Estos nue­vos gue­rre­ros lle­van el estig­ma de haber pasa­do por cár­ce­les, algu­nos inclu­so con lar­gas esta­días en Guan­tá­na­mo, haber sufri­do sis­te­má­ti­ca­men­te tor­tu­ras, y haber vis­to morir a cien­tos de cama­ra­das, inclu­so fami­lia­res, bajos las bom­bas de la coa­li­ción occi­den­tal. Lo que les ha cul­ti­va­do un espí­ri­tu mucho más radi­cal y anti­oc­ci­den­tal que suis jefes, por lo qui­zás, con la inten­ción de exi­gir a sus man­dos a un con­trol más estric­to de la socie­dad, con­ta­mi­na­da por los lar­gos años de la pre­sen­cia occi­den­tal, pue­dan rebe­lar­se y come­ter algu­nos exce­sos, como ya se están regis­tran­do en dis­tin­tos pun­tos del país.

Otro pun­to de diso­cia­ción entre los jóve­nes y los vete­ra­nos, es que los pri­me­ros están de acuer­do con la incor­po­ra­ción de extran­je­ros a sus filas, y de apa­ñar a sus her­ma­nos de al-Qae­da, mien­tras los anti­guos muyahi­di­nes, ha sido remi­sos a acep­tar com­ba­tien­tes aje­nos, más allá de la alian­za con Osa­ma bin Laden.

Exis­ten en Afga­nis­tán entre 8 y 10 mil com­ba­tien­tes extran­je­ros en dife­ren­tes fac­cio­nes, con poca repre­sen­ta­ti­vi­dad en sí mis­mas, aun­que de gene­rar una alian­za con el Daesh Kho­ra­san, la situa­ción podría variar trá­gi­ca­men­te. Por otro lado, debe­rán estar aten­tos a gru­pos “her­ma­nos, que ope­ran jun­to a la fron­te­ra con Pakis­tán como el Teh­rik-e-Tali­bán Pakis­tán, siem­pre infil­tra­do por el pode­ro­so ser­vi­cio de inte­li­gen­cia pakis­ta­ní el Inter-Ser­vi­ces Inte­lli­gen­ce (ISIS) y en la fron­te­ra con Chi­na el Movi­mien­to Islá­mi­co de Tur­kes­tán Orien­tal, (MITO) de los fun­da­men­ta­lis­tas uigu­res de la pro­vin­cia suro­rien­tal de Xin­jiang que pre­ten­den inde­pen­di­zar­se de Chi­na y han lle­ga­do inclu­so a pro­vo­car ata­ques en Beijing.

Por lo que, para los nue­vos amos de Afga­nis­tán, si su inten­ción es con­gra­ciar­se con el mun­do, toda­vía tie­nen un lar­go tre­cho en por las altas mon­ta­ñas del Hin­dú Kush.

*Gua­di Cal­vo es escri­tor y perio­dis­ta argen­tino. Ana­lis­ta Inter­na­cio­nal espe­cia­li­za­do en Áfri­ca, Medio Orien­te y Asia Cen­tral. En Face­book: https://​www​.face​book​.com/​l​i​n​e​a​i​n​t​e​r​n​a​c​i​o​n​a​lGC.

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