Por Ezequiel Rojas. Resumen Latinoamericano, 26 de agosto de 2021.
El covid ha desnudado la crueldad de un sistema cada vez más ambicioso. Las potencias mundiales redefinen su ajedrez, sin embargo, en Argentina como el resto de los países perdedores en esa disputa global, no contamos con una estrategia de defensa ante el nuevo orden que quieren implementar.
Hoy es casi un lugar común afirmar que el mundo está en crisis. Son muchas las versiones, descripciones e interpretaciones que se han hecho, pero el diagnóstico de la enfermedad no logra consensos en el tratamiento, y eso trae una crisis nueva, y es la crisis de propuestas.
La magnitud de la crisis parece trascender nuestra capacidad de asimilarla e internalizarla plenamente. Después de todo, no se trata de una crisis clara. No es solo económica, ni social, cultural o política. De alguna manera, es una convergencia de todas ellas pero que en su totalidad es la suma de todas las partes.
Y así está el mundo. El papa Francisco lo anticipó hace tiempo, vivimos dentro de una tercera guerra mundial en partes. Y cada una de las partes hace al todo. Guerras por reivindicaciones étnicas, territoriales o religiosas. Antidictatoriales o anticorrupción. Desde Medio Oriente a Venezuela, maniobras de disolución como el Brexit o la independencia de Cataluña. El enfrentamiento económico entre las potencias que dibuja una guerra comercial sin precedentes.
Lo que caracteriza todo esto es una triple convergencia de consecuencias. El crecimiento exponencial del cambio climático inducido que afecta a todas las regiones del mundo. El fin de las energías baratas y extensiva disminución de los recursos fundamentales para el bienestar humano. La gigantesca burbuja especulativa financiera que es cincuenta veces más grande que la economía real de intercambio de bienes y servicios.
Y a todo esto hay que agregar el mal peor, el hambre, que es el método silencioso de exterminio mil veces más potente que el virus Covid.
La pandemia no genero la crisis global si no que es un método más dentro la guerra abierta entre globalistas y perdedores de la globalización.
El mundo actual está en transición. No sabemos cómo pude definirse. La puja por los vínculos comerciales, los lineamientos políticos, los flujos migratorios, las alianzas militares, las estructuras institucionales, la infraestructura física y la conectividad digital están redefiniendo el mapa geoeconómico y geopolítico global.
Entonces ¿De qué nos defendemos, de un virus o de un sistema globalizante capaz de poner en peligro la existencia de la humanidad? El temor es entendible, porque no es nada fácil renunciar a diseños estratégicos. La ineficiencia de las instituciones políticas representativas frente a la acción de las elites financieras contribuye a la configuración de un universo político carente de fundamentos éticos. En lo social, la fragmentación y la falta de integración promueve una creciente exclusión social y empobrecimiento, los permanentes conflictos en el seno de la sociedad despierta la anomia. Y en lo económico, los paradigmas preexistentes son inútiles a problemas de un nuevo mundo. La ciencia, la medicina, la tecnología no son del siglo XIX, sin embargo, la economía aún se maneja con las teorías de dos siglos atrás.
La política debe tomar estado de conciencia de que la inviabilidad del sistema que se propone atenta incluso contra sus propios intereses. La falta de estrategia pone a la Argentina en un estado de debilidad ante el escenario creado. Por eso, no nos defendemos de un virus si no de la dinámica político/militar/económica global de las grandes potencias. Sera la política la que deba reconocer las limitaciones para nuestro desarrollo y las frustraciones de las experiencias generadas por corrientes de pensamiento e ideas formadas sobre el desarrollismo y el monetarismo, que expone las reacciones ante ellas replicando los esquemas, reactualizando paradigmas y sosteniendo que a pesar de todo el naufragio no se ha producido.
Lo que no se exhibe es la otra cara de la realidad: el agravamiento de la pobreza, el hecho de que una parte considerable de la población económicamente activa se debata entre el desempleo y el subempleo, la ruptura de nuestra matriz productiva descapitalizando a nuestro empresariado, el deterioro social especialmente en vivienda, deserción escolar, problemas intrafamiliares, suicidios juveniles, drogadicción, inseguridad, violencia callejera, femicidios, retrasos madurativos, desnutrición y enfermedades de todo tipo.
Decía Juan Domingo Perón en su congreso filosófico de la comunidad organizada: “Lo que caracteriza a las comunidades sanas y vigorosas es el grado de sus individualidades y el sentido con que se disponen a engendrar en lo colectivo. A este sentido de comunidad se llega de abajo, no desde arriba. Su diferencia, así como comunidad saludable, formada por el ascenso de sus individualidades consientes, poseen hondas razones de supervivencia”. De todo lo expuesto, debemos comprender que es necesario una política de adentro hacia afuera. Sería ilusorio pensar en un desarrollo si no ponemos a la comunidad en armonía con sus intereses. Pero el desarrollo futuro no puede sustentarse en la matriz de los paradigmas hasta ahora impuestos. Tampoco debe depender del crecimiento de las exportaciones o importaciones, ni sustentarse sobre aportes del capital extranjero. La nueva idea de desarrollo debe estar en un marco legítimo de defensa nacional integral, bajo una neutralidad regional explicita a los intereses de las potencias internacionales y proponer un nuevo orden internacional sostenible, bajo un programa de unidad nacional para el desarrollo a largo plazo que debe pactarse con todos los sectores sociales, económicos y políticos.
Esa concepción estratégica debe colocar al ser humano como principal factor de reconstrucción, dentro de un plan integral de desarrollo a escala humana que concentre y sustente la satisfacción de las necesidades básicas fundamentales y en la generación creciente de autodependencia y armonía con el medio ambiente y la tecnología, con articulación entre la sociedad civil y el estado.
*Sociólogo, miembro del centro de estudio nuestro tiempo.
Provincia de Salta.