Estados Unidos. Ola de huelgas: que la tortilla se vuelva

Esta­dos Uni­dos. Ola de huel­gas: que la tor­ti­lla se vuelva

Por Jor­ge Baña­les, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de octu­bre de 2021.

La pan­de­mia y el tele­tra­ba­jo recor­da­ron a millo­nes de esta­dou­ni­den­ses que la vida es frá­gil y la fami­lia impor­ta. La reac­ti­va­ción impul­sa­da por el Esta­do, que sigue engor­dan­do las ganan­cias empre­sa­ria­les, se ha topa­do con una cre­cien­te mili­tan­cia gre­mial y con deman­das de suel­dos más altos y mejo­ras en la cali­dad de vida. 


Si el maíz cre­ce desparejo…

La pan­de­mia tuvo un impac­to grue­so en el mer­ca­do labo­ral esta­dou­ni­den­se: el índi­ce de des­em­pleo, que has­ta enero de 2020 se había man­te­ni­do alre­de­dor del 3,5 por cien­to, sal­tó al 14 por cien­to en abril. Los pedi­dos de sub­si­dio por des­em­pleo, con un pro­me­dio sema­nal de 205.000 trá­mi­tes a comien­zos de ese año, se remon­ta­ron a 6,8 millo­nes en la últi­ma sema­na de mar­zo. Dece­nas de millo­nes de per­so­nas per­die­ron su empleo o regis­tra­ron una poda sus­tan­cial en sus ingre­sos por la reduc­ción de las horas de trabajo.

El efec­to no fue pare­jo: los tra­ba­ja­do­res en sec­to­res en que fue posi­ble el recur­so del tele­tra­ba­jo con­ti­nua­ron labu­ran­do, pero otros muchos –en sec­to­res como los res­tau­ran­tes y los hote­les– que­da­ron des­em­plea­dos. Para otro seg­men­to, el de los lla­ma­dos «tra­ba­ja­do­res esen­cia­les» –las cose­chas, el trans­por­te, el cui­da­do de niños, enfer­mos y ancia­nos – , el pano­ra­ma fue som­brío: que­dar­se en casa sin suel­do o con­cu­rrir a tra­ba­jar y expo­ner­se a la pandemia.

Los pro­gra­mas de estí­mu­lo por 1,9 billo­nes de dóla­res, apro­ba­dos de mane­ra rápi­da por el Con­gre­so y pro­mul­ga­dos de for­ma expe­di­ta por el pre­si­den­te Donald Trump, reanu­da­ron la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca. El arri­bo de las vacu­nas con­tra la covid-19 y otro gene­ro­so estí­mu­lo de 1,2 billo­nes de dóla­res pro­mul­ga­do por el pre­si­den­te Joe Biden han con­tri­bui­do a esa reac­ti­va­ción. El índi­ce de des­em­pleo ha baja­do al 4,8 por cien­to en setiem­bre de este año y, por pri­me­ra vez des­de el comien­zo de la pan­de­mia, la cifra sema­nal de soli­ci­tu­des del segu­ro de paro se ha ubi­ca­do por deba­jo de las 300 mil.

Como sue­le suce­der, las noti­cias que son media­na­men­te bue­nas para muchos son mucho mejo­res para otros pocos. En el segun­do tri­mes­tre de 2020, cuan­do la pan­de­mia cau­só una caí­da del 9,1 por cien­to en el PBI de Esta­dos Uni­dos, las ganan­cias de las empre­sas suma­ron 17,4 billo­nes de dóla­res. En el segun­do tri­mes­tre de 2021, cuan­do el PBI cre­ció 12,2 por cien­to, suma­ron 24,4 billo­nes de dóla­res. Un aumen­to del 40 por cien­to. El índi­ce del mer­ca­do de valo­res (Stock Mar­ket Index), que mues­tra el entu­sias­mo o el páni­co en el casino finan­cie­ro, tenía en julio de 2020 una mar­ca de 26.400 pun­tos. Esta sema­na el opti­mis­mo ron­da por enci­ma de los 35.381 pun­tos. Un aumen­to del 34 por ciento.

Mien­tras tan­to, y con una tasa anual de infla­ción del 5,4 por cien­to, los suel­dos reales de todos los tra­ba­ja­do­res en el sec­tor pri­va­do (medi­dos en dóla­res cons­tan­tes de 1982 – 1984) baja­ron de 394,62 a 391,62 dóla­res por semana.

No es solo cues­tión de dinero

La pan­de­mia tuvo otro efec­to en el mer­ca­do labo­ral, pre­vi­si­ble des­de hace un par de déca­das y demo­ra­do solo por el enfo­que anti­cua­do en la admi­nis­tra­ción empre­sa­rial de los lla­ma­dos «recur­sos huma­nos». La pro­pa­ga­ción del tele­tra­ba­jo ha demos­tra­do, pri­me­ro que nada, que sí es posi­ble man­te­ner la acti­vi­dad de nego­cios, escue­las y uni­ver­si­da­des sin la con­cen­tra­ción de emplea­dos y estu­dian­tes en ofi­ci­nas, fábri­cas y aulas. Des­de el pun­to de vis­ta empre­sa­rial, esto es una pro­me­sa de reduc­ción de gas­tos fijos, como el alqui­ler de espa­cios, la elec­tri­ci­dad y los seguros.

Para los millo­nes de tra­ba­ja­do­res que han con­ti­nua­do sus labo­res des­de casa, la reve­la­ción ha sido aún más impor­tan­te: exis­te la vida afue­ra del hora­rio. Librar­se de las dos horas dia­rias de trans­por­te hacia y des­de el sitio de tra­ba­jo sig­ni­fi­ca dos horas más de vida fami­liar, el aho­rro de dine­ro en el cui­da­do de los niños, una die­ta más sana con comi­das hoga­re­ñas. Y, sobre todo, una admi­nis­tra­ción dife­ren­te del tiem­po: en lugar de ocho horas de con­fi­na­mien­to en una ofi­ci­na de las que qui­zás solo dos o tres se ocu­pan en algu­na labor, aho­ra pue­de haber tiem­po para ejer­ci­cio, para escu­char músi­ca, para leer o –sin que se note– para echar­se una sies­ta has­ta que la tarea siguien­te sea asignada.

Con la recu­pe­ra­ción del tiem­po per­so­nal, millo­nes de per­so­nas emplea­das a tiem­po com­ple­to o par­cial, o des­em­plea­das, encon­tra­ron el tiem­po y las cir­cuns­tan­cias para tomar cur­sos por Inter­net y adqui­rir cer­ti­fi­ca­dos pro­fe­sio­na­les, o han empren­di­do peque­ños nego­cios pro­pios. Y las empre­sas, espe­cial­men­te las que mejor se adap­ta­ron al tele­tra­ba­jo, encuen­tran aho­ra la resis­ten­cia de sus emplea­dos a retor­nar a las ofi­ci­nas y fábri­cas, a las escue­las y uni­ver­si­da­des. Una renuen­cia com­bi­na­da con las pre­cau­cio­nes para evi­tar nue­vos bro­tes de la pandemia.

En pocos meses, millo­nes de esta­dou­ni­den­ses des­cu­brie­ron aque­llo de que hay que tra­ba­jar para vivir en lugar de vivir para tra­ba­jar. Hay ins­truc­to­res de yoga, de can­to, de repa­ra­ción de moto­res que se han hecho clien­te­las vía Zoom, y alum­nos que por Zoom explo­ran el can­to, prac­ti­can yoga o se entre­tie­nen repa­ran­do una moto­ci­cle­ta. La arit­mé­ti­ca es sen­ci­lla: una ins­truc­to­ra de gui­ta­rra o de coci­na uru­gua­ya, un ins­truc­tor de aje­drez o foto­gra­fía pue­de cobrar, diga­mos, 25 dóla­res por cla­se. Si con­si­gue tan solo cua­tro alum­nos por día y tra­ba­ja des­de su casa y ape­nas cua­tro horas dia­rias, de lunes a vier­nes, logra­rá un ingre­so supe­rior al suel­do real. El tele­tra­ba­jo tie­ne sus pro­pias com­pli­ca­cio­nes: el uso de espa­cio para ofi­ci­na en un apar­ta­men­to o casa fami­liar, la inter­fe­ren­cia de los niños, la pere­za de cam­biar del pija­ma a una ves­ti­men­ta for­mal. Y tam­bién el peli­gro de la dis­po­ni­bi­li­dad ili­mi­ta­da: por Inter­net el emplea­dor pue­de encar­gar tareas a cual­quier hora del día o de la noche, lo que crea una for­ma nue­va de com­pro­mi­so laboral.

La fuer­za com­bi­na­da de la reac­ti­va­ción eco­nó­mi­ca impul­sa­da con dine­ro esta­tal y el tele­tra­ba­jo y sus bene­fi­cios for­man par­te del fenó­meno por el cual, aho­ra, en Esta­dos Uni­dos hay una esca­sez tre­men­da de mano de obra. Las empre­sas no pue­den encon­trar gen­te dis­pues­ta a emplear­se a menos que las con­di­cio­nes de tra­ba­jo sean más fle­xi­bles, con más tiem­po para la fami­lia o el gus­to personal.

A la huel­ga compañeras

En agos­to unos 4,3 millo­nes de tra­ba­ja­do­res, esto es, el 2,9 por cien­to de la fuer­za labo­ral, aban­do­na­ron sus empleos, la cifra más alta de dimi­sio­nes des­de que se regis­tra este dato. Eso sig­ni­fi­ca 242 mil renun­cian­tes más que en julio, como refle­jo de que más y más emplea­dos recla­man suel­dos más altos, mejo­res con­di­cio­nes de tra­ba­jo, inclui­das más vaca­cio­nes, licen­cia por mater­ni­dad o pater­ni­dad y hora­rios flexibles.

En agos­to, al acen­tuar­se la esca­sez de mano de obra dis­pues­ta a emplear­se, había unos 10,4 millo­nes de ofer­tas de empleo en pues­tos vacan­tes en casi todas las indus­trias. En julio había 11,1 millo­nes. El fenó­meno no es exclu­si­vo de Esta­dos Uni­dos. Gran Bre­ta­ña enca­ra una esca­sez de pilo­tos, al tiem­po que se reanu­dan los vue­los nor­ma­les, debi­do a que cien­tos de tri­pu­lan­tes de aero­lí­neas se jubi­la­ron o cam­bia­ron de carre­ra duran­te la pan­de­mia, y otros muchos requie­ren ins­truc­ción. Exper­tos en el área de la avia­ción comer­cial cal­cu­lan que esa indus­tria ten­drá una esca­sez de unos 34 mil pilo­tos hacia 2025.

«Es la épo­ca de oro para los tra­ba­ja­do­res esta­dou­ni­den­ses», según Joe Bru­sue­las, eco­no­mis­ta jefe en la fir­ma con­ta­ble y de ase­so­ra­mien­to RSM. «El tra­ba­ja­dor esta­dou­ni­den­se sabe que aho­ra tie­ne poder en la nego­cia­ción, que pue­de obte­ner un suel­do razo­na­ble y tener influen­cia en la con­for­ma­ción de las con­di­cio­nes labo­ra­les. Esto es lo que ocu­rre des­pués de las gue­rras o depre­sio­nes gran­des. Es difí­cil per­ci­bir­lo cuan­do uno está en medio del pro­ce­so, pero hemos teni­do un shock que ha gene­ra­do cam­bios ines­pe­ra­dos en la pobla­ción», ha afir­ma­do Bru­sue­las a la CNN.

Los sin­di­ca­tos en Esta­dos Uni­dos han esta­do per­dien­do influen­cia por déca­das, y la afi­lia­ción de tra­ba­ja­do­res ha baja­do del 18 por cien­to de los tra­ba­ja­do­res en 1985 al 10 por cien­to actual. Para­dó­ji­ca­men­te, el 68 por cien­to de los esta­dou­ni­den­ses tie­ne una opi­nión posi­ti­va de los sin­di­ca­tos, el nivel más alto de con­fian­za des­de 1965, según una encues­ta de Gallup. La sim­pa­tía por los gre­mios sube al 78 por cien­to entre la gen­te más joven, con eda­des entre 18 y 29 años.

Y has­ta esta sema­na ya más de 100 mil tra­ba­ja­do­res en dife­ren­tes indus­trias han apro­ba­do la auto­ri­za­ción para que los sin­di­ca­tos que los repre­sen­tan decla­ren la huel­ga si no hay pro­gre­so en las nego­cia­cio­nes de los res­pec­ti­vos con­ve­nios colec­ti­vos. La sema­na pasa­da 10 mil tra­ba­ja­do­res de la fir­ma John Dee­re entra­ron en huel­ga, y una medi­da simi­lar en el área de pro­duc­cio­nes de Holly­wood se evi­tó pocas horas antes del pla­zo, cuan­do se lle­gó a un acuer­do con unos 60 mil tra­ba­ja­do­res. Unos 1.400 emplea­dos de la fir­ma Kellogg, que pro­du­ce cerea­les para el desa­yuno y otros ali­men­tos, se decla­ra­ron en huel­ga el 5 de octu­bre en las plan­tas de Michi­gan, Nebras­ka, Pen­sil­va­nia y Ten­nes­see, en repu­dio a la ofer­ta de con­tra­to pre­sen­ta­da por la patro­nal, que inclu­ye recor­tes en el segu­ro médi­co, las jubi­la­cio­nes y las vacaciones.

Más allá de los tra­ba­ja­do­res en los sec­to­res pri­va­do y públi­co que tie­nen repre­sen­ta­ción sin­di­cal, un aspec­to nota­ble del mer­ca­do labo­ral en 2021 es que hay millo­nes de tra­ba­ja­do­res, en áreas sin sin­di­ca­tos, que se rehú­san a retor­nar a sus empleos. «Somos tes­ti­gos de la “Gran Huel­ga de 2021”, y la com­po­nen mayor­men­te millo­nes de tra­ba­ja­do­res no orga­ni­za­dos y en áreas de empleo de bajos suel­dos», afir­mó esta sema­na el perió­di­co finan­cie­ro The Street. «Muchos de los nue­ve millo­nes de tra­ba­ja­do­res que no han retor­na­do a tra­ba­jar están, de hecho, en huel­ga para obte­ner algo mejor.»

De acuer­do con la Facul­tad de Rela­cio­nes Indus­tria­les y Labo­ra­les de la Uni­ver­si­dad Cor­nell, este año ha habi­do huel­gas con­tra 178 empre­sas. Por su par­te, la Ofi­ci­na de Esta­dís­ti­cas Labo­ra­les, que solo lle­va el regis­tro de las huel­gas mayo­res, ha docu­men­ta­do 12, en las que par­ti­ci­pa­ron más de mil emplea­dos. «Las huel­gas son una señal, sin duda, de que los emplea­do­res igno­ran a los tra­ba­ja­do­res en per­jui­cio pro­pio», dijo esta sema­na a The Washing­ton Post Eli­za­beth Shu­ler, la pri­me­ra mujer al fren­te de la cen­tral sin­di­cal AFL-CIO. «La pan­de­mia dejó al des­nu­do nues­tro sis­te­ma de des­igual­da­des, y los tra­ba­ja­do­res se rehú­san a vol­ver a empleos míse­ros que ponen en ries­go su salud. Esta ola de huel­gas ins­pi­ra­rá a más y más tra­ba­ja­do­res para que se plan­ten fir­mes y digan “mere­ce­mos algo mejor”», agregó.

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