Por Nicolas Xamardo* Resumen Latinoamericano, 19 de septiembre de 2021.
En Alfonso, la actividad creadora y el compromiso político forman un par dialéctico que define toda su larga y fecunda vida. Desde esta óptica, podemos decir que en él se encarnaban, y encarnan, las cualidades de un verdadero sujeto, desde la lógica lacaniana.
La vida de nuestro gran dramaturgo ha basculado entre la Antígona de Sófocles y la Orestíada de Esquilo.
La lucha de Alfonso contra el Superego (Creonte, arquetipo del poder déspota e injusto), encarnado en el Estado español, opresor de Euskal Herria, está atravesada por la Angustia (Antígona, prefiere la muerte antes que obedecer la ley del tirano). Angustia consiguiente al temor, fundado, a las represalias del Estado español. Sin embargo, nuestro dramaturgo no ha cedido y, como Orestes, se ha armado de Valor: compromiso con la lucha de Euskal Herria por su liberación. La búsqueda de la Justicia (como Atenea) ha atravesado toda su vida: una Euskal Herria independiente y socialista.
Agur eta Ohore, Alfonso! (Gloria y Honor!)
*Profesor jubilado de la UPV/EHU