Argentina. Masacres de Cromañón y Luis Viale: exigen la creación de espacios de memoria

Argen­ti­na. Masa­cres de Cro­ma­ñón y Luis Via­le: exi­gen la crea­ción de espa­cios de memoria

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Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de agos­to de 2021. 

El 30 de diciem­bre de 2004, el boli­che “Repú­bli­ca de Cro­ma­ñón”, ubi­ca­do en el barrio por­te­ño de Once, se incen­dió duran­te un reci­tal de la ban­da Calle­je­ros. Esa noche falle­cie­ron 194 per­so­nas y más de mil resul­ta­ron heri­das. Un año y tres meses más tar­de, el 30 de mar­zo de 2006, hubo otro fatí­di­co incen­dio: el del taller tex­til clan­des­tino de la calle Luis Via­le, don­de falle­ció una mujer emba­ra­za­da y cua­tro meno­res de edad. Ambos hechos tie­nen dis­tin­tos pun­tos en común: fue­ron masa­cres que pudie­ron haber­se evitado.

Fami­lia­res de las víc­ti­mas y sobre­vi­vien­tes de ambos hechos espe­ran que la Legis­la­tu­ra por­te­ña tra­te dos pro­yec­tos de expro­pia­ción de los edi­fi­cios don­de suce­die­ron las masa­cres. De esta for­ma, podrían con­ver­tir­se en espa­cios de memo­ria, y deja­rían de estar en manos de los mis­mos due­ños de siempre.

Sil­via Big­na­mi, miem­bro del Movi­mien­to Cro­ma­ñón y madre de una de las víc­ti­mas, expli­có en diá­lo­go con Notas que la recu­pe­ra­ción de los edi­fi­cios es, por un lado, “repa­ra­to­rio hacia fami­lia­res y sobre­vi­vien­tes” y, por el otro, un hecho de bien “para la Ciu­dad y para el país”. “Si uno no ela­bo­ra lo his­tó­ri­co, las cosas tien­den a repe­tir­se”, añadió.

Uno de los dos pro­yec­tos, el vin­cu­la­do a la masa­cre de Cro­ma­ñón, plan­tea la expro­pia­ción del boli­che cuyo due­ño es Rafael Levy, el mis­mo que al momen­to del incen­dio, y quien fue con­de­na­do a cua­tro años y medio de cár­cel tras haber sido con­si­de­ra­do como res­pon­sa­ble de “haber pro­vo­ca­do, con accio­nes u omi­sio­nes, la muer­te de 193 per­so­nas y lesio­nes a por lo menos 1400”.

Para Sil­via, “Levy es una per­so­na peli­gro­sa para el barrio, para la ciu­dad, y para cual­quier pibe y piba”, ya que “no era sim­ple­men­te alguien que tenía el lugar, sino que tomó deci­sio­nes con­tra la vida de las personas”. 

Algu­nos ejem­plos podrían ser las puer­tas de segu­ri­dad con can­da­dos, la cons­truc­ción de can­chas en los techos que obs­ta­cu­li­za­ban la ven­ti­la­ción, o el fun­cio­na­mien­to de un taller clan­des­tino encon­tra­do duran­te una ins­pec­ción ocu­lar. “Levy repre­sen­ta el mal para este barrio. Tenía un pros­tí­bu­lo que noso­tros hemos denun­cia­do”, recor­dó Silvia.

Según Big­na­mi, Levy “real­men­te repre­sen­ta muchas cosas malas, sin hablar de que ape­nas le devol­vie­ron el inmue­ble tapió por den­tro las ven­ta­nas. No sabe­mos lo que está hacien­do, y tam­bién han pasa­do cosas en el espa­cio del san­tua­rio des­de que él se hizo car­go. Es tre­men­do, es un acto muy fuer­te de impu­ni­dad que lo ten­ga él al edificio”.

Santuario Cromañón
San­tua­rio a las víc­ti­mas de Cro­ma­ñón. Cré­di­to: Maxi­mi­liano Ver­naz­za || Infobae

Actual­men­te los fami­lia­res de las víc­ti­mas y los sobre­vi­vien­tes man­tie­nen un san­tua­rio en la calle Bar­to­lo­mé Mitre, un peque­ño rin­cón de la ciu­dad lleno de mura­les y obje­tos de las víc­ti­mas fata­les que es sis­te­má­ti­ca­men­te van­da­li­za­do. «La pro­tec­ción del san­tua­rio debe­ría ser tarea de la Comu­na 3, pero se ocu­pan cuan­do noso­tros denun­cia­mos”, dijo Sil­via, que agre­gó que “siem­pre dicen que son las per­so­nas que viven en la calle, a veces es sim­ple­men­te mugre, y otras veces direc­ta­men­te tapan los mura­les, es difí­cil pen­sar que es gen­te de la calle».

El edi­fi­cio don­de fun­cio­nó el taller tex­til clan­des­tino de Luis Via­le 1269, sigue en manos de Daniel Alber­to Fisch­berg y Jai­me Gei­ler, que fue­ron sobre­seí­dos en el mar­co de la cau­sa que con­de­nó a los capa­ta­ces del lugar, que reci­bie­ron una pena de 13 años de cár­cel por el deli­to de reduc­ción a la ser­vi­dum­bre en con­cur­so ideal con estra­go cul­po­so segui­do de muerte.

Las víc­ti­mas ‑todos migran­tes de Boli­via- vivían en el gal­pón incen­dia­do, y eran explo­ta­das labo­ral­men­te jun­to con otras 61 per­so­nas (25 de ellos eran meno­res de edad). Sus jor­na­das comen­za­ban a las seis de la maña­na y ter­mi­na­ban a las dos de la madru­ga­da, los suel­dos eran la cuar­ta par­te de un sala­rio corres­pon­dien­te a una jor­na­da de ocho horas y nun­ca se paga­ban a la fecha pro­me­ti­da. En la plan­ta baja del taller esta­ban las máqui­nas y un baño con una sola ducha sin agua calien­te. Arri­ba dor­mían adul­tos y meno­res sepa­ra­dos por telas y tabiques. 

Lour­des Hidal­go, una de las sobre­vi­vien­tes de la masa­cre y miem­bro de la Comi­sión por Memo­ria y Jus­ti­cia de los obre­ros tex­ti­les de Luis Via­le, dijo a la agen­cia de noti­cias Télam que están «deci­di­dos a pelear por la expro­pia­ción del gal­pón a los due­ños, que son los mis­mos del 2006, por­que este caso que­dó impu­ne, enton­ces no que­re­mos que vuel­va a ocu­rrir allí otra masacre».

“Bus­ca­mos que el lugar sea un espa­cio para las pró­xi­mas gene­ra­cio­nes, para nues­tros hijos, que ten­gan don­de orga­ni­zar­se y capa­ci­tar­se por­que las víc­ti­mas de Luis Via­le eran todos inmi­gran­tes boli­via­nos que no sabían nada sobre los dere­chos ni a quién recu­rrir”, completó.

Este jue­ves a las 15 horas, miem­bros de la Comi­sión por Memo­ria y Jus­ti­cia de los obre­ros tex­ti­les de Luis Via­le y del Movi­mien­to Cro­ma­ñón, jun­to a per­so­na­li­da­des dis­tin­gui­das de la lucha con­tra la vio­len­cia ins­ti­tu­cio­nal como Nora Cor­ti­ñas o Emi­lia Vasa­llo, par­ti­ci­pa­rán de una reu­nión ad hoc de la Comi­sión Espe­cial de Pre­ven­ción y Segui­mien­to de la Vio­len­cia Ins­ti­tu­cio­nal de la Legis­la­tu­ra porteña.

Ese día, las orga­ni­za­cio­nes se con­cen­tra­rán fren­te al Par­la­men­to para seguir exi­gien­do que el tra­ta­do de los pro­yec­tos de expro­pia­ción avan­cen en la Comi­sión de Dere­chos Huma­nos. “Si uno no ela­bo­ra lo his­tó­ri­co, las cosas tien­den a repe­tir­se”, con­clu­yó Bignami.

Fuen­te: Notas del perio­dis­mo popular



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