Por Fernanda Paixão, Brasil de Fato /Resumen latinoamericano, 31 de agosto de 2021.
foto: Las editoras de Mandacaru: Lucía Tennina, Rafaela Vasconcellos, Michelly Aragão e Bruna Stamato.
«Escribir ha sido un ejercicio de sanación para muchas mujeres negras, especialmente las de clase trabajadora»
Jenyffer Nascimento
Mirar una biblioteca y ver sólo nombres de hombres blancos ya no es algo común, previsible, normal.
El creciente protagonismo de las obras feministas en las estantes de las librerías refleja la lucha especialmente del feminismo negro: mujeres que tienen mucho que decir, que escriben y han escrito siempre, pero que son las menos publicadas.
Según un estudio de 692 libros realizado por un grupo de investigación literaria de la Universidad de Brasilia, sólo el 2% de las publicaciones de las principales editoriales de Brasil entre 1965 y 2014 son de autores y autoras negros. Como personajes, sólo el 6%.
La escritora negra estadounidense bell hooks señala que la atención a las mujeres negras por parte de las grandes editoriales, generalmente dirigidas por hombres blancos, se produce por un interés mediático específico, algo que se parece más a una moda que a una política editorial.
«Es más probable que estas escritoras negras, que han estado escribiendo sin ser tomadas en cuenta durante algún tiempo, que han encontrado la manera de meter el pie en la puerta o han logrado abrirla más, hayan logrado entrar y ahora encuentren editores para su trabajo», escribe bell hooks en «Alzar la voz», afirmando que los editores «supuestamente nos buscan porque nuestro trabajo es una nueva mercancía».
Así que es a través de la autopublicación o de las editoriales especializadas, que levantan una bandera política respecto a la publicación de autores fuera del previsible hombre-blanco-cis, que surgen las posibilidades reales de alzar estas voces antes poco o nada escuchadas. Obras como las de las editoriales Nandyala, Padê y Malê son ejemplos de ello en Brasil.
La escritora afroindígena y activista comunitaria Helena Silvestre ha publicado de forma independiente su segundo libro «Notas sobre el hambre», a través del sello editorial Sarau do Binho, que apoya la publicación de obras de autores de la periferia.
El tema del hambre está atravesado por el relato en primera persona y el enfoque poético de la autora, una obra dedicada «a todos los pueblos arrancados de la tierra, que la retoman y la ocupan, buscando desesperadamente volver a ella».
La obra de Silvestre ha sido recientemente editada en español por la editorial independiente argentina Mandacaru, dirigida por cuatro mujeres académicas y con un enfoque antirracista: las brasileñas Rafaela Vasconcellos, Michelly Aragão y Bruna Stamato y la argentina Lucía Tennina.
«Estoy muy contenta con la traducción de ‘Notas sobre el hambre’ al español, porque son narrativas de una experiencia de Brasil que no se encuentran fácilmente en las bibliotecas y librerías», dice Silvestre.
«Son narrativas que, como tantas otras, son las que vienen de la mano de quienes construyeron este país en la clandestinidad. Me complace llevar el debate sobre el hambre a tantos lugares y personas como sea posible, porque mientras haya una sola persona que la padezca, debemos debatir y cuestionar las razones por las que, en una sociedad de abundancia, seguimos padeciéndola».
La traducción es política
La apuesta de la joven editorial es traducir al español obras de escritoras lusófonas y crear ese puente latinoamericano con obras de brasileñas. También buscan traducir a escritoras de países de habla portuguesa de África y Portugal.
A punto de cumplir un año, Mandacaru tiene cinco títulos, siendo ‘Notas sobre el hambre’ el más reciente, que llega esta semana a las librerías de Argentina.
«Nos falta una bibliografía más interesante, aparte de los clásicos, como Clarice Lispector, que se publica mucho aquí», dice una de las editoras, Bruna Stamato, historiadora brasileña y estudiante de maestría en género en la Universidad Tres de Febrero (Untref), en Buenos Aires.
«También publicamos mujeres blancas y cis, pero nos enfocamos en la descentralización, incluso respecto a las regiones. Con Mandacaru, la idea es lanzar principalmente a las autoras negras e indígenas, y estamos en esa búsqueda», dice. «Es un ejercicio constante entrar en contacto con otro mundo literario que no es tan evidente, que no está dado».
La labor de las editoriales especializadas es fundamental, no sólo por publicar a los autores «de los márgenes», sino por la perspectiva que llevan por bandera ‑como menciona bell hooks en el pasaje ya citado-.
En Argentina, la disertación de Marielle Franco fue publicada por la editorial Tinta Limón, que también traduce desde una perspectiva decolonial algunos de los títulos presentados en Brasil por la editorial Elefante.
En este sentido, la traducción entra como otra opción política. «Traducir es caro, y especialmente caro para las editoriales pequeñas como nosotras», dice Lucía Tennina, coordinadora de traducción de Mandacaru.
Ella cuenta que fue a partir del excelente trabajo de colaboración del laboratorio de traductores de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (Unila) que la editorial adaptó «Cuarto de desechos», de Carolina María de Jesús, al castellano rioplatense.
«La traducción que hicieron fue un proceso muy interesante, con especial atención a la diversidad del propio grupo de traductores, con mujeres negras en el equipo y de diferentes localidades», señala.
«Para adaptarnos a Argentina, también pensamos juntxs, y fue un juego bastante interesante pensar el texto desde un castellano coloquial pero también con un vocabulario complejo, propio de Carolina», explica Tennina.