Gabriel Laffitte e Ian Naiquén Quiñones, Resumen Latinoamericano, 20 de agosto de 2021.
Desde la llamada “apertura democrática” en 1983, el activismo diverso y disidente significó un vector de los movimientos que comenzaron a reactivarse. La Comunidad Homosexual Argentina (CHA), presidida y fundada por Carlos Jáuregui, fue uno de esos espacios que se inscribieron tras la lucha por “Derechos Humanos. Respeto y solidaridad mutua. No violencia. Legalidad”, según su primer boletín de presentación.La CHA fue una de las organizaciones que llevó adelante la primera Marcha del Orgullo en la Argentina, con antifaces y en plena pandemia de VIH, imprimiendo una orientación que marcaría el movimiento en esta etapa: construir visibilidad y conquistar derechos civiles negados.
Su propia figura fue representante de esa táctica, mostrándose públicamente al aparecer en la revista Siete Días, bajo el titular de “El riesgo de ser homosexual en la Argentina”. El hecho de “salir al sol y vivir a la luz” le costó perder su trabajo en la Universidad; pero también permitió la difusión de un reclamo y contrarrestar el estigma que pesaba sobre la homosexualidad a partir de la llamada “peste rosa”. La lucha contra el VIH/SIDA, contra la represión policial heredada de la dictadura, y por la unión civil y contra la discrimación por orientación sexual fueron parte del programa de lucha entre los ochenta y los noventa.
Concebir la disputa política con el movimiento LGBT+ como sujetas y sujetos de derechos específicos permitió abrir un panorama de actividad política diferente al de la etapa anterior: construir un espacio de derechos humanos apartidario permitía darle legitimidad a personas que desde los partidos políticos eran negados, minimizados, expulsados, o incluso violentados activamente. Sin embargo, la política de alianzas que impulsaba Carlos ‑según el libro biográfico Orgullo: Carlos Jáuregui. Una biografía política, de Mabel Bellucci- no sólo era entre gays, travestis, lesbianas a la interna de la comunidad, sino también de diálogo con los partidos, exponiendo tensiones y contradicciones entre las estructuras de poder y favoreciendo procesos de organización como la Alternativa Socialista por la Libertad Sexual, conformada por integrantes del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Sin dudas fue él quien observó la conformación de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires como una ventana de oportunidad para el activismo. La “cláusula antidiscriminatoria” que elaboraron de conjunto con abogados de Gays por los Derechos Civiles se presentó ante la Convención Estatuyente de la Ciudad de Buenos Aires y fue aprobada ese mismo año, luego del fallecimiento de Carlos. Así, se consolidó la victoria ante los edictos policiales 2 y 4 que justificaban la persecución de travestis y homosexuales.
Carlos sufrió la pérdida de dos personas cercanas en su vida: Pablo Azcona, su pareja, que falleció en 1988, y Roberto Jáuregui, su hermano, en 1994. En cuanto a la enfermedad, fue Roberto quien acompañó los procesos de organización de Carlos poniendo foco en la investigación y difusión de información sobre el virus. Fue, incluso, el primer Coordinador General de Fundación Huésped (1990). De conjunto, la militancia antidiscrimación tomaría un carácter masivo dada la proliferación del virus y el recrudecimiento de los dispositivos represivos sobre la población LGBT+.
Al día de hoy, la vida de Carlos invita a reflexionar sobre las diversas manifestaciones de la opresión y la discriminación. ¿Qué significa el movimiento diverso y disidente hoy, a casi tres décadas de su resurgimiento? La táctica de negociación y conquista de derechos civiles ha dado sus frutos en estos años, con hitos como el Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género para quienes no conocimos la lucha de los noventa. Aún así, la represión y la violencia no han cesado: los travesticidios y crímenes de odio crecen.
¿Qué otras tácticas nos damos para sobrevivir a nuestra visibilidad? Si la policía es la misma de los noventa y de la dictadura, ¿qué defensas nos armamos para llevar una vida digna? Y si la visibilidad se convierte para algunos en nicho de mercado, ¿cómo luchar contra la despolitización de nuestres referentes y no ser tan sólo un recuerdo desdibujado en una estación de subte? Si el odio aún persiste, y la violencia crece, ¿qué pedagogía aprendemos y reproducimos en nuestro accionar cotidiano para que esa inhumanidad nos siga dando batalla?
Una historia de luchas con el horizonte de la libertad, con tantos logros que hacen nuestro presente más habitable y con tantos caminos comenzados, que aún deben ser recorridos.
Fuente: Notas del periodismo popular