Ecología social. Cambio Climático: las aves están avisando

Eco­lo­gía social. Cam­bio Cli­má­ti­co: las aves están avisando

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 1 de octu­bre de 2021.

Esa loco­mo­to­ra que vie­ne de fren­te es la cri­sis cli­má­ti­ca y, delan­te de ella, sobre­vue­lan silue­tas que esca­pan al calen­ta­mien­to glo­bal. Pobla­cio­nes de aves que his­tó­ri­ca­men­te habi­ta­ron el cen­tro de Argen­ti­na, hoy, lle­gan has­ta la Pata­go­nia des­pla­zán­do­se has­ta 1.300 kiló­me­tros como con­se­cuen­cia del cam­bio cli­má­ti­co. En los últi­mos años, de unas 100 espe­cies ana­li­za­das, el 77 % se movi­li­za hacia el sur del país cam­bian­do sus con­duc­tas y dis­tri­bu­ción geográfica.

Un aná­li­sis cien­tí­fi­co lide­ra­do por Gui­ller­mo Sfer­co ‑bió­lo­go e inves­ti­ga­dor de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Cór­do­ba (UNC)– ana­li­za el com­por­ta­mien­to de las aves del cen­tro de Argen­ti­na diri­gi­do por el Dr. Manuel Nores y con el apor­te de datos iné­di­tos de orni­tó­lo­gos y espe­cia­lis­tas como Ser­gio Salvador.

Su cam­po de estu­dio está con­for­ma­do por San­tia­go del Este­ro, Cór­do­ba, San Luis, nor­te de La Pam­pa, oes­te de San­ta Fe, este de Cata­mar­ca y La Rioja.

“El cam­bio cli­má­ti­co -comien­za dicien­do Sfer­co– está modi­fi­can­do la dis­tri­bu­ción de las espe­cies lati­tu­di­nal­men­te hacia los polos, por lo que las aves del hemis­fe­rio nor­te tien­den a cam­biar su dis­tri­bu­ción hacia el nor­te y las del sur se des­pla­zan aún más al sur. Pero tam­bién, han ocu­rri­do cam­bios en la dis­po­si­ción alti­tu­di­nal; es decir, espe­cies que viven en la lla­nu­ra o en zonas bajas de los sis­te­mas mon­ta­ño­sos tien­den a bus­car mayo­res alti­tu­des. A esto, se suman cam­bios vin­cu­la­dos a las migra­cio­nes, ciclos repro­duc­ti­vos que se ade­lan­tan y la fal­ta de ali­men­to para sus crías”.

La diás­po­ra de las aves: con­fu­sión y desorden

La inves­ti­ga­ción del bió­lo­go Sfer­co ana­li­za la dis­tri­bu­ción ‑en los últi­mos 40 años- de unas 100 espe­cies que his­tó­ri­ca­men­te lle­ga­ban a San­tia­go del Este­ro y sur de Cór­do­ba. Los resul­ta­dos del estu­dio cien­tí­fi­co tras com­pa­rar dos perio­dos his­tó­ri­cos ‑des­de 1970 has­ta el 2000 y des­de el 2000 has­ta la actua­li­dad- dan cuen­ta de cam­bios sig­ni­fi­ca­ti­vos: de los gru­pos de aves estu­dia­das, cer­ca del 80% alte­ra­ron su dis­tri­bu­ción y más del 40% supe­ra­ron un des­pla­za­mien­to de 100 km hacia el sur.

“El caso más nota­ble es el del Zor­zal Chi­guan­co que lle­ga­ba has­ta el nor­te de San Luis pero que aho­ra mues­tra un cam­bio de has­ta 1300 km en su dis­tri­bu­ción: en la actua­li­dad lle­ga has­ta la Pata­go­nia. Es una amplia­ción increí­ble por lo enor­me”, afir­ma el exper­to y agre­ga que este no es el úni­co caso: “otras espe­cies como el Bur­lis­to Pico Cane­la, el Cuer­vi­llo Cara Pela­da, el Zor­zal Colo­ra­do, el Pato de Collar y el Celes­tino se des­pla­za­ron 1000 o 700 kiló­me­tros, según el caso, como señal ine­quí­vo­ca del cam­bio climático”.

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(Ima­gen: Gui­ller­mo Sferco)

En este con­tex­to, Sfer­co tam­bién ana­li­zó la repro­duc­ción de las aves y los resul­ta­dos asom­bran: “Algu­nas espe­cies están ade­lan­ta­do sus ciclos repro­duc­ti­vos y eso las hace par­ti­cu­lar­men­te vul­ne­ra­bles; 41 espe­cies ade­lan­ta­ron 45 días la pos­tu­ra de hue­vos. Esto tie­ne con­se­cuen­cias por­que al anti­ci­par su repro­duc­ción no con­si­guen los recur­sos para ali­men­tar a los picho­nes. En el caso de aves insec­tí­vo­ras, por ejem­plo, se encuen­tran con que los insec­tos no están acti­vos y enton­ces no tie­nen ali­men­to para sus picho­nes. En otros casos, no tie­nen fru­tos por­que la fruc­ti­fi­ca­ción es más tar­día y como ellas comen­za­ron a repro­du­cir­se antes desa­fían la sin­cro­nía del recur­so de super­vi­ven­cia de la espe­cie. Este es otro aspec­to para des­ta­car den­tro de las con­se­cuen­cias de la cri­sis cli­má­ti­ca”, advier­te el cien­tí­fi­co cordobés.

Estos aná­li­sis bio­ló­gi­cos y eco­ló­gi­cos reafir­man un pro­ce­so de cam­bio cli­má­ti­co: datos que son mate­rial de apo­yo para sos­te­ner que la cri­sis cli­má­ti­ca no es un inven­to y que no hay dudas que la mano del hom­bre está modi­fi­can­do los patro­nes cli­má­ti­cos del pla­ne­ta evi­den­cian­do, con hechos, que la región cen­tral de Argen­ti­na los sufre en car­ne pro­pia: “Que el Zor­zal Chi­guan­co haya cam­bia­do su dis­tri­bu­ción unos 1300 kiló­me­tros hacia el sur a mi vecino lo pue­de tener sin cui­da­do, pero son tes­ti­mo­nios agu­dos que reafir­man lo que está pasan­do con el cam­bio glo­bal del cli­ma en el que esta­mos inmer­sos, en pro­ce­so de avan­ce inclu­so. Son sig­nos de que se está pro­du­cien­do un des­equi­li­brio eco­sis­té­mi­co. Se tra­ta de luces de aler­ta por­que a todos nos va a afec­tar lo que vie­ne por detrás de estas seña­les que esta­mos vien­do: aumen­to de incen­dios, inun­da­cio­nes, récords de tem­pe­ra­tu­ras (olas de calor y de frío). Con­di­cio­nes cli­má­ti­cas extre­mas y esto, sin dudas, va a impac­tar de lleno en la pobla­ción”, remar­ca Sferco.

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(Ima­gen: Gui­ller­mo Sferco)

La bata­lla del calentamiento

¿Pero qué impli­ca que la pobla­ción de Zor­zal Chi­guan­co se extien­da 1300 kiló­me­tros hacia el sur? Gui­ller­mo Sfer­co ase­gu­ra que “a veces, ni siquie­ra noso­tros sabe­mos cómo van a reac­cio­nar los eco­sis­te­mas a estos cam­bios com­ple­jos ya que una pobla­ción de zor­za­les que cam­bia su dis­tri­bu­ción hacia sitios en don­de antes no exis­tía podría alte­rar un eco­sis­te­ma en muy poco tiem­po. Tam­bién, esta alte­ra­ción tie­ne rela­ción direc­ta con las espe­cies exó­ti­cas inva­so­ras por­que sabe­mos que esta ave es una gran dis­per­so­ra de semi­llas. La flo­ra exó­ti­ca inva­so­ra ‑que va en des­me­dro de nues­tras varie­da­des nati­vas- ofre­ce fru­tos muy ape­te­ci­bles y, entre otras cosas, muchas veces estos cam­bios ter­mi­nan con una inva­sión incon­tro­la­ble de exóticas”.

El cien­tí­fi­co advier­te: “Las con­se­cuen­cias son impre­de­ci­bles por­que nun­ca se estu­dió una inter­ac­ción bio­ló­gi­ca que no exis­tió pre­via­men­te. Por otro lado, ocu­rre que este zor­zal, al esta­ble­cer­se en un nue­vo eco­sis­te­ma com­pi­te con otras espe­cies a las que podría des­pla­zar ocu­pan­do su lugar. Enton­ces, las nue­vas com­pe­ten­cias acer­ca de cuál va a ser su rol entre las espe­cies en el nue­vo hábi­tat son real­men­te impre­de­ci­bles y pue­de alte­rar enor­me­men­te el fun­cio­na­mien­to de ese medio ambien­te”, remar­ca Gui­ller­mo Sferco.

Pero no sola­men­te el Zor­zal Chi­guan­co ha alte­ra­do su con­duc­ta como sín­to­ma ine­quí­vo­co de la cri­sis cli­má­ti­ca en el cen­tro del país. Expli­ca el cien­tí­fi­co de la UNC que “para el pobla­dor serrano es muy nota­ble el caso de la Cha­ra­ta, un ave reco­no­ci­da algo extra­ña, gri­to­na y bullan­gue­ra que amplió su terri­to­rio unos 200 km cam­bian­do su dis­tri­bu­ción geo­grá­fi­ca hacia el sur. En las sie­rras cor­do­be­sas no la cono­cía­mos por­que su loca­li­za­ción natu­ral abar­ca­ba des­de el sur de Bra­sil y Para­guay has­ta el nor­te de Cór­do­ba, del Cerro Colo­ra­do no pasa­ba. En los últi­mos 15 años comen­zó su expan­sión y aho­ra ya la tene­mos en Sie­rras Chi­cas; inclu­so en Cala­mu­chi­ta y en varias zonas serra­nas al sur de la capi­tal cor­do­be­sa”, da cuen­ta el bió­lo­go de la UNC.

“Hacien­do un repa­so de las espe­cies que cam­bia­ron su dis­tri­bu­ción en el terri­to­rio, tam­bién es nota­ble que no res­pon­den a un agru­pa­mien­to de varie­da­des pare­ci­das entre sí. Se obser­va que el cam­bio abar­ca des­de patos a rapa­ces noc­tur­nas o diur­nas, sin impor­tar sus carac­te­rís­ti­cas. Es un mues­tra­rio muy gene­ra­li­za­do de todo el elen­co de aves que tene­mos en el cen­tro de Argentina”.

Otra espe­cie, muy caris­má­ti­ca y cono­ci­da ‑tal vez por leyen­das y can­cio­nes- es el Uru­taú o Kakuy, que has­ta hace poco lle­ga­ba has­ta San­tia­go del Este­ro con algu­nos regis­tros espo­rá­di­cos en el nor­te de Cór­do­ba. Hoy, su pre­sen­cia se ha exten­di­do más allá de la loca­li­dad de Villa María: su dis­tri­bu­ción carac­te­rís­ti­ca cam­bió lle­gan­do a unos 400 km hacia el sur.

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(Ima­gen: Gui­ller­mo Sferco)

Expli­ca Sfer­co que “es muy varia­do el espec­tro de espe­cies que han cam­bia­do su dis­tri­bu­ción. Los jotes tam­bién están en la lis­ta, en par­ti­cu­lar, uno que no habi­ta­ba en Cór­do­ba: el jote cabe­za ama­ri­lla, una espe­cie de la que no había regis­tros en nues­tra pro­vin­cia y que cam­bió sen­si­ble­men­te su loca­li­za­ción ya que solo lle­ga­ba has­ta el nor­te de San­tia­go del Este­ro. Aho­ra es posi­ble ver­lo en el nor­te cor­do­bés, sobre­to­do en la zona del Mar de Anse­nu­za y en la región de las Sali­nas en el noroes­te pro­vin­cial. Una espe­cie que avan­zó bas­tan­te y que aho­ra se lo ve muy fre­cuen­te­men­te en luga­res don­de antes no existía”.

Un cli­ma enra­re­ci­do en Córdoba

Res­pec­to de la situa­ción de la avi­fau­na en la pro­vin­cia de Cór­do­ba, el inves­ti­ga­dor de la UNC seña­la que “es nota­ble, a sim­ple vis­ta, la reduc­ción de casi todos los gru­pos de aves en terri­to­rio cor­do­bés. Cuan­do empe­cé esta inves­ti­ga­ción, a prin­ci­pios de los 90, reco­rría los bos­ques cha­que­ños de la Reser­va Chan­ca­ní y veía ban­da­das gigan­tes­cas de dife­ren­tes espe­cies de aves (ban­da­das mix­tas) don­de se podían con­tar cien­tos de indi­vi­duos por espe­cie. Hoy, cami­na­mos esa mis­ma área y pue­den pasar 20 o 30 minu­tos y no escu­cha­mos ni vemos un pája­ro”.

Para el orni­tó­lo­go, se redu­jo enor­me­men­te la can­ti­dad de indi­vi­duos por espe­cie y este pano­ra­ma se extien­de a dife­ren­tes eco­sis­te­mas pro­vin­cia­les: “Tam­bién lo nota­mos en la zona de Pam­pa de Acha­la don­de vive un gru­po de espe­cies com­ple­ta­men­te dife­ren­te a las que vemos en los bos­ques serra­nos o en la lla­nu­ra; las abun­dan­cias han dis­mi­nui­do extra­or­di­na­ria­men­te: cami­na­mos un mon­tón y vemos muy pocas aves”.

Des­de la publi­ca­ción del últi­mo infor­me del Gru­po Inter­gu­ber­na­men­tal de Exper­tos sobre el Cam­bio Cli­má­ti­co (IPCC) las luces de aler­ta se encen­die­ron con mayor inten­si­dad aún, por­que la adver­ten­cia sobre la cri­sis cli­má­ti­ca es ter­mi­nal. Bajo este con­tex­to, la región cen­tral del país fue pues­ta bajo la lupa: como par­te de su inves­ti­ga­ción, el bió­lo­go de la UNC soli­ci­tó al Ser­vi­cio Meteo­ro­ló­gi­co Nacio­nal datos cli­má­ti­cos de 23 esta­cio­nes meteo­ro­ló­gi­cas dis­tri­bui­das en el cen­tro de Argen­ti­na: Cór­do­ba, La Rio­ja, San­tia­go del Este­ro, Cata­mar­ca, San Luis, San­ta Fe y nor­te de La Pam­pa. Con datos his­tó­ri­cos, com­pa­ró la varia­ción de esos regis­tros de tem­pe­ra­tu­ra a lo lar­go del tiem­po: “Ana­li­cé el perio­do que va des­de 1970 has­ta 2012 y en todos los casos había aumen­ta­do. Las tem­pe­ra­tu­ras ‑máxi­mas y míni­mas abso­lu­tas– fue­ron la que más se incre­men­ta­ron lle­gan­do a subir alre­de­dor de 1°C. Cuan­do empe­cé mi tra­ba­jo, el infor­me del IPCC de 2014 indi­ca­ba que la media mun­dial se incre­men­ta­ría un 0, 83°C. El últi­mo infor­me, indi­ca que la tem­pe­ra­tu­ra media del pla­ne­ta ya aumen­tó 1,1°C. Cór­do­ba esta­ría igual o por enci­ma de la media mun­dial”, dis­pa­ra el especialista.

Los recu­rren­tes incen­dios fores­ta­les y de pas­ti­za­les en la geo­gra­fía cor­do­be­sa suma­dos a los des­mon­tes ‑ile­ga­les y lega­les- son moti­vo de preo­cu­pa­ción en cada rin­cón de la pro­vin­cia des­de hace tiem­po. Al res­pec­to, el cien­tí­fi­co Sfer­co da cuen­ta que “la gran defo­res­ta­ción y los incen­dios en Cór­do­ba con­tri­bu­yen al pro­ce­so de calen­ta­mien­to glo­bal. Local­men­te, se rela­cio­na con fenó­me­nos cli­má­ti­cos que pue­den actuar por la fal­ta de cober­tu­ra vege­tal, como lo hemos vis­to con las inun­da­cio­nes en Sie­rras Chi­cas”. En ese sen­ti­do, el cien­tí­fi­co da cuen­ta que las aves actúan como sen­si­bles bio­in­di­ca­do­ras del cam­bio cli­má­ti­co: “Son las prin­ci­pa­les indi­ca­do­ras, por­que sus for­mas de vida les per­mi­ten des­pla­zar­se rápi­da­men­te sor­tean­do dis­tur­bios eco­ló­gi­cos. Algu­nas de ellas tie­nen una gran capa­ci­dad de adap­ta­ción pero las que no logren adap­tar­se van a dis­mi­nuir sus pobla­cio­nes o inclu­so ‑en el peor de los casos- a extinguirse”.

El IPCC y Pam­pa de Achala

Le seve­ri­dad del infor­me del IPCC de hace unas sema­nas tie­ne su corre­la­to en la geo­gra­fía pro­vin­cial, con la avi­fau­na como bio­in­di­ca­do­ra del des­equi­li­brio cli­má­ti­co: “Ana­li­cé la situa­ción par­ti­cu­lar de un gru­po de aves endé­mi­cas que habi­tan Pam­pa de Acha­la. Esto sig­ni­fi­ca que son aves a las que solo se las encuen­tra en esa zona por enci­ma de los 1500 metros de alti­tud. Allí habi­tan y se repro­du­cen y son las que ten­drían pro­ble­mas en el futu­ro por­que una de las con­se­cuen­cias del cam­bio cli­má­ti­co es que las espe­cies bus­can vivir en una mayor alti­tud. ¿Qué va a pasar con aque­llas que viven allí arri­ba, en las mon­ta­ñas? Lle­ga­rá un momen­to en el que no ten­drán más altu­ra y se ten­drán que ir, dejar de repro­du­cir­se o extin­guir­se”, apun­ta el especialista.

El cien­tí­fi­co de la UNC deta­lla que “estu­dié el futu­ro de nue­ve espe­cies que habi­tan esas altu­ras basa­do en las pro­yec­cio­nes que hace el IPCC ‑plan­tea­das para den­tro de 50 años- bajo dos esce­na­rios de cam­bio cli­má­ti­co: uno más mode­ra­do que indi­ca un aumen­to de 1,8° gra­dos y otro más extre­mo que seña­la que la tem­pe­ra­tu­ra podría alcan­zar una suba de 5°. Para ambos con­tex­tos -deta­lla el cien­tí­fi­co- el cli­ma ópti­mo para la vida de esas nue­ve espe­cies dis­mi­nu­ye nota­ble­men­te. Den­tro del mejor pro­nós­ti­co, la super­fi­cie cli­má­ti­ca ópti­ma para estas aves se redu­ci­ría un 50%. En el peor esce­na­rio, esa pér­di­da ron­da­ría entre el 75% y 80%. Por esta razón, habría espe­cies que no podrían sobre­vi­vir en la pro­vin­cia de San Luis. Lo mis­mo ocu­rri­ría en terri­to­rio cor­do­bés con la Remo­li­ne­ra Serra­na, que es una espe­cie endé­mi­ca. En el caso de la Dor­mi­lo­na Gris ‑en la pro­vin­cia de San Luis- se per­de­ría por com­ple­to su nicho cli­má­ti­co y en Cór­do­ba se redu­ci­ría has­ta un 90%”.

La bio­di­ver­si­dad como repre­sen­ta­ción de la vida en el pla­ne­ta acu­sa los gol­pes cli­má­ti­cos y, con ello, abre la puer­ta a un futu­ro incier­to: “La ver­dad que es un pano­ra­ma difí­cil, por­que es muy com­ple­jo lo que está suce­dien­do con la bio­di­ver­si­dad: la que cono­cía cam­bió abso­lu­ta­men­te, ya no la conoz­co y de acá a 50 años va a cam­biar mucho más” expre­sa Gui­ller­mo Sfer­co y aña­de que “el cam­bio cli­má­ti­co lle­gó para que­dar­se. La tem­pe­ra­tu­ra va a seguir aumen­tan­do y no lo vamos a poder rever­tir, ten­dre­mos que apren­der a con­vi­vir con ello y por eso solo se habla de miti­ga­ción: es impo­si­ble vol­ver de esta situa­ción y lamen­ta­ble­men­te la diver­si­dad de espe­cies lo va a sufrir tam­bién. No solo por el cam­bio cli­má­ti­co sino por todas las ame­na­zas que se man­tie­nen des­de la era indus­trial y su mode­lo socio-pro­duc­ti­vo: la sobre­ex­plo­ta­ción de los recur­sos, la pér­di­da de hábi­tat, la con­ta­mi­na­ción, el trá­fi­co ile­gal de ani­ma­les y las inva­sio­nes bio­ló­gi­cas que están afec­tan­do a la fau­na nati­va de for­ma muy seve­ra”.

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(Ima­gen: Gui­ller­mo Sferco)

Des­de tiem­pos inme­mo­ria­les, las aves han sido men­sa­je­ras de las con­di­cio­nes del pla­ne­ta. Hoy, son por­ta­do­ras de un men­sa­je que no deja lugar a dis­cu­sio­nes: sus con­duc­tas están alte­ra­das por la cri­sis cli­má­ti­ca y en Cór­do­ba ya exis­te una prue­ba final.

Si bien des­de la cien­cia debe­mos ser cau­te­lo­sos en comu­ni­car nues­tros resul­ta­dos, la comu­ni­dad cien­tí­fi­ca glo­bal es la que está aler­tan­do sobre el cam­bio cli­má­ti­co. Tam­bién debe­mos ser cons­cien­tes que este fenó­meno no va a extin­guir a la huma­ni­dad, ni a todos los seres vivos del pla­ne­ta pero, en mayor o menor medi­da, como espe­cie depen­de­mos de que los pro­ce­sos eco­sis­té­mi­cos se man­ten­gan lo más salu­da­bles posi­bles. Indu­da­ble­men­te, la vida que cono­ce­mos va a cam­biar y ten­dre­mos que adap­tar­nos a ello”, con­clu­ye el cien­tí­fi­co Sferco.

Fuen­te: La tinta

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