Por Iñaki Gil de San Vicente, Resumen Latinoamericano, 22 de agosto de 2021.
SIETE RESPUESTAS AL COLECTIVO NUEVA REVOLUCION (I de II)
Nota: el colectivo Nueva Revolución ha publicado en dos entregas las respuestas al cuestionario que nos envió sobre el nacionalismo español, las derechas, el franquismo, etcétera; aquí están las dos entregas en una.
- En la transición, la derecha española tenía tres expresiones políticas: Unión de Centro Democrático, Alianza Popular y Fuerza Nueva, que no dejaban de ser tres organizaciones herederas del franquismo. Ahora la derecha vuelve a estar fragmentada en tres bloques, que podrían tener cierta analogía con aquellos. ¿Sigue siendo esta derecha heredera del régimen anterior y por eso es tan beligerante con la Memoria Antifascista?
Antes de seguir, conviene precisar los tres niveles de reflexión que tenemos que simultanear en esta entrevista, sobre todo al analizar la «transición española» desde la experiencia de un pueblo oprimido, porque su interacción nos facilita comprender que existe un nacionalismo español básico que va con diversas intensidades y caretas desde Vox hasta grupúsculos de «izquierda». No sirve de nada intentar definir qué es la derecha y qué expresiones tiene sin hacer referencia a ese españolismo sustancial: el «gobierno más progresista», PSOE-UP, está sopesando ilegalizar ahora mismo o más adelante a Izquierda Castellana con excusas antidemocráticas, cuando en realidad se trata de que todo el nacionalismo español sabe que el castellanismo es uno de sus peores enemigos porque hunde uno de los pilares básicos de la «nación española».
Por esto es necesario simultanear tres niveles de análisis: 1) en el nivel más superficial y visible, falsamente decisivo pero fetichizado por el centro-derecha y los reformismos, tenemos la Constitución del ’78 o si se quiere la democracia parlamentaria tal cual hoy es magnificada por la propaganda. 2) en el nivel intermedio y cada vez más visible para sectores críticos, existe el poder omnipotente de la monarquía católico-militar esencialmente antidemocrática, poder intocable por, para y desde la Constitución. Y 3) en el nivel profundo, decisivo por cuanto estructural pero invisibilizado, existe la dictadura del capital que teledirige los guiñoles de la monarquía y del parlamento; estos guiñoles tienen diversas autonomías más o menos relativas en determinadas cuestiones secundarias, pero jamás en las vitales para el capital, como iremos viendo.
Sobre todo en lo relacionado con la extrema derecha y el fascismo, no debemos cometer el error de subestimar el uso revolucionario que puede hacer el proletariado del parlamento, del nivel 1, desechándolo total y ciegamente; pero tampoco debemos caer en el error contrario, el fetichismo parlamentarista, sobreestimando sus muy limitadas atribuciones. La forma más efectiva de no cometer esos dos peligrosos errores de frivolidad, es una pero doble: conocer el materialismo histórico y saber que la acción parlamentaria siempre tiene que estar al servicio de la lucha de clases.
El «régimen anterior» era la forma de dominación adecuada a las necesidades del capital hasta que empezaron a agudizarse más allá de lo controlable las contradicciones que minan al Estado español desde el siglo el siglo XVI, por poner una fecha. Surgieron diferencias en el bloque de clases dominante en el «régimen anterior», incluida la Iglesia y el Ejército, porque este bloque tenía que enfrentarse a una crisis interna y externa de una magnitud hasta entonces desconocida, de manera que progresivamente y con muchas discusiones y, sobre todo, bajo la presión creciente de la lucha de las clases y naciones oprimidas, se fue imponiendo una facción que necesitaba que el nivel 3, el de la propiedad de las fuerzas productivas y el de la dictadura del capital, siguiera existiendo con cambios formales en el nivel 2, el de la monarquía franquista, y con la creación de un nivel 1, el de la «democracia».
Los cambios introducidos a la monarquía franquista, nivel 2 arriba visto, consistieron en llamarla «monarquía constitucional» en vez de franquista, pero que en realidad siguió siendo católico-militar, capitalista y española, inconciliable con la democracia en cuanto «poder del pueblo» y tan corrupta como siempre. Para que esta trampa tuviera éxito había que crear de la nada el nivel 1, el más superficial, la Constitución del ’78, e imponerla con mentiras, promesas, corrupciones, represiones y miedo. Los sectores más reaccionarios se opusieron tenazmente incluso recurriendo al terrorismo y gracias a la genuflexión centrista y reformista lograron una cuádruple victoria cualitativa: que no se depurara la estructura franquista del Estado; que siguiera la monarquía católico-militar oficialmente llamada «constitucional»; que se aniquilara toda remota posibilidad de republicanismo; y que se reforzara la dictadura del capital y la «unidad española» bajo la forma de una «democracia parlamentaria» muy amputada y auto vigilada por ella misma, porque ella misma se declara defensora del capital y de la intocable monarquía católico-militar.
Las tres derechas de entonces eran «herederas del franquismo», es cierto, pero es una verdad secundaria porque atañe sólo a la forma de la dominación del capital, ya que lo decisivo, la verdad primaria, era y sigue siendo que la inmensa mayoría de fuerzas sociopolíticas eran y son pilares del capital, como veremos. Las derechas franquistas sabían desde antes de 1978 que si cambiaban algunas cosas su poder básico no estaría en peligro, aunque sí tuvieran que ceder algunas de sus prebendas. Solamente una muy enana parte de ella, la más fanática representada por Fuerza Nueva y grupúsculos afines, quería retroceder al franquismo puro y duro. UCD y AP, representantes mayoritario y minoritario de la burguesía más españolista, aceptaban las reformas constitucionales y el maquillaje de la monarquía a cambio del fortalecimiento del poder del capital.
La virtualidad de utilizar la dialéctica entre los tres niveles –superficial, medio y raizal– vuelve a demostrarse en la desunión-unión de la actual derecha: está desunida en el nivel superficial, tiene diferencias en el mediano y está unida en lo esencial, en la raíz de la defensa a muerte de la propiedad privada. La desunión se muestra a diario y sobre todo en los momentos electorales cuando se despedazan ferozmente para comerse unas los votos de las otras; las diferencias en el nivel mediano, se muestran en sus acuerdos secretos o públicos para copar sillones siempre bajo la protección de la monarquía; y la unión incondicional se muestra en su defensa a muerte del capital y de la unidad española, que es lo mismo, e incluso en algunas insinuaciones indirectas de que atarían más en corto a la monarquía católico-militar para salvarse ellas.
Por tanto, la fragmentación en tres bloques de la derecha actual es cierta, pero es relativa en función de la gravedad menor o mayor de los peligros que afronta en su conjunto o en sus fragmentos. Tanto en su unidad como en sus diferencias, siguen siendo abierta o solapadamente más que «herederas del franquismo»: son reservas de varias intensidades de franquismo sociológico y hasta político que pueden ser activadas por el grueso del bloque de clases dominante cuando la crisis del Estado sea irresoluble por el centrismo, el reformismo y las burguesías regionalistas y autonomistas.
Debemos tener en cuenta que el franquismo se creó oficialmente en 1937 con el Decreto de Unificación de corrientes españolistas que de un modo u otro tenían una larga data, y que adquirieron más solidez con en el Manifiesto del Bloque Nacional de 1934, mucho más coherente que la demagogia de una Falange recién creada. Ello le dotó al franquismo de caretas varias que podía cambiar según sus necesidades, lo que unido al incondicional apoyo imperialista y del Vaticano, explica por qué apenas tuvo dificultades para transitar por varias fases en las que además de mostrar caretas varias también aplicó economías diferentes. No tenemos aquí espacio para exponerlas, pero el franquismo abiertamente nazi de grupúsculos de Vox es diferente a los llamados pro-yanquis, «desarrollistas», «aperturistas», etc. La derecha puede recurrir según sus necesidades a cada uno de estos «franquismos», pero nunca puede renunciar a él.
Y por esto mismo el peligro mortal para el franquismo en su contenido esencial, además de en sus continentes formales, es precisamente el del antifascismo, el de la Memoria Histórica. Aquí la unidad de clase imperialista española y monárquica se impone sin compasión sobre las nimiedades egoístas que se auto fagocitan por sillones y votos que faciliten corrupciones múltiples. La Memoria verdadera, no la falsificación mentirosa que quiere imponer la alianza entre centro-derecha y reformismo, es inaceptable porque despierta el fantasma de la lucha de clases y de liberación de las naciones oprimidas no sólo desde de la I República de 1873, sino ahora mismo, cuando la derecha y el centro-reformismo legitiman a criminales fascistas como Millán-Astray, Melitón Manzanas, Rosón en Lugo, etc., o a la Legión, paradigma del terror… o cuando justifican o no combaten la impunidad neonazi.
Es comprensible la beligerancia de la derecha contra la Memoria y el antifascismo porque reabren las llagas supurantes de su largo régimen de terror público, porque descubren cómo el franquismo destruyó toda libertad e impuso una larga noche de dolor y miedo. Por esto mismo el antifascismo y la Memoria topan con el permanente boicoteo silencioso de la Iglesia, sin la cual jamás se hubiera derramado tanta sangre ni se hubiera tardado tanto tiempo en empezar a recuperar huesos y trocitos de piel humana, bastante de ella de mujeres e infancia violada, torturada y fusilada: estamos ante uno de tantos crímenes de la historia cristiana, que llegaron al extremos de la compra y trata de recién nacidos de «familias rojas» para «educarlos en el amor a Dios y a España».
Pero también hay que decir que, sin profundizar ahora en las pocas diferencias –que no oposiciones y menos aún contradicciones– entre antifascismo y Memoria, hay que decir que ambos sacan a la luz la naturaleza explotadora y opresora de la Constitución y de la monarquía católico-militar por lo que tampoco son impulsados por el centro-reformismo. Desde la Constitución sólo puede impulsarse una «memoria» parcial y abstracta, que refuerza la dominación del bloque de clases dominante, necesitado en ocultar que esa Constitución fue y es la tapadera de estructuras franquistas nunca depuradas. Con la Memoria, otro tanto, con la gravedad de que el PSOE y el PCE abandonaron en el olvido oprobioso el genocidio fascista para no importunar a la derecha
- La cuestión territorial ha servido de unión entre todo el espectro de la derecha, entendiendo esta desde Vox hasta una parte significativa del PSOE. ¿Sigue siendo la unidad de España el mantra que repite la derecha para ocultar las terribles desigualdades sociales que se dan en el estado?
La unidad del Estado español es un axioma y un apotegma para las fuerzas sociopolíticas y sindicales estatalistas porque su entera visión psicopolitica está determinada por el nacionalismo español, a excepción de una pequeña, honrosa y hasta heroica izquierda internacionalista. Podemos recurrir al símil del tronco españolista: las ramas más imperialistas de la derecha; las ramas constitucionalistas, autonomistas y hasta defensoras de un federalismo de papel estrujado, sin hablar de esa entelequia de «nación de naciones» formada por una «nación política integradora» y «naciones culturales periféricas»; y una ramita de «izquierda» que niega la existencia de naciones oprimidas y su derecho a la autodeterminación e independencia.
El tronco nacionalista español se levanta sobre las raíces de la explotación de mujeres trabajadoras, clases explotadas y naciones oprimidas, sobre el exterminio y saqueo colonial e imperialista, sobre el nacional-catolicismo de la Iglesia y el poder intocable de la monarquía militar. Conforme se reforzaba la dictadura del capital –nivel 3– iban surgiendo ramas diversas de ese nacionalismo raizal funcionales a las necesidades de la facción dominante del bloque de clases dominante en cada fase. Otras facciones burguesas españolas y «periféricas» elaboraban sus nacionalismos o regionalismos fuertes en la medida de lo posible. El franquismo fracasó en el intento de imponer su imperialismo al resto, y la solución fue crear en la mitad de los ’70 los niveles 2 y 1, con lo que el bloque de clases dominante lograba ampliar la oferta de matices nacionalistas españoles, autonomistas y regionalistas en el mercado de la manipulación inconsciente de la estructura psíquica de masas alienadas. El marketing político-empresarial ducho en ampliar la oferta de mercancías ideológicas ha cosechado un reciente éxito con la devaluación de independentismos de izquierda en soberanismos interclasistas.
Ha sido necesaria esta explicación previa para saber que no sólo la derecha recurre al mantra de la unidad española para justificar los ataques a las clases trabajadoras, también lo hace la alianza gubernativa entre centro-derecha y reformismo: ahora, el «gobierno más progresista» mantiene desde verano de 2018 las duras medidas anti obreras de Zapatero y Rajoy, se niega a subir los salarios, mantiene la ley Mordaza, no persigue los desahucios, tolera los abusos empresariales, etc., con la excusa de que lo primero es recuperar la «economía nacional». En pos de lo cual hay que mantener la monarquía católico- militar, contemporizar con la Gran Banca y con esa enorme transnacional que es el Vaticano, sacrificar al Pueblo Saharaui, armar a dictaduras atroces como la saudí y ayudar a «democracias» criminales como la de Colombia, buscar el hundimiento de Venezuela y Cuba, plegarse a las crecientes exigencias político-militares de los EEUU, etc.
Lo que diferencia en este asunto a la derecha del centro-reformista en el gobierno es que la primera lo dice con brutal sinceridad y lo impone allí donde tiene fuerza, mientras que la segunda lo hace con cinismo brutal para justificar que lo impone, sabiendo que cuenta con el apoyo de la burocracia sindical, del autonomismo burgués, del soberanismo interclasista y de la socialdemocracia internacional. Pero lo que debemos asumir es que tanto la derecha como el centro-reformista defienden lo que les exige la dictadura del capital con el consejo de la monarquía, escenificando «ásperos debates» en los parlamentos de turno y en el de Madrid.
- Vox es ahora la cara más visible de ese franquismo sociológico que, casi cincuenta años después de la muerte del dictador, sigue anclado en la política española, pero ¿no sigue también el franquismo infectando muchos estamentos de nuestro poder judicial, del ejército, de los medios de comunicación?
Vox es ahora la cara más visible del franquismo sociológico más estricto tal cual puede expresarlo esta corriente en la actual coyuntura. Es más estricto desde luego que el franquismo poliédrico del PP en las pasadas elecciones de Madrid, lo que le ha permitido canibalizar mucho voto de Vox y Cs., pero también algunos del nacionalismo españolista más puro del PSOE y hasta de franjas obreras. Si se habla «microfascismos», de las «múltiples caras del fascismo», etc., hay que hacer lo mismo con el franquismo. El franquismo sociológico no sólo «infecta» estamentos de la judicatura, ejército, prensa, etc., del bloque de clases dominante –que en absoluto son «nuestros» y menos aún de las naciones oprimidas – , sino que vertebraba la cosmovisión de estos aparatos del capital antes de que los administraran las y los jueces, militares, periodistas, etc., actuales.
El franquismo, en cuanto sincretismo de las corrientes españolistas anteriores al Decreto de Unificación oficializado en Salamanca en 1937, creó el cemento ideológico que cohesionaba la estructura del Estado al servicio del capital, ideología expresada en el lema de «por el Imperio hacia Dios», que integraba en un único delirio imperial-católico los sueños de grandeza de la burguesía de un país en declive imparable. El funcionariado, los militares, y los fieles periodistas, etc., activos hasta casi finales del siglo XX se formaron desde la infancia en esas fantasías, excepto minorías admirables. Muchos de ellos esperaban ansiosos al menos un «golpe de timón» que asegurara si no la vuelta del franquismo al menos un orden autoritario que impidiera la «revancha roja». La victoria cuádruple obtenida al imponer la Constitución del ’78 les tranquilizó un poco, y a pesar del fracaso del Tejerazo suspiraron aliviados con el exquisito trato que el PSOE les daba, en comparación a los ataques antiobreros y a las represiones de los derechos de las naciones oprimidas.
La «democracia» no depuró la estructura franquista con lo que, por endogamia, esta se reprodujo en su misma salsa autoritaria, disimulando su franquismo con el barniz constitucional. Otra vez hay que admirar los pequeños grupos democráticos que resistieron y resisten en la trituradora judicial y en otras burocracias, que fueron expulsados del ejército o arrinconados en los sótanos, que fueron rechazados por prensa, etc. Pero, sobre todo, fue y es la lógica de poder y de obediencia egoísta inserta en el sistema educativo, en el Estado, en la industria, en la educación y en la sociedad la que selecciona a su personal, aceptándolo o expulsándolo. Esta lógica fue reforzada por los gobiernos de derechas, y nunca cambiada radicalmente por los del centro-reformista. Ninguno, por ejemplo, ha hecho un esfuerzo sostenido para modernizar la burocracia judicial, que es una de las más atrasadas de la Unión Europea.
Es así como se entiende la situación de pre colapso del aparato judicial y su servidumbre, la pobreza intelectual del sistema educativo público y privado, la impronta franquista del ejército, el poder político del periodismo, etc. No se trata por tanto de una «infección» desde el exterior, sino de que, por un lado y como veremos más extensamente luego, desde antes del Manifiesto de 1934 y de la Unificación de 1937, el imperialista español ya cimentaba el Estado como se demostró en la destrucción atroz de la II República, etc., basta leer la prensa española del último tercio del siglo XIX. Y por otro lado, en que ese franquismo sociológico y sus múltiples expresiones visibles e invisibles forman parte del interior de esas estructuras de poder estatal, para y extra-estatal, porque todas ellas están sujetas a la lógica ciega del capital y a las necesidades de mantener a cualquier precio su marco geoestratégico de producción/reproducción llamado “España”, o sea, al nivel 3, el decisivo, aunque en algunos problemas puedan sorprendernos con una apariencia de «democracia» en el nivel 1, importante en lo coyuntural pero de importancia menor a escala histórica.
- Hay varios libros, como el de Miguel Urbán, “La emergencia de Vox”, en el que se analiza la irrupción de la ultraderecha en nuestro panorama político, pero, aunque el diagnostico sea certero, nos ofrece pocas herramientas para combatirlo. ¿Qué armas tenemos para enfrentar un fenómeno como este, avalado por las élites económicas, por la prensa y por los jueces?
Lo primero que tenemos que hacer es superar el doble error de creer por un lado que la implantación del franquismo en los aparatos del Estado es sólo una «infección» exterior; y por otro lado reducir el franquismo a mera «realidad sociológica», lo cual es cierto en su forma abstracta por lo que es necesario concretarla en su realidad material. Por dos caminos diferentes, ambas interpretaciones nos llevan a una derrota estratégica porque no atacamos el problema en su raíz: el franquismo como expresión de la histórica crisis estructural del Estado español en cuanto verdadera «nación fallida» según los cánones euro burgueses.
Una crisis mucho más grave y permanente que la que en los ’20 y ’30 sufrieron Alemania e Italia, por lo que no podemos limitarnos a copiar las lecciones antifascistas en estos y otros Estados por valiosas que sean, sino que debemos adaptarlas a las expresiones concretas que adquiere el franquismo tanto en su unidad estatal española como en las naciones que oprime dentro de él.
Dicho muy brevemente, lo que ahora denominamos nacional-catolicismo es, como venimos insistiendo, una constante necesaria en la formación del capitalismo español, que se fue creando con las opresiones nacionales desde al menos el siglo XIII en la península antes y después de invadir otros continentes. Desde finales del siglo XV la Inquisición ayudó a fusionar la religión, la nación y la política con la identidad del Estado, proceso que no se dio así en ningún otro Estado europeo al menos con la fuerza y persistencia que tiene en el español, ni siquiera en Portugal e Italia y mucho menos en Alemania, por citar tres países que sufrieron el fascismo genérico.
Las tensiones entre facciones de las clases dominantes empezaron a mostrar a comienzos del siglo XVI los límites insuperables que ya amenazaban al Estado español, y una facción, la vencedora a la larga, optó por apoyarse en una potencia extranjera, abriendo así la vía de buscar ayuda en el exterior para solucionar siquiera transitoriamente el verdadero problema: el «problema español». A raíz del quinto centenario del aplastamiento de la Revolución Comunera, un historiador nos ha recordado que desde entonces ninguna monarquía ha sido de directo origen ‘español’. Monarquías ‘extranjeras’; catolicismo universalista supeditado al Imperio; centralismo austracista; ultracentralismo borbónico; nacionalismo español en la Constitución de Cádiz de 1812; poder omnívoro de los capitales franceses, belgas, británicos, etc.; fugaz Casa de Saboya-Aosta; derrocamiento de la I República…
Se fue creando así esa intransigencia de Cánovas que pese a ello, por ejemplo, después de invadir el territorio vasco y destruir el histórico Derecho Foral, tuvo que reconocer la necesidad de un acuerdo en 1878 con su burguesía porque la simple ocupación militar y la represión lingüístico-cultural no bastaban para «pacificar» a las y los vascos: los Conciertos Económicos. Tuvo que hacerlo porque el Estado no daba más de sí perdiendo los restos del Imperio y, como se vería al tiempo, siendo vergonzosamente humillado en Annual por las cabilas rifeñas en 1921. Mientras tanto la lucha de clases y las reivindicaciones de las naciones oprimidas añadían presión desde dentro al nacionalismo estatal.
Es mucha la importancia de esta «cesión» táctica de Cánovas y el conjunto de crisis que se sincronizan desde ese momento, para definir la lucha actual contra el franquismo porque, sin saberlo, Cánovas reactivaba el núcleo del problema histórico irresoluble: ni el centralismo austracista ni el hipercentralismo borbónico, ni el interregno saboyano, ni el autonomismo limitado de la II República, ni la dictadura franquista apoyada por el nazifascismo y luego el imperialismo occidental, ni el Estado de las Autonomías vigilado por la Casa Real, nada de esto ha podido construir la «nación española» según el canon euro burgués de Estado-nación. Al contrario, ha ido pudriendo el problema en la medida en que las contradicciones del capitalismo mundial agudizaban los abismos que hacen del Estado una «nación fallida».
Aquí, en este fracaso permanente, radica la razón de la ferocidad de la rama franquista del tronco del nacionalismo español, también de la dureza contrainsurgente de la rama constitucionalista como se ha visto en la guerra sucia y el terror de Estado contra el independentismo vasco, o en las represiones contra otras naciones, o el racismo, o el ataque al castellanismo, etc. Hay que partir de esta realidad para poder elaborar primero la estrategia anfifascista y antifranquista, y después la lucha contra el nacionalismo centro-reformista porque las tres, a pesar de sus diferencias, sostienen a su modo los niveles 2 y 3, la monarquía católico-militar y la dictadura del capital, aunque el extremo franquista quiere acabar con el nivel 1, el del parlamentarismo.
Partiendo de aquí podemos ya avanzar algunas ideas elementales sobre el antifranquismo tanto en las naciones oprimidas como en el Estado español y Europa.
4.1.- La primera y fundamental es conocer nuestra historia como pueblo oprimido; su composición de clases, sus luchas y la influencia que en ellas ha tenido la alianza entre la burguesía autóctona y el Estado ocupante; la existencia de un franquismo autóctono y qué facciones y grados de fanatismo proestatalista tiene; qué relaciones tiene con el estatal, cuál es su ideología, y qué relaciones de unidad de clase tiene con la burguesía autonomista o regionalista, es decir, qué intereses de clase les unen en la defensa de la dictadura del capital, aunque puedan tener discrepancias en los otros dos niveles. Además, debemos estudiar qué otras ramas del tronco nacionalista español existen y qué fuerza tienen, cómo justifican la represión de nuestros derechos nacionales y cómo se oponen directa o indirectamente a nuestra lengua y cultura, etc.
4.2.- Esta es la base para, sobre ella, avanzar en una política de frente único antifascista que tenga al menos dos niveles: el decisivo y rector, buscar la unidad antifascista y de liberación nacional de clase de todas las capas sociales que componen el pueblo trabajador y su centralidad proletaria; y el segundo y secundario, supeditado al primero, cuando sea necesario buscar acuerdos tácticos antifascistas con otras fuerzas democráticas y progresistas. La estrategia hacia la independencia socialista debe dirigir la práctica del frente único en el nivel decisivo de la defensa de los derechos y necesidades elementales, de la Memoria y de la cultura y lengua propia, etc., incluida la urgencia de un Estado obrero propio; mientras que en el nivel de los acuerdos tácticos con fuerzas reformistas estas reivindicaciones deben ser presentadas de una forma más general.
4.3. A la hora de combatir al franquismo debemos explicar con ejemplos la interacción de los tres niveles con los que hemos empezado, en las convocatorias de masas, en las charlas y debates, etc., porque un peligro invisible pero efectivo de la demagogia franquista «blanda» y en menor medida de la «dura» es que en la mayoría de las situaciones pretende disimular o hasta negar su ideología fascista. Muchos sectores reformistas tienden a creer que lo que llamamos franquismo «blando» es simple «derecha democrática», lo mismo que cree que el actual gobierno PSOE-UP es el «más progresista de la historia». De este modo, lo decisivo, la dictadura del capital queda impune, y apenas se denuncia el papel contrarrevolucionario de la monarquía católico-militar. Como efecto de ello, se mantienen las negras y tormentosas nubes ideológicas del españolismo.
4.4.- Dado que una de las lecciones históricas más repetidas confirma que la mejor forma de derrotar al fascismo en general antes de que coja más fuerza, es la movilización de masas en base a un frente único que mantenga la ofensiva estratégica. Y dado que estas mismas lecciones muestran cómo el reformismo es contrario a esta lucha conjunta, se hace imprescindible avanzar en la unidad de base antifascista en todos los lugares en donde las bases de los partidos reformistas están molestas por la pasividad de su dirección. La experiencia muestra que las bases de los partidos reformistas tienden a desbordar a sus direcciones en la lucha antifascista, pero tienen dificultades psicopolíticas para romper con ellas si no existe una izquierda revolucionaria fuerte y decidida, y una flexible, amplia y radical unidad de masas antifascista. Por tanto, hay que crear las dos condiciones.
4.5.- Es prioritario anular la contaminación ideológica pequeño burguesa y de clases medias arruinadas en el proletariado, porque no sólo son incapaces de elaborar una estrategia antifascista sino porque oscilan hacia el fascismo cuando ven la pasividad reformista, la debilidad revolucionaria y el desconcierto obrero y popular. Esta lección histórica confirma la necesidad del combate teórico y sociopolítico con la ideología pequeño-burguesa, realizado siempre con la pedagogía del ejemplo práctico y con la claridad de la concepción estratégica, que siempre debe estar presente.
4.6.- Las fuerzas más eficaces contra el fascismo genérico son el proletariado en cuanto tal y el migrante en concreto, las naciones obreras oprimidas, las mujeres trabajadoras, la juventud trabajadora y estudiantil, las organizaciones y sindicatos, la intelectualidad y el profesorado crítico incluido los trabajadores de la ciencia, la prensa democrática y un parlamento progresista decidido a parar el avance fascista… Tanto el frente único con su fuerza de masas proletarias como con su secundaria capacidad de acuerdos tácticos con el reformismo han de militar sistemáticamente dentro de estos colectivos, en el interior de su vida colectiva, ayudando a organizar movilizaciones antifascistas que además prefiguren en el presente conquistas socialistas futuras.
4.7.- Por no extendernos, un decisivo universo de lucha antifascista es el relacionado con las libertades y derechos concretos, las sexo-afectivas, los derechos sexuales, el anti patriarcado, la ética marxista o simplemente libertaria, la lucha contra el fetichismo en cualquiera de sus expresiones, etc. También la divulgación del ateísmo comunista, la denuncia de la irracionalidad, la necesidad de movilizarse contra el poder del Estado Vaticano, aliado básico del español, al que ayuda en la dominación de las naciones que oprime. La izquierda revolucionaria y el antifascismo en general sufren aquí una de sus grandes debilidades que no hace sino reforzar la irracionalidad, el miedo y el autoritarismo inherente a la estructura psíquica alienada.
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
EUSKAL HERRIA 15 de agosto de 2021
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SIETE RESPUESTAS AL COLECTIVO NUEVA REVOLUCION (II de II)
Nota: el colectivo Nueva Revolución ha publicado en dos entregas las respuestas al cuestionario que nos envió sobre el nacionalismo español, las derechas, el franquismo, etcétera; aquí están las dos entregas en una.
- Con la entrada en el gobierno de UP la izquierda estatal se ha desmovilizado, y no parece que asome ningún proyecto que pueda volver, a corto plazo, a ilusionar a los votantes de izquierda, a no ser en las naciones donde las fuerzas soberanistas parecen crecer en apoyos. ¿Qué análisis haces de la situación de la izquierda en Catalunya, Euskadi y Galiza, y en el resto del estado?
La izquierda estatal se estaba desmovilizando mucho antes de enero de 2020. La oleada de luchas, las mareas, la «indignación», etc., que llevó al 15‑M/2011 empezó a decrecer en movilizaciones en el año y medio que va de las elecciones europeas de 2014 a las generales españolas de 2015, y en la forma electoral de apoyo de esas izquierdas a UP el primer batacazo fue en las generales españolas de 2019. El reformismo y la burocratización ministerial de UP han acelerado el retroceso electoral que refleja el hundimiento de las esperanzas infundadas del 15‑M. Las izquierdas revolucionarias que no se dejaron fascinar por aquellos cantos de sirena ni tampoco por los del «gobierno más progresista» de enero de 2020 están capeando el temporal con distinta suerte, comparado con el hundimiento de UP.
Para 2018 – 19 el capitalismo español era uno de los que más se debilitaba antes de la pandemia. La debacle del año largo de 2020 ha elevado las contradicciones a niveles inimaginables para el triunfalismo pueril y suicida de hace sólo tres lustros. Según el FMI existe una «crisis sin precedentes». No vamos a extendernos ahora en los análisis sobre el contexto que presentamos a debate en este verano en diversos artículos, solamente decir que las estimaciones más realistas sobre la recuperación post Covid-19 no se atreven apenas a pasar del 3%, y eso gracias a una salvaje explotación social, como acaba de exigir el círculo de jóvenes empresarios españoles, CEAJE: «Todo aquello que sea flexibilizar y abaratar el despido es algo positivo».
Las izquierdas estatales e independentistas se enfrentan por tanto a un panorama durísimo, favorable para el reforzamiento de las diversas expresiones del franquismo sobre todo una vez que el dinero público masivamente inyectado apenas reactive la industria estatal que no sea construcción, turismo, automotriz…, y esta última con dificultades. La soga de la deuda se irá cerrando más alrededor el cuello obrero y popular, que no el del bloque de clases dominante. Ciñéndonos al peligro de Vox y de otros franquismos, está claro que el «gobierno más progresista» no va a movilizar a las clases trabajadoras, ni va a lanzar una sostenida denuncia de la ideología franquista genérica. Por su parte, otros reformismos duros levantarán un poco sus críticas, pero tampoco potenciarán el antifascismo masivo, sino que lo limitarán a lloros parlamentarios.
El «gobierno más progresista» intenta amansar a la fiera y quitarle votos endureciendo las represiones: está tanteando si le conviene ilegalizar ahora mismo a Izquierda Castellana o esperar para más adelante, cuando necesite mostrar a bases franquistas con hechos represivos que la «democracia española» es anti comunera, como es anti catalana, anti andaluza, etc. La dosificación de las represiones de los derechos nacionales por parte de los «gobiernos democráticos» españoles es una constante desde que estos existen: dosifican esas represiones para, entre otras razones, enseñar al nacionalismo más derechista que ellos también son españoles y que tampoco tolerarán a los pueblos oprimidos veleidades independentistas. La experiencia al respecto de la tan aplaudida como desconocida II República, es demoledora.
El PSOE sabe que una parte sustantiva del españolismo se esfumará en la nada si el castellanismo sigue arraigando en el pueblo ya que su sola existencia abre perspectivas inaceptables para la dictadura del capital, para la monarquía y para la Constitución: ¿hubiera existido la actual España, si hubiese triunfado la Revolución Comunera? ¿Hubiera triunfado una revolución burguesa con efectos difíciles de imaginar ahora? ¿Qué modelo de Estado o de Estados peninsulares podría haber ahora? Sin caer en historia-ficción, otra de las razones de que el Estado es una «nación fallida» radica en la alianza internacional entre las fuerzas reaccionarias y una monarquía extranjera para aplastar aún más la libertad, aplastamiento que sí es seña identitaria del nacionalismo español.
Semejantes interrogantes pueden ayudar mucho al internacionalismo dentro del Estado ahora, cuando tienden a confluir al menos cuatro dinámicas: Una, el aumento de la conciencia soberanista en Galiza, Euskal Herria, y Països Catalans, el reforzamiento en las dos últimas de las organizaciones independentistas revolucionarias y los intentos de coordinación de grupos independentistas en Galiza. Dos, el agravamiento de la crisis capitalista a pesar de algunos repuntes transitorios y de la intensa propaganda sobre el definitivo final de la crisis. Tres, el arrollaror tsunami de la industria cultural imperialista una de cuyas prioridades es mercantilizar y destruir las culturas de los pueblos resistentes. Y cuatro la dureza del nacionalismo constitucional y republicano español, y la amenaza del ascenso del fascismo genérico.
Como efecto de ello y de otras dinámicas menores, crecen las contradicciones que impulsan los conflictos nacionales. Usando conceptos marxistas siempre necesarios, se agudiza la contradicción expansivo/constrictiva inherente al concepto simple de capital, es decir y visto desde el lado de la nación trabajadora oprimida, los pueblos pueden ir tomando conciencia de que necesitan perentoriamente de un Estado obrero propio que les proteja del imperialismo, en nuestro caso el sub imperialismo español subsumido en el occidental bajo hegemonía yanqui. Pero esta concienciación no es automática sino que exige determinadas condiciones, entre ellas la existencia de un independentismo socialista organizado.
La contradicción también hace que, desde la perspectiva pequeño burguesa y de clases medias de estas naciones, tienda a aumentar lo que desde hace unos años se denomina soberanismo en sustitución del autonomismo pactista fracasado entonces, como la versión autóctona del engrudo formado por socialdemócratas, eurocomunistas, ex trotskistas y ex maoístas, pikettyanos y zizekistas, desencantados del 15‑M/2011, posmodernos progres, y ex independentistas.
No debe sorprendernos que la contradicción expansivo/constrictiva inherente al concepto simple de capital genere dos concepciones de nación tan opuestas: la proletaria y la pequeño-burguesa, ya que también aquí bulle la unidad y lucha de contrarios. Por su parte, la misma contradicción también explica por qué la burguesía de la nación oprimida opta sin tapujos por el bando del Estado opresor. El viejo soberanismo fue popularizado por el sector menos reaccionario del PNV alrededor de 2003, en otro contexto muy diferente al actual. La gloria de aquel soberanismo duró justo el tiempo que tardó el Estado en mostrar su poder político, económico y militar. Demostrado quien manda, el PNV purgó a esa facción dirigente y volvió a la mansedumbre.
A los pocos años la «nueva estrategia» de la izquierda abertzale empezó a llamarse soberanista dejando el independentismo para algunos actos públicos. Desde otoño de 2017 el nuevo soberanismo relegó rápidamente al independentismo de sectores de la mediana y pequeña burguesía catalana y de franjas populares. En Galiza y Euskal Herria, y en menor medida en Catalunya, Unidad Podemos cayó en picado por el trabase de decenas de miles de sus votantes al nuevo soberanismo, mucho más atrayente para su nacionalismo español porque acepta incondicionalmente el nivel 1, el parlamentarista, y no combate ni la monarquía católico-militar y ni la dictadura del capital. Para estos tránsfugas de UP, ese soberanismo les resulta cómodo y refuerza su progresía y de ahí sus votos, por ahora.
- En la esfera internacional tampoco hay motivos para la esperanza, aunque en América Latina se han producido importantes movilizaciones populares, vemos como potencias emergentes como Turquía siguen manteniendo políticas imperialistas, hostigando a pueblos como el kurdo o el armenio, a la vez que recrudecen la represión interior. ¿Hay algún horizonte esperanzador que se haya abierto en estos años para las próximas generaciones?
En la India la lucha campesina avanza con fuerza, acercándose a la lucha obrera en ciudades y pueblos: no hace mucho que alrededor de 100 millones de personas han hecho la huelga más grande del mundo. En Sudáfrica, las movilizaciones contra la corrupción política y empresarial sólo pueden ser contenidas con represiones cada vez más duras. En Túnez, Líbano, Egipto… el malestar social es creciente y hasta en la cruel dictadura marroquí hay resistencias de fondo. Hace muy poco, una masiva huelga ha paralizado los ferrocarriles de Alemania. En Suiza han surgido movilizaciones en varias ciudades a finales de mayo de este año. Una trasnacional tan poderosa y tan esclavista como Amazon ha tenido que lidiar hace pocos meses con huelgas en varios países… Y en Turquía, para centrarnos en la pregunta, a comienzos de 2020 los metalúrgicos sostuvieron una tenaz huelga que tuvo amplia repercusión en las izquierdas revolucionarias internacionales.
Las resistencias obreras son sistemáticamente ocultadas por la prensa burguesa, de modo que terminamos creyendo que la lucha de clases se extinguió hace tiempo. También se nos oculta la brutalidad del ataque burgués: los despidos masivos durante la pandemia, por ejemplo. Se estima que para octubre de 2020 habían sido condenados al «desempleo oculto» más de 30 millones de trabajadores en los 25 Estados de la OCDE, y los datos ya disponibles sobre las estrategias del capital anuncian más y más despidos. Cualquiera que tenga un mínimo conocimiento del capitalismo, sabrá que los despidos masivos indican que existe una masiva lucha de clases por debajo de toda propaganda porque, aunque no se vea, existe una dialéctica entre crisis socioeconómica y política, despidos y cierres empresariales, y lucha de clases.
Siempre existe un «horizonte esperanzador» porque si no la sociedad humana ya se habría extinguido, o no hubiera surgido. Por lo general, la frase «horizonte de esperanza» es utilizada por algunos cristianos para decir que su dios está detrás de lo perceptible por métodos normales, horizonte sólo traspasable por la fe. Para la dialéctica atea se trata de que la unidad y lucha de contrarios, el aumento cuantitativo y el salto cualitativo, y la negación de la negación generan realidades nuevas que pueden ser guiadas hacia las soluciones de los problemas, hacia la apertura de futuros mejores si actuamos en su devenir interno.
Bajo la opresión turca, las clases y naciones explotadas, armenios, kurdos y otros pueblos, malviven en un presente feroz: en 2018 el cambio dólar/lira era de 1⁄4,55, pero a finales de julio de 2021 era de 1⁄8,70. En 2020, el 10% de la población, la gran burguesía, se apropiaba del 32,5% de la riqueza mientras que el 10% más empobrecido tenía que malvivir con el mísero 2,2%; y si ampliamos la muestra ocurría que el 20%, la burguesía, se quedaba con el 47,5%, la clase obrera y campesina o sea el 60% recibía el 46,5%, y el proletariado más empobrecido, el 20%, sólo 6%.
El «horizonte de esperanza» se ampliará en Turquía en la medida en que la lucha de clases y de liberación nacional avance en la senda abierta por los 130.000 trabajadores del metal que en enero de 2020 decidieron endurecer sus movilizaciones convocando una gran huelga, abortada por la pandemia. Ahora, como en todo el capitalismo, la suavización transitoria de la pandemia debiera permitir el reinicio de la esperanza, sabiendo que la represión será tanto o más dura como la de 2016 cuando se despidió a 6000 académicos, se enjuició a otros 785 y se cerraron al menos16 medios de comunicación; o las 36.000 personas sometidas a investigación en 2019 de las que fueron encarceladas casi 4000, lo que no impidió que en 2020 volvieran las protestas estudiantiles en la mitad de la pandemia, crisis que aprovechó Erdogan en marzo de 2021 para crear una doctrina fascista de los derechos humanos.
La involución neofascista del régimen turco, que tiene el segundo mayor ejército de la OTAN después del yanqui, responde en primer lugar a que la gran burguesía siente que el proletariado y los pueblos oprimidos no se dan por vencidos, y que el empeoramiento dramático de las condiciones de malvivencia puede acercar el «horizonte de esperanza» si el pueblo mejora su autoorganización. La deriva neofascista de Erdogan, como la de Bolsonaro, Trump, Abascal, etc., responde a la inquietud de una facción del gran capital internacional por la marcha de la lucha de clases, por el hecho de que el capitalismo al que representan es más débil que el capitalismo occidental más globalizado, y que éste a su vez está retrocediendo rápidamente ante Eurasia.
Goethe fue una de las personas que mejor demostró el núcleo práctico indestructible del «horizonte de esperanza»: «En el principio era la Acción». Hasta llegar a la Acción, Goethe fue descartando la Palabra, el Sentido, la Fuerza…, desechó las tres y se volcó en la Acción. Era en 1790, en plena revolución francesa, cuando Goethe elevó la Acción al principio de todo en su obra Fausto. La acción revolucionaria era la esperanza que se había hecho presente. Beethoven se dejó llevar por ella y en 1803 dedicó a Napoleón su Tercera Sinfonía llamada Heroica, pero bien pronto también a él le defraudó esa revolución que paría un Imperio, y le retiró la dedicatoria. ¿Se había cerrado para siempre el «horizonte de esperanza? No, porque la Acción fue vivificada por las contradicciones del nuevo capitalismo, de modo que en 1845 Marx escribió la onceaba tesis sobre Feuerbach: « Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el
mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.»
Dicho de otro modo: la esperanza es la acción de transformar el mundo. Por tanto nunca se cierra su horizonte. Las lecciones de la derrotas y de las victorias nos permiten ver que ahora mismo se están abriendo horizontes de lucha y por ello de esperanza. Podemos enumerar una larga lista de movilizaciones que se están produciendo, como hemos hecho muy rápidamente al comienzo de este último punto; también podemos realizar análisis detallados de las crisis que azotan al capitalismo, como hemos hecho en los anteriores textos; podemos estudiar las contradicciones entre las facciones burguesas mundiales, etc., como también lo hemos hecho, pero lo que sustenta el «horizonte de esperanza» es la concepción materialista y dialéctica de la historia, en la que la ética de la rebelión y la solidaridad, la crítica socioeconómica y política, el método de pensamiento científico-crítico y, como síntesis, la Acción, forman una unidad.
- Algo de lo que está falto estos tiempos, tanto los cuadros sindicales como los activistas sociales, es de una formación política, algo que, hace solo unas décadas, se nos antojaba imprescindible. ¿Qué lecturas recomendarías para una formación crítica de los que militamos en el antifascismo?
Los textos que se ofrecen reflejan diversas corrientes sobre el fascismo, así que hay que estudiarlos y debatirlos colectiva y críticamente. El listado sigue el año de edición.
Clara. Zetkin: Fascismo. Agosto 1923
Trotsky: Bonapartismo, fascismo y guerra. Agosto 1940
Ángelo Tasca: El nacimiento del fascismo. Ariel. Barcelona 1969
Gunnar Leistikow: «Una voz en el desierto y su mensaje». Marxismo, psicoanálisis y sexpol. Gránica Editor. Buenos Aires 1972, Tomo I Documentos.
Daniel Guerin: El fascismo y el gran capital. Fundamentos. Madrid 1973
Norbert Lechner: «Represión sexual y manipulación social». Sexualidad y autoritarismo. El Cid Editor. Chile, 1976.
Manuel Pastor: Ensayo sobre la dictadura. Tucar Ediciones. Madrid 1977
Hugues Portelli: Gramsci y la cuestión religiosa. Laia, Barcelona, 1977,
Michele Mattelart: «El golpe de Estado en femenino o cuando las mujeres de la burguesía salen a la calle». Frentes culturales y movilización de masas. Anagrama. Barcelona 1977.
M. A. Macciocchi: «Las mujeres y el recorrido del fascismo», y también: «Gramsci y la cuestión del fascismo». Elementos para un análisis del fascismo (I) El Viejo Topo. Barcelona 1978.
J.-M. Vincent: «Sobre el ascenso y la victoria del nazismo». Elementos para un análisis del fascismo (I) El Viejo Topo. Barcelona 1978.
J.P. Faye: «Crítica del lenguaje y análisis de clase». Elementos para un análisis del fascismo (I) El Viejo Topo. Barcelona 1978.
J.M. Palmier: «Del expresionismo al nazismo. Las Artes y la contrarrevolución en Alemania 1914−1933» Elementos para un análisis del fascismo (I) El Viejo Topo. Barcelona 1978.
R. Dadoun: «En torno a Wilhelm Reich y la psicología de masas del fascismo». Elementos para un análisis del fascismo [2]. El Viejo Topo. Barcelona 1978.
Lutz Winckler: La función social del lenguaje fascista. Ariel. Barcelona 1979
Carlos M. Rama: La ideología fascista. Júcar.Madrid 1979
Franz Neumann: Behemoth. FCE. México 1983,
Robert Paris: Los orígenes del fascismo. SARPE. Madrid 1985
Paul Guichonnet: «El socialismo italiano». HGS. Destino. Barcelona, 1982, Tomo III,
Fernando Arcas Cubero: «El fascismo italiano». GHU. Madrid 1986, Tomo 24.
E. Mandel: El significado de la Segunda Guerra Mundial. Fontamara. Barcelona 1991
Javier Tusell: La dictadura de Franco. Altaya, Barcelona 1996
Alberto Arana: El problema español. Hiru Argitaletxe. Hondarribia 1997.
Daniel Muchnik: «Negocios son negocios» Diciembre 2000 https://revistaedm.com/edm/28/daniel-muchnik-negocios-son-negocios/
John Cornwell: El Papa de Hitler. Planeta, Barcelona, 2001
Aníbal Romero: Fascismo, democracia y teoría política. PANAPO. Caracas, 2004.
Perry Biddiscombe: Los últimos nazis. Inédita Editores. Barcelona 2005
Götz Aly: La utopía nazi. Crítica. Barcelona, 2005
Iván Oliver Rugeles: El fascismo está de retorno, 30-05-2006 https://rebelion.org/el-fascismo-esta-de-retorno/
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Gabriel Rockhill: Fascismo: ¡Ahora lo ves, ahora no lo ves! 5-12-2020 https://rebelion.org/fascismo-ahora-lo-ves-ahora-no-lo-ves/
Gabriel Rockhill: Liberalismo y fascismo: Socios criminales. 26-12-2020 https://www.lahaine.org/mundo.php/liberalismo-y-fascismo-socios-criminales
Redacción: ¿Por qué el gobierno español se abstuvo en la votación de la ONU que condenaba el nazismo? 23-12-2020 https://insurgente.org/por-que-el-gobierno-espanol-se-abstuvo-en-la-votacion-de-la-onu-que-glorificaba-el-nazismo//
Alberto García: Frei Korps, los arditi y los bolcheviques (a los cien años de la entrada en vigor de Tratado de Versalles) 11-11-2020 https://hojasdebate.es/politica/frei-korps-arditi-bolcheviques-cien-anos-entrada-vigor-tratado-versalles/
Nick Beams: El auge del parasitismo financiero y la aparición del fascismo. 27-01-2021 https://www.wsws.org/es/articles/2021/01/27/para-j27.html
Daniel Domínguez: ¿Qué es el falangismo en 2021? Y El falangismo en el seno de Vox. Marzo de 2021 https://rebelion.org/el-falangismo-en-el-seno-de-vox-ii/
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W. C. Molina: Bolsonaro y la extrema derecha europea. 30-07-2021 https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/bolsonaro-extremaderecha-europa-brasil-atlasnetwork-beatrixvonstorch/20210729194002189870.html
Daniel Campione: Un tal Hitler comienza a emerger. 29-07-2021 https://www.lahaine.org/mundo.php/un-tal-hitler-comienza‑a
Quinn Slobodian: Los hijos bastardos de Hayek. 17-07-2021 https://www.sinpermiso.info/textos/los-hijos-bastardos-de-hayek
Redacción: Nazismo ordinario. 1-08-2021 https://diario-octubre.com/2021/08/01/nazismo-ordinario-tradicional-congreso-de-veteranos-de-las-ss-celebrado-en-estonia-foto/
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
EUSKAL HERRIA 15 de agosto de 2021