Gua­te­ma­la. Mujer ague­rri­da que lucha por la defen­sa de la tierra

Por Mar­yó­rit Gue­va­ra, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 3 de agos­to de 2021.

La acti­vis­ta gua­te­mal­te­ca Loli­ta Chá­vez, exi­lia­da des­de hace cua­tro años y pre­mio Rome­ro a los Dere­chos Huma­nos en 2021, nos habla sobre luchas popu­la­res, extrac­ti­vis­mo, femi­nis­mo, comu­ni­dad y resistencia.

A Loli­ta Chá­vez qui­sie­ron silen­ciar­la, en seis oca­sio­nes aten­ta­ron con­tra su vida, dedi­ca­da a la lucha por los dere­chos de los pue­blos ori­gi­na­rios en Amé­ri­ca Lati­na. En este caso espe­cí­fi­co, en Ixi­mu­lew (Gua­te­ma­la), la tie­rra que la parió y que, en 2017, aban­do­nó como medi­da de pro­tec­ción ante la per­se­cu­ción por par­te de empre­sas mul­ti­na­cio­na­les a las que ha denun­cia­do por “aten­tar con­tra la bio­di­ver­si­dad de su terri­to­rio y su pueblo”.

Es una mujer que ins­pi­ra, ague­rri­da y valien­te, que no duda en alzar su voz para denun­ciar la injus­ti­cia y recla­mar el ejer­ci­cio de los dere­chos huma­nos, por lo que des­de la cam­pa­ña “Luchan­do jun­tas por nues­tros dere­chos”, de la Aso­cia­ción de Muje­res Mal­va­lu­na, en el mar­co del pro­yec­to “Jun­tas por la cons­truc­ción y trans­for­ma­ción de una coope­ra­ción femi­nis­ta” de la Agen­cia Extre­me­ña de Coope­ra­ción Inter­na­cio­nal al Desa­rro­llo (AEXCID), imple­men­ta­do por Femi­nis­tas Coope­ran­do, agru­pa­ción inte­gra­da por MZC, ADHEX, Mal­va­lu­na y Fun­da­ción Muje­res, nos hace­mos eco de su lucha aun des­de un dolo­ro­so exilio.

—Ya son casi cua­tro años del exi­lio, ¿qué tal los has vivido?

—Ha teni­do sus alti­ba­jos. Me he sen­ti­do como en el des­tie­rro. Es duro vivir­lo como lo he vivi­do, es duro por­que no he esta­do en un solo sitio. Es boni­to mover­se, pero es difí­cil lle­gar a luga­res don­de la gen­te te ve con odio por la expre­sión de racis­mo. Lle­gar a luga­res don­de tie­nen muchos pri­vi­le­gios y no com­par­ten; lle­gar don­de está el enemi­go, que son las empre­sas; lle­gar don­de la gen­te sigue codi­cian­do y tie­ne otro modo de vida. Es vio­len­to, pero saber que somos semi­lla y que sos­te­ne­mos la vida median­te nues­tro mode­lo de vida es inspirador.

—¿Qué es lo que más extra­ñas de tu tierra?

—Extra­ño mucho el teji­do de reci­pro­ci­dad que hay allá. Extra­ño mucho la expre­sión de la comu­ni­dad. Los teji­dos son otros y extra­ño mucho la mil­pa; extra­ño bas­tan­te la con­vi­ven­cia, tal vez no todo nos­tál­gi­co, sino tam­bién la músi­ca, las fies­tas, las pachangas.

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Extra­ño bas­tan­te a mi fami­lia. Mi fami­lia sos­tu­vo bas­tan­te la lucha. Aho­ra, hacien­do un recuen­to de la his­to­ria y de todos los ata­ques que he teni­do, veo cómo el teji­do des­de la coti­dia­ni­dad abra­za bas­tan­te mi vida y eso me da un rena­cer, me da mucha fuer­za. Mi pue­blo es mi sue­ño, mi ins­pi­ra­ción, la comu­ni­dad, la his­to­ria, mi identidad.

—¿Qué sig­ni­fi­ca ser mujer quiché?

Mi pue­blo es ague­rri­do, valien­te, rebel­de, pero con una espe­ran­za pro­fun­da. Los abue­los y las abue­las nos dicen que mi pue­blo va a rena­cer, y que de estas opre­sio­nes vamos a salir como un pue­blo que vamos a ven­cer y esa es la esperanza.


Hemos pasa­do geno­ci­dio, yo viví la gue­rra muy fuer­te, gue­rrea­mos, y decir ser gue­rre­ra es una con­cep­ción total­men­te dife­ren­te a como la tie­ne Euro­pa. No es ser vio­len­ta, es lograr vivir y rena­cer y vol­ver a tejer eso que rom­pen con la gue­rra; eso que ata­can todas las tor­tu­ras, la tie­rra arra­sa­da, las vio­la­cio­nes sexua­les, todos los ase­si­na­tos. Es vivir cons­tan­te­men­te, siem­pre gene­ran­do jus­ti­cia cós­mi­ca, aquí y aho­ra, y eso es lo que es mi pueblo.


—Has dedi­ca­do tu vida a la denun­cia de las vio­la­cio­nes con­tra tu pue­blo. ¿Cuál es la situa­ción actual?

—El extrac­ti­vis­mo sigue avan­zan­do. Noso­tras logra­mos parar, no solo en mi pue­blo, sino en todo Ixi­mu­lew (Gua­te­ma­la), muchas licen­cias mine­ras, licen­cias fores­ta­les, hidro­eléc­tri­cas. El gran pro­ble­ma es que los movi­mien­tos han sido muy ata­ca­dos. La repre­sión ha sido muy gran­de: mili­tar, eco­nó­mi­ca y polí­ti­ca. Las leyes han cam­bia­do a favor de las empre­sas, es per­ver­so. En Gua­te­ma­la, han hecho leyes supues­ta­men­te con­tra el terro­ris­mo y nos lla­man terro­ris­tas a las defen­so­ras y los defen­so­res, y esas leyes son muy, muy actua­les, y son leyes que han sido pla­nea­das en Euro­pa. Euro­pa tie­ne mucho que ver con la legis­la­ción en todo Abya Yala.

La COVID-19 vino a dar el mar­co refe­ren­cial y los pro­to­co­los de sani­dad, segu­ri­dad, todo lo que vin­cu­la con esas polí­ti­cas son neo­li­be­ra­les puras y duras, y eso está gene­ran­do más extrac­ti­vis­mo. Están ata­can­do la bio­di­ver­si­dad, usan­do el mon­ta­je de res­pues­ta al cam­bio cli­má­ti­co y al calen­ta­mien­to glo­bal. Están finan­cian­do estruc­tu­ras cri­mi­na­les, estruc­tu­ras vin­cu­la­das al mili­ta­ris­mo y al para­mi­li­ta­ris­mo y la nar­co­ac­ti­vi­dad. Están finan­cian­do arma­men­tis­mo para más ata­ques a mi pueblo.

—¿Son iden­ti­fi­ca­bles estas per­so­nas o gru­pos que te per­si­guen, ame­na­zan y aten­tan con­tra tu vida?

—Noso­tras los hemos mapea­do. Todos los ata­ques que nos han hecho, cada ata­que a mano arma­da. Todos los ata­ques los hemos denun­cia­do, no por­que crea­mos en un sis­te­ma de jus­ti­cia, que es un sis­te­ma racis­ta, sino más bien por­que que­re­mos que la his­to­ria que­de cla­ra de quién es el enemi­go. Hemos hecho inves­ti­ga­cio­nes gra­cias a orga­ni­za­cio­nes que se han uni­do a la lucha. Hemos inves­ti­ga­do las estruc­tu­ras cri­mi­na­les. Le hemos dado los docu­men­tos al Minis­te­rio Públi­co, hemos iden­ti­fi­ca­do el ries­go que sig­ni­fi­ca nom­brar al agre­sor y los hemos nom­bra­do públi­ca­men­te, pero hemos reci­bi­do cero res­pues­tas del sis­te­ma de justicia.

Hay docu­men­tos que tie­nen todos estos infor­mes, son docu­men­tos que tam­bién hemos envia­do a la Comi­sión Inter­ame­ri­ca­na de Dere­chos Huma­nos (CIDH), por­que ten­go medi­das cau­te­la­res de la CIDH, y cada seis meses el Esta­do me ata­ca con infor­mes, como que fue­ra la más cruel del mun­do. Me da mucha risa, por­que yo ten­go que con­tes­tar esos infor­mes y, si tú me ves, no soy la terro­ris­ta que han que­ri­do decir que soy.

—Has men­cio­na­do en otras entre­vis­tas que Euro­pa es res­pon­sa­ble de esta situa­ción. Con tu pre­sen­cia acá, crees que de algu­na for­ma se hace con­cien­cia. ¿O qué crees que debe­ría hacer la ciu­da­da­nía espa­ño­la fren­te a esta situación?

—Inves­ti­gar a sus empre­sas, lle­var­les la ruta, no tra­ba­jar con ellas, y yo sé que la gen­te nece­si­ta tra­ba­jo, por­que a veces me indi­can los mis­mos acti­vis­tas que tie­ne a fami­lia­res tra­ba­jan­do. Es indig­nan­te para mí cómo no pue­den encon­trar otro tipo de tra­ba­jo, otras expre­sio­nes de tra­ba­jo, más dig­nas, más jus­tas, más de con­vi­ven­cia con la natu­ra­le­za. No tra­ba­jar con el enemi­go. El enemi­go para los pue­blos, para la bio­di­ver­si­dad, para los terri­to­rios en Abya Yala son las empre­sas transnacionales.

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Lue­go, seguir luchan­do por que no se cie­rren las puer­tas si migra­mos, si sali­mos es por­que nos están inva­dien­do, enton­ces, es nece­sa­rio terri­to­ria­li­zar Abya Yala en Euro­pa; decir lo que nos per­te­ne­ce y nues­tros dere­chos como lo jus­to, como huma­ni­dad, no como una expre­sión peyo­ra­ti­va de migran­te que nos ven con racis­mo, con des­pre­cio. En Euro­pa, hay muchas com­pi­tas que las están tra­tan­do muy mal en las casas con esas expre­sio­nes inter­nas. Yo no había escu­cha­do eso: inter­na. En Gua­te­ma­la, se da por­que tam­bién muchas her­ma­nas que salen del pue­blo a tra­ba­jar con los fin­que­ros, con los bur­gue­ses, con los ban­que­ros, con los fun­cio­na­rios y nos tra­tan muy mal, pero como hablan en Euro­pa los dere­chos por aquí, los dere­chos por allá, pero ni mier­da. No hay dere­cho, son tan injustos.

En Euro­pa, real­men­te se vive la peor cruel­dad que pode­mos ima­gi­nar. Es bien jodi­do. Te ima­gi­nas salir de un terri­to­rio, don­de te quie­ren matar, y lle­gar a un terri­to­rio racis­ta, pero siem­pre encon­tra­mos com­pi­tas de Abya Yala en Eus­kal Herria. Hay muchas her­ma­nas que son vas­cas y son pre­cio­sas, pero tam­bién gen­te de Abya Yala que encuen­tro en los teji­dos que hace­mos y ahí me ins­pi­ro otra vez y vuel­vo a rena­cer. Euro­pa tie­ne que bajar­le a los pri­vi­le­gios, bajar­le a la supremacía.

—En Extre­ma­du­ra, hay varios movi­mien­tos con­tra la mine­ría. ¿Qué les acon­se­ja a estas per­so­nas que están al fren­te de esta lucha?

—En prin­ci­pio, feli­ci­tar­las, salu­dar su camino de gue­rre­ras y gue­rre­ros, que no se dejen es un desa­fío. Noso­tras lo logra­mos en mi pue­blo y tal vez sir­ve de algo cómo lo logra­mos como orga­ni­za­ción comu­ni­ta­ria. En las calles, fun­cio­na la pre­sión social y hablar con la gen­te. La gen­te está muy vin­cu­la­da al “no es posi­ble”, “no pode­mos”, “ya está auto­ri­za­do”, siem­pre se escu­cha en Euro­pa que si “se apro­bó, no se pue­de”, pero no, eso no.


Lo nues­tro esta­ba apro­ba­do, 32 licen­cias en mi pue­blo y logra­mos parar enton­ces eso: orga­ni­za­ción y for­ma­ción. Las empre­sas ofre­cen dine­ro, ofre­cen desa­rro­llo, pero todo eso se aca­ba. Lo que no se aca­ba es la vida y la bio­di­ver­si­dad, el víncu­lo cós­mi­co energético.


Tam­bién que vean su entorno, que admi­ren lo que tie­nen, el agua, por ejem­plo, el víncu­lo con el agua. Saber de dón­de les lle­ga, por­que lo que más ata­can las empre­sas mine­ras es el agua y la bio­di­ver­si­dad, pero tam­bién sus vidas, que valo­ren sus cuer­pos por­que, estan­do cer­ca de empre­sas extrac­ti­vas, tam­bién es un veneno per­ma­nen­te. El veneno cami­na, el mal cami­na y como decían las abue­las y abue­los: eso lle­ga a nues­tros hue­sos, lle­ga a nues­tra san­gre, lle­ga a nues­tro cora­zón. Que no vean solo su vida actual, sino en el futu­ro, que les va a dar fuer­za; que ten­gan asam­bleas, muchas asam­bleas; que hagan uso de los meca­nis­mos inter­na­cio­na­les; que denun­cien a las empre­sas; que denun­cien al Esta­do; que denun­cien quié­nes son y de dón­de vie­ne ese dinero.

—He escu­cha­do que tie­nes mucho deseo por regre­sar a Gua­te­ma­la. ¿Crees que hay condiciones?

—No, es tan tris­te decir que no hay con­di­cio­nes… Los jui­cios siguen, mis expe­dien­tes siguen. Yo lo tomo con sar­cas­mo y con risa sar­cás­ti­ca. Me man­dan noti­fi­ca­ción, bus­can a mi fami­lia para noti­fi­car­le el Minis­te­rio Públi­co, un minis­te­rio corrup­to por­que las denun­cias que yo he inter­pues­to en con­tra de los agre­so­res las han archi­va­do y los casos que tie­nen con­tra mí, ahí van y cada vez le aumen­tan más y más que los archi­vos son tan gran­des. Enton­ces, es una pre­sión, por­que si entro, posi­ble­men­te voy a la cár­cel, y yo a la cár­cel no, no por­que no soy cri­mi­nal, no he come­ti­do nin­gún deli­to, lo úni­co que hice fue defen­der nues­tros dere­chos, defen­der la Madre Tierra.

—Loli­ta, ¿de dón­de sacas tan­ta fuer­za, tan­to valor?

—Los mie­dos están siem­pre pre­sen­tes, pero lo que pasa es que sana­mos, sana­mos bas­tan­te. Todo eso que deci­mos como femi­nis­ta comu­ni­ta­ria de sanan­do tú, sano yo. La reci­pro­ci­dad de la sana­ción, sanar con las plan­tas, con la bio­di­ver­si­dad, sanar entre com­pi­tas me da mucha fuer­za y luchar, seguir luchan­do. Me da mucha ins­pi­ra­ción entre­te­jer, saber que muchas luchas, por ejem­plo, aho­ra que me dices lo de que están luchan­do con­tra una empre­sa mine­ra, digo: qué bueno, y eso ali­men­ta nues­tra vida por­que deci­mos no esta­mos solas y no vamos a cami­nar solas. Enton­ces, estoy cono­cien­do varias expre­sio­nes de lucha y eso me ali­men­ta mucho.

—Con res­pec­to a lo que suce­de en Amé­ri­ca Lati­na sobre estas expre­sio­nes de regí­me­nes auto­ri­ta­rios y la esca­la­da del dis­cur­so anti dere­chos, ¿cuál es tu valoración?

—Si habla­mos de sis­te­ma y Esta­do, creo que hay un retro­ce­so muy gran­de, muy gran­de. Esta­mos en gue­rra. Yo, que he vivi­do la gue­rra, hago ese víncu­lo de cómo ata­can a las movi­li­za­cio­nes en Chi­le, esto es gue­rra. En Hai­tí, en Colom­bia, todo es muy per­ver­so. Los que están con­tra el pue­blo mapu­che son muy, muy fuer­tes. En Méxi­co, cómo las empre­sas mine­ras cana­dien­ses ata­can a tra­vés del víncu­lo de la nar­co­ac­ti­vi­dad. Ves la situa­ción de Hon­du­ras: es una situa­ción bien per­ver­sa. La mili­ta­ri­za­ción está en todos lados.

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Si vamos hacien­do un recuen­to en cada lado, esta­mos en gue­rra, pero en gue­rra don­de aho­ra ha avan­za­do el extrac­ti­vis­mo y está toda esa gue­rra con la ener­gía. Son tiem­pos de gue­rra por los bie­nes mate­ria­les, por los bie­nes natu­ra­les, que siguen codi­cia­dos. Las empre­sas van a seguir que­rien­do más ener­gía y los pue­blos vamos a seguir resis­tien­do, enton­ces, eso va a gene­rar guerra.

Hay un retro­ce­so muy, muy gran­de de no res­pe­to a los dere­chos huma­nos, dere­chos colec­ti­vos, dere­chos de la tie­rra, de la vida, del agua, del aire. Muchos her­ma­nos y her­ma­nas se han que­da­do en el camino y lo hemos vivi­do cuan­do los encar­ce­lan. Lo que pasa en Nica­ra­gua, por ejem­plo, que los encar­ce­lan y están muchos meses en pri­sión pre­ven­ti­va por un deli­to que, en prin­ci­pio, no se come­tió y, lue­go, un mon­tón de tiem­po de ser pre­sa polí­ti­ca y con toda la tor­tu­ra. Es bien indig­nan­te, es bien duro vivir­lo y eso es lo que está pasan­do en Abya Yala.

Siem­pre hay un triun­fo del capi­ta­lis­mo. En Nica­ra­gua, por ejem­plo, es un régi­men de izquier­da, y esto siem­pre pen­sá­ba­mos que podía ocu­rrir con gobier­nos de dere­cha, pero está pasan­do en paí­ses don­de hay gobier­nos de izquier­da. ¿A qué le pode­mos atri­buir esto? A nivel per­so­nal, siem­pre había sido una per­so­na de izquier­da y, aho­ra que pasa esto en mi país, que ade­más me obli­ga a salir, aban­do­nar, a huir como delin­cuen­te, pues me hace pen­sar real­men­te en la cri­sis que esta­mos enfrentando.

Es bien duro cuan­do el país tie­ne un mode­lo de vida que su refe­ren­te sea el capi­tal. Muchos pue­den decir que están con­tra Esta­dos Uni­dos, pero eso se les que­da en la boca. Si ana­li­za­mos los pla­nes que imple­men­tan de acu­mu­la­ción, de abu­so del poder, de su mal gobierno, la mili­ta­ri­za­ción: todo es copia y pega de los inva­so­res, de lo que son sus refe­ren­tes. No tie­nen otro mode­lo de vida, por­que el refe­ren­te de mode­lo de vida es el del opre­sor, es de los inva­so­res, es Euro­pa. Tene­mos ese refe­ren­te de vida, sea que le lla­men dere­cha o sea que le lla­men izquierda.

—Como mujer defen­so­ra y femi­nis­ta, ¿cuál es tu men­sa­je a las muje­res que comien­zan su lucha?

—Decir­les, en prin­ci­pio, que no nece­si­ta­mos tute­la­je, que rom­pa­mos con los tute­la­jes, que vamos a hablar en pri­me­ra per­so­na. Que rom­pan el silen­cio, que, den­tro de su ser, todas, como deci­mos en mi pue­blo: ch’umilal; ch’umilal es estrella.

Somos luz, ilu­mi­na­mos y somos ener­gía, y tene­mos ener­gía y mien­tras lata nues­tro cora­zón, y mien­tras poda­mos res­pi­rar, somos una fuen­te de ins­pi­ra­ción y, cuan­do tene­mos la expe­rien­cia de tras­cen­der situa­cio­nes difí­ci­les de opre­sión en terri­to­rios hos­ti­les, en terri­to­rios en gue­rra, en terri­to­rios con mili­ta­res, con empre­sa extrac­ti­va, y hemos logra­do tras­cen­der o con vio­len­cia en la casa, en la cama, enton­ces logra­mos vivir y es espe­ran­za, es ins­pi­ra­ción para la huma­ni­dad, somos ins­pi­ra­ción para la huma­ni­dad, enton­ces solo per­mi­ta­mos ser esperanza.

Noso­tras mis­mas crea­mos eso que somos, gene­re­mos fuer­za colec­ti­va cuan­do damos a cono­cer las luchas, nues­tra his­to­ria, nues­tra memo­ria, nues­tro cami­nar. Hay otras que se levan­tan. Somos semi­lla y esa semi­lla sos­tie­ne la vida. Somos teji­do en la red de la vida de acuer­pa­mien­to, aun­que ni nos demos cuen­ta de qué semi­lla sembramos.

Fuen­te: El Sal­to Dia­rio Foto de por­ta­da: Nadia Petriz­zo – Marcha

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