Cuba. Todos y uno Fidel

Por: Pedro de la Hoz, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 13 de agos­to de 2021

A los 19 años de edad, con el títu­lo de Bachi­ller en sus manos, en el anua­rio de los egre­sa­dos del Cole­gio de Belén apa­re­ció una men­ción sin­gu­lar, diría­se una pre­mo­ni­ción: «Ha sabi­do ganar­se la admi­ra­ción y el cari­ño de todos. Cur­sa­rá la carre­ra de Dere­cho y no duda­mos que lle­na­rá con pági­nas bri­llan­tes el libro de su vida. Fidel tie­ne made­ra y no fal­ta­rá el artista».

El artis­ta no fal­tó y, a la vuel­ta de unos pocos años, Fidel Ale­jan­dro Cas­tro Ruz se hizo Fidel. El revo­lu­cio­na­rio, el polí­ti­co, el com­ba­tien­te, el inte­lec­tual, el here­de­ro de Mar­tí, el mili­tan­te comu­nis­ta, el inter­na­cio­na­lis­ta, el defen­sor de toda jus­ta cau­sa, el ser humano más extra­or­di­na­rio naci­do en Cuba en el siglo XX.

Fidel es y está. Lo supo y lo saben millo­nes de com­pa­trio­tas y per­so­nas a lo lar­go y ancho del mun­do, y has­ta el pro­pio enemi­go tuvo que reco­no­cer­lo. «Debe­mos estar segu­ros de un hecho: Fidel Cas­tro posee esas cua­li­da­des inde­fi­ni­bles que le per­mi­ten ser un líder de hom­bres. Inde­pen­dien­te­men­te de lo que pen­se­mos de él, será un fac­tor cla­ve en el desa­rro­llo de Cuba. Tie­ne la potes­tad del liderazgo».

Esto lo escri­bió el polí­ti­co esta­dou­ni­den­se Richard Nixon, a la sazón vice­pre­si­den­te, en un infor­me remi­ti­do al enton­ces man­da­ta­rio Dwight Eisenho­wer, en 1959, mien­tras incu­ba­ban los pla­nes de agre­sión y blo­queo más pér­fi­dos y per­sis­ten­tes que conoz­ca la his­to­ria moderna.

Cada con­tem­po­rá­neo suyo tuvo un Fidel para sí: el Coman­dan­te, el Uno, el Jefe, el Gigan­te, el Ilu­mi­na­do, epí­te­tos pro­di­ga­dos en el tiempo.

En la anti­ci­pa­ción poé­ti­ca del Che Gue­va­ra, al par­tir jun­tos en el yate Gran­ma, cuan­do lo lla­mó «pro­fe­ta de la aurora».

En los ver­sos del argen­tino Juan Gel­man: «Dirán exac­ta­men­te de Fidel /​gran con­duc­tor el que incen­dió la his­to­ria etcé­te­ra /​pero el pue­blo lo lla­ma el Caba­llo y es cier­to /​Fidel mon­tó sobre Fidel un día /​se lan­zó de cabe­za con­tra el dolor, con­tra la muerte».

En la sus­tan­cia épi­ca del chi­leno Pablo Neru­da: «Fidel, Fidel, los pue­blos te agra­de­cen /​pala­bras en acción y hechos que cantan…».

En el son intré­pi­do de Nico­lás Gui­llén: «El pue­blo can­ta, can­tó /​can­tan­do está el pue­blo así /​vino Fidel y cum­plió /​lo que pro­me­tió Martí».

Jóve­nes que no lo cono­cie­ron de modo direc­to se acer­ca­ron lue­go a él con una fra­se: Yo soy Fidel. No es con­sig­na que reve­le plei­te­sía cir­cuns­tan­cial, sino pro­yec­ción reque­ri­da de impul­so y fertilización.

«Fidel es Fidel», dijo Raúl en su día, y lo será. El de la rara facul­tad, avi­zo­ra­da por el ami­go arge­lino, de via­jar al futu­ro, para lue­go regre­sar a con­tar­lo. Muchos y uno. Todos y uno. Un pue­blo, un país, un camino, una vocación.

Toma­do de Granma

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