Siete días de horror: De cómo las matanzas de Sabra y Chatila quedaron enterradas con las víctimas

Sie­te días de horror: De cómo las matan­zas de Sabra y Cha­ti­la que­da­ron ente­rra­das con las víctimas

Siete días de horror: De cómo las matanzas de Sabra y Chatila quedaron enterradas con las víctimas

La obs­ce­ni­dad de las matan­zas, sus deta­lles de sadis­mo, el pai­sa­je surrea­lis­ta de cuer­pos hin­cha­dos por el sol y edi­fi­cios demo­li­dos por exca­va­do­ras, todo esto con­tri­bu­yó a blo­quear las prue­bas menos visi­bles de una cui­da­do­sa pla­ni­fi­ca­ción logística.

La obs­ce­ni­dad de las matan­zas, sus deta­lles de sadis­mo, el pai­sa­je surrea­lis­ta de cuer­pos hin­cha­dos por el sol y edi­fi­cios demo­li­dos por exca­va­do­ras, todo esto con­tri­bu­yó a blo­quear las prue­bas menos visi­bles de una cui­da­do­sa pla­ni­fi­ca­ción logís­ti­ca. Una vez que los perio­dis­tas con­si­guie­ron entrar en la zona don­de se había pro­du­ci­do la matan­za, sus deta­lla­das infor­ma­cio­nes y foto­gra­fías pro­vo­ca­ron pri­me­ro horror, «natu­ra­li­zan­do» des­pués el epi­so­dio con los este­reo­ti­pos ya cono­ci­dos sobre los ára­bes: «ven­gan­za», «odio», «bru­ta­li­dad pri­ma­ria». Las fotos de la matan­za cobra­ron una extra­ña trans­his­to­ri­ci­dad al ser uti­li­za­das una y otra vez por los medios occi­den­ta­les, como si esos cuer­pos retor­ci­dos y abo­tar­ga­dos nun­ca hubie­ran teni­do vida. Aun­que los perio­dis­tas des­pla­za­dos al lugar pron­to encon­tra­ron prue­bas de coope­ra­ción entre los israe­líes pre­sen­tes en el exte­rior del cam­po y las mili­cias liba­ne­sas que esta­ban den­tro, y si bien escri­bie­ron sobre ello, la ima­gen que ha per­du­ra­do es la de una espe­cie de desas­tre natu­ral. Como puso de mani­fies­to un perio­dis­ta nor­te­ame­ri­cano con el que visi­té la esce­na de la matan­za, «en la gue­rra estas cosas pasan». Pero, cla­ro está, estas cosas no pasan sim­ple­men­te sino que son resul­ta­do de algo.

El horror de la matan­za atra­jo a medios de todo el mun­do y fue moti­vo de repor­ta­jes que reci­bie­ron pre­mios diver­sos por su meticu­losa inves­ti­ga­ción. Pero ­como de cos­tum­bre- el inte­rés de la pren­sa deca­yó rápi­da­men­te, y no se vio sos­te­ni­do por cam­pa­ñas de infor­ma­ción pales­ti­nas o ára­bes ni por acu­sa­cio­nes for­ma­les de crí­me­nes de gue­rra. No hubo por par­te ára­be inten­tos ofi­cia­les de lle­var a cabo un recuen­to del núme­ro de víc­ti­mas, ni de soli­ci­tar la crea­ción de un tri­bu­nal de crí­me­nes de gue­rra. Des­de Damas­co, Yasir Ara­fat acu­só de mala fe al emi­sa­rio nor­te­ame­ri­cano Habib, que había garan­ti­za­do la segu­ri­dad de los civi­les pales­ti­nos, pero en nin­gún lugar que­dó tan lla­ma­ti­va­men­te de mani­fies­to la ausen­cia de la OLP como en el de la masa­cre. Mien­tras que des­de 1969 has­ta aquel mis­mo momen­to, la OLP siem­pre había hecho acto de pre­sen­cia para ayu­dar a la recons­truc­ción, aten­der a los heri­dos, hon­rar a los muer­tos e indem­ni­zar a los super­vi­vien­tes, esta vez, como con­se­cuen­cia de la matan­za, pare­cía total­men­te impo­ten­te. Cha­ti­la y los barrios de los alre­de­do­res ofre­cían esce­nas de caos y deso­la­ción, lle­nos del olor de la muer­te, de muje­res que llo­ra­ban y mal­de­cían a los gobier­nos ára­bes, de perio­dis­tas en bus­ca de tes­ti­gos, de cuer­pos y bri­ga­das de ente­rra­mien­to. Las exca­va­do­ras, con letras hebreas per­fec­ta­men­te visi­bles, traí­das para demo­ler las casas sobre los cuer­pos, per­ma­ne­cían como tes­ti­gos mudos. Entre las orga­ni­za­cio­nes que se dedi­ca­ron a ente­rrar a los muer­tos se encon­tra­ba la Cruz Roja Inter­na­cio­nal y la liba­ne­sa, así como la Defen­sa Civil. El recuen­to de cadá­ve­res varió en cada caso. Por lo que res­pec­ta a los ente­rra­mien­tos en masa, hubo muchos apar­te de la enor­me tum­ba colec­ti­va situa­da en la encru­ci­ja­da entre la calle Abu Has­san Salam­re­meh y el bule­var del aero­puer­to, don­de se impe­di­ría pos­te­rior­men­te a los pales­ti­nos levan­tar un monu­men­to. El ejér­ci­to liba­nés, que ha vuel­to a ins­ta­lar­se en torno al cam­po, no per­mi­tió que la gen­te se acer­ca­ra a otros ente­rra­mien­tos pró­xi­mos a la emba­ja­da de Kuwait, el cam­po de golf y la Ciu­dad Depor­ti­va (es posi­ble que hubie­ra otro más cer­ca de Sidón). Muchas fami­lias se lle­va­ron los cadá­ve­res de sus deu­dos para dar­les la debi­da sepul­tu­ra y muchos super­vi­vien­tes aban­do­na­ron la zona. Pero el mayor obs­tácu­lo para un recuen­to com­ple­to de las víc­ti­mas es que muchas per­so­nas, hom­bres sobre todo hom­bres, fue­ron tras­la­da­das en camio­nes para no regre­sar jamás. En esas con­di­cio­nes se hizo impo­si­ble lle­var a cabo un recuen­to pre­ci­so de muer­tos y desaparecidos.

Entre las razo­nes más impor­tan­tes por las que el núme­ro total de víc­ti­mas nun­ca lle­ga­rá cono­cer­se se cuen­ta en pri­mer lugar que ni los israe­líes ni los liba­ne­ses tenían inte­rés en ela­bo­rar un recuen­to pre­ci­so; en segun­do, la matan­za no con­clu­yó el 18 de sep­tiem­bre a las 10 de la maña­na, como se cuen­ta la mayo­ría de las veces, sino que pro­si­guió de for­ma dis­con­ti­nua por todo Bei­rut oes­te y por el sur con ase­si­na­tos y secues­tros ais­la­dos, has­ta que se que­bró la domi­na­ción de las mili­cias cris­tia­nas en febre­ro de 1984. Este pro­grom fue obra de mili­cias anti­pa­les­ti­nas que se movían libre­men­te por zonas de las que se habían vis­to exclui­das has­ta 1982. De for­ma para­le­la, el ejér­ci­to liba­nés (rees­truc­tu­ra­do para garan­ti­zar la domi­na­ción del Kata´eb) lle­vó a cabo una cam­pa­ña de deten­cio­nes masi­vas de pales­ti­nos, hom­bres y muje­res, así como de depor­ta­cio­nes de extran­je­ros que tra­ba­ja­ban con los palestinos.

Un examen de la cober­tu­ra de la matan­za por par­te de News­week resul­ta reve­la­dor como ejem­plo de la for­ma en que los medios occi­den­ta­les des­ta­ca­ron sus aspec­tos más maca­bros, pero echan­do tie­rra sobre sus impli­ca­cio­nes polí­ti­cas y lega­les. En el núme­ro corres­pon­dien­te al 27 de sep­tiem­bre (más de una sema­na des­pués de que se trans­mi­tie­ran las noti­cias de la masa­cre por los tele­ti­pos de las agen­cias) apa­re­cía Gra­ce Kelly en la por­ta­da con un peque­ño titu­lar en una tira: «Masa­cre en Bei­rut». En pági­nas inte­rio­res se encon­tra­ba un artícu­lo de dos pági­nas ilus­tra­do con foto­gra­fías de los cadá­ve­res, y una de un sol­da­do israe­lí con el siguien­te pie de foto: «un error espan­to­so». Al artícu­lo sobre la matan­za le seguía otro sobre el holo­caus­to nazi. Se cita­ba a un fun­cio­na­rio israe­lí que afir­ma­ba que «se nos debe­ría con­ce­der cier­to cré­di­to (por haber dete­ni­do la matan­za), aun­que fue­ra un poco tar­de». En el siguien­te núme­ro de News­week (del 4 de octu­bre) el edi­to­rial lle­va por títu­lo «Israel ator­men­ta­do: un momen­to para pen­sar»; un sub­tí­tu­lo esta­ble­ce el moti­vo con­duc­tor para que se recuer­de en el futu­ro, «Cadá­ve­res en Bei­rut, pro­tes­tas en Israel. Mien­tras que el corres­pon­sal sobre el terreno, Ray Wil­kin­son, reali­zó una exce­len­te labor infor­ma­ti­va (inclu­yen­do prue­bas de la coope­ra­ción entre las fuer­zas israe­líes y liba­ne­sas), los edi­to­ria­les recon­du­cen la aten­ción hacia Israel con titu­la­res como «El alma angus­tia­da de Israel», hacien­do que la masa­cre pase de ser un cri­men a con­ver­tir­se en un asun­to interno israe­lí. Tras esto, News­week olvi­dó la masa­cre has­ta el 6 de diciem­bre: «Israel: inves­ti­ga­ción sobre la matan­za» (fil­tra­cio­nes de la Comi­sión Kahan que apun­tan a Sha­ron); en el núme­ro del 3 de enero de 1983, una ima­gen de archi­vo de uno de los cadá­ve­res de la masa­cre es ele­gi­da como una de las «Imá­ge­nes del 82», y el 21 de febre­ro («Sha­ron paga los vidrios rotos») la por­ta­da mues­tra un retra­to foto­grá­fi­co de Sha­ron super­pues­to sobre par­te de la ima­gen de un cadá­ver. En pági­nas inte­rio­res se ala­ba el infor­me de la Comi­sión Kahan como «una des­crip­ción valien­te y meticu­losa del papel de Israel en la matan­za de Bei­rut», lo cual se con­tra­po­ne a «la indi­fe­ren­cia moral del Líbano». La preo­cu­pa­ción moral de Israel que­da bien ilus­tra­da por su acep­ta­ción a la lige­ra de las cifras de la matan­za de «unos 700 o más».

Inves­ti­ga­cio­nes ofi­cia­les y oficiosas

Tan nece­sa­rios como las exca­va­do­ras para ente­rrar los cadá­ve­res resul­ta­ron las inves­ti­ga­cio­nes ofi­cia­les para echar tie­rra sobre la matan­za mis­ma, rele­gán­do­la a la his­to­ria, y ase­gu­rán­do­se de que sus res­pon­sa­bles no fue­ron pues­tos a dis­po­si­ción de la jus­ti­cia. Hubo dos inves­ti­ga­cio­nes ofi­cia­les, una israe­lí y otra liba­ne­sa. Crea­da a rega­ña­dien­tes por Begin (que había toma­do par­te él mis­mo en la matan­za de Deir Yas­sin en 1948), el prin­ci­pal obje­ti­vo de la Comi­sión Kahan con­sis­tió en paci­fi­car a los israe­líes escan­da­li­za­dos por la matan­za, así como en impre­sio­nar a la opi­nión públi­ca nor­te­ame­ri­ca­na. Dejó a sal­vo a Begin impu­tan­do a Sha­ron, a quien juz­gó cul­pa­ble de «res­pon­sa­bi­li­dad indi­rec­ta» por negli­gen­cia. Sin embar­go, el Infor­me Kahan se que­dó cor­to al no acu­sar a Sha­ron de intro­du­cir deli­be­ra­da­men­te a las fuer­zas liba­ne­sas en los cam­pos con el fin de que lle­va­ran a cabo una matan­za, y no puso en cues­tión la vera­ci­dad de la afir­ma­ción de Sha­ron de que habían que­da­do «2.000 terro­ris­tas» en el cam­po. No inves­ti­gó las rela­cio­nes pre­vias entre el ejér­ci­to israe­lí y quie­nes per­pe­tra­ron la matan­za, algu­nos de los cua­les habían reci­bi­do entre­na­mien­to en Israel. Tam­bién alen­tó la polí­ti­ca liba­ne­sa de Israel sin­gu­la­ri­zan­do la cul­pa de la Falan­ge liba­ne­sa y exo­ne­ran­do a las mili­cias de Had­dad, pese a que exis­tían tes­ti­gos ocu­la­res y prue­bas perio­dís­ti­cas de que los had­da­dis­tas habían esta­do pre­sen­tes. Por ende, algu­nas de las prue­bas pre­sen­ta­das a la Comi­sión fue­ron decla­ra­das «secre­tas» (Apén­di­ce B), y siguen sién­do­lo a fecha de hoy. Según News­week (21 de febre­ro de 1983), se pen­sa­ba que el ane­xo de 10 pági­nas con­te­nía deta­lles sobre las rela­cio­nes de Israel con el Kata´eb, y aca­so tam­bién las notas del Mos­sad sobre un encuen­tro entre Sha­ron, Amin y Pie­rre Gema­yel cele­bra­do el día antes de que comen­za­ra la matan­za (15 de sep­tiem­bre). Tal vez un pro­ble­ma más bási­co del infor­me sea que al cen­trar­se en el epi­so­dio de Sabra y Cha­ti­la, lo cual tenía por obje­to «con­cluir» obli­gan­do a Sha­ron a dimi­tir, la Comi­sión Kahan des­vió la aten­ción de la inva­sión de 1982 en su con­jun­to, lo que no sólo care­cía de jus­ti­fi­ca­ción sino que incluía crí­me­nes de gue­rra como el bom­bar­deo de refu­gios civi­les, la uti­li­za­ción de armas prohi­bi­das y la tor­tu­ra de los dete­ni­dos. Los hallaz­gos de la Comi­sión Kahan res­pon­dían asi­mis­mo por tan­to a las nece­si­da­des de la polí­ti­ca nor­te­ame­ri­ca­na: cerrar un «lamen­ta­ble episodio».

El fis­cal mili­tar Assad Ger­ma­nos fue pues­to a car­go de la inves­ti­ga­ción ofi­cial liba­ne­sa. El 5 de enero de 1983, la pren­sa liba­ne­sa infor­mó de que Ger­ma­nos había rea­li­za­do dos o tres visi­tas a Sabra y Cha­ti­la y que se espe­ra­ba que su infor­me estu­vie­ra lis­to para mar­zo o abril. En agos­to de 1983 la agen­cia de noti­cias del Kata´eb, al-Mar­ka­zieh afir­mó que el infor­me «exo­ne­ra­ba al Kata´eb de toda par­ti­ci­pa­ción y que no habría pro­ce­sa­mien­tos». El infor­me Ger­ma­nos jamás se publi­có. Dada la iden­ti­dad de los auto­res de las masa­cres, no era pre­de­ci­ble otro resultado

Ade­más de las men­cio­na­das, hubo dos inves­ti­ga­cio­nes inter­na­cio­na­les inde­pen­dien­tes, la Comi­sión Inter­na­cio­nal de Inves­ti­ga­ción (Inter­na­tio­nal Com­mis­sion of Enquiry) y la Comi­sión Nór­di­ca, orga­ni­za­da por el Pales­ti­na­fron­ten y EAFORD. Ambas cele­bra­ron sus sesio­nes en Oslo a fines de 1982 (5). El infor­me de la CII dife­ría del de la Comi­sión Kahan en algu­nos aspec­tos cru­cia­les. Ana­li­za­ba lo suce­di­do duran­te la gue­rra, y no sólo las masa­cres de Sabra y Cha­ti­la, y esti­ma­ba que jus­ti­fi­ca­ba un tri­bu­nal de crí­me­nes de gue­rra que siguie­ra las líneas maes­tras del de Nurem­berg. Sub­ra­ya­ba la res­pon­sa­bi­li­dad de Israel, de acuer­do con las con­ven­cio­nes de Gine­bra, como «poten­cia ocu­pan­te» que con­tro­la­ba por com­ple­to la zona en la que se pro­du­je­ron las masa­cres, y seña­la­ba las lagu­nas de las ale­ga­cio­nes israe­líes sobre la ausen­cia de com­pli­ci­dad, pre­sen­tan­do prue­bas de la pre­sen­cia de israe­líes den­tro de la zona de los cam­pos (6). Tam­bién con­fir­ma­ba la con­di­ción abru­ma­do­ra­men­te civil de los resi­den­tes de la zona en vís­pe­ras de la masa­cre y con­cluía con acu­sa­cio­nes con­tra Israel de inten­cio­na­li­dad, ayu­da y con­trol. Otra inves­ti­ga­ción, menos cono­ci­da, fue la de la Comi­sión Nór­di­ca, cuyo infor­me inclu­ye tes­ti­mo­nios de tes­ti­gos ocu­la­res. A dife­ren­cia del infor­me de la Comi­sión Kahan, que reci­bió tan­tas ala­ban­zas de la pren­sa nor­te­ame­ri­ca­na y se repro­du­jo en el New York Times, los infor­mes de la CII y la Comi­sión Nór­di­ca ape­nas si fue­ron reco­gi­dos por los medios de infor­ma­ción occi­den­ta­les. Nin­gu­na de estas dos inves­ti­ga­cio­nes inde­pen­dien­tes sir­vió de base para un tri­bu­nal de crí­me­nes de gue­rra al esti­lo del de La Haya, aun cuan­do los crí­me­nes de gue­rra israe­líes en el Libano sobre­pa­sa­ran con dife­ren­cia cual­quie­ra de las actua­les acu­sa­cio­nes con­tra Milosevic.

La recons­truc­ción de Amnon Kape­liouk de los tres días de la matan­za y los dos días siguien­tes es un «vis­to y no vis­to» des­ti­na­do a una rápi­da publi­ca­ción, pero resul­ta valio­sa por venir de un perio­dis­ta des­ta­ca­do sobre el terreno que estu­vo en con­tac­to tan­to con las Fuer­zas de Defen­sa israe­líes como con super­vi­vien­tes del cam­po. Su rela­to con­fir­ma lo que tam­bién ase­ve­ra Ray Wil­kin­son, repor­te­ro de News­week: que hubo sol­da­dos que die­ron cuen­ta de haber infor­ma­do a sus supe­rio­res de que se esta­ba pro­du­cien­do una matan­za ya des­de el jue­ves, el día en que comen­za­ron las muer­tes. El libro de Kape­liouk apa­re­ció en hebreo, fran­cés e inglés y tuvo bue­nas crí­ti­cas. Sigue sien­do posi­ble­men­te el rela­to más leí­do sobre la matanza.

Inves­ti­ga­cio­nes palestinas

Casi igno­ra­das por el res­to del mun­do que­da­ron tres inves­ti­ga­cio­nes pales­ti­nas. Aun­que lle­va­das a cabo por acti­vis­tas e inves­ti­ga­do­res liga­dos al movi­mien­to nacio­nal, no fue­ron con­vo­ca­das ni finan­cia­das por la OLP. La pri­me­ra de la que tuve noti­cia, poco des­pués de la matan­za, en el cur­so de mis visi­tas a Cha­ti­la, la rea­li­za­ban miem­bros loca­les de la Unión Gene­ral de Muje­res Pales­ti­nas. Lo suce­di­do en este caso ejem­pli­fi­ca los obs­tácu­los que hubie­ron de afron­tar los pales­ti­nos entre sep­tiem­bre de 1982 y febre­ro de 1984 para poder rea­li­zar cual­quier tipo de tra­ba­jo orga­ni­za­do. Los volun­ta­rios que relle­na­ban for­mu­la­rios se vie­ron a menu­do inte­rrum­pi­dos e inte­rro­ga­dos por el ejér­ci­to. Con el tiem­po, otras tareas urgen­tes como dis­tri­buir ayu­da a quie­nes care­cían de hogar se hicie­ron prio­ri­ta­rias por enci­ma del regis­tro de víc­ti­mas de la matan­za. Los docu­men­tos reco­gi­dos se des­tru­ye­ron final­men­te, bien en la Bata­lla de los Cam­pos (que comen­zó en mayo de 1985), bien cuan­do el ejér­ci­to arro­ló los archi­vos del GUPW por las calles duran­te uno de sus regis­tros en Fakhany. Nin­guno de los que con­tri­bu­ye­ron a esta labor con­ser­va en la actua­li­dad docu­men­to alguno.

Entre las ins­ti­tu­cio­nes nacio­na­les que sobre­vi­vie­ron a la mar­cha de los com­ba­tien­tes de la OLP se encon­tra­ba el Cen­tro de Inves­ti­ga­ción Pales­tino, saquea­do por las FDI duran­te su inva­sión de Bei­rut occi­den­tal. Su direc­tor, Jaber Sulei­man, puso manos a la obra para res­tau­rar el con­jun­to de archi­vos saquea­dos por las FDI. Otro inves­ti­ga­dor pre­sen­te en el CIP en aque­lla épo­ca se dedi­có a reclu­tar a cole­gas y veci­nos de Cha­ti­la para lle­var a cabo una inves­ti­ga­ción de la matan­za. Su obje­ti­vo con­sis­tía en recons­truir exac­ta­men­te lo suce­di­do a tra­vés de rela­tos de tes­ti­gos ocu­la­res, y cal­cu­lar el núme­ro de muer­tos y des­apa­re­ci­dos. Entre­vis­ta­ron a más de 120 tes­ti­gos antes de ver­se obli­ga­dos a inte­rrum­pir su labor por la explo­sión que se pro­du­jo en el Cen­tro de Inves­ti­ga­ción el 5 de febre­ro de 1983. Tras su des­truc­ción, la mayo­ría de los emplea­dos del CIP fue­ron dete­ni­dos y depor­ta­dos. Hay dis­tin­tas ver­sio­nes sobre lo que suce­dió con los docu­men­tos. Hay quien dice que que­da­ron des­trui­dos duran­te la explo­sión, quien afir­ma que el ejér­ci­to se los lle­vó en camio­nes y quien cuen­ta que Jir­yis con­si­guió poner a sal­vo algu­nos, lle­ván­do­se­los con él a un nue­vo exilio.

Los ini­cia­do­res de inves­ti­ga­ción sobre la matan­za ela­bo­ra­da por el CIP lle­ga­ron a publi­car sus resul­ta­dos pre­li­mi­na­res en dos núme­ros de Shu´oon Filas­ti­niy­yeh (núme­ros 132133, de 1988, y 138, de 1983. En el pri­me­ro de éstos, los inves­ti­ga­do­res inclu­ye­ron die­ci­nue­ve tes­ti­mo­nios bre­ves de tes­ti­gos ocu­la­res. No se daba el nom­bre com­ple­to, aun­que sí la edad, ocu­pa­ción y resi­den­cia. Par­tien­do de sus res­pues­tas, da la impre­sión de que estos inves­ti­ga­do­res se preo­cu­pa­ron sobre todo de esta­ble­cer la iden­ti­dad de los auto­res de las matan­zas, por medio de sus uni­for­mes, insig­nias o acen­tos. La evi­den­cia pro­por­cio­na­do por los tes­ti­gos ocu­la­res corro­bo­ra las cró­ni­cas de los perio­dis­tas según las cua­les los hom­bres de Had­dad par­ti­ci­pa­ron en la masa­cre. Varios tes­ti­gos sos­tu­vie­ron que podían encon­trar­se «judíos» (es decir, israe­líes) entre los ata­can­tes. Una mujer, por ejem­plo, afir­mó: «Me di cuen­ta… por su mal acen­to ára­be». Otra des­cri­bió a un coman­dan­te que habla­ba con los sol­da­dos (ata­can­tes): «Su ára­be era muy limi­ta­do. Era rubio y alto, israe­lí». Tes­ti­mo­nios simi­la­res se los escu­ché a super­vi­vien­tes de la masa­cre al ini­ciar mi tra­ba­jo de cam­po en Cha­ti­la (octu­bre de 1982). Vale la pena hacer notar que nin­gu­na de las demás inves­ti­ga­cio­nes ­israe­líes, liba­ne­sas, o inter­na­cio­na­les- regis­tró decla­ra­cio­nes de tes­ti­gos del lugar.

De espe­cial inte­rés resul­ta el rela­to escri­to en inglés por un pales­tino de Cha­ti­la que estu­vo pre­sen­te duran­te la matan­za y que tra­tó de resis­tir a los ata­can­tes jun­to a un puña­do de cama­ra­das. Sus decla­ra­cio­nes trans­mi­ten el horror des­de den­tro, de no saber lo que esta­ba suce­dien­do, los esfuer­zos por lle­var a los heri­dos al hos­pi­tal, el dolor por los ami­gos muer­tos, el res­ca­te ­casi dema­sia­do tar­de- de su pro­pia fami­lia. En un epi­so­dio surrea­lis­ta, un ofi­cial israe­lí se diri­gió a los hom­bres con­cen­tra­dos en el Esta­dio Depor­ti­vo, una vez aca­ba­da la masa­cre, a fin de comu­ni­car­les que los israe­líes habían lle­ga­do «para impe­dir cual­quier matan­za». Los tes­ti­gos ocu­la­res afir­ma­ron que los hom­bres seña­la­dos por un dela­tor enca­pu­cha­do fue­ron apar­ta­dos y no ha vuel­to a saber­se de ellos.

Otra inves­ti­ga­ción fue la diri­gi­da por la pro­fe­so­ra Bayan al-Hot, jun­to a un equi­po de tra­ba­ja­do­res de cam­po, que comen­zó a fina­les de 1982. En 1985, la Dra. Bayan sus­pen­dió la publi­ca­ción de su tra­ba­jo, pen­dien­te de veri­fi­car el aná­li­sis de los datos. Su impre­sión es que su inves­ti­ga­ción tuvo éxi­to en lo que se refie­re a con­ta­bi­li­zar la mayo­ría de los muer­tos, aun­que no todos los desaparecidos.

El des­tino de los supervivientes

Al visi­tar Cha­ti­la des­pués de la matan­za me impre­sio­nó la ener­gía con la que la gen­te ­sobre todo las muje­res- recons­truían sus hoga­res antes de la lle­ga­da del invierno. Se ins­cri­bió a los niños en el cole­gio y se tras­la­dó a los heri­dos y enfer­mos para que pudie­ran reci­bir tra­ta­mien­to. Los cole­gios y las clí­ni­cas tra­ba­ja­ban a toda velo­ci­dad para reco­brar la nor­ma­li­dad. Umm Nabil, una de las super­vi­vien­tes a las que cono­cí en ese pri­mer invierno, se dedi­ca­ba a recons­truir su casa con sus pro­pias manos, mien­tras sus tres niños peque­ños dor­mi­ta­ban en un carri­co­che. Su vivien­da se encon­tra­ba en uno de los cami­nos prin­ci­pa­les uti­li­za­dos por los agre­so­res para entrar en la zona del cam­po. Se habían mar­cha­do a pri­me­ra hora del jue­ves debi­do al bom­bar­deo, pero el mari­do de Umm Nabil regre­só para reco­ger la leche en pol­vo del peque­ño Nabil, de dos meses. Pos­te­rior­men­te encon­tra­ron su cuer­po entre las fau­ces de las tena­zas de una exca­va­do­ra. En la pri­ma­ve­ra de 1983, su casa recons­trui­da fue demo­li­da con exca­va­do­ras por una uni­dad del ejér­ci­to liba­nés, y Umm Nabil se vio obli­ga­da a mudar­se a un edi­fi­cio que la OLP había cons­trui­do como escue­la. Allí sigue todavía.

Beit Atfal al-Sum­mood, fun­da­do en su ori­gen por la Unión de Muje­res para aten­der a los huér­fa­nos de Tal al-Za´ter, se encar­gó de los huér­fa­nos de estas matan­zas, des­pués de su regre­so a Bei­rut en 1984. Beit Atfal no es un orfa­na­to al esti­lo occi­den­tal y des­de 1984 ha evo­lu­cio­na­do has­ta con­ver­tir­se en una ONG de múl­ti­ples acti­vi­da­des, entre las cua­les se encuen­tra la asis­ten­cia a los huér­fa­nos y a sus fami­lias natu­ra­les, inclu­yen­do for­mas de patro­ci­nio, visi­tas y ayu­das a la edu­ca­ción y for­ma­ción. Rebau­ti­za­do con el nom­bre de Ins­ti­tu­ción Nacio­nal para la Aten­ción Social y la For­ma­ción Voca­cio­nal, ha ayu­da­do a criar a 17 huér­fa­nos de la matan­za. No se tra­ta des­de lue­go de un regis­tro com­ple­to. Lle­va­ría tiem­po y recur­sos hallar a todos los niños a quie­nes los perio­dis­tas o el per­so­nal médi­co encon­tra­ron sin padres des­pués de la masa­cre. Así, por ejem­plo, Ray Wil­kin­son, del News­week, encon­tró a un niño de 11 años, Milad Farouk, cuyo padre, madre y her­mano habían sido ase­si­na­dos. Jack Rel­den, repor­te­ro de la UPI, rela­tó a la Comi­sión Mac­Bri­de el hallaz­go de una niña de 13 años que fue la úni­ca super­vi­vien­te de su fami­lia. Duran­te el invierno de 1982, tomé fotos de un niño de unos ocho años que empu­ja­ba una carre­ti­lla car­ga­da de con­te­ne­do­res de agua. La gen­te me decía que había per­di­do a sus padres y se gana­ba así la vida para ayu­dar a sus her­ma­nos más peque­ños. ¿Qué ha pasa­do con estos niños super­vi­vien­tes? No hay una res­pues­ta inmediata.

El 8 de mar­zo de 2001, el canal de tele­vi­sión Al-Jazi­ra emi­tió el epi­so­dio sobre la matan­za que for­ma par­te de su actual serie sobre la gue­rra civil liba­ne­sa, mos­tran­do una lar­ga entre­vis­ta con Suad Srour y su her­mano Maher. Suad fue a la vez víc­ti­ma y super­vi­vien­te de la matan­za, y se ha hecho céle­bre gra­cias a su pre­sen­cia en foros como el Tri­bu­nal de Muje­res (Bei­rut, 1996) y la Con­fe­ren­cia de Bei­jing, a pesar de estar semi­pa­ra­li­za­da a cau­sa de cin­co bala­zos, uno de cuyos pro­yec­ti­les se encuen­tra toda­vía alo­ja­do en su colum­na. Su padre, tres her­ma­nos y dos her­ma­nas fue­ron muer­tos a tiros al mis­mo tiem­po que ella; sólo que­dan vivos su madre, su her­mano y su her­ma­na. La his­to­ria de la reha­bi­li­ta­ción de Suad y de sus acti­vi­da­des como miem­bro de una coope­ra­ti­va de dis­ca­pa­ci­ta­dos reve­lan un valor y una resis­ten­cia asom­bro­sos, sobre todo tenien­do en cuen­ta que fue vio­la­da por las fuer­zas liba­ne­sas en uno de sus pues­tos de con­trol, mien­tras era trans­por­ta­da en una ambu­lan­cia de la Media Luna Roja para ser tra­ta­da en el extran­je­ro. No ha habi­do nin­gún olvi­do gra­dual para esta fami­lia que se ha vis­to recien­te­men­te obli­ga­da a regre­sar a la casa del Horsh en la que se pro­du­jo la matan­za. Suad reco­no­ce que le hace fal­ta aten­ción psi­quiá­tri­ca, así como píl­do­ras para poder dor­mir, y que debe­rían extraer­le la bala de la colum­na vertebral.

Entre el cam­po de Cha­ti­la y el Bule­var del Aero­puer­to, el Horsh (el bos­que) es una zona en la que los pales­ti­nos y liba­ne­ses des­pla­za­dos por los com­ba­tes en el sur ha cons­trui­do casas de «oku­pas». El Horsh fue uno de los cen­tros de la car­ni­ce­ría. Has­ta hace bien poco se impe­día vol­ver allí a los pales­ti­nos, pues­to que la zona está domi­na­da polí­ti­ca­men­te por el movi­mien­to de Amal. Los pales­ti­nos obli­ga­dos a regre­sar a fal­ta de otra vivien­da se sien­ten ame­na­za­dos por sus veci­nos y recu­rren a veces a la «pro­tec­ción» siria. Entre las víc­ti­mas de la matan­za del Horsh encon­tré a Samiha Hija­zi. En la masa­cre per­dió a su hija recién casa­da y a su yerno. Viu­da, pasa­da la cin­cuen­te­na, con las dos pier­nas terri­ble­men­te hin­cha­das como con­se­cuen­cia de heri­das de metra­lla duran­te la gue­rra de 1975 – 76, Samiha se ve obli­ga­da a tra­ba­jar como lim­pia­do­ra para ganar­se la vida en un cole­gio no muy pró­xi­mo. De nacio­na­li­dad liba­ne­sa, su fami­lia rom­pió con ella al casar­se con un pales­tino. Duran­te la Bata­lla de los Cam­pos, los mili­cia­nos de Amal des­car­ga­ron su furia con­tra ella matan­do a su úni­co hijo. El apar­ta­men­to en el que vive no es de su pro­pie­dad y cuan­do regre­se su pro­pie­ta­rio ten­drá que bus­car­se otro lugar para vivir.

Estos tres son sólo algu­nos de los cien­tos de super­vi­vien­tes de la matan­za, muchos de los cua­les viven toda­vía en los barrios del sur de Bei­rut defi­cien­te­men­te dota­dos de ser­vi­cios. No se ha crea­do nin­gún comi­té que pue­da repre­sen­tar a gen­te como Umm Nabil, Suad o Samiha, o que pre­sio­ne en favor de indem­ni­za­cio­nes. Si Suad fue­ra bos­nia, ten­dría algu­na espe­ran­za de que sus agre­so­res com­pa­re­cie­ran ante el Tri­bu­nal de la Haya, pero has­ta aho­ra ni la Auto­ri­dad Pales­ti­na ni el Esta­do liba­nés pare­cen dis­pues­tos a embar­car­se en ese rum­bo. Por ende, las vidas de la gen­te de Cha­ti­la se ven toda­vía más empo­bre­ci­das e inse­gu­ras de lo que eran en 1982. Visi­tar la zona hoy en día supo­ne ver­se sor­pren­di­do por la total ausen­cia de mejo­ras. Por el con­tra­rio, lo que se encuen­tra es una comu­ni­dad ago­bia­da por el paro, un hábi­tat degra­da­do, unos ser­vi­cios en deca­den­cia y un futu­ro des­co­no­ci­do, es decir, una matan­za por otros medios.

¿Qué pasó con los agresores?

Las memo­rias de Robert Hatem, apo­da­do «Cobra», guar­da­es­pal­das del coman­dan­te Elie Hobei­ka de las fuer­zas liba­ne­sas, ni son hones­tas ni son his­to­ria. Su inten­to de exo­ne­rar a Sha­ron de su cul­pa­bi­li­dad en las matan­zas apun­ta al gru­po de pre­sión israe­lí o liba­nés en Washing­ton como posi­bles ini­cia­do­res. La Aso­cia­ción para un Libano Libre coope­ra estre­cha­men­te con Israel, y el libro de Hatem con­clu­ye con un lla­ma­mien­to a los cris­tia­nos liba­ne­ses para que se ali­neen jun­to a Israel en con­tra de Siria. Aun­que dis­ta de ser «un rela­to verí­di­co» de la matan­za, el libro de Hatem con­tie­ne cier­tos deta­lles que no eran amplia­men­te cono­ci­dos con ante­rio­ri­dad como, por ejem­plo, los nom­bres de los diri­gen­tes de algu­nas de las uni­da­des ase­si­nas: Joseph Asmar, Michel Zouein, Geor­ge Mel­co, Maroun Mashaa­la­ni. Tam­bién da los nom­bres de los diri­gen­tes de las fuer­zas liba­ne­sas que «lle­ga­ron para ins­pec­cio­nar la car­ni­ce­ría: Fadi Frem, Fuad Abi Nader (ambos se con­vir­tie­ron pos­te­rior­men­te en coman­dan­tes de las fuer­zas liba­ne­sas), Ste­ve Nak­kour, Elie Hobei­ka. Se cita a Hobei­ka como autor de la orden: «Exter­mi­nio total… arra­sad los cam­pos». Se men­cio­na a Sha­ron comu­ni­can­do a los jefes de las uni­da­des que no debe haber ata­ques con­tra los civi­les. Y se omi­te hablar de la mili­cia de Had­dad, otra señal de la influen­cia de Israel.

Lo que resul­ta intere­san­tí­si­mo en el libro de Hatem es la des­crip­ción que pro­por­cio­na de las luchas inter­nas y la frac­tu­ra de las fuer­zas liba­ne­sas tras la muer­te de Bashir Gema­yel, así como los sór­di­dos tra­tos y latro­ci­nio gra­cias a los cua­les hubo quie­nes ­ sobre todo, Elie Hobei­ka- se hicie­ron inmen­sa­men­te ricos. Hatem da algu­nas pis­tas sobre la actual situa­ción de los com­ba­tien­tes de a pie de las fuer­zas liba­ne­sas cuan­do decla­ra «Sien­to… tener que sacar a cola­ción deta­lles tan sór­di­dos, pero debo hacer jus­ti­cia a los mili­cia­nos que nun­ca exi­gie­ron nin­gu­na retri­bu­ción ni mira­mien­tos. (Hoy) viven en la pobre­za y el temor…» Se que­ja de que hom­bres como él se ven obli­ga­dos a sub­sis­tir con 400 dóla­res al mes y viven con el cons­tan­te temor de ser dete­ni­dos. Al trans­fe­rir su leal­tad de Israel a Siria, Hobei­ka trai­cio­nó a la comu­ni­dad cris­tia­na y a patrio­tas hon­ra­dos como él. Hatem con­clu­ye su libro apre­mian­do a los liba­ne­ses a que cam­bien esa elección.

La des­ilu­sión cris­tia­na res­pec­to a las mili­cias ante­ce­dió por supues­to a las reve­la­cio­nes de Hatem, y se remon­ta a las con­tien­das y ase­si­na­tos de los ochen­ta. Fue enton­ces cuan­do las mili­cias comen­za­ron a que­dar des­acre­di­ta­das en su pro­pia tie­rra como una «mafia», como tra­fi­can­tes de dro­gas, en lugar de héroes. Hoy nadie quie­re saber nada de ellos ni admi­te tam­po­co haber­los cono­ci­do. Pro­ba­ble­men­te, muchos han segui­do el camino de Hatem al exi­lio. Si los sitios en la red de las fuer­zas liba­ne­ses ela­bo­ra­dos en Washing­ton y Detroit valen de mues­tra, hay muchos que viven en los Esta­dos Uni­dos. En el Líbano de hoy nadie se jac­ta­ría de haber par­ti­ci­pa­do en la masa­cre, como hicie­ron en aquel enton­ces varios mili­cia­nos ante los perio­dis­tas extran­je­ros. A los cris­tia­nos liba­ne­ses no les gus­ta que les recuer­den la exis­ten­cia de un epi­so­dio tan digno de des­cré­di­to, ni tam­po­co que los com­ba­tien­tes cris­tia­nos fue­ron sus pri­me­ros ejecutores.

Por supues­to, el mis­mo Hobei­ka sigue toda­vía en esce­na. Des­de el final de la gue­rra civil liba­ne­sa ha sido minis­tro de tres gobier­nos, una vez con Omar Kara­meh y dos con Hari­ri, y res­pon­sa­ble suce­si­va­men­te de Asun­tos Socia­les, Recur­sos Eléc­tri­cos e Hidráu­li­cos y Per­so­nas Des­pla­za­das. Sin embar­go, no con­si­guió ser ele­gi­do en las últi­mas elec­cio­nes par­la­men­ta­rias y no ocu­pa nin­gún pues­to en el actual gobierno. Cier­to «Midd­le East Inte­lli­gen­ce Bulle­tin» colo­ca­do en Inter­net por el US Com­mit­tee for a Free Leba­non advier­te que el año pasa­do (febre­ro de 2000) el fis­cal del Esta­do, Addoum, ha reabier­to el suma­rio del ase­si­na­to de 1984 con­tra el Dr. Saa­lim al-Hoss, en el que se cree que Hobei­ka estu­vo impli­ca­do. Has­ta aho­ra no ha habi­do avan­ces en este caso, pero care­cien­do de una base de apo­yo real es posi­ble que sus días de poder estén lle­gan­do a su fin.

Ni jus­ti­cia ni indemnizaciones

Hay que pre­gun­tar­se, en con­clu­sión, por qué los auto­res de una de las matan­zas más bru­ta­les del siglo XX nun­ca han sido lle­va­dos a jui­cio. O por qué los parien­tes de las víc­ti­mas no han podi­do encon­trar jus­ti­cia ni han reci­bi­do com­pen­sa­ción algu­na. Hay que admi­tir que nin­gu­na enti­dad ofi­cial ára­be ­la OLP, los gobier­nos ára­bes, las aso­cia­cio­nes de dere­chos huma­nos ára­bes- ha dado pasos lega­les en esa direc­ción, pero una razón de más peso es que la OLP nun­ca ha tra­ba­ja­do en serio sobre los aspec­tos lega­les de la cues­tión pales­ti­na y tenía esca­sos cono­ci­mien­tos de dere­cho inter­na­cio­nal. Has­ta las nume­ro­sas víc­ti­mas liba­ne­sas fue­ron igno­ra­das por el gobierno de Amin Gema­yel, lo que no resul­ta sor­pren­den­te, dado su tin­te sec­ta­rio. A los gobier­nos ára­bes les preo­cu­pa­ba sola­men­te seguir ini­cia­ti­vas ilu­so­rias de los EE.UU. como el «Plan Reagan». Los gru­pos de dere­chos huma­nos de aque­lla épo­ca esta­ban toda­vía en su infan­cia. Otro fac­tor cru­cial es que los medios de infor­ma­ción ára­bes esta­ban en 1982 mucho menos desa­rro­lla­dos que hoy en día, y su cober­tu­ra de la matan­za no fue lo bas­tan­te sóli­da como para ejer­cer una pre­sión públi­ca sobre los gobier­nos para que éstos actua­ran. No obs­tan­te, lo que en últi­ma ins­tan­cia hizo impo­si­ble que se orga­ni­za­ra un tri­bu­nal de crí­me­nes de gue­rra como el de Nurem­berg fue la jerar­quía del orden inter­na­cio­nal. Sin el res­pal­do de un Esta­do fuer­te, lla­ma­mien­tos como el de la Comi­sión Inter­na­cio­nal Inde­pen­dien­te caye­ron en saco roto. Los gobier­nos del blo­que orien­tal y los abo­ga­dos pro­gre­sis­tas hicie­ron cam­pa­ña para arro­jar luz sobre la masa­cre pero nin­gún gobierno occi­den­tal fue más allá de la con­de­na y el olvido.

Los luga­re­ños no olvi­da­ron a sus víc­ti­mas. 40 días des­pués de la matan­za tuvo lugar una mar­cha, prin­ci­pal­men­te de muje­res, has­ta el más cono­ci­do de los ente­rra­mien­tos masi­vos. El ejér­ci­to liba­nés las aco­só, dete­nien­do a varias de sus diri­gen­tes. Tam­bién hubo inten­tos de lim­piar y vallar la zona, y el fotó­gra­fo japo­nés Riyu­chi Hiro­wa­ki dise­ñó un monu­men­to des­ti­na­do a hon­rar a las víc­ti­mas. Pero el empla­za­mien­to de los ente­rra­mien­tos masi­vos que­da en el Horsh, lejos del cam­po de Cha­ti­la, de modo que duran­te muchos años, las mar­chas con­me­mo­ra­ti­vas tuvie­ron que limi­tar­se a los con­fi­nes del cam­po. Sin embar­go, en 1988 hubo una pro­ce­sión con velas, y en sep­tiem­bre pasa­do tuvo lugar una gran mar­cha en la que par­ti­ci­pa­ron varios par­ti­dos liba­ne­ses y una impor­tan­te dele­ga­ción ita­lia­na. Hay pla­nes para crear un memo­rial per­ma­nen­te en este lugar. Como nos recuer­da la cam­pa­ña arme­nia para el reco­no­ci­mien­to de su holo­caus­to, los crí­me­nes de gue­rra nun­ca que­da­rán ente­rra­dos del todo mien­tras un «pue­blo» viva.

Publi­ca­do en la revis­ta Al-Maj­dal, 15 de mar­zo de 2001. (Tra­duc­ción para CSCA­web de Pablo Carbajosa)

Fuen­te: Rose­mary Sayegh, Nodo50​.org

La entra­da Sie­te días de horror: De cómo las matan­zas de Sabra y Cha­ti­la que­da­ron ente­rra­das con las víc­ti­mas se publi­có pri­me­ro en La otra Anda­lu­cía.

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