Ecología social. Los campos de exterminio a cielo abierto

Eco­lo­gía social. Los cam­pos de exter­mi­nio a cie­lo abierto

Por Alfre­do Gran­de, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de sep­tiem­bre de 2021. 

En tiem­pos no muy leja­nos, al menos para mí que pude tran­si­tar­los, se decla­ra­ba el amor y se decla­ra­ba la gue­rra. La gen­te con­ver­sa­ba. La polí­ti­ca se orga­ni­za­ba en par­ti­dos. Al enemi­go se lo com­ba­tía de fren­te y nun­ca se le daba la espal­da a un trai­dor. La mili­tan­cia no era un man­da­to. Era un deseo indomable.

Muchos de los que vinie­ron a “hacer­se la Amé­ri­ca”, fue­ron des­he­chos por la maqui­na­ria de explo­ta­ción capi­ta­lis­ta. Antes el fun­dan­te de todo com­ba­te era la lucha de cla­ses. Aho­ra el fun­dan­te es la lucha de grie­tas. Leía­mos Las Venas Abier­tas de Amé­ri­ca Lati­na y los libros de Marx, Trotsky, Mao… Algu­nos segui­mos la con­vic­ción revo­lu­cio­na­ria de Mimí Lan­ger y no renun­cia­mos ni al mar­xis­mo ni al psi­co­aná­li­sis. Así nos fue. A mi enten­der, muy bien.

Sola­men­te en la lucha con­tra todas las for­mas de la cul­tu­ra repre­so­ra encon­tra­mos la ale­gría y una cier­ta for­ma de la sabi­du­ría. “Solo saben los que luchan”. Saber que se sabe poco, habi­li­ta para que este­mos cer­ca de los que saben mucho más. Y el saber tam­bién es saber qué se hace con ese saber. No es dar infor­ma­ción, sino fomen­tar la indig­na­ción, la bron­ca, la rebel­día, el odio con­tra el enemi­go de cla­se. Y muy espe­cial­men­te no anes­te­siar con la digi­ta­li­za­ción de la vida cotidiana.

Abra­mos las fábri­cas de pen­sa­mien­to crí­ti­co y las fábri­cas de accio­nes revo­lu­cio­na­rias. Cuan­do las dere­chas nos expro­pian de las tie­rras y de las ideas, de las aguas y de los con­cep­tos, enton­ces segui­re­mos resis­tien­do al repre­sor y nun­ca más resis­tir al deseo. Como no creo que me dé para escri­bir mi auto­bio­gra­fía, enton­ces me per­mi­to ser ape­nas auto­rre­fe­ren­cial. Cuan­do leo los tex­tos de Clau­dia Rafael, Sil­va­na Melo, Car­los del Fra­de, me doy cuen­ta de que estoy en una fábri­ca de pen­sa­mien­tos, de accio­nes con­cre­tas, de impli­ca­cio­nes permanentes.

Algu­na vez escri­bí que era nece­sa­rio modi­fi­car el can­to de la tri­bu­na: “¡es un pen­sa­mien­to no pue­do parar!” Cuan­do leí el tra­ba­jo de Sil­va­na sobre la infan­cia rehén, mi pen­sa­mien­to no pudo parar. Recor­dé el doble pen­sar que des­cri­be Geor­ge Orwell en “1984”. Este párra­fo da cuen­ta de lo que deno­mino el alu­ci­na­to­rio polí­ti­co social. “En el mis­mo esce­na­rio, un acuer­do con Bio­ce­res, las puer­tas abier­tas al tri­go trans­gé­ni­co en la ciu­dad y una jor­na­da de “Apli­ca­cio­nes Segu­ras” en la Escue­la Agra­ria. Don­de se exhi­be ante los niños la capa­ci­dad de enve­ne­nar con el eufe­mis­mo de las Bue­nas Prác­ti­cas Agrí­co­las (BPA).

Es posi­ble que la sigla se impon­ga, como tan­tas otras, encu­brien­do a lo que real­men­te se refie­re. Tri­ple A encu­brien­do una alian­za anti­co­mu­nis­ta. BPA impli­ca un doble encu­bri­mien­to: el de la auto­de­no­mi­na­da bue­nas prác­ti­cas y el encu­bri­mien­to que esas bue­nas prác­ti­cas son en reali­dad polí­ti­cas de exter­mi­nio. La pla­ni­fi­ca­ción de los exter­mi­nios ya no es en cam­pos de con­cen­tra­ción. Aho­ra son cam­pos de dis­per­sión, don­de se enve­ne­na e into­xi­ca a cie­lo abierto.

El Esta­do de Israel sigue reci­bien­do las indem­ni­za­cio­nes por el holo­caus­to. Lamen­ta­ble­men­te, gran par­te de esos fon­dos finan­cian otros holo­caus­tos actua­les. ¿Y a noso­tros cuan­do nos indem­ni­zan? Entre el saqueo pla­ni­fi­ca­do, y el enve­ne­na­mien­to sis­te­má­ti­co, no hay for­ma de dife­ren­ciar entre la gue­rra y la paz. Qui­zá nun­ca la hubo y lo que lla­ma­mos paz ape­nas es una tregua.

La abso­lu­ta hipo­cre­sía de la cul­tu­ra repre­so­ra omi­te dar un Pre­mio Nobel de la Gue­rra. Enton­ces le dan el Pre­mio Nobel de la Paz a los diri­gen­tes y pre­si­den­tes que orga­ni­zan gue­rras pre­ven­ti­vas, inte­rro­ga­to­rios fuer­tes, cár­ce­les ambu­la­to­rias. Es cier­to que escri­bir sobre el dolor, due­le. Pero es un dolor que se con­vier­te en el arma vital de una lucha tras gene­ra­cio­nal que algu­na vez empe­zó y aho­ra es un pen­sa­mien­to y nun­ca más podrá parar.

Fuen­te: Pelo­ta de Trapo

Itu­rria /​Fuen­te

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