Resumen Latinoamericano, 25 de agosto de 2021.
La sencillez de Hilda Reyes López es conmovedora. Las entrevistas la colocan en una posición incómoda, un tanto nerviosa, pero cuando el diálogo comienza, y se le da un pie forzado, entonces suelta las riendas de sus sentimientos y recuerdos, ¡y hasta las lágrimas asoman al rostro!
La obrera de la unidad empresarial de base (UEB) Empacadora de la Industria de Alimentos (Indal), perteneciente a la Empresa Cárnica de La Habana, recibió este año el Título Honorífico de Heroína del Trabajo de la República de Cuba, afiliada al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Alimentaria y la Pesca; merecido reconocimiento a su ejemplar trayectoria laboral y revolucionaria.
De origen campesino, Hilda llegó a La Habana con solo 13 años, en compañía de un familiar. Sus padres quedaron en Cauto del Paso, un poblado de la provincia de Granma, donde vivió de cerca los abusos que cometía la tiranía de Batista en las zonas rurales del país.
Para esta mujer —también llena de nobleza— no existen los imposibles, por lo que durante toda su vida ha asumido con entrega y dedicación cuanta tarea le ha sido dada. Así, en 1968, integró la Columna Mariana Grajales, que contribuyó al desarrollo de la entonces Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud.
“Estuvimos albergadas en el presidio Modelo, trabajamos en los cítricos, y a los meses de estar allí nos pidieron que apoyáramos diferentes sectores. A mí me tocó la pesca; y tres años después, en 1971, regresé a La Habana, y me incorporé a la Columna Juvenil del Centenario en Cayo la Rosa, Bauta (provincia de Artemisa), y ocupé el cargo de sanitaria, pues en la Isla había hecho un curso de la Cruz Roja”.
Luego de permanecer allí unos meses fue elegida para realizar la caminata Camilo-Che, desde el oriente del país y hasta Las Villas. Al finalizar resultó seleccionada para participar en la construcción del campamento Julio Antonio Mella, en Ceiba del Agua (Caimito), donde con posterioridad integró el colectivo que atendería la primera brigada internacional que bajo ese nombre visitó Cuba; asimismo laboró en la construcción de escuelas en el campo y viviendas en la localidad de Los Naranjos.
Todo este quehacer lo realizó sin perder su vínculo laboral, en aquel entonces en una planta experimental, perteneciente al puerto pesquero de La Habana, donde se le otorgó el carné del Partido. Una vez cerrada la citada planta Hilda pasó a formar parte de Indal (era la década de los setenta“del siglo pasado), y siempre se ha desempeñado como jefa de brigada en el salón de proceso, actualmente departamento de conformado de croquetas.
“La realidad es que he ido de un lugar a otro porque la Revolución me ha necesitado —señaló con humildad — , pero desde que llegué a Indal hace más de cuatro décadas, aquí he permanecido. Me siento bien y todos me respetan; los más nuevos, los más viejos, tengo compañeros de hace más de 30 años. Me siento querida”.
Fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas, de las Milicias de Tropas Territoriales, jefa de brigadas en la agricultura y de la construcción en varias oportunidades, donante de sangre, Vanguardia Nacional desde 1985, fundadora del Órgano de Justicia Laboral (actualmente integra el comité de expertos del centro), y participante en los llamados foros de ciencia y técnica. Es tan solo una breve síntesis de la trayectoria de esta Heroína del Trabajo de la República de Cuba.
“Cuando los dirigentes del sindicato me dieron la noticia quedé sorprendida. Ese reconocimiento fue algo grande, me emocioné mucho cuando tuve delante de mí al Presidente (Miguel Díaz-Canel Bermúdez). ¡Ver la situación en que estábamos por la pandemia de la COVID-19 y que él dedicara unos minutos de su tiempo para estar en la ceremonia resultó muy lindo! Sorprendió a todos los homenajeados”.
Casi a sus 74 años (los cumplirá el venidero 18 de noviembre) Hilda no piensa en la jubilación. Cuenta que vive en Villa María, cerca de la autopista. “Me levanto a las cuatro de la mañana y salgo a oscuras, con una linternita en la mano, hasta la carretera donde tomo un primer ómnibus y luego en Guanabacoa otro me lleva a Indal. Llego entre las seis y las seis y media de la mañana y allí estoy hasta que sea necesario, pues la producción no tiene horario”.
Y así lo confirmó Pedro Moreno Rojas, un compañero de muchos años, operario de la máquina de conformado. “Hilda es la primera en llegar y la última en marcharse, es un ejemplo para el colectivo, los trabajadores y los dirigentes”.
“¿Jubilación? No me hable de eso, periodista —enfatizó Hilda tratando de pasar por alto el tema — . Mientras tenga fuerzas aquí estaré. Soy del bando de las agradecidas y sueño con ver a mi país sin bloqueo, sin pandemia, porque la verdad es que se ha luchado mucho por mantener la libertad y la soberanía. Mis padres me enseñaron que la Revolución hecha por Fidel, por y para el pueblo, había que cuidarla”.Hilda es de todos nosotrosRafaennis Sanamé Mora lleva poco tiempo como director de Indal, pero el suficiente para valorar a Hilda como trabajadora y ser humano: “Es una ejecutora de tareas, nosotros la consideramos una experta. Cuando hay una situación en la UEB y se hace necesario tomar alguna decisión tenemos muy en cuenta sus criterios, aun cuando están los técnicos de producción y los tecnólogos.
“Con el Título Honorífico de Heroína del Trabajo, Hilda dejó de ser una sola persona, para ser de todos nosotros. En su línea de trabajo siempre hay una foto de Fidel; es la que le lleva flores a Martí. Está al mando de 26 personas, hombres y mujeres, y lo que ella dice es ley. Por su experiencia, seriedad y el empeño que le pone a cada tarea es una madre para trabajadores y administrativos de Indal”.