Por Maribel Acosta Damas*, Resumen Latinoamericano 21 de agosto de 2021
La Federación de Mujeres Cubanas en La Conchita de Cuba
En los años 60 era una niña pequeña (nací en 1962) pero recuerdo muy bien –como imágenes de filme)- el ajetreo de mi casa: Vivíamos en un barrio de la provincia de Pinar del Río que se llama La Conchita, cerca de Taco Taco, tan adentro que me parecía otro mundo. Mi papá fue designado a trabajar allí. En ese momento éramos solo dos hermanos. Hasta ese instante, lo más importante que había ocurrido en aquel sitio era la Alfabetización. La mayoría de las personas eran negras y la pobreza inundaba aquel lugar olvidado de Dios. Pero en esos años empezaban a cambiar las cosas. Se estaban constituyendo las organizaciones que la Revolución fue fundando y la esperanza tenía un camino cierto. Recuerdo que mi casa era la mejor de la barriada. Y mi mamá, que había sido alfabetizadora y era maestra, inmediatamente se puso en acción: Me acuerdo cuando emprendían en la sala de la casa las donaciones de sangre, y las mujeres se ponían al frente. Me acuerdo cuando llegaron las primeras máquinas de coser para entregarlas a las mujeres y constituyeron los talleres de corte y costura. Me acuerdo que cuando venían los ciclones, las mujeres organizaban la evacuación en mi casa, que era la más segura.
Me acuerdo que había sido tan avasalladora la pobreza, que los niños y niñas de allí no sabían jugar con juguetes y cuando la Revolución llevó los juguetes a las zonas más recónditas de Cuba, al principio, las madres no compraban los juguetes. Me acuerdo que mi madre hablaba mucho con las demás mujeres y continuamente iban a casa a preguntarle cosas de la vida cotidiana. Mi mamá, junto a las mujeres de La Conchita, como federadas, levantaron en un bohío, un aula multigrado, hasta que se terminara la escuela que se haría allí. Era cosa de seguir aprendiendo como parte de las nuevas metas después de la Alfabetización, y que se llamó Seguimiento… Me acuerdo de mi mamá buscando peinados para sus amigas negras, que hasta entonces no tenían más tiempo que para sobrevivir a la indigencia. Me acuerdo de mi amiga Isa, de las muñecas y los libros que compartíamos las niñas de la Conchita y yo. Me acuerdo que siempre había mucho trajín, y dale para acá y para allá con alguna tarea; y que lo que ellas llamaban simplemente La Federación, era la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que movía el mundo; desde plantar ante los maridos por primera vez, hasta mirar al horizonte, también por primera vez…
Me acuerdo que allí entendí para siempre que la diferencia entre mi pelo lacio y el pelo rizo de mis amigas negras, era más que una textura de cabello. Y que el regaño de la madre de mi amiga Isa cuando jugábamos al sol porque se ponía más prieta, era más que color de la piel. Desde entonces y para siempre odié las discriminaciones de todo tipo y aprendí el valor de la palabra humano.
Después, en La Conchita se inauguró la escuela, los niños y niñas se hicieron pioneros y asistían limpios y lindos con sus uniformes, se construyó el Central Azucarero 30 de Noviembre que dio empleo y vida al lugar; las mujeres trabajaban, muchas fueron a estudiar fuera, y sus hijos, y los hijos de sus hijos… Y de allí salieron importantes boxeadores de Cuba, cuando la Revolución potenció el Deporte. La Conchita nunca más fue la misma. Aun cuando tiempos difíciles volvieron una y otra vez, nunca más fue olvidada. Y cuando crecí, y me hice mujer y universitaria, mi madre me seguía involucrando en las tareas de la FMC, y en los concursos que la organización convocaba y, mi primera donación de sangre, cuando por fin alcancé el requisito de las 110 libras de peso corporal, la hice pensando en las mujeres de La Conchita y en sus batallas interminables. Y cuando me volví feminista a lo largo del camino, tuvo su origen en las mujeres de La Conchita. Y aun, cuando hoy la FMC tiene que dinamizar su quehacer (opino), cuando decido mi vida en cualquier esfera, estoy sacando de mi vientre que soy una mujer de La Conchita, una federada, que sueña con tener una radio comunitaria de mujeres en mi barrio de La Víbora en La Habana.
Video de María Torrellas y edición Víctor Villalba: