Resumen Latinoamericano, 6 de agosto de 2021
El discurso del nuevo canciller peruano, la voluntad integracionista del mandatario mexicano y los golpes del presidente argentino a la OEA replantean el tablero político regional. Pero, ¿hacia dónde?
El cambio de enfoque en torno al Grupo de Lima que ha anunciado el nuevo canciller peruano, Héctor Béjar Rivera, parece obedecer a un giro progresista del continente y se ve acompañado por el resurgimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en el discurso del mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, además de otros factores que van configurando un nuevo rostro político de Latinoamérica.
Béjar ha declarado recientemente que los miembros del Grupo de Lima –surgido en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA)– «han cambiado su política» y que «sus puntos de vista son distintos ahora».
Con esa declaración, el canciller no solo hablaba del gobierno peruano, sino de todo el cónclave. Lo que parece confirmar esa apreciación es que ni el Gobierno de Brasil ni el de Colombia (por nombrar a los de mayor tendencia derechista) han desdicho al nuevo ministro de Exteriores en Lima.
El peso diplomático que produce el nuevo gobierno del presidente Pedro Castillo radica en posicionarse en la capital peruana, que ofreció su nombre al grupo que creó esta multilateral (que actualmente cuenta con unos 16 países). La agrupación había sido fundada por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien fungió de maestro de ceremonia para la creación del llamado Grupo de Lima, por allá en 2017, con el afán de cercar políticamente al gobierno de Venezuela.
En los momentos que corren, después de las posturas oficiales del nuevo gobierno peruano, el grupo parece haber perdido cualquier función políticamente lógica, a pesar de que la tendencia conservadora mantiene los gobiernos de Chile, Canadá y Uruguay, además de Brasil y Colombia.
El conservadurismo aún gobierna, pero se sabe de salida. La incertidumbre sobre el rumbo que tomará la región crece, especialmente de cara a los comicios presidenciales que se celebrarán en Chile a finales de este año, y en Colombia y Brasil, en 2022.
Todos parecen avizorar algún cambio de sentido que, además, ya ondea desde las oficinas de su principal aliado y mentor: EE.UU., la gran potencia del norte. Ese giro de timón que comenzó a ocurrir desde que ganaron los demócratas.
Al menos así lo trató de explicar el presidente argentino, Alberto Fernández, esta misma semana, cuando planteó que la política del gobierno de Donald Trump hizo «que la OEA no fuera un lugar de encuentro para América Latina» y la catalogó de «escuadrón» ideado para atacar gobiernos populares, siendo enfático en afirmar que «tal como está, no sirve», tras responsabilizar a su secretario general, Luis Almagro, por el golpe de Estado perpetrado en Bolivia.
Es decir, no solo entra en crisis el grupo de Lima, sino también la propia OEA. No es cuestión de un grupo concreto o una experiencia fallida, sino de un cambio de dirección política.
Y más allá de la caída de naipes del trumpismo, la región ha resultado impactada por los últimos discursos de López Obrador porque lo posicionan en términos de liderazgo continental.
El mandatario mexicano aprovechó la reunión del 24 de julio de la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños (Celac), en la que servía de anfitrión, para hacer un profundo planteamiento de cambio en las relaciones latinoamericanas.
Su discurso ha tenido potencia, básicamente porque más allá de las doctrinas latinoamericanistas que desprende, hace un planteamiento concreto de rescatar y reanimar la Celac. Parece que la propuesta de Hugo Chávez, que se inició hacia 2011 y que los últimos años fue debilitada por los gobiernos conservadores, vuelve a tener un líder convocante y esta vez se enuncia desde México.
Parece que la propuesta de Hugo Chávez, que se inició hacia 2011 y que los últimos años fue debilitada por los gobiernos conservadores, vuelve a tener un líder convocante y esta vez se enuncia desde México.
De lograrlo (aún le queda más de la mitad del período de seis años para ello), estará propinando un cambio de enfoque del continente entero.
Lo sorprendente es que durante sus primeros años, López Obrador fue muy pragmático y prefirió negociar cosas concretas con el gobierno de Trump, como el tema de la migración. Pero en los últimos meses, tras la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, el presidente mexicano ha ensayado algunas medidas y discursos que aceleran el viraje hacia la izquierda de su gobierno.
Pero como hemos dicho, no es el único.
Las claves de Béjar
Ya posicionado el nuevo gobierno, el canciller peruano ha prometido cambiar la política intervencionista que tuvo su país, y articular aliados internacionales que busquen el entendimiento de los actores internos de Venezuela.
El nombramiento de Béjar, un reconocido izquierdista, ha levantado polémica porque rápidamente se convirtió en un signo con que el nuevo gobierno peruano habría anunciado un cambio de timón en las relaciones internacionales de ese país, especialmente en lo concerniente a la política latinoamericanista y la visión sobre EE.UU.
Con el recibimiento al canciller venezolano, Jorge Arreaza, y su posterior afirmación de que «no conoce a ese señor», en referencia al ‘embajador’ nombrado por el exdiputado opositor Juan Guaidó, el flamante ministro de Castillo mandó un misil simbólico a toda la parafernalia virtual que supuso el gobierno paralelo que fue alentado desde Lima y otras capitales del continente.
Estos gestos también funcionan para plantarse ante el discurso del secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, que le había pedido al presidente Castillo que tuviera una «actitud constructiva» para con Venezuela, Cuba y Nicaragua.
También le dio una significación especial a la culminada campaña electoral del fujimorismo, que en su momento de cierre recuperó el discurso sobre Venezuela, dándole protagonismo al líder de la derecha radical Leopoldo López.
En cambio, la nueva directriz peruana manifiesta «una política contra sanciones y contra bloqueos«.
Sin embargo, su discurso dista de ser rupturista. Lima ha preferido un planteo que no lo aísle del concierto internacional, sino que trate de convencer a los actores de que es imprescindible cambiar el enfoque hacia Venezuela y la región en general.
«Nosotros contribuiremos junto con los países de Europa, que ya están trabajando en esto, y con un conjunto de países latinoamericanos, en el entendimiento de las diversas tendencias políticas que existen en Venezuela, sin intervenir en su política interna», ha dicho el canciller peruano, quien además adelantó que conversará sobre los «puntos de vista» del resto de naciones que integran el Grupo de Lima.
Asimismo, añadió que favorecerán «una renovación democrática en Venezuela que respete los derechos sociales de los venezolanos».
Es decir, Béjar no tiene una postura radical sino que, por el contrario, plantea una formulación que conduzca a una nueva política internacional para su país, sin acercarse a los sectores más radicales, pero sacando a Lima de la órbita conservadora y proestadounidense.
¿Vuelve la Celac?
Con México y Argentina, más apuntalados en la dinámica internacional, la nueva postura peruana parece un elemento que quiebra el equilibrio en el que conservadores y progresistas vivieron los últimos dos años, en los que hubo Gobiernos tendientes a la izquierda, pero con una política internacional que lucía, cuando menos, tímida.
Con los últimos acontecimientos, se acelera el péndulo hacia el izquierda.
El planteamiento de López Obrador de revivir la Celac y los fuetazos de Fernández en contra de la OEA, sugieren que están tratando de torcer el enfoque de los organismos multilaterales de la región.
Cuando el presidente mexicano hablaba de la necesidad de una especie de Unión Europea para América Latina y el Caribe, podría interpretarse desde las altas esferas de la política en dos sentidos: por una parte, la reanimación de la Celac en el ámbito protocolar y diplomáticos; y por otro, el lanzamiento de un foro con la potencialidad de una organización de Estados, cuya operatividad pueda traspasar incluso los ciclos conservadores y que no bambolee según los gobiernos de turno.
Esta tendencia podría estar reanimándose en los próximos meses y su éxito o fracaso dependerá, de manera decisiva, del resultado de los siguientes eventos electorales que sucederán en Chile, Colombia y Brasil.
Ociel Alí López. Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
FUENTE: RT