Ecuador. Desempleo, pobreza y migración

Ecua­dor. Des­em­pleo, pobre­za y migración

Por Jai­me Chu­chu­ca Serrano, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de sep­tiem­bre de 2021.

En terri­to­rio ecua­to­riano, la situa­ción social es cada vez más crí­ti­ca. La con­tra­ca­ra de la pobre­za y el des­em­pleo son las ganan­cias millo­na­rias de las enti­da­des financieras.

En Ecua­dor, hay más de cin­co millo­nes de des­em­plea­dos y en empleo infor­mal; estos últi­mos tie­nen un pro­me­dio de 300 dóla­res de ingre­sos men­sua­les. En un país de 18 millo­nes de habi­tan­tes, ape­nas 2.631.708 tie­nen un empleo ade­cua­do; el res­to no goza de esta­bi­li­dad ni sala­rios dig­nos. Miles de jóve­nes y adul­tos pro­fe­sio­na­les, con títu­los de ter­cer y cuar­to nivel, son menos­pre­cia­dos y se les paga can­ti­da­des ínfi­mas, en algu­nos casos, el bási­co de 400 dólares.

Los tra­ba­ja­do­res cali­fi­ca­dos han sido pre­ca­ri­za­dos, sus sala­rios diez­ma­dos o fue­ron des­pe­di­dos. Los miles de estu­dian­tes que se gra­dúan de bachi­lle­res cada año no pue­den ingre­sar a la uni­ver­si­dad por las inmi­se­ri­cor­des res­tric­cio­nes que impo­ne el Esta­do. La fal­ta de edu­ca­ción en gene­ral, pero sobre todo en el sec­tor rural, hace que la pobla­ción cai­ga en mayor explo­ta­ción. Con la cri­sis pan­dé­mi­ca, el sala­rio ecua­to­riano se ha dis­mi­nui­do entre el 10 y el 20 por cien­to. Más de cua­tro millo­nes y medio de per­so­nas vive con 1,59 y 2,82 dóla­res al día. Según el INEC, 2,9 millo­nes de per­so­nas viven con 84,71 dóla­res al mes. El 8,4 por cien­to de la pobla­ción ‑1.512.000 per­so­nas- vive en extre­ma pobre­za, con 47,74 dóla­res al mes o menos. La subi­da per­ma­nen­te del pre­cio de los com­bus­ti­bles y pasa­jes enca­re­ce los pro­duc­tos de pri­me­ra nece­si­dad y diez­ma el ingreso.

El apa­ra­to pro­duc­ti­vo ecua­to­riano ha sido inca­paz de incor­po­rar a la tota­li­dad de la pobla­ción eco­nó­mi­ca­men­te acti­va, mucho menos en épo­cas de cri­sis; de ahí las gran­des olea­das migra­to­rias de la déca­da de 1990 y la migra­ción pan­dé­mi­ca, que es la más nume­ro­sa de la his­to­ria. A la des­ar­ti­cu­la­ción del teji­do social, de las fami­lias, case­ríos y comu­ni­da­des, se suman nue­vos efec­tos: migra­ción de fami­lias com­ple­tas, incre­men­to de migra­ción de muje­res, niños y jóve­nes. Los migran­tes tie­nen dife­ren­tes pro­ble­má­ti­cas según su lugar de pro­ve­nien­cia y cla­se social. Esta­dos Uni­dos ha anun­cia­do al mun­do que tie­ne 10 millo­nes de vacan­tes, al igual que otras poten­cias, que es ver­dad solo parcialmente.

Ecuador pobreza la-tinta

Sin embar­go, aun­que tales tipos de noti­cias incen­ti­van la migra­ción, detrás de esto hay una estra­te­gia glo­bal de endeu­da­mien­to masi­vo que bene­fi­cia, en pri­me­ra ins­tan­cia, a los ban­cos, empre­sa­rios y cir­cui­tos de tra­ta de per­so­nas, y solo a lar­go pla­zo a los pro­pios migran­tes. El dis­cur­so migra­to­rio tie­ne como fin dis­mi­nuir las pro­tes­tas en los paí­ses en cri­sis y reaco­mo­dar las fuer­zas socia­les, mien­tras los sec­to­res públi­co y pri­va­do se lavan las manos en su obli­ga­ción de pla­ni­fi­car la pro­duc­ción, crear empleos, esta­bi­li­dad, mejo­rar los sala­rios, la cali­dad de vida, la edu­ca­ción y la salud.

No hay otra for­ma de sacar de la cri­sis a las fami­lias ecua­to­ria­nas que crean­do empleos con sala­rios dig­nos y acor­des a la edu­ca­ción y expe­rien­cia; dis­mi­nuir los intere­ses de los cré­di­tos e incen­ti­var la expor­ta­ción; eli­mi­nar las des­igual­da­des en los ingre­sos de las muje­res y gru­pos étni­cos; incen­ti­var la agri­cul­tu­ra con pre­cios y pagas jus­tas. Para mejo­rar la eco­no­mía, Esta­dos Uni­dos y otras poten­cias han subi­do los sala­rios entre el 25 y 32 por cien­to, han incre­men­ta­do los impues­tos a los gran­des millo­na­rios en un 5 por cien­to y se han per­do­na­do deu­das edu­ca­ti­vas, de salud y ser­vi­cios a los más pobres. Quien siga este camino pro­tec­cio­nis­ta y de bien­es­tar social, al con­tra­rio del neo­li­be­ra­lis­mo depre­da­dor impul­sa­do en los paí­ses pobres, mar­ca­rá la dife­ren­cia en la épo­ca post-pandémica.

Fuen­te: La Tinta

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