Si todxs lxs refugiadxs vivieran en un solo lugar, sería el 17º país más poblado del mundo

Si todxs lxs refu­giadxs vivie­ran en un solo lugar, sería el 17º país más pobla­do del mundo

Por Vijay Prashad, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de octu­bre de 2021.

Ima­gen: Jai­me de Guz­man (Fili­pi­nas), Meta­mor­fo­sis II, 1970.

El 5 de octu­bre, el Con­se­jo de Dere­chos Huma­nos de las Nacio­nes Uni­das apro­bó una reso­lu­ción his­tó­ri­ca no vin­cu­lan­te que “reco­no­ce el dere­cho a un medio ambien­te sin ries­gos, lim­pio, salu­da­ble y sos­te­ni­ble como un dere­cho humano impor­tan­te para el dis­fru­te de los dere­chos huma­nos”. Este dere­cho debe­ría obli­gar a los gobier­nos que se sien­tan a la mesa en la Con­fe­ren­cia de las Nacio­nes Uni­das sobre el Cam­bio Cli­má­ti­co COP26, que se cele­bra­rá en Glas­gow, Esco­cia, a fina­les de este mes, a refle­xio­nar sobre los gra­ves daños que cau­sa el con­ta­mi­na­do sis­te­ma que mol­dea nues­tras vidas. En 2016, la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS) seña­ló que el 92% de la pobla­ción mun­dial res­pi­ra aire de cali­dad tóxi­ca; en el mun­do en desa­rro­llo, el 98% de lxs niñxs meno­res de cin­co años pade­cen ese mal aire. El aire con­ta­mi­na­do, sobre todo por las emi­sio­nes de car­bono, pro­du­ce 13 muer­tes por minu­to en todo el mundo.

Estas reso­lu­cio­nes de la ONU pue­den tener un impac­to. En 2010, la Asam­blea Gene­ral de la ONU apro­bó una reso­lu­ción sobre el “dere­cho humano al agua y al sanea­mien­to”. Como resul­ta­do, varios paí­ses —como Méxi­co, Marrue­cos, Níger y Eslo­ve­nia, por nom­brar algu­nos— aña­die­ron este dere­cho al agua en sus cons­ti­tu­cio­nes. Aun­que se tra­ta de nor­ma­ti­vas algo limi­ta­das —con esca­sa incor­po­ra­ción de la ges­tión de las aguas resi­dua­les y de los medios cul­tu­ral­men­te apro­pia­dos para el sumi­nis­tro de agua — , han teni­do, no obs­tan­te, un efec­to posi­ti­vo inme­dia­to, con miles de hoga­res conec­ta­dos aho­ra a ser­vi­cios de agua pota­ble y alcantarillado.

Kim in Sok (Repú­bli­ca Popu­lar Demo­crá­ti­ca de Corea), Rain Sho­wer at the Bus Stop [Llu­via en el para­de­ro de auto­bu­ses], 2018.

Uno de los gran­des absur­dos de nues­tro tiem­po lo pro­du­ce el rugi­do del ham­bre que aque­ja a una de cada tres per­so­nas en el pla­ne­ta. Con moti­vo del Día Mun­dial de la Ali­men­ta­ción, sie­te medios de comu­ni­ca­ción —ARG Medios, Bra­sil de Fato, Breakth­rough News, Madaar, New Fra­me, News­Click y Peo­ples’ Dis­patch— ela­bo­ra­ron en con­jun­to un folle­to titu­la­do El ham­bre en el mun­do, en el que se exa­mi­na la situa­ción del ham­bre en los diver­sos paí­ses, cómo ha influi­do en ella la pan­de­mia del COVID-19 y qué han hecho los movi­mien­tos popu­la­res para res­pon­der a esta catas­tró­fi­ca reali­dad. El ensa­yo final reco­ge un dis­cur­so del pre­si­den­te de Abah­la­li baseM­jon­do­lo, S’bu Ziko­de, en el que plan­tea: “Es moral­men­te inco­rrec­to e injus­to que la gen­te se mue­ra de ham­bre en la eco­no­mía más pro­duc­ti­va de la his­to­ria de la huma­ni­dad”. “Hay recur­sos más que sufi­cien­tes para ali­men­tar, alo­jar y edu­car a todos los seres huma­nos. Hay recur­sos sufi­cien­tes para abo­lir la pobre­za. Pero estos recur­sos no se uti­li­zan para satis­fa­cer las nece­si­da­des de la gen­te, sino para con­tro­lar a los paí­ses, las comu­ni­da­des y las fami­lias pobres”, dijo Zikode.

En la intro­duc­ción de El ham­bre en el mun­do, escri­ta por Zoe Ale­xan­dra y Pra­santh R. de Peo­ples Dis­patch y por mí, ana­li­za­mos el esta­do del ham­bre en la actua­li­dad y cómo hemos lle­ga­do a él, así como una visión del futu­ro que están crean­do los movi­mien­tos popu­la­res en las bre­chas del pre­sen­te. A con­ti­nua­ción, un bre­ve extrac­to de nues­tra introducción.

En mayo de 1998, el enton­ces pre­si­den­te de Cuba, Fidel Cas­tro, asis­tió a la Asam­blea Mun­dial de la Salud en Gine­bra (Sui­za). Se tra­ta de una reu­nión anual cele­bra­da por la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS). Cas­tro cen­tró su aten­ción en el ham­bre y la pobre­za, que según él son la cau­sa de tan­to sufri­mien­to. “En nin­gún lugar del mun­do, en nin­gún geno­ci­dio, en nin­gu­na gue­rra se matan tan­tas per­so­nas por minu­to, por hora y por día como las que mata el ham­bre y la pobre­za en nues­tro pla­ne­ta”, dijo.

Dos años des­pués de que Cas­tro pro­nun­cia­ra este dis­cur­so, el Infor­me Mun­dial de la Salud de la OMS reco­pi­ló datos sobre las muer­tes rela­cio­na­das con el ham­bre. Suma­ban algo más de nue­ve millo­nes de muer­tes al año, seis millo­nes de ellas de niñxs meno­res de cin­co años. Esto sig­ni­fi­ca­ba que 25.000 per­so­nas morían de ham­bre y pobre­za cada día. Estas cifras supe­ra­ban con cre­ces el núme­ro de muer­tos en el Geno­ci­dio de Ruan­da de 1994, cuyo núme­ro de muer­tos se cal­cu­la en alre­de­dor de medio millón de per­so­nas. Se pres­ta aten­ción al geno­ci­dio —como debe ser— pero no al geno­ci­dio de per­so­nas empo­bre­ci­das por muer­tes rela­cio­na­das con el ham­bre. Por eso Cas­tro hizo esos comen­ta­rios en la asamblea.

Eli­sa­beth Voigt (Ale­ma­nia), The Pea­sant War [La gue­rra cam­pe­si­na], c. 1930.

En 2015, las Nacio­nes Uni­das adop­ta­ron un plan para cum­plir deter­mi­na­dos Obje­ti­vos de Desa­rro­llo Sos­te­ni­ble (ODS) para 2030. El segun­do obje­ti­vo es “poner fin al ham­bre, lograr la segu­ri­dad ali­men­ta­ria y la mejo­ra de la nutri­ción y pro­mo­ver la agri­cul­tu­ra sos­te­ni­ble”. Ese año, la Orga­ni­za­ción de las Nacio­nes Uni­das para la Agri­cul­tu­ra y la Ali­men­ta­ción (FAO) empe­zó a regis­trar un aumen­to del núme­ro abso­lu­to de per­so­nas que pasan ham­bre en todo el mun­do. Seis años más tar­de, la pan­de­mia del COVID-19 ha des­tro­za­do un pla­ne­ta ya frá­gil, inten­si­fi­can­do los apartheids exis­ten­tes en el orden capi­ta­lis­ta inter­na­cio­nal. Los mul­ti­mi­llo­na­rios del mun­do han mul­ti­pli­ca­do por diez su rique­za, mien­tras que la mayo­ría de la huma­ni­dad se ha vis­to obli­ga­da a sobre­vi­vir día a día, comi­da a comida.

En julio de 2020, Oxfam publi­có un infor­me titu­la­do The Hun­ger Virus [El virus del ham­bre], en el que —uti­li­zan­do datos del Pro­gra­ma Mun­dial de Ali­men­tos— se con­cluía que has­ta 12.000 per­so­nas al día “podrían morir de ham­bre debi­do a las reper­cu­sio­nes socia­les y eco­nó­mi­cas de la pan­de­mia antes de que aca­be el año, tal vez más de las que, para enton­ces, mori­rán cada día a cau­sa de la enfer­me­dad”. En julio de 2021, la ONU anun­ció que el mun­do está “tre­men­da­men­te lejos” de cum­plir sus ODS para 2030, indi­can­do que “más de 2.300 millo­nes de per­so­nas (o el 30% de la pobla­ción mun­dial) care­cían de acce­so a ali­men­tos ade­cua­dos duran­te todo el año” en 2020, lo que cons­ti­tu­ye una gra­ve inse­gu­ri­dad alimentaria.

El infor­me de la FAO, El esta­do de la segu­ri­dad ali­men­ta­ria y la nutri­ción en el mun­do 2021, seña­la que “casi una de cada tres per­so­nas en el mun­do (2.370 millo­nes) no tuvo acce­so a una ali­men­ta­ción ade­cua­da en 2020, lo que supo­ne un aumen­to de casi 320 millo­nes de per­so­nas en solo un año”. El ham­bre es into­le­ra­ble. Los dis­tur­bios por ali­men­tos son aho­ra una reali­dad, que tie­ne una de sus for­mas más dra­má­ti­cas en Sudá­fri­ca. “Sim­ple­men­te nos están matan­do de ham­bre”, dijo un resi­den­te de Gau­teng que se unió a los dis­tur­bios de julio. Estas pro­tes­tas, así como los nue­vos datos publi­ca­dos por la ONU y el Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal, han vuel­to a poner el ham­bre en la agen­da mundial.

Nume­ro­sos orga­nis­mos inter­na­cio­na­les han publi­ca­do infor­mes con con­clu­sio­nes simi­la­res, que mues­tran que el impac­to eco­nó­mi­co de la pan­de­mia del COVID-19 ha con­so­li­da­do la ten­den­cia al aumen­to del ham­bre y la inse­gu­ri­dad ali­men­ta­ria. Muchos, sin embar­go, se detie­nen ahí, deján­do­nos con la sen­sa­ción de que el ham­bre es inevi­ta­ble, y que serán las ins­ti­tu­cio­nes inter­na­cio­na­les con sus cré­di­tos, prés­ta­mos y pro­gra­mas de ayu­da las que resol­ve­rán este dile­ma de la humanidad.

Teo­dor Rotrekl (Che­cos­lo­va­quia), Sin títu­lo, años 60

Pero el ham­bre no es inevi­ta­ble: es, como nos recor­dó S’bu Ziko­de, una deci­sión del capi­ta­lis­mo de ante­po­ner las ganan­cias por sobre las per­so­nas, per­mi­tien­do que enor­mes fran­jas de la pobla­ción mun­dial sigan pasan­do ham­bre mien­tras se des­per­di­cia un ter­cio de todos los ali­men­tos pro­du­ci­dos, todo mien­tras la libe­ra­li­za­ción del comer­cio y la espe­cu­la­ción en la pro­duc­ción y dis­tri­bu­ción de ali­men­tos crean gra­ves distorsiones.

Jerzy Nowo­siels­ki (Polo­nia), Lot­nis­ko wiel­kie [Gran aero­puer­to], 1966.

Miles de millo­nes de per­so­nas luchan por man­te­ner las estruc­tu­ras bási­cas de la vida en un sis­te­ma de lucro que les nie­ga los ancla­jes socia­les nece­sa­rios. El ham­bre y el anal­fa­be­tis­mo evi­den­cian la aplas­tan­te tris­te­za de nues­tro pla­ne­ta. No es de extra­ñar que haya tan­ta gen­te en movi­mien­to, refu­giadxs de un tipo u otro, refu­giadxs del ham­bre y refu­giadxs de la subi­da de las aguas.

Según el recuen­to de la ONU, en la actua­li­dad hay casi 83 millo­nes de per­so­nas des­pla­za­das, que —si todas vivie­ran en un mis­mo lugar— cons­ti­tui­rían el 17º país más pobla­do del mun­do. Esta cifra no inclu­ye a lxs refu­giadxs cli­má­ti­cos —cuya difí­cil situa­ción no va a for­mar par­te de los deba­tes sobre el cli­ma de la COP26— ni a los millo­nes de des­pla­zadxs internxs que huyen de los con­flic­tos y las con­vul­sio­nes económicas.

En 1971, el escri­tor nige­riano Chi­nua Ache­be, con­mo­cio­na­do por la gue­rra de Bia­fra, publi­có un poe­ma titu­la­do “Madre e hijo refu­gia­dos” en su libro de 1971, Bewa­re, Soul Brother [Cui­da­do, her­mano del alma]. La belle­za de este poe­ma per­du­ra en nues­tro des­di­cha­do mundo:

Nin­gu­na Vir­gen con el Niño podría alcanzar

esa ima­gen de la ter­nu­ra de una madre

por un hijo que pron­to ten­dría que olvidar.

El aire esta­ba car­ga­do de hedores

de dia­rrea de niños sin lavar

con las cos­ti­llas lava­das y los tra­se­ros secos

dan­do pasos agotados

detrás de hin­cha­dos vien­tres vacíos. La mayoría

de las madres de allí habían dejado

de preo­cu­par­se, pero no esta; ella sostenía

una son­ri­sa fan­tas­ma entre los dientes

y en sus ojos el fan­tas­ma del orgu­llo de una madre

mien­tras pei­na­ba los cabe­llos herrumbrosos

que que­da­ban en su crá­neo y luego

can­tan­do en sus ojos, comen­za­ba cuidadosamente

a sepa­rar­lo… En otra vida esto

habría sido un peque­ño acto cotidiano

sin impor­tan­cia antes del desayuno

y la escue­la; pero ahora

lo hacía como ponien­do flores

en una peque­ña tumba.

Los pode­ro­sos miran con repug­nan­cia a las per­so­nas des­am­pa­ra­das y ham­brien­tas del cam­po y las ciu­da­des de nues­tro pla­ne­ta. Pre­fe­ri­rían estar pro­te­gi­dos de esa visión por altos muros y guar­dias arma­dos. Los sen­ti­mien­tos huma­nos más bási­cos —que satu­ran el poe­ma de Ache­be— son sofo­ca­dos con gran esfuer­zo. Pero las y los indi­gen­tes y ham­brien­tos son nues­tros seme­jan­tes, que en algún momen­to fue­ron sos­te­ni­dos en los bra­zos de sus padres con ter­nu­ra, ama­dos de la mane­ra en que nece­si­ta­mos apren­der a amarnos.

Fuen­te: Ins­ti­tu­to Tri­con­ti­nen­tal de Inves­ti­ga­ción Social.

Itu­rria /​Fuen­te

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