Cuba. Home­na­je a Celia Sán­chez: ¡Nun­ca estu­vo la ter­nu­ra revo­lu­cio­na­ria mejor personificada!

Por Mai­té Cam­pi­llo, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 6 de agos­to de 2021.

Yo no siem­bro en mi patria una cruz de cenizas

pero siem­bro la ira, por­que sé lo que siembro

Y salu­do en la calle a quien yo no conozco

por­que sé lo que siem­bro (Nava­rro Luna)

Mari­po­sa, flor autóc­to­na, Celia para más señas

Una ava­lan­cha de aves tri­na revo­lu­ción y nues­tro elen­co se inte­gra, con ellas des­ga­rré el vien­tre de las som­bras, la luz lle­gó con Celia. Péta­lo a péta­lo han ido acto­res, actri­ces y públi­co inclui­do enrai­zán­do­se en su recuer­do, flo­re­ci­da en nues­tras memo­rias, en cada hora y cada día de ensa­yo y lec­tu­ra de su vida, en cada paso abrien­do aulas y en cada libro a la luz de los ojos leí­do por tur­nos. Nues­tra míti­ca aso­ma enar­bo­lan­do futu­ro con­tra la deca­den­te bur­gue­sía capi­ta­lis­ta, fir­me en su pro­ta­go­nis­mo mili­tan­te anti­im­pe­ria­lis­ta, de gue­rri­lle­ra en hito de his­to­ria. Con las mallas negras ajus­ta­das al cuer­po entro con un gran ramo de flo­res de mari­po­sa; fren­te al públi­co Celia ya en esce­na. Tras la mis­ma este­la un des­fi­le sim­bó­li­co; silen­cio­so y pau­sa­do de diez actri­ces más y cin­co acto­res se inte­gran como par­te de una coreo­gra­fía, en sim­bo­lo­gía entra­ña­ble de apa­rien­cia mis­te­rio­sa, amplían esce­na. Lle­van una más­ca­ra levan­ta­da sobre la fren­te como vise­ras de la Selec­ción Nacio­nal de Béis­bol de Cuba; no son las Olim­pia­das, se tra­ta de no olvi­dar la esen­cia que for­jó la inde­pen­den­cia de nues­tros días. No hay acom­pa­ña­mien­to musi­cal; la mar­cha de sus cuer­pos eje­cu­ta por sí sola el con­cier­to diri­gi­do a home­na­jear a una gran mujer. No hay deco­ra­dos; es una esce­na des­nu­da bajo nues­tros pies solo una tari­ma de made­ra autóc­to­na. Fue­ra de ella la calle; bús­ca­nos en el cen­tro de la vida entre cítri­cos, pla­ta­ne­ras, cafe­ta­les y demás deli­cias de la tie­rra enfras­ca­dos en las tareas del cam­po y en la reco­gi­da de la zafra de la caña. No somos el gru­po Escam­bray ni el de La Barra­ca de Lor­ca; pero sí segui­mos sus pasos por el llano o sel­va y entre los mon­tes de la cade­na mon­ta­ño­sa de Sie­rra Maes­tra, don­de Pico Tur­quino ace­cha con 1.974 m. des­de el cora­zón de la sie­rra. No hay jue­go de luces; solo la cla­ri­dad del gran astro des­lum­bran­te ojo de luz sereno cla­va­do sobre la esce­na enfo­ca a la gue­rri­lle­ra. El des­fi­le se detie­ne; vira hacia el públi­co que se ha ido con­gre­gan­do, dete­nién­do­se ante noso­tros expec­tan­tes, sigue suman­do gen­te, no hay sillas, sus cuer­pos inquie­tos se ensan­chan for­man­do un amplio anfi­tea­tro. Fren­te a ellos los estu­dian­tes de arte dra­má­ti­co fina­li­zan así el cur­so con la obra crea­da; bajan sus más­ca­ras cubrién­do­se los ros­tros y des­apa­re­ce tras ellas el ros­tro juve­nil y toda expre­sión blan­da e incier­ta. Cada una de ellas ha sido mode­la­da por él o la que la lle­va; logra­re­mos mucho más que una neu­tra­li­za­ción del ros­tro, su acen­tua­da expre­sión reve­la un per­so­na­je con­cre­to, tra­sun­ta un deseo. Los alum­nos van mate­ria­li­zan­do una aspi­ra­ción secre­ta hacia una per­so­na­li­dad dife­ren­te; refor­za­da o ate­nua­da cada mue­ca es con­fe­sión o ras­go de carác­ter. Esas lámi­nas de car­tón o esca­yo­la les pro­por­cio­na las aris­tas que aún les fal­tan; el apo­yo de una expre­sión más fir­me, una auto­ri­dad que toda­vía no se ha mani­fes­ta­do en ellos, se verá ense­gui­da cómo se pre­ci­san los ges­tos y los tem­pe­ra­men­tos se reve­lan. Al igual que las más­ca­ras la tra­ma del argu­men­to está vin­cu­la­da como crea­ción pro­pia; es obra de los intér­pre­tes, una valio­sa mues­tra de tra­ba­jo volun­ta­rio don­de apo­ya­dos en estos ras­gos pres­ta­dos y en estas pasio­nes fic­ti­cias ‑expre­sio­nes inten­sas de lo que pre­ten­den sim­bo­li­zar- los alum­nos, ya par­te de un futu­ro pro­me­te­dor de inter­pre­ta­ción dra­má­ti­ca lle­gan rápi­da­men­te por los medios más direc­tos, a un alto gra­do de pate­tis­mo inter­pre­ta­ti­vo, des­pués de haber some­ti­do su cuer­po a los ejer­ci­cios indi­ca­dos en las dos pri­me­ras par­tes de su for­ma­ción, logra­do una iden­ti­fi­ca­ción en com­pli­ci­dad jun­tos capaz de ven­cer a la mayo­ría de las difi­cul­ta­des téc­ni­cas y, esa ter­ce­ra par­te del cur­so, ante­rior a la pues­ta final de esce­na como colo­fón, vin­cu­la­do a expre­sar cor­po­ral­men­te con el mayor rigor y entre­ga posi­ble, toda gama de per­so­na­jes emble­má­ti­cos de la revo­lu­ción cuba­na, de sen­sa­cio­nes y de sen­ti­mien­tos. En este apar­ta­do bási­co se tra­ta de aña­dir la elo­cuen­cia de la voz, ros­tro y cuer­po. A puro tea­tro va bro­tan­do sobre esce­na home­na­je y reafir­ma­ción, una inter­pre­ta­ción como una cla­se magis­tral sobre esa ‘Paz y her­man­dad entre los hom­bres’ que sigue pisan­do y ciñen­do gar­gan­tas. Y mien­tras tan­to tu, yo, el otro y más víc­ti­mas vamos suman­do bajo la bota mili­tar de sus victorias.

Heroí­nas de la liber­tad en todos los fren­tes de lucha hubo miles, el pla­ne­ta de la rapi­ña, tuvo tan­to mie­do de todos ellos y ellas que lle­va siglos de exter­mi­nio, y toda­vía. Cabal­gar sobre los siglos de his­to­ria revo­lu­cio­na­ria no es hablar por hablar, y siem­pre de lo mis­mo, es abrir ven­ta­nas a la vida; es oxi­ge­nar, crear y apor­tar avan­ces cons­cien­tes para que nues­tros sen­ti­mien­tos se enraí­cen en ella, evi­tan­do la metás­ta­sis; es fluir y desa­rro­llar, en su entron­ca­mien­to, sobre la exten­sa rama fér­til inter­na­cio­na­lis­ta que se renue­va mue­re y nace sobre la que balan­ceo con pasión, la van­guar­dia de todos los tiem­pos, apos­tan­do con­tra el mons­truo ocul­to tras sus gro­tes­cos per­so­na­jes, uti­li­za­dos como mario­ne­tas ser­vi­bles al cri­men polí­ti­co-eco­nó­mi­co a esca­la inter­na­cio­nal. Sur­gen de entre noso­tras Siem­pre­vi­vas de la Liber­tad; flo­res a la vida lea­les a una pri­ma­ve­ra sobre los cam­pos de bata­lla, hom­bres y muje­res sobre esce­na hon­dean­do ban­de­ras al vien­to. Por­que luchar con­tra el capi­ta­lis­mo, es gol­pear al fas­cis­mo o nazi­fas­cis­mo intrín­se­co, que diri­ge y crea enar­bo­lan­do mediá­ti­cos gro­tes­cos a su poder abso­lu­to fomen­tan­do la este­la hitle­ria­na sobre el mun­do, mus­so­li­nis­ta, falan­gis­ta, fran­quis­ta, batis­tia­na, pino­chis­ta, vide­lis­ta, todos y muchos más del palo de San­tos en Colom­bia, Mén­dez en Uru­guay, Tru­ji­llo en Domi­ni­ca­na, Stroess­ner en Para­guay, Velas­co Alva­ra­do y Fuji­mo­ri en Perú, Hugo Ban­zer en Boli­via, Somo­za en Nica­ra­gua, Cas­ti­llo Armas en Gua­te­ma­la, Hum­ber­to Bran­co en Bra­sil, Carias Andino en Hon­du­ras, Por­fi­rio Díaz en Méxi­co, Duva­lier en Hai­tí y más “san­tos” por la gra­cia de Dios del gran capi­tal impe­rial. Difí­cil mos­trar al mun­do el nivel de su bar­ba­rie alcan­za­da tan­to públi­ca como ocul­ta en manos de la CIA. La lucha ha sido y debe ser una cons­tan­te con­tra el terror y la mise­ria que las demo­cra­cias pre­ten­den encu­brir, de deca­pi­ta­ción his­tó­ri­ca como en el caso de Cuba; impo­nien­do como en el Esta­do espa­ñol, “o con pac­tos”, don­de el pue­blo nun­ca par­ti­ci­pó ni siquie­ra se le pre­gun­tó entre manio­bras e inten­tos de gol­pe de esta­do para sem­brar el páni­co y terror sobre la pobla­ción, obli­gan­do asu­mir por ley cons­ti­tu­ción, monar­quía y ejér­ci­to fran­quis­ta enfan­ga­do en el gran río de san­gre inter­mi­na­ble den­tro de su Espa­ña y fue­ra de ella.

Vuel­vo a Celia…

A su for­ma cul­ta de actuar e inter­ve­nir en todo el pro­ce­so que abar­có su cons­tan­cia revo­lu­cio­na­ria y sen­sa­tez pro­fun­da mili­tan­te, de como se inte­gró en la gue­rri­lla, su saber estar en van­guar­dia antes y des­pués de la toma del poder, de cómo su dis­cre­ción se hizo sen­tir y que­rer tan­to como su recep­ti­vi­dad y sen­si­bi­li­dad, por­que en ella, no tenía cabi­da alta­ne­ría algu­na ni el sen­ti­mien­to vacío y hue­co de la super­fi­cia­li­dad que da el per­so­na­lis­mo cie­go. Era lo que era, lo que le per­mi­tió sen­tir­se una más, y no solo una líder, que lo era, y no solo saber escu­char, que escu­cha­ba, sino sen­tir de mane­ra pro­fun­da y vita­lis­ta a todo su pue­blo como lo que son, seres invo­lu­cra­dos cons­tru­yen­do un pre­sen­te y futu­ro inte­gral en com­pli­ci­dad, pro­pio y de todos, dia­léc­ti­co y cien­tí­fi­co, his­tó­ri­co. Por ello vuel­vo y vol­ve­ré una y mil veces a Celia. Siem­pre me gus­tó y res­pe­té a la mujer que habi­ta­ba en ella y ese sen­ti­mien­to que nacía de aba­jo en las pro­fun­di­da­des del deseo de abo­lir la des­igual­dad de cla­se, de inte­grar las capas más des­fa­vo­re­ci­das en siglos de dolor que la revo­lu­ción había here­da­do. Con­se­guir que la mujer se inte­gra­ra no fue tarea fácil, que se orga­ni­za­ra y dese­cha­ra toda la lacra de sumi­sión, de degra­da­ción arras­tra­da, y, luchan­do se libe­ra­ra con­tra las injus­ti­cias, y, luchan­do asu­mie­ra el con­trol de su pro­pia lucha, y, como mujer revo­lu­cio­na­ria, ocu­pa­ra pues­tos de res­pon­sa­bi­li­dad para jun­tas abo­lir todo lo que aten­ta a su libe­ra­ción en alie­na­ción sexual, labo­ral, social y polí­ti­ca; siem­pre me gus­tó des­de que la des­cu­brí. Me gus­tó y con­mo­vió de la gue­rri­lle­ra su tena­ci­dad labo­rio­sa y tam­bién la opi­nión de muchas muje­res sobre ella, que he podi­do escu­char y com­par­tir de esa par­te del pue­blo bata­lla­dor y crea­ti­vo que casi nun­ca ve el turis­mo, por­que no son las mis­mas vías y cami­nos los que cru­zan ni los mis­mos pen­sa­mien­tos los que ema­nan y unen. Por ello amo y segui­ré aman­do a ese pue­blo que tra­ba­ja como tra­ba­jó ella, lo amo como a la mis­ma Celia, dis­cre­to y labo­rio­so como hor­mi­gui­tas cons­tru­yen­do sin más pre­ten­sión que ser par­te de su país y de esa evo­lu­ción e his­to­ria que cam­bió su rum­bo con­si­guien­do su dere­cho a ser, en la tie­rra, su inde­pen­den­cia; ese es el pue­blo de Celia, ese es mi pue­blo, su libe­ra­ción for­ma par­te de la mía. Todo aquél o aque­lla que va a la isla a que le escu­chen, y no escu­char nun­ca, ni que­rer sen­tir ni ver ni reco­no­cer el balan­ce his­tó­ri­co de las vidas del país que visi­ta, para no oír hablar de inde­pen­den­cia ni revo­lu­ción, ni siquie­ra de los avan­ces crea­dos como poten­cia cul­tu­ral, depor­ti­va, medi­ca y cien­tí­fi­ca en for­ma­ción y edu­ca­ción entre talle­res y fábri­cas, museos y aulas de his­to­ria abier­tas. Cerran­do oídos van diez­man­do con su son­ri­sa de mue­ca como si lás­ti­ma le die­ra la hor­mi­ga labo­rio­sa cen­tra­da en su tra­ba­jo y no en vida aje­na. Se expla­yan escu­chán­do­se a si mis­mos en rego­ci­jo al ‘esta­do de bien­es­tar euro­peo’, para mejor res­tre­gar­les lo que con­si­de­ra “sus mise­rias”, olvi­dán­do­se en el mejor de los casos (que la mise­ria) allá don­de se encuen­tren la lle­van intrínseca.

Admi­ro y amo a los seres inte­li­gen­tes que saben ser y son sen­ci­llos y sen­si­bles. A la que tomó el dolor de su pue­blo como pro­pio cin­ce­lan­do y fun­dién­do­se en él en com­pro­mi­so con la mis­ma inten­si­dad y dis­cre­ción que desa­rro­lló su mili­tan­cia, no publi­cis­ta, no mediá­ti­ca vana, ni mucho menos sen­sa­cio­na­lis­ta don­de se refu­gia el vér­ti­go del vacío. Y por­que no hay revo­lu­ción que de la noche a la maña­na cam­bie todos sus esta­men­tos medio­cres, de con­cep­to reli­gio­so alie­nan­tes y oscu­ran­tis­tas para con la mujer para con la vida. Con­cep­tos polí­ti­cos de mar­gi­na­ción cla­sis­tas racia­les y repug­nan­tes que han regi­do déca­das, siglos de los vie­jos regí­me­nes feu­da­les, terra­te­nien­tes, capi­ta­lis­mos de den­tro y de fue­ra, neo­li­be­ra­lis­mos abo­lien­do, des­tru­yen­do pue­blos y cul­tu­ras, impe­ria­lis­mos para some­ter por las armas. Amo y res­pe­to como a mi mis­ma, a la que tuvo muchos nom­bres clan­des­ti­nos que le die­ron vida y razón de ser, uno de entre ellos ya inmor­tal, Celia Sán­chez Man­du­ley. La que no cesó en la lucha has­ta segun­dos antes del últi­mo adiós, atrin­che­ra­da labo­rio­sa sin jamás alar­dear de líder. Entre las muchas res­pon­sa­bi­li­da­des que desem­pe­ñó como secre­ta­ria del Con­se­jo de Esta­do, dipu­tada al Par­la­men­to, miem­bro del Comi­té Cen­tral del Par­ti­do o de la Direc­ción Nacio­nal de la Fede­ra­ción de Muje­res Cuba­nas. Jamás chu­pó cáma­ra tele­vi­si­va ni foto­grá­fi­ca gra­tui­ta, tenía cla­ra muy cla­ra su misión. Su con­cien­cia e ideo­lo­gía la ciñó abra­za­da a su man­da­to, a su inte­gri­dad de diri­gen­te de la revo­lu­ción, y a su pue­blo, del mis­mo modo se cla­vó en su memo­ria por­que lo dio todo por él, su ideal, su com­ba­te con­tra la tira­nía. Celia segui­rá pre­sen­te cuan­do se hable de revo­lu­ción en su ima­gen atrin­che­ra­da jun­to a obre­ros y cam­pe­si­nos, con su mari­po­sa en la cabe­lle­ra y su dul­ce son­ri­sa a cues­tas. Así la des­cri­bie­ron los y las com­ba­tien­tes que la cono­cie­ron, radian­te y coque­ta como la vida no adul­te­ra­da, impreg­na­da de efi­ca­cia y esen­cia, la fiel com­pa­ñe­ra de armas de Fidel en la sie­rra como en el llano, efi­caz orga­ni­za­do­ra y flor de revo­lu­ción. Así fue su cora­zón, gran­de, don­de reinó la amis­tad inter­na­cio­nal incon­di­cio­nal, su pue­blo y su isla, al mis­mo tiem­po que su res­pe­to y amis­tad infi­ni­ta sin omi­tir los deta­lles que toda­vía la engran­de­cen a pesar del tiem­po de su ausen­cia. Pese a todo revue­lo mediá­ti­co, hoy en Cuba, de con­fu­sas voces entre odio­sas reven­to­nas… Celia Sán­chez Man­du­ley me sigue hechi­zan­do, por su auten­ti­ci­dad sin foto­co­pias, por su fir­me­za y abne­ga­ción en boca que vue­la en atar­de­ce­res de lucha y entre el rocío de la maña­na, entre flo­res y plan­tas, que tan­to gus­to cono­cer y cui­dar­las. A decir de la gene­ral de bri­ga­da Del­sa Esther Pue­bla Vil­tres ‘Teté’: “Es la mujer más gran­de que he cono­ci­do”. Esa era ella, la que jugó un papel cla­ve en la revo­lu­ción y vida del líder cubano más emble­má­ti­co, la que estu­vo en el cora­zón de la revo­lu­ción por más de dos déca­das y se con­vier­te en la más fiel colaboradora.

Des­pués de que Cas­tro tuvie­ra una lle­ga­da dura y com­ple­ja a Cuba, des­de Méxi­co, en diciem­bre de 1956 ‑per­die­ra a la mayo­ría de com­ba­tien­tes- una red clan­des­ti­na de fami­lias cam­pe­si­nas orga­ni­za­das por Celia Sán­chez, fue fun­da­men­tal, para la super­vi­ven­cia de los revo­lu­cio­na­rios rebel­des. Celia Sán­chez Man­du­ley nace y cre­ce en la ciu­dad azu­ca­re­ra de Media Luna, en Orien­te, la zona tro­pi­cal del este de Cuba. Su madre murió cuan­do ella era muy joven, asu­mien­do su padre, hom­bre cul­to, toda su edu­ca­ción y cari­ño, el doc­tor Manuel Sán­chez Sil­vei­ra. Cuen­tan que Celia Sán­chez apren­dió de él sobre polí­ti­ca, y fue su asis­ten­te, lo que le per­mi­tió ver el efec­to de la pobre­za extre­ma en sus pacien­tes. Tam­bién se hizo cono­ci­da en la región y sus con­tac­tos loca­les le serían de gran uti­li­dad más ade­lan­te. Che y Celia Sán­chez com­ba­tie­ron jun­tos al mis­mo enemi­go, se cuen­ta que cuan­do empren­dió, el que sería su últi­mo via­je, le dio a Celia su gorra his­tó­ri­ca como recuer­do. Nues­tra flor autóc­to­na, tras el triun­fo de Batis­ta, tuvo muy cla­ro de que la vio­len­cia sería inevi­ta­ble para derro­car la dic­ta­du­ra. Comen­zó a orga­ni­zar la resis­ten­cia. En julio de 1953 Fidel hizo su pri­mer inten­to de derro­car a Batis­ta y ata­có al cuar­tel Mon­ca­da en San­tia­go, Celia se une de inme­dia­to al MR 26‑J. Cuan­do Fidel regre­só del exi­lio en Méxi­co, es ella, la que orga­ni­za el trans­por­te de sumi­nis­tros a los rebel­des en Sie­rra Maes­tra, reclu­tó volun­ta­rios y fue uno de los prin­ci­pa­les pun­tos de con­tac­to. En 1957, en la Cuba de Batis­ta, Celia fue la mujer más bus­ca­da del país. Cuan­do se le hizo dema­sia­do peli­gro­so que­dar­se en la lla­nu­ra, se unió a la gue­rri­lla en Sie­rra Maes­tra. Des­de el man­do de La Pla­ta, super­vi­sa­ba el sumi­nis­tro de ali­men­tos, ropa y armas, tam­bién fue al cam­po de bata­lla. La gue­rri­lle­ra, pues, en una revo­lu­ción nun­ca se deja de ser­lo, hoy gene­ral de bri­ga­da de lar­go nom­bre, Del­sa Esther Pue­bla Vil­tres ‘Teté’, tenía 15 años cuan­do cono­ció a Celia en Sie­rra Maes­tra: “La pri­me­ra bata­lla en la que Celia par­ti­ci­pó fue Uve­ro, en mayo de 1957. Fue muy duro. En aquel momen­to los guar­dias de Batis­ta con­tro­la­ban gran par­te de la sie­rra. Bom­bar­dea­ron y mata­ron a muchos cam­pe­si­nos”. Celia tuvo un papel de lide­raz­go cla­ro: “Ella esta­ba en el con­trol de algu­nas de las áreas, en las que en oca­sio­nes murie­ron 40 o 50 per­so­nas. A veces, los guar­dias que­ma­ban todas las casas en un pue­blo, para que la gen­te no tuvie­ra dón­de vivir. Y ade­más de todas sus otras res­pon­sa­bi­li­da­des tam­bién se hacía car­go de esas fami­lias”. Celia se con­vir­tió en la pri­me­ra mujer con ran­go de direc­ción en el nacien­te movi­mien­to 26 de julio.

Tras el triun­fo de la revo­lu­ción, en 1959, Celia siguió sien­do para Fidel la cola­bo­ra­do­ra más valio­sa has­ta el final de sus días (1920−1980). Estu­vo al car­go de nume­ro­sos pro­yec­tos revo­lu­cio­na­rios casi siem­pre des­de una posi­ción anó­ni­ma, fue la ges­to­ra de obras emble­má­ti­cas que hoy se con­ti­núan visi­tan­do como el Par­que Lenin, la Casa de los Cos­mo­nau­tas, el Pala­cio de las Con­ven­cio­nes… has­ta la super­vi­sión de la ‘reedu­ca­ción’ de las fami­lias de los insur­gen­tes anti­cas­tris­tas, fomen­tó y fun­dó par­ques comu­na­les y luchó por con­se­guir que todos los cuba­nos pudie­ran tomar hela­dos (y esto aun­que parez­ca hoy algo banal en abso­lu­to lo era). Duran­te su estan­cia en Sie­rra Maes­tra con­ser­vó has­ta el últi­mo peda­zo de papel, cada orden de bata­lla que pudo sal­var, con el fin de esta­ble­cer un archi­vo his­tó­ri­co de la revo­lu­ción. Es evi­den­te su apor­te social y polí­ti­co pero de éste últi­mo no hay ape­nas infor­ma­ción. Nidia Sara­bia recuer­da cómo le ayu­dó a Celia Sán­chez a orga­ni­zar el archi­vo en 1960: “Ella vigi­la­ba todo el pape­leo ‑inclu­so cuan­do esta­ban sien­do bom­bar­dea­dos con napalm. Tenía esta idea de que inclu­so un peque­ño peda­zo de papel de un gue­rri­lle­ro, o de un cam­pe­sino semi­anal­fa­be­to, tenía una impor­tan­cia vital. Fue una de las ideas más impor­tan­tes y que­ri­das que tuvo. Y nadie más pen­sa­ba en ello. Tal vez Fidel sí, pero nin­guno otro de los líde­res pen­só que había que guar­dar esos pape­les”. Aun­que para mi sea tar­de, por la rabia que sien­to que se lle­ne de lec­tu­ras a par­tir de que uno se mue­re y no en vida, a nivel de los medios cuba­nos se ha con­ver­ti­do en un icono en Cuba, me con­gra­tu­la, mucho más me ale­gra­ría que fue­ra vis­ta por si mis­ma por su valor incon­di­cio­nal, su inte­lec­tua­li­dad, su ideo­lo­gía ínte­gra, su con­cep­to pro­pio y sus idea­les de la revo­lu­ción per­ma­nen­te, úni­ca acti­tud de prin­ci­pios de que la toma del poder siga sien­do una reali­dad con y sin Fidel. ¿De cómo lle­gó Celia a esa cla­ri­dad revo­lu­cio­na­ria evo­lu­ti­va?: “Yo nun­ca fui a votar, ni saqué cédu­la, ni nada por­que no me dio la gana. No con­té con nadie. Las ideas mías eran mucho más allá de todo, eran muy pro­fun­das, dis­cu­tía mucho tam­bién, y me creían una loca en las ideas, como que era idea­lis­ta en libe­rar­nos del impe­ria­lis­mo. Yo veía la libe­ra­ción de Cuba”. Las rela­cio­nes de la fami­lia con los miem­bros más adi­ne­ra­dos de la comu­ni­dad, será apro­ve­cha­da por Celia para obte­ner fon­dos para la lucha, pero según sus pro­pias decla­ra­cio­nes sabía que aque­llos no eran apo­yos desin­te­re­sa­dos: “Yo siem­pre sabía que con esas men­ta­li­da­des no lle­gá­ba­mos a nada. Des­de los pri­me­ros días, cuan­do ya se sabía del des­em­bar­co y todo, que como un pro­ble­ma de huma­ni­dad, de sal­var aque­lla juven­tud loca y en lo que nos había­mos meti­do noso­tros, dar­le dine­ro para que se fue­ran, que se fue­ran y que se fue­ran. Sal­var­les nada más. Sal­var­les la vida y que se fue­ran y a cos­ta de esto yo cogía dine­ro. Los ase­si­na­tos de los expe­di­cio­na­rios del Gran­ma, los con­mo­vie­ron un poco, los moti­vó a que se aca­ba­ra todo eso. Cuan­do iba a venir el avión de Cos­ta Rica, noso­tros reci­bi­mos en la Sie­rra un pape­li­to, que nos decían que nece­si­ta­ban diez mil pesos para el avión, que era lo úni­co que nece­si­ta­ban ya para lle­var las armas a la Sie­rra y yo man­dé a Agui­le­ri­ta, que fue­ra a ver a Pedri­to Álva­rez, mi cuña­do y a Arcos de par­te mía y que die­ran eso. Los dio Pedri­to. Ya la gen­te tenía con­fian­za en noso­tros, lo que sí tuvie­ron una con­fian­za equi­vo­ca­da. Ellos pri­me­ro pen­sa­ron que noso­tros podía­mos inva­dir sus indus­trias, empe­zar los pro­ble­mas per­so­na­les, las ven­gan­zas, todas esas cosas y pen­sa­ron como un res­pal­do si eso pasa­ba, esta­ban bien con Dios y con el dia­blo, vaya, daban dine­ro por aque­llo. Y yo siem­pre me valí mucho de ‘La his­to­ria me absol­ve­rá’ que se la di a todo el mun­do para que se la leye­ran, pen­san­do siem­pre que el día que triun­fá­ra­mos, me iban a sacar todo eso y yo dije: yo no enga­ñé a nadie. Y enton­ces vi a Mano­lo Arcos y me dice: Celia, me voy, pero te que­ría ver para decir­te que me enga­ñas­te. Dígo­le: no, se enga­ñó usted, yo nun­ca lo enga­ñé, yo a usted le di La his­to­ria me absol­ve­rá a leer y no se está cum­plien­do más que lo que Fidel dijo en La his­to­ria me absol­ve­rá. Yo nun­ca lo enga­ñé, usted si se va es por­que quie­re, pero este es el mis­mo pro­gra­ma que yo le di a usted”.

Celia par­ti­ci­pa por pri­me­ra vez en com­ba­te direc­to un 28 de mayo de 1957, en El Uve­ro, como inte­gran­te del pelo­tón de la coman­dan­cia con­vir­tién­do­se en la pri­me­ra mujer que ocu­pó la posi­ción com­ba­tien­te en las filas del Ejér­ci­to Rebel­de. El 4 de sep­tiem­bre de 1958 en Sie­rra Maes­tra tras una reu­nión de sie­te horas entre Fidel y su Esta­do Mayor, y pro­mo­vi­do por Celia se crea en La Pla­ta, el pelo­tón Maria­na Gra­ja­les for­ma­do solo por muje­res que tenían la deci­sión de incor­po­rar­se como com­ba­tien­tes, cono­ci­do como ‘Las Maria­nas’, del cual la gue­rri­lle­ra “Teté” fue la segun­da res­pon­sa­ble, una de las más estre­chas cola­bo­ra­do­ras de Celia: “Como muchos hom­bres no nos tenían con­fian­za, Fidel no solo fue quien nos ense­ñó a dis­pa­rar, sino que nos nom­bró su escol­ta per­so­nal. Por eso cuan­do íba­mos lle­gan­do a los luga­res la gen­te decía: ¿Lle­ga­ron las Maria­nas? ¡¡Segu­ro detrás vie­ne Fidel!!. El día en que la Revo­lu­ción triun­fa, una par­te de Las Maria­nas, nos encon­trá­ba­mos en Hol­guín con el coman­dan­te Delio Gómez Ochoa, jefe del IV Fren­te, y Fidel nos man­dó a bus­car. El día 2 lle­ga­mos a Baya­mo y nos incor­po­ra­mos a la Cara­va­na de la Liber­tad para hacer el reco­rri­do hacia La Haba­na. Nada he olvi­da­do. Recuer­do en la Cara­va­na que Celia ‑igual que en la Sie­rra- ape­nas des­can­sa­ba. Ella era así. No tenía des­can­so. Arman­do Hart Dáva­los dijo en su memo­ria: “Celia era una apa­sio­na­da de la his­to­ria. Tenía con­cien­cia de que vivía en el esce­na­rio de una gran his­to­ria, cui­da­ba con celo todos los docu­men­tos, mate­ria­les y escri­tos con el obje­ti­vo de con­ser­var­los para la pos­te­ri­dad. Orga­ni­zó un gran archi­vo his­tó­ri­co con un inmen­so arse­nal de docu­men­tos valio­sos de la Revo­lu­ción. Entre los héroes his­tó­ri­cos de la Revo­lu­ción Cuba­na que nos alien­tan en este esfuer­zo gigan­tes­co está la com­pa­ñe­ra Celia. Ella nos ense­ña las vir­tu­des que debe­mos desa­rro­llar y esti­mu­la en esta hora que vive la patria, Amé­ri­ca y el mun­do para con­ti­nuar hacia ade­lan­te ¡Esa fue Celia, com­pa­ñe­ros! Gran­de en su preo­cu­pa­ción por los aspec­tos más con­cre­tos y deci­si­vos de cada obra de la Revo­lu­ción. Gran­de, qui­zás, sobre cual­quier otra vir­tud, en su modes­tia y sen­ci­llez. Entre todas sus cua­li­da­des debe­mos efec­ti­va­men­te des­ta­car su recha­zo a cual­quier for­ma de osten­ta­ción y su ape­go a las mane­ras sim­ples y sen­ci­llas de vivir y tra­ba­jar. Esta era, segu­ra­men­te, una de sus más con­mo­ve­do­ras virtudes”.

En la base del Monu­men­to a José Mar­tí, en la Pla­za de la Revo­lu­ción (La Haba­na), aquel vier­nes 11 de enero de 1980, llo­vió sobre ella una olea­da huma­na espec­ta­cu­lar, un fogo­so dilu­vio dan­do for­ma huma­na masi­va, el pue­blo cubano ren­día su admi­ra­ción en su últi­mo adiós a quien fue­ra la prin­ci­pal crea­do­ra en 1957, de un pelo­tón revo­lu­cio­na­rio de muje­res “Las Maria­nas”, en honor a Maria­na Gra­ja­les, con­si­de­ra­da la Madre de la Patria cuba­na. Mar­ga­ri­ta Pas­te­ne, actual Pre­si­den­ta del Cole­gio de Perio­dis­tas de Chi­le, fue duran­te sus años de exi­lio la corres­pon­sal volun­ta­ria de Radio Haba­na Cuba, en Ber­lín, com­pu­so una entra­ña­ble can­ción dedi­ca­da a Celia. Por igual el fun­da­dor cubano del pro­gra­ma Pal­mas y Cañas, que por su modo y modes­tia tan per­so­nal como pecu­liar de inter­pre­tar la músi­ca cam­pe­si­na, su joco­si­dad y nivel de impro­vi­sa­ción, al par­ti­ci­par en una con­tro­ver­sia, ganó todo el reco­no­ci­mien­to, sim­pa­tía y res­pe­to al entra­ña­ble des­cen­dien­te de cana­rios: Adol­fo Alfon­so Fer­nán­dez. Uno de los mejo­res deci­mis­tas que ha teni­do Cuba. Reci­be entre otros reco­no­ci­mien­tos el Pre­mio Nacio­nal de la Músi­ca en 2004. Estas son las déci­mas dedi­ca­das a Celia, por el que hizo de la poe­sía músi­ca fun­di­da en el cri­sol del tiem­po y de la his­to­ria con sus tra­di­cio­nes, un genio del arte pode­ro­so, que con la rima de su ver­so ilu­mi­na­do se ganó el amor ‑como Celia- de todo su pue­blo: Flor autóc­to­na, mujer Hecha de miel y de ace­ro Radian­te como un luce­ro Que baña el ama­ne­cer. Tú nacis­te para ser Por la his­to­ria per­pe­tua­da Y aun­que la Sie­rra empi­na­da Retum­bó por la bra­vu­ra Nun­ca estu­vo la ter­nu­ra Mejor per­so­ni­fi­ca­da. ¡Oh palo­ma ver­de oli­vo! Para ren­dir­te home­na­je Habrá con otro len­gua­je que inven­tar un adje­ti­vo. ¡Oh cora­zón com­ba­ti­vo ¡Con más luz que el Astro Rey! ¡Oh dis­cí­pu­la de Hatuey! Esta dicha del pre­sen­te Es fru­to de tu simien­te Celia Sán­chez Manduley.

Gue­rri­lle­ra y secre­ta­ria de Pre­si­den­cia del Con­se­jo de Minis­tros de Cuba en la revo­lu­ción, fue de una fide­li­dad extra­or­di­na­ria excep­cio­nal y apo­yo para con el líder de la revo­lu­ción que como él bien dijo en una oca­sión: “fue su mano dere­cha e izquier­da”. Cuan­do los expe­di­cio­na­rios del yate Gran­ma des­em­bar­ca­ron por Pla­ya Las Colo­ra­das, Celia ideó la mane­ra de obte­ner infor­ma­ción valio­sa para el Movi­mien­to 26 de Julio: se dis­fra­zó de emba­ra­za­da, y los guar­dias, que no la reco­no­cie­ron e invi­tan a tomar café. Así entró al cuar­tel con el inten­to de cum­plir su pro­pó­si­to. Dijo Fidel un 15 de junio de 1957: “Tú y ‘David’ (por Frank País), son nues­tros pila­res bási­cos. Si tú y él están bien, todo va bien y noso­tros esta­mos tran­qui­los”. Así es como se fue for­jan­do la revo­lu­ción, que nun­ca se ha dejar pisar, ni por el enemi­go interno ni por el mons­truo externo que crea y ali­men­ta su embrión. Cons­cien­te de su entra­ña, como lo estu­vo Mar­tí, el coman­dan­te de la revo­lu­ción decla­ra “Ese era el camino que tenía que seguir la Revo­lu­ción: el camino de la lucha anti­im­pe­ria­lis­ta y el camino del socia­lis­mo, es decir, de la nacio­na­li­za­ción de todas las gran­des indus­trias, de los gran­des comer­cios, la nacio­na­li­za­ción y la pro­pie­dad social de los medios fun­da­men­ta­les de producción”.

fuen­te: Insur​gen​te​.org

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