Cultura. Se estrena «Summer of Soul», un documental que rescata

Cul­tu­ra. Se estre­na «Sum­mer of Soul», un docu­men­tal que res­ca­ta un fes­ti­val igno­ra­do duran­te medio siglo /​Las y los mejo­res artis­tas negros en esce­na, con la Revo­lu­ción como meta

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de agos­to de 2021.

Como Woods­tock, pero en Harlem

El títu­lo de la legen­da­ria can­ción de Nina Simo­ne fun­cio­na como la mejor pre­sen­ta­ción para el docu­men­tal que está revo­lu­cio­nan­do la mira­da musi­cal y gene­ra­cio­nal sobre los años ‘60, com­ple­tan­do un regis­tro que duran­te dema­sia­do tiem­po estu­vo exa­ge­ra­da­men­te ena­mo­ra­do de Woods­tock. Lo que final­men­te Sum­mer of Soul (…o cuan­do la revo­lu­ción no pudo ser tele­vi­sa­da) demues­tra es que, si el hom­bre blan­co fue a la Luna y de la mis­ma mane­ra tuvo su fes­ti­val hip­pie, la musi­ca negra tam­bién esta­ba de fies­ta enton­ces, aun­que duran­te medio siglo a nadie pare­ció inte­re­sar­le. Debut como direc­tor de Questlo­ve, inte­gran­te de The Roots con­ver­ti­do hace tiem­po en voce­ro de la músi­ca que lo repre­sen­ta, su docu­men­tal pre­mia­do en Sun­dan­ce res­ca­ta el tes­ti­mo­nio de un extra­or­di­na­rio fes­ti­val gra­tui­to que se lle­vó a cabo duran­te varios domin­gos del verano de 1969 en un par­que de Har­lem, en ple­na Nue­va York, lle­gan­do a reu­nir en total unos 50.000 espec­ta­do­res. Con una exqui­si­ta edi­ción y didác­ti­cas pre­sen­ta­cio­nes, la vita­li­dad de esa músi­ca, su públi­co y su épo­ca se des­plie­gan admi­ra­ble­men­te en la pan­ta­lla jun­to a la vibran­te pre­sen­cia de una amplia selec­ción de artis­tas, que van des­de el gos­pel de Maha­lia Jack­son y Mavis Sta­ples has­ta el blues y el rock de B. B. King y Sly Sto­ne, pasan­do por The 5th Dimen­sion, Gladys Knight, un joven Ste­vie Won­der, Her­bie Mann, el indis­pen­sa­ble toque latino de la Nue­va York de la épo­ca con Mon­go San­ta­ma­ría y Ray Barret­to y, por supues­to, una incen­dia­ria Nina Simone. 

Summer of Soul estará disponible por Star+ 
Sum­mer of Soul esta­rá dis­po­ni­ble por Star+ 

“Joven, talen­to­so y negro/​Oh, que sue­ño bello y precioso/​ser joven, talen­to­so y negro”. La pre­sen­ta­ción en socie­dad de la cele­bé­rri­ma can­ción “To Be Young, Gif­ted and Black”, com­pues­ta por Nina Simo­ne con letra de Wel­don Irvi­ne, tuvo lugar el 17 de agos­to de 1969 en el Mar­cus Gar­vey Park de Har­lem –por aquel enton­ces lla­ma­do Mount Morris Park– ante unos 50.000 espec­ta­do­res. La per­for­man­ce de la artis­ta for­mó par­te del injus­ta­men­te olvi­da­do Fes­ti­val Cul­tu­ral de Har­lem, rea­li­za­do por pri­me­ra y úni­ca vez duran­te el verano de ese año bisa­gra en la his­to­ria de los Esta­dos Uni­dos de América.

Las imá­ge­nes de Simo­ne y los músi­cos que la acom­pa­ñan, jun­to a otras cua­ren­ta horas de mate­rial audio­vi­sual regis­tra­das para la pos­te­ri­dad en cin­tas de video de dos pul­ga­das, estu­vie­ron guar­da­das en un depó­si­to duran­te cin­co déca­das. Aque­llas seis jor­na­das de fin de sema­na empa­pa­das de músi­ca negra, aus­pi­cia­das por la alcal­día neo­yor­qui­na, que­da­ron ocul­tas por las nie­blas de la des­me­mo­ria, a tal pun­to que muchos habi­tan­tes de la ciu­dad naci­dos en déca­das pos­te­rio­res lle­ga­ron a con­si­de­rar­lo un autén­ti­co mito urbano. Eclip­sa­do por com­ple­to por el Fes­ti­val de Woods­tock, que fue rea­li­za­do casi en simul­tá­neo, y por la lle­ga­da del hom­bre al saté­li­te natu­ral de nues­tro pla­ne­ta, aquel verano lleno de pasión vuel­ve a recu­pe­rar todo su bri­llo gra­cias al docu­men­tal Sum­mer of Soul (… o cuan­do la revo­lu­ción no pudo ser tele­vi­sa­da), diri­gi­do por el músi­co y rea­li­za­dor Ahmir Kha­lib Thom­pson, más cono­ci­do como Questlo­ve. La pelí­cu­la esta­rá dis­po­ni­ble en la pla­ta­for­ma Star+ algu­nas sema­nas des­pués de su lan­za­mien­to en la Argen­ti­na, el pró­xi­mo 31 de agosto.

Cáp­su­la tem­po­ral sobre una era de enfren­ta­mien­tos y enco­nos socia­les, pero tam­bién de mucha espe­ran­za en las posi­bi­li­da­des del futu­ro, Sum­mer of Soul ofre­ce el recuer­do de espec­ta­do­res y par­ti­ci­pan­tes, ade­más de una serie de refle­xio­nes de per­so­na­li­da­des liga­das a la cul­tu­ra afro­ame­ri­ca­na, aun­que su cora­zón no sea otra cosa que el regis­tro ori­gi­nal de todas esas tar­des bajo el chi­rrian­te sol del verano en el Har­lem. Un esce­na­rio vital en el cual un joven Ste­vie Won­der apo­rrea con gra­cia su tecla­do jus­to antes de que The Sta­ple Sin­gers ofrez­ca un par de ejem­pla­res de su mag­ní­fi­ca cru­za de gos­pel y soul, entre otros solis­tas y ban­das que par­ti­ci­pa­ron del even­to, como Sly and the Family Sto­ne, Gladys Knight and the Pips, Her­bie Mann, The 5th Dimen­sion, B.B. King y, por supues­to, Nina Simone.

“Fue una autén­ti­ca bar­ba­coa negra. El ambien­te olía a afros y a pollo fri­to”, recuer­da uno de los asis­ten­tes al fes­ti­val cin­cuen­ta años más tar­de, los ojos fijos en las imá­ge­nes de ese pasa­do que, sin duda, nun­ca ima­gi­nó que podía ser resu­ci­ta­do gra­cias a la tec­no­lo­gía. Mien­tras el equi­po de fil­ma­ción del docu­men­tal Woods­tock, de Michael Wad­leigh, regis­tra­ba los esce­na­rios y alre­de­do­res del fes­ti­val musi­cal más famo­so del mun­do con sus equi­pos de 35 y 16mm, un gru­po de téc­ni­cos colo­ca­ba las apa­ra­to­sas cáma­ras de video en luga­res estra­té­gi­cos del par­que Mount Morris, con la inten­ción de cap­tar a los músi­cos y a la audien­cia des­de la mayor can­ti­dad de ángu­los posibles.

Es una gran noti­cia que ese regis­tro se haya con­ser­va­do en bue­nas con­di­cio­nes; tam­bién que el rea­li­za­dor de Sum­mer of Soul haya opta­do por res­pe­tar el for­ma­to de video cua­dra­do ori­gi­nal, de mane­ra de con­ser­var en su tota­li­dad cada milí­me­tro de la ima­gen. Entre­vis­ta­do por la revis­ta Vanity Fair lue­go del estreno del film en el Fes­ti­val de Sun­dan­ce, don­de obtu­vo el Gran Pre­mio del jura­do en la sec­ción docu­men­tal, Questlo­ve afir­mó que fue muy difí­cil deci­dir qué dejar afue­ra de las cua­ren­ta horas de mate­rial bru­to. “Cada uno de esos carre­tes pesa unos cin­co kilos y hay en el país tal vez tres o cua­tro per­so­nas que poseen el equi­po correc­to para trans­fe­rir­lo a un sopor­te digi­tal. Hubo varios inten­tos por ven­der el mate­rial duran­te los últi­mos años, que estu­vo guar­da­do en un sótano duran­te todo este tiempo”.

El bate­ris­ta, com­po­si­tor, disc joc­key y cofun­da­dor de la ban­da de hip hop The Roots con­fir­ma que el títu­lo ori­gi­nal de la pelí­cu­la iba a ser el más ven­de­dor “Black Woods­tock», que es el nom­bre con el cual muchos asis­ten­tes recuer­dan al Fes­ti­val Cul­tu­ral de Har­lem. “Ese fue el títu­lo de tra­ba­jo. Duran­te un tiem­po pen­sé en la iro­nía de que los negros hablen cons­tan­te­men­te del tema de la apro­pia­ción cul­tu­ral, y qué intere­san­te sería inter­cam­biar un poco los pape­les, apro­pián­do­nos de algo esta­ble­ci­do por la cul­tu­ra blan­ca. Pero cer­ca del final del mon­ta­je, en mar­zo de 2020, en ple­na pri­me­ra ola de la pan­de­mia, pen­sé que sería per­ju­di­cial que la pelí­cu­la no pudie­ra sos­te­ner­se por sí mis­ma. Final­men­te cam­bia­mos el títu­lo por el de Sum­mer of Soul, y el sub­tí­tu­lo …o cuan­do la tele­vi­sión no pudo ser tele­vi­sa­da es un gui­ño a la letra del poe­ma-can­ción ‘The Revo­lu­tion Will Not Be Tele­vi­sed’, de Gil Scott Heron” https://iframely.pagina12.com.ar/api/iframe?url=https%3A%2F%2Fwww.youtube.com%2Fwatch%3Fv%3D5__t1tYCNBk&v=1&app=1&key=68ad19d170f26a7756ad0a90caf18fc1&playerjs=1

EL BLANQUITO FUE A LA LUNA

“Todo el mun­do quie­re saber/​por qué can­to el blues/​Bueno, ven­go dan­do vuel­tas des­de hace mucho tiempo/​y real­men­te he paga­do mis deu­das”. La ver­sión up-tem­po del clá­si­co de B. B. King pone al públi­co en el mood ade­cua­do, deba­jo del peque­ño esce­na­rio mon­ta­do en medio del enor­me par­que. El cli­ma es tran­qui­lo y rela­ja­do, simi­lar al del res­to de las jor­na­das del fes­ti­val. Nin­gún inci­den­te de rele­van­cia tuvo lugar duran­te esos días, y el públi­co –hom­bres y muje­res de todas las eda­des, inclui­dos muchos niños, en su mayo­ría afro­ame­ri­ca­nos, pero sin reglas segre­ga­cio­nis­tas que impi­die­ran la pre­sen­cia de otros colo­res– no requi­rió en momen­to alguno la aten­ción de los esca­sos ofi­cia­les de poli­cías pre­sen­tes. Tam­po­co la de los miem­bros del Par­ti­do Pan­te­ra Negra que ofi­cia­ron de agen­tes de segu­ri­dad ofi­cial del even­to. Y es que la idea no sólo se des­li­za sino que se expli­ci­ta: el últi­mo empu­jón para la rea­li­za­ción de los reci­ta­les tuvo un ori­gen defi­ni­da­men­te político.

Cer­ca del final de una déca­da lle­na de vio­len­cia de toda cate­go­ría y nivel, inclui­dos los ase­si­na­tos de los dos líde­res más impor­tan­tes de la comu­ni­dad negra y de un pre­si­den­te de la nación, y con la cer­ca­nía de un verano que se adi­vi­na­ba a pun­to de her­vor, la posi­bi­li­dad de ofre­cer un even­to popu­lar y masi­vo era lo más pare­ci­do a un cal­man­te. Una ofren­da de paz que, tal vez, logra­ra pre­ve­nir o al menos apla­car el esta­lli­do. Ayu­dó bas­tan­te el hecho de que el alcal­de reelec­to John Lind­say tuvie­ra una lle­ga­da posi­ti­va en los barrios más mar­gi­na­dos de la ciu­dad. No es casual que el polí­ti­co, miem­bro del Par­ti­do Repu­bli­cano, apa­rez­ca en el esce­na­rio jun­to al can­tan­te y pro­mo­tor local Tony Law­ren­ce, prin­ci­pal res­pon­sa­ble de hacer los lla­ma­dos nece­sa­rios para con­vo­car a los artis­tas, en una eta­pa de la indus­tria musi­cal en la cual los reci­ta­les eran vis­tos como sim­ple apo­yo para el lan­za­mien­to del últi­mo lan­za­mien­to discográfico.

En cuan­to a los cam­bios de para­dig­ma en la evo­lu­ción de la músi­ca negra, en ese esce­na­rio de Har­lem pue­den notar­se los últi­mos bal­bu­ceos del esque­ma “todos pro­li­ji­tos y con el mis­mo uni­for­me” que había domi­na­do las for­mas esté­ti­cas ama­bles para con el públi­co blan­co, cedién­do­le el lugar a la apa­ri­ción de un nue­vo for­ma­to, mucho más libre y ague­rri­do. Negro y orgu­llo­so de ser­lo. El mis­mo Ste­vie Won­der, que ofre­ce un par de temas y reapa­re­ce lue­go de los títu­los de cie­rre de Sum­mer of Soul en una coda inquie­tan­te­men­te humo­rís­ti­ca, esta­ba a pun­to de dejar atrás su eta­pa tem­pra­na en Motown para lan­zar­se de lleno a la crea­ción de dis­cos tan per­so­na­les como sóni­ca­men­te nove­do­sos. Siguien­do la cur­va crea­ti­va de Mar­vin Gaye, los “How Sweet It Is (To Be Loved By You)” de los 60 se trans­for­ma­ban veloz­men­te en los “What’s Hap­pe­ning Brother” de la déca­da siguiente.

La jor­na­da dedi­ca­da ente­ra­men­te al gos­pel, el fin de sema­na espi­ri­tual del even­to, inclu­yó la par­ti­ci­pa­ción de The Gos­pel Redee­mers y Maha­lia Jack­son, una leyen­da vivien­te de Nue­va Orleans, quien falle­ce­ría ape­nas dos años des­pués de ese reci­tal. Es pre­ci­sa­men­te Jack­son quien ofre­ce una de las ins­tan­cias musi­cal­men­te más emo­ti­vas del docu­men­tal jun­to a Mavis Sta­ples. La ren­di­ción en soli­ta­rio de “Take my Hand, Pre­cious Lord” se trans­for­ma de pron­to en un due­lo de tita­nes entre la vete­ra­na can­tan­te y la joven miem­bro del clan Sta­ples, due­to que ante la fal­ta de un segun­do micró­fono per­mi­te des­cu­brir tiem­pos de mayor impro­vi­sa­ción arri­ba de los esce­na­rios. “El encuen­tro cum­bre entre Mavis y Maha­lia fue una de las pri­me­ras cosas que pude ver del mate­rial de archi­vo”, recuer­da Questlo­ve. “Era algo tan pode­ro­so que sabía que no debía tener inte­rrup­cio­nes. De hecho, el pri­mer cor­te de Sum­mer of Soul dura­ba tres horas y media y ese dúo cerra­ba la pelí­cu­la. Pero ter­mi­nó que­dan­do en el medio del metra­je y por eso tuvi­mos que bus­car un final aún más poten­te. En ese pun­to me di cuen­ta de que Nina debía clau­su­rar la película”.

Jun­to a esos y otros momen­tos musi­ca­les de Sum­mer of Soul, Questlo­ve deci­dió entre­la­zar imá­ge­nes de archi­vo que ponen de relie­ve el com­ple­jo esta­do de la nación, que entre otras cosas seguía empe­ña­do en con­ti­nuar la avan­za­da mili­tar en Viet­nam. ¿Y la lle­ga­da del Apo­lo 11 a la Luna? Cuan­do Ste­vie Won­der hace una refe­ren­cia al res­pec­to pue­den oír­se algu­nos abu­cheos entre el públi­co, y en una entre­vis­ta de la épo­ca rea­li­za­da en las calles pue­de apre­ciar­se la reac­ción popu­lar en cier­tos sec­to­res de la pobla­ción. “Toda esa pla­ta gas­ta­da en algo que podría ayu­dar a resol­ver los pro­ble­mas de la gen­te”, afir­ma un entre­vis­ta­do cer­ca del escenario.

“Cre­cí en una épo­ca en la cual en la escue­la siem­pre se cele­bra­ban esos logros”, recuer­da el rea­li­za­dor. “¡Qué gran cosa que un hom­bre haya ido a la Luna! Pero des­co­no­cía el nivel de des­dén que la comu­ni­dad negra tenía en aquel momen­to. Es como si todo el mun­do estu­vie­ra vien­do cómo se hacía his­to­ria con el alu­ni­za­je y ahí esta­ba esa gen­te en un con­cier­to, pen­san­do real­men­te que eso era más impor­tan­te. Hay que enten­der que 1969 fue el año en el cual plan­ta­mos las semi­llas de lo que lla­ma­mos Black Joy, la ale­gría negra. La idea de ver­nos a noso­tros mis­mos bajo una luz her­mo­sa, apren­dien­do a amar­nos. Por­que antes de eso, todo seña­la­ba hacia el auto abo­rre­ci­mien­to, que vie­ne de los días de la escla­vi­tud y de la Leyes Jim Crow. Ese año abra­za­mos nues­tra negri­tud y acu­ña­mos la fra­se ‘Black is Beautiful’”.

Cuen­ta Questlo­ve que, mien­tras tra­ba­ja­ba en la pelí­cu­la leyó la auto­bio­gra­fía de Prin­ce, que escri­be sobre cómo su padre lo lle­vó a ver Woods­tock, y cómo esa fue su epi­fa­nía musi­cal. “La pelí­cu­la Woods­tock hizo mucho más por cons­truir una ima­gen de lo que fue­ron los años ‘60 de lo que real­men­te fue­ron. Fue enton­ces cuan­do me pre­gun­té qué pasa­ría si otro film hubie­ra sido crea­do bajo la mis­ma luz ¿Qué hubie­ra sig­ni­fi­ca­do ese film para noso­tros? Por eso era tan impor­tan­te lidiar con el tema de la invi­si­bi­li­za­ción negra y el acti­vis­mo, y ser pre­ci­sos des­de lo polí­ti­co. Este últi­mo año fue ago­ta­dor: pla­ta­for­ma tras pla­ta­for­ma, en pelí­cu­las y series, todas lidian­do con his­to­rias sobre el ‘dolor negro’, con esce­nas cer­ca­nas al tor­tu­re porn. Sé bien que la inten­ción es ser autén­ti­cos y fie­les a la His­to­ria, pero tam­bién creo que se está envian­do el men­sa­je de que los negros tene­mos mucha tole­ran­cia al dolor. Creo que es muy impor­tan­te balan­cear eso con el Black Joy”. 

HUBO UN TIEMPO QUE FUE HERMOSO

“Hay un amarillo/​que no acep­ta al negro/​que no va a acep­tar al rojo/​que no acep­ta­rá al blanco/​Cada loco con su tema/​Y así y así y así/​A veces estoy en lo correc­to y pue­do equivocarme/​Mis creen­cias están en mi canción/​El car­ni­ce­ro, el ban­que­ro, el baterista/​No hay nin­gu­na dife­ren­cia en qué gru­po esté/​Soy una per­so­na corrien­te”. La apa­ri­ción sobre las tablas de Sly and the Family Sto­ne vuel­ve a con­fir­mar que los tiem­pos esta­ban cam­bian­do. Una ban­da mul­ti étni­ca en la cual “¡el bate­ris­ta es blan­co y una chi­ca negra toca la trom­pe­ta!”, según las pala­bras sor­pren­di­das de una espec­ta­do­ra que recuer­da cómo debió men­tir­le a su madre para poder par­ti­ci­par del encuen­tro y lle­gar a la pri­me­ra fila.

El clan de músi­cos cali­for­nia­nos enfo­ca­do en el soul más psi­co­dé­li­co venía rom­pien­do mol­des des­de su for­ma­ción en 1967 y su pre­sen­cia en el Fes­ti­val, más allá de un pri­mer atis­bo de duda de la audien­cia, que­bró todas las reti­cen­cias lue­go de las ver­sio­nes en vivo de “Sing a Sim­ple Song” y “Every­day Peo­ple”. Lue­go lle­ga el momen­to del día latino. En tiem­pos de Black Panthers y Brown Berets, la unión de las luchas por los dere­chos civi­les de afro­ame­ri­ca­nos y “chi­ca­nos” tenía su corre­la­to en la esce­na musi­cal, y la pre­sen­cia del cubano Mon­go San­ta­ma­ría y el neo­yor­quino de ori­gen puer­to­rri­que­ño Ray Baret­to se suma a la moda de los afros y las kan­gas como señal de regre­so a los orígenes.

Curio­sa­men­te, el debut como direc­tor de Questlo­ve tuvo un pró­lo­go hace más de vein­te años: de gira con su ban­da The Roots en Japón, en 1997, duran­te un des­can­so en un bar, los pla­nos pira­tea­dos de un reci­tal de Sly Sto­ne y su ban­da en una pan­ta­lla de tevé lo sor­pren­die­ron. “En ese momen­to, pen­sé que se tra­ta­ba de algún fes­ti­val en Sui­za o en Mon­treaux”. Ten­dría que pasar mucho tiem­po para que esas mis­mas imá­ge­nes, regis­tra­das en el Fes­ti­val Cul­tu­ral de Har­lem, se ofre­cie­ran en su tota­li­dad ante sus ojos y oídos en las video­cin­tas que le dan for­ma al cora­zón de Sum­mer of Soul. Y así, entre mag­ní­fi­cas inter­pre­ta­cio­nes en vivo de temas muy cono­ci­dos y otros tan­tos hoy olvi­da­dos, con un públi­co absor­to ante la pre­sen­cia de seme­jan­te des­plie­gue de talen­to en un even­to abier­to a todos y total­men­te gra­tui­to, esos días que fue­ron her­mo­sos –y que ins­pi­ra­ban días aún mejo­res por venir– vuel­ven a vivir des­pués de estar ence­rra­dos en sus peque­ñas tum­bas duran­te dema­sia­do tiempo.

Es un signo de inte­li­gen­cia que el tra­ba­jo de “cura­do­ría” detrás de Sum­mer of Soul, el enor­me y esfor­za­do tra­ba­jo de redu­cir cua­ren­ta horas de mate­rial bru­to y edi­to­ria­li­zar sobre toda una era musi­cal en tér­mi­nos tam­bién polí­ti­cos y socia­les, no per­mi­ta que el árbol tape el bos­que. O vice­ver­sa. Questlo­ve sabe que las imá­ge­nes y soni­dos de ese pasa­do remo­to no pue­den ofre­cer­se sin un con­tex­to, pero tam­bién es cons­cien­te de que el alma del even­to, la elec­tri­ci­dad que corre, ida y vuel­ta, entre la audien­cia y los artis­tas, no pue­de trans­mi­tir­se de mane­ra indi­rec­ta. Está ahí, en esos pla­nos roba­dos a la reali­dad con cáma­ras de video que hoy pue­den anto­jar­se ante­di­lu­via­nas, en cada clo­se-up y en cada plano gene­ral. En uno de los seg­men­tos de la come­dia colec­ti­va Muje­res ama­zo­nas en la luna, B. B. King bro­mea acer­ca de los “negros sin soul”, hacien­do hin­ca­pié en la eti­mo­lo­gía del géne­ro musi­cal. El soul es el alma, y sin alma no hay músi­ca soul posi­ble. Sum­mer of Soul cele­bra el talen­to per­so­nal y la unión colec­ti­va de almas, refle­jan­do una épo­ca don­de todo pare­cía posi­ble. Cam­biar la músi­ca, pero tam­bién cam­biar el mundo.

Infor­me: Die­go Brodersen

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