Pales­ti­na. Resis­ten­cia y mar­ti­rio en Beita

Resu­men Medio Orien­te, 24 de agos­to de 2021.

Ya son seis los pales­ti­nos ase­si­na­dos por el ejér­ci­to israe­lí en Bei­ta, la aldea al sur­es­te de Nablus don­de la pobla­ción está pro­tes­tan­do sema­nal­men­te des­de mayo con­tra la ins­ta­la­ción de Evya­tar, una nue­va colo­nia ile­gal ins­ta­la­da en una coli­na que per­te­ne­ce a las fami­lias de Bei­ta. A fines de junio, y debi­do a la inten­si­dad de las movi­li­za­cio­nes pales­ti­nas, los colo­nos acep­ta­ron un com­pro­mi­so con el pri­mer minis­tro Naf­ta­li Ben­nett y el minis­tro de Defen­sa Benny Gantz, por el que aban­do­na­rán el lugar, pero las casas per­ma­ne­ce­rán en su lugar, mien­tras el gobierno de ocu­pa­ción ‘estu­dia la situa­ción legal del terreno’. Si resul­ta que la colo­nia pue­de ser lega­li­za­da, los resi­den­tes podrán regre­sar “lo antes posi­ble”. De hecho este es el pro­ce­so que sue­len seguir todas las colo­nias que se ins­ta­lan de mane­ra ile­gal y lue­go son lega­li­za­das por el gobierno; por eso los colo­nos afir­ma­ron que van a regre­sar, y antes de reti­rar­se eri­gie­ron una enor­me estre­lla de David de hie­rro y pusie­ron nom­bres bíbli­cos a las calle­jue­las del asen­ta­mien­to. El acuer­do esti­pu­ló que mien­tras tan­to se esta­ble­ce­rá una base del ejér­ci­to en el lugar. La pobla­ción de Bei­ta ape­ló el acuer­do por con­si­de­rar que pre­ten­de elu­dir la orden de des­alo­jo y vio­la los dere­chos de pro­pie­dad pales­ti­nos. Por eso las movi­li­za­cio­nes pales­ti­nas han con­ti­nua­do; y tam­bién la repre­sión mor­tal. Los perio­dis­tas Gideon Levy y Alex Levac vol­vie­ron a Bei­ta para docu­men­tar el sex­to ase­si­na­to; habían esta­do la sema­na ante­rior cuan­do ocu­rrió el quinto.

Mani­fes­ta­ción noc­tur­na con antor­chas en Bei­ta con­tra la colo­nia Evya­tar el 11/​6/​21 (Oren Ziv).


“Eli­gen a una per­so­na para matar­la, y así se aca­ba la protesta”

Gideon Levy

Imad Dui­kat fue el sex­to pales­tino muer­to por dis­pa­ros de las tro­pas israe­líes duran­te las recien­tes pro­tes­tas con­tra el nue­vo asen­ta­mien­to colo­nial Evya­tar, y el núme­ro 40 ase­si­na­do en Cis­jor­da­nia des­de mayo.

Ali es lle­va­do a la sala en bra­zos del tío Bilal, her­mano de su padre. Todos guar­dan silen­cio, algu­nos ojos se lle­nan de lágri­mas al ver al peque­ño bebé. Ali aún no tie­ne dos meses y su padre fue ase­si­na­do el vier­nes pasa­do por el ejér­ci­to israe­lí. Le dis­pa­ra­ron una sola bala que impac­tó en su pecho des­de unos cien­tos de metros de distancia.

Imad Dui­kat, un sim­ple jor­na­le­ro, se encon­tra­ba entre los cien­tos de habi­tan­tes de la aldea cis­jor­da­na de Bei­ta, que cada vier­nes se reúnen fren­te a Evya­tar, una inci­pien­te colo­nia ile­gal cuyos habi­tan­tes lo han aban­do­na­do por el momen­to, pero las vivien­das siguen allí, intac­tas. Los líde­res de la aldea insis­ten en que no des­can­sa­rán has­ta que se reti­re la últi­ma pie­dra de Evya­tar y se devuel­va la tie­rra −que, según dicen, per­te­ne­ce a Bei­ta y a otras tres aldeas cer­ca­nas− a sus propietarios.

Dui­kat, de 38 años, esta­ba toman­do agua de un vaso dese­cha­ble en el calor del medio­día cuan­do le dis­pa­ra­ron. El vaso se encuen­tra aho­ra en el cen­tro del impro­vi­sa­do monu­men­to con­me­mo­ra­ti­vo −un círcu­lo de pie­dras− que sus ami­gos han colo­ca­do alre­de­dor de la man­cha de san­gre seca en el lugar en el que la bala se estre­lló con­tra él. Su hijo peque­ño, Ali, y sus cua­tro her­ma­nas, no vol­ve­rán a ver­lo. El abue­lo de Imad, que tam­bién se lla­ma Ali, aprie­ta a su peque­ño nie­to con­tra su cora­zón y le da un beso.

Esta sen­ci­lla casa, situa­da en lo más pro­fun­do de Bei­ta, está impreg­na­da de luto. Lle­ga­mos allí a prin­ci­pios de esta sema­na para visi­tar al padre de Imad, su her­mano, sus hijos y otros fami­lia­res. Las muje­res en due­lo esta­ban en el pri­mer piso. Un gru­po de hom­bres de la loca­li­dad se había reu­ni­do para con­so­lar­se en una sala del cen­tro del pueblo.

La sema­na pasa­da tam­bién estu­vi­mos en Bei­ta: para docu­men­tar el ase­si­na­to del plo­me­ro local, Sha­di Shu­ra­fi, de 41 años y padre de cua­tro hijos, a prin­ci­pios de este mes. Le dis­pa­ra­ron y mata­ron una noche, cuan­do fue a che­quear las vál­vu­las prin­ci­pa­les de agua del pue­blo, cer­ca de la carre­te­ra, mien­tras sos­te­nía una lla­ve ingle­sa. (El mar­tes de esta sema­na, la Uni­dad del Por­ta­voz del ejér­ci­to israe­lí nos infor­mó que el cuer­po de Shu­ra­fi había sido final­men­te devuel­to a su fami­lia para su entie­rro por orden de los polí­ti­cos israelíes).

Ape­nas se había seca­do la tin­ta del artícu­lo sobre el plo­me­ro que apa­re­ció en estas pági­nas el vier­nes pasa­do, cuan­do otro resi­den­te de Bei­ta fue ase­si­na­do. Dui­kat es el sex­to habi­tan­te del pue­blo que ha sido ase­si­na­do des­de el comien­zo de las mani­fes­ta­cio­nes con­tra Evya­tar. Des­de mayo, las fuer­zas israe­líes han mata­do a un total de 40 pales­ti­nos en Cis­jor­da­nia, la mayo­ría de los cua­les evi­den­te­men­te no ponían en peli­gro a nadie.

La viu­da, Samar, está ence­rra­da en su habi­ta­ción. Sus hijas huér­fa­nas de padre, de entre 10 y 4 años, están sen­ta­das en silen­cio en el sofá. El abue­lo Ali, de 78 años, afli­gi­do por su hijo, lle­va un kef­fi­yeh blan­co y un tra­je oscu­ro; se ríe de vez en cuan­do, sin dar­se cuen­ta, apa­ren­te­men­te con incomodidad.

Des­de que Evya­tar se esta­ble­ció en la coli­na Jabal Sabih, en las afue­ras de Bei­ta, a prin­ci­pios de mayo, los aldea­nos rea­li­zan sus ora­cio­nes de los vier­nes en la coli­na de oli­vos situa­da enfren­te. Se ha con­ver­ti­do en un ritual sema­nal muy popu­lar: todo el pue­blo, inclu­yen­do niñas y niños, se diri­ge a pie o en coche a la coli­na, las fur­go­ne­tas traen comi­da y bebi­da, y los luga­re­ños pasan la tar­de, des­pués de las ora­cio­nes, fren­te al ade­fe­sio de Evya­tar. Duran­te la épo­ca en que el asen­ta­mien­to colo­nial esta­ba habi­ta­do, los luga­re­ños que­ma­ban neu­má­ti­cos en ese lugar, y el den­so humo se expan­día y moles­ta­ba a los colonos.

Una enor­me ban­de­ra de Pales­ti­na ondea aho­ra en la bri­sa, desa­fian­te; tam­bién se han colo­ca­do aquí alta­vo­ces e ilu­mi­na­ción. El vier­nes pasa­do los habi­tan­tes del pue­blo se reu­nie­ron en esta mis­ma coli­na: se cal­cu­la que entre 1.000 y 1.500 per­so­nas acu­die­ron a la pro­tes­ta, que tam­bién fue una espe­cie de pic­nic masi­vo con niños y niñas.

La gen­te de Bei­ta tie­ne mucha expe­rien­cia en orga­ni­zar pro­tes­tas con­tra colo­nos vio­len­tos que quie­ren des­po­jar­los. Hace un año y medio, los colo­nos inten­ta­ron asen­tar­se en la cer­ca­na coli­na Jabal Orma; ese inten­to se frus­tró con una lucha que se cobró la vida de dos aldea­nos. En 1988, duran­te la fies­ta judía de Pas­cua, una excur­sión pro­vo­ca­do­ra de jóve­nes colo­nos de la zona se con­vir­tió en un inci­den­te vio­len­to y mor­tal; tras él, el ejér­ci­to israe­lí demo­lió 16 casas en Bei­ta. En 1991, un colono de Elon Moreh ase­si­nó a un resi­den­te local y fue inter­na­do en un hos­pi­tal psi­quiá­tri­co. Hace dos sema­nas fue ase­si­na­do el plo­me­ro. Y lue­go le lle­gó el turno a Duikat.

El vier­nes pasa­do había esta­do tem­prano en su casa con Samar y sus niñas. Sobre las 10:30 salió de la casa con su sobrino Rabia, de 20 años. Se diri­gie­ron a la coli­na fren­te a Evya­tar, pasan­do por una zona de recreo y cam­ping fami­liar que que­da en el camino. Los habi­tan­tes del pue­blo ya habían colo­ca­do las alfom­bras en el sue­lo y comen­za­ban sus ora­cio­nes habi­tua­les del medio­día, entre los oli­vos, bajo el sol. Las estruc­tu­ras vacías de Evya­tar aso­ma­ban en la coli­na de enfren­te; entre ellas, una gran estruc­tu­ra en for­ma de meno­rah, torres de vigi­lan­cia y ban­de­ras israelíes.

Eran alre­de­dor de las 2:30 de la tar­de, des­pués de que se hubie­ran reu­ni­do cien­tos de per­so­nas, cuan­do un sol­da­do israe­lí tomó su rifle y dis­pa­ró una sola bala −una bala “tutú” cali­bre 22, según los aldea­nos− en el pecho de Dui­kat. La san­gre bro­tó de su boca; la bala no salió. Fue decla­ra­do muer­to al lle­gar al hos­pi­tal Rafi­di­ya de Nablus. La ambu­lan­cia que lo lle­vó has­ta allí esta­ba apar­ca­da a pocos pasos del lugar don­de lo mata­ron; una segun­da ambu­lan­cia esta­ba apar­ca­da cer­ca. Al menos dos ambu­lan­cias espe­ran en estas mani­fes­ta­cio­nes sema­na­les, que inva­ria­ble­men­te ter­mi­nan con derra­ma­mien­to de sangre.

El vier­nes pasa­do, seis pobla­do­res loca­les fue­ron alcan­za­dos por muni­ción real, y más de 100 resul­ta­ron heri­dos por gases lacri­mó­ge­nos y balas metá­li­cas con pun­ta de goma. No se sabe cuán­tas tro­pas se des­ple­ga­ron con­tra ellos; el terreno es roco­so y algu­nos de los sol­da­dos están escon­di­dos. Algu­nos mani­fes­tan­tes dicen que tam­bién les dis­pa­ra­ron des­de avio­nes no tri­pu­la­dos que sobre­vo­la­ban la zona.

Así suce­de aquí, cada semana.

“No apun­ta­ron nece­sa­ria­men­te a Imad [per­so­nal­men­te]”, dice Omar Dui­kat, de 51 años, tío del falle­ci­do, sen­ta­do en la casa fami­liar. “Eli­gen a una per­so­na cual­quie­ra, y lue­go se aca­ba. El sol­da­do eli­ge a quién matar. Así es como han mata­do a seis pobla­do­res locales.”

Bilal, de 44 años, her­mano mayor de la víc­ti­ma, abra­za a su sobrino peque­ño, el bebé Ali. “Aca­ba­ron con él en un segun­do”, dice, y lue­go calla.

Aña­de Omar: “Su vida era muy sen­ci­lla. Imad no era fut­bo­lis­ta, no era actor de cine, ni can­tan­te, ni comer­cian­te. Va a tra­ba­jar por la maña­na como obre­ro, vuel­ve a casa con su mujer y sus hijas, y a veces sale a tra­ba­jar en su oli­var con la familia.”

“Los colo­nos no vie­nen de visi­ta”, con­ti­núa. “Quie­ren arre­ba­tar­nos la tie­rra. No ten­go nada con­tra el pue­blo israe­lí. Tra­ba­jo en Rishon Letzion, y me qui­to el som­bre­ro ante la gen­te de allí; pero los colo­nos son muy dife­ren­tes. Los colo­nos que nos rodean no son seres huma­nos. Sólo pien­san en cómo hacer cosas malas a nues­tra gen­te, y el pro­ble­ma es que el ejér­ci­to los apo­ya. Imad es el pre­cio que paga­mos para sal­va­guar­dar nues­tra tie­rra. En este pue­blo esta­mos pagan­do un pre­cio muy alto para pre­ser­var nues­tra tie­rra. Este pue­blo no está dis­pues­to a acep­tar a los colo­nos. Esta­mos dis­pues­tos a pagar cual­quier pre­cio para no per­der nues­tra tie­rra. Que­re­mos la paz, pero no esta­mos dis­pues­tos a dejar que nadie nos haga daño.

“Los colo­nos sólo espe­ran una opor­tu­ni­dad para asen­tar­se, eri­gir una ban­de­ra, ins­ta­lar una casa rodan­te y expan­dir­se aún más; pero no esta­mos de acuer­do en acep­tar­lo. Deci­di­mos hace 105 días, cuan­do se ins­ta­la­ron en la coli­na de enfren­te”, expli­ca Omar, “que esto no ter­mi­na­rá has­ta que nos devuel­van la tie­rra. No era Evya­tar, no es Evya­tar y nun­ca será Evya­tar. Es exac­ta­men­te el cen­tro del país, y quie­ren divi­dir el este del oes­te y el nor­te del sur. Nues­tra lucha con­ti­nua­rá has­ta que qui­ten la últi­ma piedra.”

La siguien­te res­pues­ta en rela­ción con el inci­den­te que aca­bó con la vida de Imad Dui­kat vino de la Ofi­ci­na del Por­ta­voz del ejér­ci­to israe­lí esta sema­na: “Las Fuer­zas de Defen­sa de Israel lle­van a cabo sesio­nes infor­ma­ti­vas con el obje­ti­vo de sacar con­clu­sio­nes que le per­mi­tan tan­to hacer fren­te a los ries­gos de segu­ri­dad como evi­tar, en la medi­da de lo posi­ble, dañar a los no com­ba­tien­tes. El 6 de agos­to de 2021 se pro­du­je­ron vio­len­tos dis­tur­bios en las inme­dia­cio­nes de la ‘coli­na Evya­tar’ con la par­ti­ci­pa­ción de cien­tos de pales­ti­nos que lan­za­ron pie­dras e incen­dia­ron neu­má­ti­cos. A raíz del inci­den­te en cues­tión, se está lle­van­do a cabo una inves­ti­ga­ción por par­te de la Poli­cía Mili­tar y, una vez ter­mi­na­da, las con­clu­sio­nes se trans­mi­ti­rán a la ofi­ci­na del pro­cu­ra­dor gene­ral militar.”

Agen­tes de la Poli­cía de Fron­te­ras están apos­ta­dos en la entra­da de Evya­tar. La zona don­de los habi­tan­tes de Bei­ta orga­ni­zan sus pro­tes­tas está sem­bra­da de res­tos de neu­má­ti­cos que­ma­dos y cas­qui­llos del ejér­ci­to; un mar de bote­llas y vasos de plás­ti­co cubre el sue­lo seco. Los gri­llos can­tan allí al medio­día, el úni­co soni­do que se escu­cha; has­ta la pró­xi­ma mani­fes­ta­ción y la pró­xi­ma matanza.

Publi­ca­do en Haa­retz el 12/​8/​21. Tra­duc­ción: María Landi

Los seis már­ti­res de Bei­ta entre mayo y julio.

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *