Por Agrupación Montoneros (Mendoza), Resumen Latinoamericano, 11 de octubre de 2021.
Como ocurriera el 12 de setiembre pasado en las últimas elecciones, el mecanismo político/mediático volvió a funcionar con toda su potencia reactivando, por un lado, la ya naturalizada perspectiva que nos dice que la democracia es eso: votar cada dos años. Nada más que eso. Pero por otro lado y tras el “hecho comicial” también aparecieron los “especialistas” con los acostumbrados “análisis” numéricos en los que a la sociedad que votó se la fragmenta como “paquetes intercambiables” (a llevar para uno u otro lado en bien de caracterizaciones como “primera fuerza”…..la “segunda fuerza”……la “tercera fuerza” etc. etc.), en una ingeniería que pareciera ser, se olvida que mientras tanto los verdaderos temas a resolver – tras casi cuarenta años – siguen sin abordarse.
Este es el proceso que se inicia a partir de la caída de la dictadura con un nuevo gobierno ( el alfonsinista) que se embanderó de “democracia” llevándonos a pensar que estábamos ente una etapa de transición : dejaríamos atrás el plan Martínez de Hoz imaginando una etapa de autodeterminación en todas las dimensiones coartadas cuando en el 76 nos impusieron a palos, a tiros y con desapariciones forzadas, un pretendido nuevo modelo sin industria y de “Estado chico para una nación grande” (conducido y apoyado en la oligarquía, la patria financiera y la patria contratista).
Una esperanza que duró poco ya que, contrario a lo supuesto, ésta versión de democracia fue mostrando su verdadera trayectoria demoliberal, “representativa” y “republicana” (por lo tanto no participativa), enmarcada por las elites políticas que no tuvieron en cuenta los intereses populares – desde ese comienzo – para la construcción de una genuina democracia directa.
Así las cosas, no nos extrañó el debut de la “teoría de los dos demonios” (incorporada al ideario colectivo por Alfonsín, Sábato y Magdalena Ruiz Guiñazú) que dio pie al engendro de los decretos 157 y 158 destinados a poner en igualdad a los luchadores que entregaron su vida por la liberación de la patria, con los represores. Todos elementos que ya perfilaban una democracia de clase que – para ese momento – se fue complementando con los famosos “seguros de cambio” (y la absorción de los pasivos de los poderosos empresarios de la dictadura), o con el intento de reforma sindical (la pretendida ley neoliberal de Antonio Mucci), o los aumentos salariales por decreto, etc, etc.
Más tarde, la “sucesión democratista” recayó en Carlos Saúl Menem, quien lejos de ser una alternativa superadora continuó el camino, profundizando la era republicanista mediante el voto de grandes porciones de nuestra sociedad que ya no sopesaba la necesidad de salir de la lógica de los intereses de las elites del poder sino que comenzaba a reaccionar con lo que nos acostumbramos a llamar “el voto bronca”, en este caso, en favor de la promesa de la revolución productiva y el consumo para todos. Mientras tanto nuestro sistema económico seguía sin mostrar modificación alguna respecto del entramado de leyes impuestas por Martínez de Hoz. La deuda externa se acrecentaba y los votantes ya no reclamaban por la investigación y la determinación de los responsables de su porción fraudulenta (que supo determinar el Juez Ballesteros en una sentencia que él mismo derivara al Congreso de la Nación para que durmiera e sueño de los justos, como ocurre hasta la fecha).
Los niveles de pobreza y de desocupación – para ese momento – alcanzaban cifras nunca vistas en aquél lejano país de la industria mediana y la justicia social. Los nuevos guarismos macroeconómicos empezaban a transformarse en “estructurales”, mientras se pretendía salvar la juridicidad de la nueva etapa –y el inexorable divorcio entre la clase política y sus gobernados – con el acuerdo entre los dos “partidos mayoritarios” (y la complacencia del resto del arco político) pergeñando la Constitución del 94, es decir: la cosmética de resguardo de la Constitución liberal de 1853. Allí quedó sentada la argucia de la que nadie habla a la hora de votar con el reconocimiento de ganadores y perdedores, basados ahora en la “cantidad total de asistentes a los comicios”(cada vez menos) y no con el total de empadronados como lo fuera siempre.
Una zaga que nos fue llevando al “que se vayan todos” ante la frustración de una democracia elitista acostumbrada a no dar lugar a los anhelos del ya “gran ausente” : los trabajadores, los jóvenes, las mujeres , es decir el verdadero pueblo, que comenzaba a padecer el proceso cultural dirigido preferentemente a los jóvenes , víctimas de la nueva subjetividad inducida, generadora de una gran oleada de adolescentes a/históricos, exponentes del corte generacional y la pérdida de identidad nacional que requiere el “hombre nuevo del individualismo y el consumo”.
De esta forma nos fuimos acostumbrando a la alternancia de gobiernos que fueron arribando a la administración del Estado sin escuchar de ninguno la base argumentativa que, como mínimo debe presentar un “proyecto”, “un camino estratégico de desarrollo” o una nueva matriz económica que- al menos – nos permita elegir con conciencia. Hoy se elije con cada vez menos concurrencia basando las opciones entre las alternativas de lo que ahora llamamos “gestión”( la que , mejor o peor, debe servir para “gerenciar la misma maquina neoliberal , sea cual fuere el “color partidario”). Dejaron ya de interesarnos las “políticas” porque hemos pasado a valorar lo inmediato; los parches del corto plazo, los intereses especulativos de plazo fijo etc. etc etc. es decir: los valores de la clase media y sus internas periódicas vestidas de “elecciones democráticas”. Desapareció la confrontación de proyectos en donde la clase trabajadora se asume como clase y la clase media se afirma en el escenario mirando hacia la clase superior del poder económico, político y cultural.
Una realidad superficial de seudoconfrontaciones que termina ofreciendo en la filosofía barata y bizarra lo que ahora denominan “la grieta” que nos llevaría a asumir la dicotomía “peronismo (kirschnerismo) Vs. Neoliberaismo”, cuando hoy por hoy ambos son lo mismo, en una suerte de gatopardismo (lampedusismo = Conde de Lampeduza , autor de “Gatopardo”) que agita cambios ……para que nada cambie.
Mientras tanto el pueblo……..( el hombre que está sólo y espera como decía Scalabrini ), sigue sin tener la menor cuota de participación en los grandes y evidentes temas que ante la ausencia de coraje y vocación estratégica de la clase política, nos van marcando el camino socio-político del cortoplacismo inconducente. No se habla del extractivismo, tampoco se habla de los bienes comunes o del agua – salvo ahora los oportunistas del sistema partidocrático que – vestidos de verde – se quieren montar en las luchas de pueblo. No se habla tampoco de reindustrializar al país para la construcción de la ventaja competitiva – generadora de divisas – que destruyó Martínez de Hoz desde el proceso militar del 76. Ni que hablar del camino que nos debería llevar hacia las fábricas con innovación tecnológica dirigidas por la clase trabajadora.
Las últimas elecciones pues, no han sido otra cosa que la representación surrealista del país de los que “se quedaron” después de aquél “que se vayan todos”. De las internas de la clase media vestidas de “diferencias partidocráticas” a las que concurren cada vez menos votantes y de los gobiernos que simulan enfrentamientos ideológicos, mientras que a la hora de los hechos que profundizan la dependencia, se ponen de acuerdo para no resentir la “gobernabilidad” (y mantener sin sobresaltos al sistema partidocrático neoliberal del cual ninguno saca los pies del plato). Es una alternancia que pareciera estar pactada entre dos bandos opuestos que se ponen de acuerdo para reemplazarse entre ellos para salvar contradicciones y antagonismos, poniéndose de acuerdo para no salir del modelo, particularmente en los aspectos económicos de fondo y en aquellas políticas de Estado que ambos comparten ( aunque simulen lo contrario).
Hemos llegado al techo y las elites lo saben. Porque no sólo las movilizaciones, los piquetes y las huelgas ya no cambian la historia (aún cuando son el verdadero elemento de acumulación política de los espacios populares que todavía resisten), sino que la democracia declamada tampoco, porque siendo la continuidad del proyecto impuesto por la última dictadura, sólo ha apelado a mantenerse con el discurso falaz de las contradicciones secundarias, imposibles de resolver por la naturaleza propia del sistema al que pertenecen. Estas se transforman en oportunismos coyunturales en los que cada vez el pueblo cree menos y eventualmente lo hace notar , como ocurriera en Mendoza ante el intento acordado por oficialismo y oposición en diciembre del 2019, cuando intentaron institucionalizar el ingreso del poder de las megamineras a costa de derribar la ley de pueblo – madre del agua – la 7.722, íntimamente ligada a la lucha que se lleva actualmente contra el Fracking en el gran negocio de Vaca Muerta (el pacto Chevrón – oficialismos nacional/provincial).
Es la misma clase política que sigue sin materializar los discursos enarbolados sobre el impacto ambiental – ya presente – por el cambio climático y sus consecuencias. La que no dice nada sobre los incendios provocados para aumentar la sojización, las desforestaciones o la reducción de pasturas para favorecer los negocios inmobiliarios (“Ley de humedales ya”). La que mira para otro lado ante el avance de la “civilización” sobre las tierras de los pueblos originarios. Es la clase política que implícita o explícitamente siempre acuerda en mantenerse dentro del sistema extractivista – forestal agro/exportador.
Tenemos que asumirlo. La etapa demoliberal/partidocrática está agotada pero los sistemas no se caen solos, por más agotados que se encuentren. Hay que derribarlos con fuerza popular respaldados con un proyecto del pueblo. Con la fuerza organizada que merece – para ser derribado – un enemigo como el que tenemos enfrente.
La coincidencia de todas las fuerzas juveniles, femeninas, barriales, territoriales y obreras en una unidad frentista y revolucionaria, es el camino genuino en la marcha hacia nuestra liberación definitiva.
EN LA CONVICCIÓN DE QUE SÓLO EL PUEBLO ORGANIZADO SALVARÁ AL PUEBLO……..
Agrupación MONTONEROS – MENDOZA
Hacia el FRENTE REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO