Resumen Latinoamericano, 22 de septiembre de 2021.
Entrevista realizada por Adrián “Chino” Vera a Moira Millán en Data Política y Económica.
MM- Estoy en las montañas de Jujuy y la señal viene y va, a veces se pierde.
DPyE- Bueno, no perdamos tiempo entonces. Moira, quería preguntarte sobre cómo iniciaste este camino, esta lucha que estás llevando a cabo.
MM- Bueno, este caminar tiene dos etapas. Porque yo me afirmé a mi identidad Mapuche a los 18 años, cuando fui a visitar a mis tíos que vivían en una comunidad. Y ahí entendí mi historia y la historia de mi familia. Y, ahí, una vez que asumí mi identidad como mujer mapuche, ya fue un camino de ida, digamos. Me empecé a comprometer, sobre todo en la lucha mapuche.
Pero esta segunda etapa de mi vida que empezó en el 2013, cuando yo tenía 43 años, que fue la de empezar a recorrer los territorios de todo el país para conocer la realidad de las hermanas, de las mujeres indígenas, y pensar en la posibilidad de organizarnos en un gran movimiento de mujeres indígenas, eso comenzó recién en mayo del 2013. Y se podría decir que ese caminar, así, continuo, concluyó en abril del 2015.
Luego, fui fortaleciendo el Movimiento de Mujeres Indígenas. De hecho, ahora estoy todavía en Jujuy recorriendo territorio, pero ya no en esas condiciones extremas en las que me tocó crear este movimiento, que fue caminando, literalmente, durante más de dos años.
DPyE- Vos sos la creadora del movimiento y ¿hay otras referentes?
MM- Mirá, yo soy la fundadora. En el movimiento somos centenares de mujeres indígenas organizadas. Y, de ahí, por cada territorio, por cada provincia, hay hermanas que están, a su vez, coordinando el trabajo territorial.
Entonces lo que yo hago es trasladarme a diferentes provincias para apoyar los procesos que las hermanas ya están llevando adelante; en la organización, en la visibilización, fundamentalmente en el fortalecimiento de los derechos de las mujeres indígenas. Y, sobre todo, en territorios en conflicto.
Yo llego a Jujuy porque es una provincia donde las violaciones a los derechos humanos, la misoginia y el racismo están, lamentablemente, en la agenda pública.
Ese es el posicionamiento político que asume el gobierno de la provincia de Jujuy con respecto a las comunidades indígenas y, en particular, contra las mujeres.
DPyE- Sí. Estuve escuchando mucho de lo que hablás, que hay bastante en la web, en internet y, prácticamente, tu discurso es uno de los más revolucionarios que hay actualmente.
MM- Y ahora yo soy la periodista. ¿Por qué te parece el más revolucionario?
DPyE- Y bueno, mirá, por un lado sos apartidaria. Por otro lado, no reconocés fronteras nacionales. Después, están luchando a favor de la tierra, que me parece una de las luchas más fundamentales que se vienen dando en este nuevo siglo. Y bueno, también por las mujeres, que son las más oprimidas, ¿no? Creo que todo eso forma un combo que, la verdad, no veo en otra referente, alguien que esté luchando por tantas cosas, tan revolucionarias.
MM- En parte porque, justamente, transitar el proceso de descolonización te lleva a recuperar la cosmovisión y el pensamiento ancestral que habitaban estos territorios.
Y ese pensamiento ancestral es preexistente a la conformación de los estados nación, aquellos que incluyen al machismo, a toda la concepción patriarcal, homocéntrica o antropocéntrica. La concepción capitalista, nacionalista, todo eso vino con la colonización.
Recuperar el pensamiento ancestral te vuelve otra vez terrícola en toda la estructura y la esencia de esa lógica, de ese pensamiento.
Es decir, somos una con la naturaleza. Por eso abrazo el antiespecismo.
Yo creo que los animales, las plantas, los otros seres y las otras fuerzas van juntamente con les humanes a luchar por restablecer la armonía que ha sido irrumpida, que ha sido coartada, que ha sido justamente aplastada, en cierta medida, por la cultura dominante.
Y creo que esa percepción no es solitaria. No es algo que solo yo lo veo.
Lo estoy sintiendo y viendo en el hacer de muchas de mis hermanas a lo largo de los territorios.
Y si, son tiempos en que, con esta crisis civilizatoria, no podemos estar perdiendo tiempo en mirarnos el ombligo.
Cuando es urgente, es necesario. Es imprescindible salir ya, a poner nuestro granito de arena para parar el terricidio.
DPyE- Totalmente, Moira. Y ¿Cómo te sentís vos? ¿Estás serena? ¿A veces te sentís con furia? ¿Te sentís alegre? ¿Triste? Del lado humano estoy hablando, ¿no?
MM- Bueno, en general me siento fortalecida porque no me siento sola. Me siento acompañada por la mapu y siempre busco estar lejos de las ciudades. Me hace muy mal estar en las ciudades. Trato de estar lo menos posible.
Entonces, me equilibro, vuelvo a mi eje cuando estoy en el campo, como ahora en este momento.
Por otro lado, me identifico y me siento como en comunión cuando encuentro más hermanas, hermanos y hermanes en la lucha.
Me enfurezco ante tantas injusticias. Me entristece la impunidad y el dolor de los territorios y los pueblos.
A veces me siento sola en esa sensación de estar luchando contra los molinos de viento.
Pero son, por suerte, pocos los momentos en los que me siento sola, en general.
Siento que estamos luchando con la alianza ancestral de la tierra y son marasmos de emociones.
Pero las emociones y los sentimientos no son importantes.
Lo importante es el pensamiento y, sobre todo, el espíritu que ancla en esta tierra para vivirla, protegerla y llenar nuestras vidas de propósitos.
DPyE- Sí. Vi que te hacen entrevistas en medios internacionales también. Vi una en TeleSur.
MM- Sí. ¿Vos sabés que es curioso? Porque, en realidad, hay más interés por parte del periodismo internacional sobre la labor que estamos haciendo en Argentina desde el Movimiento de Mujeres Indígenas que desde el periodismo local.
Y es entendible porque el periodismo local, no digo como vos o los compañeres de medios alternativos, sino el periodismo hegemónico, el periodismo empresarial, el que sale en la tele, es un periodismo cómplice del terricidio.
Y nunca jamás va a poner las voces disidentes de las mujeres que estamos en los territorios en conflicto, dando pelea a esas políticas de muerte.
DPyE- Sí. Las denuncias ya las sabemos y también sabemos a lo que lleva una política extractivista de la tierra. ¿Creés que se puede revertir eso o lo ves difícil? ¿Tu pronóstico es que puede llegar a catástrofes ambientales irreversibles?
MM- Yo creo que podemos detenerlo. No sé si revertirlo.
Hay situaciones que son irreversibles.
Hay ecosistemas que han desaparecido para siempre.
Hay situaciones de contaminación que son irreversibles.
Pero sí podemos detenerlo.
Sí podemos ver si pasa aquí, y ver como empezar a buscar justicia ambiental también ¿no?
La idea de que el terricidio sea considerado un crimen y podamos juzgar y condenar a los gobiernos terricidas, a las empresas terricidas. Es también buscar esa justicia ambiental que, lamentablemente, no está siendo la acertada ni por los estados nación ni por los macros estamentos organizativos de estos estados.
Por eso creo que los pueblos sí tenemos la capacidad de decir basta. Sí, los pueblos tenemos la capacidad de interpelar al sistema y de organizarnos.
No creo en esta democracia representativa. Creo en la democracia participativa. En una democracia activa por parte de los pueblos. En los derechos a la libre determinación.
Creo en el diálogo de los pueblos, creo en la plurinacionalidad que habita los territorios y que nos puede llevar al consenso de la agenda por la vida.
Creo que es posible, sino no estaría empeñando mi vida en esto. Porque a mis 51 años todavía no puedo terminar mi casa de barro que tengo en el sur. Siempre digo que… No sé qué edad tenés vos.
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MM- Bueno, entonces te acordarás de una serie de un abogado que luchaba por justicia, que se llamaba Petrocelli.
DPyE- Jaja, si, me acuerdo.
MM- Pasaba el tiempo y Petrocelli nunca terminaba la casa. Bueno, soy la Petrocelli Mapuche. Porque voy postergando mi vida personal en pos de este sueño colectivo. Entonces, no lo estaría haciendo si no estuviera absolutamente convencida de que es posible frenar tanta muerte. Sí, creo.
Creo que podemos combatir el terricidio.
DPyE- Sí, creo que ‑no quiero ser pesimista, quiero ser optimista siempre‑, pero creo que es una lucha hasta el final de nuestros días. Porque toda lucha es hasta el final de nuestros días. Porque el mundo es así también, ¿no? Si nosotros leemos historia un poquito, nos damos cuenta de que es así. Pero, mirá, te quería preguntar acerca de tu infancia. ¿Cómo fue tu infancia? ¿Creciste allá en la mapu?
MM- En realidad yo tuve una infancia durísima. Mis hermanos y yo, mi hermana… De hecho, es un tema que tratamos de eludir.
Cuando nos juntábamos en las reuniones familiares lo mejor era no acordarse de la infancia, para no entristecer el momento.
Tuvimos una infancia de mucha pobreza, carencias, de hambre y de violencia. No fue una infancia linda. Fue muy dura realmente.
No fue en el campo, no fue en el Puelmapu. Fue en Bahía Blanca. Una ciudad fascista, racista. En la década del 70, en plena dictadura militar. Y realmente nos costó muchísimo la primaria. A mi, en lo personal, la padecí muchísimo por la discriminación, por el maltrato, todo, la pobreza.
Yo nací en la Patagonia. Mi hermano mellizo y yo, los dos nacimos ahí. Teníamos tan solo un año de edad cuando fuimos a vivir a Bahía Blanca. Porque mi viejo era ferroviario y le dieron el traslado ahí, a Bahía Blanca.
Y podría estar contándote horas lo dura que fue mi vida. Trato no de recordar sino que es algo que lo tengo muy en lo privado. Que soy el resultado de todo eso. Siempre cuento que tenía cinco añitos cuando me despertaba a la noche llorando de hambre, llorando del dolor de los huesitos. Me llevaron al médico. Me llevó mi mamá. Y el médico le dijo: “Mami, a esta nena le hace falta comida”.
Y me empezaron a llevar a un comedor que atendía la Juventud Guevarista. Y ahí fue la primera vez que me topé con los libros.
Ahí me enseñaron a leer y a escribir. Yo crecí leyendo. Y ese camino de lectura me llevó a tener conciencia de clase. Porque era muy pequeña y leía libros que estaban prohibidos y yo no lo sabía.
A los seis años leí “Historias de cronopios y fama”, de Cortázar.
Y no sabía que todos esos libros no se podían leer. Y los tenía ocultos. Vivíamos en una casa de pastor evangélico. El pastor les enseñaba a mis viejos que solo había que leer la Biblia, y que todo lo otro estaba mal. Entonces, yo leía a escondidas. Me retaban e, incluso, me pegaban.
No les gustaba a mis padres que yo leyera. Así que escondía los libros para leer. Y mi forma de escaparme de esa realidad durísima y triste en la que estaba inmersa, era leer. Y siempre digo que soy más una gran lectora que una escritora. Ahora se me ha dado por escribir, porque siento que quiero contar cosas, pero sobre todo soy una gran lectora.
DPyE- ¿O sea que eras chiquita y ya tomabas conciencia de la pobreza? Vos sabés que yo también crecí en un hogar pobre, pero hasta los 8 años, más o menos, no tomaba conciencia de la pobreza que me rodeaba.
MM- Sí, yo tomaba conciencia, de muy chica. Creo que por los libros, en gran parte. Es como que me abrieron la cabeza y pude entender dónde estaba situada y qué era lo que pasaba.
También a los 12 años empecé a limpiar casas y ya supe del abuso de los patrones, de la explotación laboral infantil… Yo 12 añitos y ya tenía que andar reclamando sueldos que no me pagaban.
Ir a hablar con la empresa prestadora de servicio de luz para que no le corten la luz a mis viejos, o por ahí les embargaban los muebles porque no podían pagar el crédito de esos muebles. Y yo tenía que ir a hablar para que no les embarguen. Y era una niña.
Tenía tan solo 12 años y ya era una gestora.
DPyE- Sí, algo innato, quizás, el liderazgo, ¿no? Y bueno, me encanta la nota. Te quería preguntar acerca de la organización que están logrando ahora. Porque había un famoso general que decía que la organización es lo que mata al tiempo, porque los seres humanos vamos pasando pero las organizaciones van quedando. La organización que estás llevando a cabo, ¿va a perdurar? ¿La están creando para que perdure? ¿Se van a fortalecer?
MM- En realidad, no estaría de acuerdo con el general, ni con la idea de que las organizaciones perduren.
Para mi los que tienen que perdurar son los pensamientos, el rekke falken de nuestro pueblo.
Es decir, la nación mapuche es una nación de 14.000 años de historia que tiene 20.200 expresiones organizativas.
Lo importante que ha hecho perdurar a la Nación Mapuche es su cosmovisión, es su pensamiento. Entonces, no hacemos organizaciones para que perduren en el tiempo.
Lo que debe perdurar en el tiempo es la concepción de la vida, de un modo de entender el arte de habitar, diferente al de esta matriz civilizatoria. Entonces, no importa si esta organización desaparece mientras que lo que se sostenga en el tiempo sea ese desafío de construir un mundo en donde el buen vivir sea un derecho. Entonces, por ahora, yo no busco ni apuesto a que la estructura organizativa que estamos llevando adelante se sostenga en el tiempo. Busco que en el tiempo que nos queda ‑porque no nos queda mucho tiempo como humanidad- podamos establecer y consensuar el buen vivir como derecho.
Emplazar esa agenda en el mundo. Eso me parece que es importante.
DPyE- ¿Por qué decís que no nos queda mucho tiempo como humanidad?
MM- Por el proceso de aceleración que está sufriendo la tierra, en términos de muerte.
Aquí en Jujuy yo lo veo muy tangible, muy palpable; la falta de agua.
Yo vengo de un territorio en Wallmapu, en la Patagonia, donde si hay un elemento que nos rodea por todas partes, es el agua.
Acá no hay agua. Y al no haber agua, se ha perdido la siembra, se han perdido frutos, se pierden animales, se pierde la posibilidad de la soberanía alimentaria.
Al perderse la soberanía alimentaria, la desnutrición, la hambruna, la prognosis es una fatalidad anunciada. Eso es lo que se viene sobre los territorios, lamentablemente. La sequía prolongada en los territorios. Este elemento vital ‑y que ahora está en tensión y puja, casi te diría, bélica‑, que es el agua.
El agua como un recurso fundamental. A mi la palabra recurso no me gusta, pero cómo un elemento vital a ser considerado en la alimentación de los pueblos.
Está siendo disputado por la corporocracia, por los grandes empresariados que están buscando zonificar las regiones del continente. Zonificándolas a partir de la invasión e injerencia, no solo política sino también militar. Entonces, yo creo que lo que está sucediendo en el mundo es gravísimo.
Las pandemias. Se habla de la salud y se piensa que restablecer o recuperar la normalidad (entre comillas) frente a la situación pandémica va a suceder con las vacunas.
Y, en realidad, si no hay, no solamente un sistema de salud, sino un sistema alimentario saludable; si no hay un aire respirable, si no hay agua potable, si no hay todo un sistema que abrace a la vida, difícilmente se vaya a recuperar la salud. Y lo que veo es mucha muerte.
Que el cambio climático, lamentablemente, está pasando desapercibido para la agenda de los gobiernos; que más que retórica, no han llevado a cabo ninguna política clara con respecto a este tema.
Está acelerándose el colapso global y lo que para mi es la muerte, el genocidio y el terricidio del planeta… Digamos, es tremendo lo que está sucediendo.
DPyE- Sí, entiendo, y sé que las nuevas generaciones son las que están militando estas causas, porque, claro, es el mundo que les vamos a dejar a ellos también. Hablando de la juventud y del futuro, ¿qué opinión te merecen las nuevas tecnologías, como las ciudades inteligentes, el 5G, los robots o la robotización de la industria?
MM- A mi me parece que el tema de la tecnificación pensada desde una lógica extractivista, la automatización para la explotación ante la tierra, esa tecnología pensada con el mismo egoísmo, la mezquindad que el capitalismo impone en sus otras prácticas, no son buenas, no son saludables.
Ahora, si pensamos la tecnificación en función de la vida, por supuesto que me parecería bien.
Voy a dar un ejemplo: hace ya mucho tiempo que se han desarrollado prototipos motrices alternativos, automóviles a propulsión hídrica que no contaminarían el planeta. Sin embargo, como el petróleo sigue siendo el gran negocio, todavía, de mucho del empresariado corporativo que gobierna, que son los verdaderos dueños del planeta, entonces, lamentablemente, estos vehículos ecológicos, no están al alcance de la gente. Y seguimos siendo petro dependientes y, por lo tanto, seguimos contaminando el medio ambiente. A mi me parece que la tecnología siempre es buena si se piensa en función de la vida.
Pero, lamentablemente, se la usa en función de la muerte. Entonces el problema no es la tecnología, sino los tecnócratas que la van pensando. Hoy estaba hablando con una compañera sobre ergonomía.
Que también la ergonomía, pensada desde cierta perspectiva, es muy interesante de discutir.
Yo fui obrera en una carpintería industrial de la Municipalidad de Esquel y recuerdo el problema que nos traía a las mujeres. Porque eran máquinas pensadas desde una lógica patriarcal; el cuerpo del hombre manipulándolas. Entonces, cuando nosotras teníamos que utilizar una fresadora industrial, teníamos que crear dispositivos para poder manipularlas. Ahí vos veías claramente cómo la ergonomía estaba pensada desde una lógica patriarcal, machista; y eso, por supuesto, genera la inaccesibilidad a ciertos campos laborales a las mujeres.
Lo mismo sucede en la perspectiva ecológica.
DPyE- ¿Qué opinión te merece la presidenta de la Convención Constituyente de Chile?
MM- Yo quisiera opinar más sobre ese proceso que de la presidenta. A mi me parece que es un proceso peligroso. Es un proceso que tiene un aspecto bueno y un aspecto malo.
El aspecto bueno es que la agenda de los pueblos se impuso en la representación. O más bien en la expresión simbólica de la constituyente.
Tanto el pueblo de Chile como así también las naciones originarias dijeron “no queremos más de lo mismo y queremos que realmente esta constituyente pueda recoger toda la lucha de la rebelión que se dió”, de la revuelta que se dió en ese país.
Entonces el que hayan puesto a una mujer ‑y remarco esto de mujer- en un Chile super patriarcal y machista, y que, encima, esa mujer sea indígena ‑y no solamente indígena sino mapuche- está diciendo sobre esa simbología un discurso muy fuerte a los pueblos en Chile.
Están reivindicando la lucha de la nación mapuche. Están reivindicando la lucha de las mujeres y poniendo en valor el conocimiento de los pueblos indígenas.
Entonces, eso es muy importante. Pero ¿Cuál es la parte que me preocupa? Me parece que plantea como todas esas demandas de libre determinación que traía tanto el pueblo mapuche como otros pueblos, la lucha misma de la revuelta, terminó siendo domesticada y reducida a una Constituyente.
En donde la derecha, de manera muy estratégica, colocó la representación de una persona que le fuera lo más servil o lo más manipulable a sus intereses.
Es decir, Elisa Loncón es una lingüista muy respetable, muy capaz, pero que no viene del campo de la lucha mapuche. No es una weichafe. No es alguien que viene de la lucha interpeladora del sistema.
Sino que es alguien que se formó en los pasillos de las Naciones Unidas. Y Naciones Unidas es, justamente, el estamento más representativo de los caprichos de la corporocracia en el mundo. Naciones Unidas es el macroespacio en donde los estados nación acuerdan cómo seguir subyugándonos.
Entonces fue en esos pasillos lujosos de Naciones Unidas en donde ella se formó. Y claro, cuando se la presentó en público no se mostró su recorrido de lucha… Porque no lo tenía. Se presentó su recorrido institucionalista. Es decir, estudió en tal lugar, en tal universidad; cuanto más gringa, más legitimada su capacidad.
Así que, una vez más, el enemigo nos dice cuál debe ser el estereotipo y la biografía que debe tener la persona que va a llevar adelante ese proceso. Es decir, terminamos legitimando y avalando, al final, los subproductos salidos de sus instituciones perversas.
Creo que ahí es muy interesante estar en alerta, porque no todos los rostros indígenas confieren o tienen asegurado el pensamiento indígena.
DPyE- Entendí perfectamente, Moira. Y para ir cerrando, ¿la palabra es weychafe? Es guerrera, ¿no? Leí que no es para atacar sino que es como autodefensa.
MM- Claro, porque el pueblo mapuche no era un pueblo guerrero. Por eso no teníamos industrias de las armas. Por eso nuestras armas eran rudimentarias. Porque el pueblo mapuche lo que hacía era defenderse.
Entonces, el weychan es ir a la lucha cuando estamos siendo atacados. Y el weychafe es el que sale a defender, en la vida de su pueblo y la vida en los territorios.
Entonces no es lo mismo que hacer guerra. Porque el guerrero es el invasor, el que hace del arte de la guerra una industria. O hace del arte de la guerra su principal objetivo. Entonces invierte en el desarrollo de tecnología para matar, para asesinar.
Mientras que el pueblo mapuche no hacía eso. El pueblo mapuche se defendía. Para mi es muy importante hacer siempre esa aclaración.
Cuando me presentan como guerrera mapuche, no soy guerrera, soy weichafe. Weichafe es una categoría que se plantea al mundo. Es una forma autodefensiva diferente.
DPyE- Perfecto, sí, hay que saber bien eso. Porque también hay que saber quién es el invasor, ¿no? El invasor de los territorios. Porque nosotros, los pueblos originarios, somos habitantes de acá, de hace milenios y los invasores en realidad son los europeos que vinieron hasta estas tierras, nos invadieron ‑es claro eso- y la conquistaron porque tenían un poder de armas mayor, mayor organización militar, quizás, y sojuzgaron a los pueblos de aquí. El otro día, leyendo, me enteré que la palabra guaraní en realidad es una voz de alarma que se daba ese pueblo, que se llamaba Ava. Ellos decían “guaraní guaraní” cuando veían un español. Entonces los españoles les pusieron “guaraníes” al pueblo Ava. Era un pueblo enorme ‑y lo sigue siendo- que estaba repartido en lo que actualmente es Brasil, Paraguay, Bolivia, Argentina y Uruguay. Eso significa que los nombres los dan también los vencedores que, en este caso, han sido los invasores europeos.
MM- Yo diría que no son los vencedores. Son los invasores. Porque los pueblos originarios no estamos vencidos.
Estamos resurgiendo, reafirmando identidades, recuperando nuestros idiomas, vociferando nuestros derechos, emplazando agendas de lucha. Ya no solo al interior de los pueblos originarios, sino también estamos emplazándola ahora, ensamblándonos con las luchas antimineras, con las asambleas ciudadanas.
Es decir, los pueblos originarios estamos emergiendo con fuerza. Y eso demuestra que no hemos sido vencidos. Porque el comportamiento vinculado a la tierra, a la vida, está. Y no solamente está en nosotros sino que lo estamos trayendo a la mesa de discusión política, en diálogo con todos les compañeres argentines, argentinos, argentinas que, igual que nosotros, quieren un mundo en donde el buen vivir sea un derecho pleno.
DPyE- Bueno, te agradezco mucho, Moira, por la entrevista. ¿No sé si querés cerrar con algún mensaje? ¿Algo que vos quieras decir o remarcar?
MM- Digo, sí ‑pensando que estamos todavía a tiempo de enfrentar el terricidio y que el terricidio no implica solamente la muerte y la contaminación de los ecosistemas, el ecocidio‑, que también cada vez que se viola y se asesina o se desaparece a una joven, a alguna mujer, es terricidio también. Porque el femicidio es parte de ese terricidio.
Y todas las formas de violencia con que el sistema nos va aniquilando, son terricidio. Entonces, luchar contra el terricidio implica abrazar todas las vidas.
Es comprometerse a que todos los modos y formas de vida sigan coexistiendo de manera armónica.