Por Gustavo Espinoza M., Resumen Latinoamericano, 17 de octubre de 2021.
foto: Castillo con el ministro de Interior, Luis Barranzuela, otro en la mira de la derecha.
Si alguien pensó que el retiro de Iber Maraví de la Cartera de Trabajo y el cambio de ministros –incluido Guido Bellido- iba a dejar satisfecha a la devoradora fiera de la oposición Neo Nazi, se equivocó de medio a medio.
La dejó sin piso, es verdad. Y le quitó argumentos. También la puso en evidencia, desnudando su entraña obstrupsionista. Pero no le quitó las ganas de continuar en esta parodia de guerra en la que sitúa al gobierno de Pedro Castillo como su principal enemigo, y contra el que atiza todos sus fuegos.
Ahora es el titular del Interior, Luis Barranzuela, contra el que acumula denuncias y cargos de todo tipo. Lo acusa, como es el estilo de una mafia cualquiera, de todo lo imaginable: indisciplina en el cuerpo policial del que formara parte, asesoría legal en su condición de abogado a personas supuestamente vinculadas a presuntos delitos, manejo turbio de relaciones formales; en fin, todo lo que pueda servir para menoscabar su imagen, denigrar su figura y avanzar en el camino de una “censura” no por su función ministerial, sino por lo que habría hecho desde que vino al mundo hasta nuestros días. Anhela verlo a él también, fuera de carrera.
Y ya avizora un triunfo en esa tarea. Por eso, aviva su luz señalando un nuevo blanco. La edición de “Expreso” del jueves 14 dispara fuego graneado contra Carlos Gallardo, el nuevo titular de Educación, al que moteja de “Senderista”.
Carlos Gallardo es un maestro de vieja data, de antigua trayectoria profesional. Maestro primario, como Pedro Castillo, estuvo siempre ligado a las luchas sindicales del Magisterio y a sus organizaciones representativas. Por eso asomó entre los fundadores del SUTEP en los primeros años de la década del 70, y pagó por ello una dura condena que no lo doblegó nunca.
Después, siguió en su tarea tanto docente como reivindicativa. Pero proyectó también su imagen como constructor de un modelo educativo de corte renovador, democrático y popular. En una posición siempre contestataria, se mostró disidente del núcleo dirigente del SUTEP y alentó una batalla propia, que cristalizó en la huelga magisterial del 2017 y en la que compartió tribuna y posiciones con el hoy Jefe de Estado. Es eso, lo que le sacan en cara.
Por su nivel académico, su experiencia docente y su identificación resuelta con la causa del Magisterio, a nadie podría sorprenderle que un gobierno como el actual, lo hubiese designado titular del portafolio sectorial. Pero nada de eso importa a los que tienen en sus manos el manejo de “la oposición”.
Para ellos, el tema es rechazar y obstruir. Si con Barranzuela ya tienen una Pica en Flandes, van por Gallardo del mismo modo como antes fueron por Maraví y Bellido; y aún antes, por Héctor Béjar.
Que el gobierno retroceda ante esos acosos, se explica, pero no se justifica. El ajedrecista Castillo podría ceder piezas en su tablero, pero no debiera retroceder en su lucha, ni deshacer sus caminos. Es noble reconocer que eso, no ha ocurrido, pero si el acecho del enemigo le genera creciente debilidad, podría sentirse tentado a recorrer esa ruta. Y eso sí, sería fatal
Por esa razón es lamentable el que Perú Libre haya resuelto, la noche del miércoles 13 pasado, hacer tienda aparte y romper sus vínculos con el gobierno. Tal decisión no sólo ha sido saludada por la derecha. También ha sido usada por ella para enconar adversidades.
Así, “La Razón”, por ejemplo, ha batido palmas diciendo que Cerrón le dijo “traidor” a Castillo. Y “Correo” y “Perú 21” y Willax TV han hecho lo propio. Se sintieron en su salsa.
No es sensato, para el movimiento popular, alentar fricciones ni rupturas. Tampoco, ponerse del lado de unos, contra otros. Esta no es la hora de la confrontación, sino de la unidad en la esfera del pueblo.
Si los acontecimientos recientes hacen imposible que esta unidad se mantenga en términos orgánicos, hay que esforzarse al máximo para que se expresa en el plano de las coincidencias políticas.
Hay que asegurar que quienes hoy se sitúan en trincheras distintas, disparen contra el mismo adversario y no se ataquen entre si. Atacar al costado cuando se tiene el enemigo al frente, sería simplemente suicida.
Lo que hay que salvar no es a un hombre ni a un Partido; sino un Proyecto de transformaciones sociales, ese por el que votó el pueblo en los comicios de junio, y que concitó un masivo respaldo ciudadano.
Ese proyecto implica la protección y recuperación de las riquezas básicas; la atención a las demandas puntuales de la población sobre todo en materia de salud, educación, economía y empleo; nueva Carta Magna realmente popular, democrática, participatoria e inclusiva; lucha abierta contra la amenaza creciente del fascismo en nuestro suelo; y una política exterior independiente, autónoma y soberana que nos permita amistad y solidaridad con todos los gobiernos y pueblos.
Si coincidimos en objetivos básicos, bien podemos marchar en la misma dirección aunque mantengamos destacamentos separados, Aunque no es lo mejor, puede resultar, sin embargo, lo posible.
Después de todo, los intereses del país y de los trabajadores están por encima de los afanes personales y partidistas.
Como dijera Mariátegui, todos debemos sentirnos “unidos por la solidaridad de clase, vinculados por la lucha contra el adversario común, ligados por la misma voluntad revolucionaria y la misma pasión renovadora”.
El Frente Único, nos convoca a todos (fin)