Boli­via. Impul­san una pro­pues­ta indí­ge­na de cin­co ejes para enfren­tar la cri­sis climática

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 31 de octu­bre de 2021.

Pri­ma­ve­ra silen­cio­sa. Así titu­la el libro de Rachel Car­son, una bió­lo­ga que docu­men­tó cómo las aves deja­ron de can­tar en algu­nos pue­blos debi­do a que morían afec­ta­das por pes­ti­ci­das (como el DDT) y por la con­ta­mi­na­ción. Ese tex­to es con­si­de­ra­do como pio­ne­ro en el estu­dio del impac­to ambien­tal, lo que hoy se cono­ce como cam­bio cli­má­ti­co o cri­sis climática.

Esta cri­sis, que se tra­du­ce en el calen­ta­mien­to glo­bal y sus secue­las, podría lle­var al pla­ne­ta a su sex­ta extin­ción glo­bal cau­sa­da por las acti­vi­da­des del pro­pio ser humano, según Eli­za­beth Kol­bert, quien ganó el pre­mio de perio­dis­mo Pulitzer de no fic­ción 2015. Se con­si­de­ra extin­ción masi­va cuan­do des­apa­re­cen sin des­cen­den­cia un 10% o más de las espe­cies en un año, o un 50% o más en un perio­do de uno y tres millo­nes y medio de años.

Las cin­co extin­cio­nes masi­vas que pade­ció la Tie­rra, según José A. de Azcá­rra­ga, son: del Ordo­ví­ci­co-Silú­ri­co (cau­sa­da por una super­no­va), Devó­ni­co-Car­bo­ní­fe­ro, Pér­mi­co-Triá­si­co (posi­ble meteo­ri­to), Triá­si­co-Jurá­si­co (frag­men­ta­ción de Pan­gea con erup­cio­nes masi­vas) y Cre­tá­ci­co-Ter­cia­rio (impac­to de meteo­ri­to). La pro­ba­ble sex­ta extin­ción se deno­mi­na del Holo­ceno y es atri­bui­ble al cam­bio cli­má­ti­co y al calen­ta­mien­to glo­bal, ambos aspec­tos cau­sa­dos por el ser humano. 

¿Qué es el cam­bio climático? 

Los cam­bios en el cli­ma son algo nor­mal en la vida del pla­ne­ta, pero las accio­nes del ser humano pro­vo­ca­ron que esos cam­bios se estén dan­do de mane­ra ace­le­ra­da en perío­dos cor­tos de tiempo.

En los últi­mos 10.000 años, la tem­pe­ra­tu­ra pro­me­dio del pla­ne­ta aumen­tó 0,6 gra­dos cen­tí­gra­do, o sea, menos de un gra­do. Entre otras cosas, este aumen­to en la tem­pe­ra­tu­ra faci­li­tó el desa­rro­llo de la agri­cul­tu­ra, per­mi­tien­do que la huma­ni­dad floreciera.

Sin embar­go, a par­tir de la revo­lu­ción indus­trial, con el auge de las maqui­na­rias, los agro­quí­mi­cos, las indus­trias y la pro­duc­ción a gran esca­la, se ha esta­ble­ci­do un mode­lo de desa­rro­llo (capi­ta­lis­ta) que sobre­po­ne los intere­ses eco­nó­mi­cos de los paí­ses indus­tria­li­za­dos por enci­ma del equi­li­brio de los recur­sos natu­ra­les y del bien­es­tar de la gen­te. Como con­se­cuen­cia, la huma­ni­dad cada vez está gene­ran­do una mayor can­ti­dad de gases que pasan a con­cen­trar­se en la atmós­fe­ra alte­ran­do el equi­li­brio de un pro­ce­so natu­ral cono­ci­do como efec­to inver­na­de­ro, indi­ca el tex­to ABC del Cam­bio Cli­má­ti­co, de la orga­ni­za­ción UICN.

Por ello, se pue­de decir que el cam­bio cli­má­ti­co es la alte­ra­ción del cli­ma en el pla­ne­ta como resul­ta­do de accio­nes rea­li­za­das por el hombre.

¿Qué es el efec­to invernadero?

Es un pro­ce­so natu­ral median­te el cual los gases que están pre­sen­tes en la atmós­fe­ra absor­ben el calor de los rayos sola­res. Una par­te de la radia­ción solar es refle­ja­da por la atmós­fe­ra al espa­cio como un espe­jo, otra pene­tra y calien­ta la super­fi­cie de la Tie­rra. Una par­te de estos rayos, ya con menor inten­si­dad, son rebo­ta­dos a la atmós­fe­ra, don­de que­dan atra­pa­dos por los gases, aumen­tan­do el calor y pro­du­cien­do así el efec­to invernadero.

Entre estos Gases de Efec­to Inver­na­de­ro (GEI) que deter­mi­nan el calen­ta­mien­to glo­bal se encuen­tran: dió­xi­do de car­bono CO2 (70% pro­du­ci­do por la que­ma de com­bus­ti­ble fósil y el 30% por la que­ma de bos­ques y otros cam­bios en el uso de la tie­rra), metano – CH4 (gene­ra­do por agri­cul­tu­ra, gana­de­ría, pan­ta­nos, basu­ra, defo­res­ta­ción), óxi­do nitro­so – N2O (agri­cul­tu­ra, uso de fer­ti­li­zan­tes e indus­tria quí­mi­ca) y clo­ro­fluo­ro­car­bo­nos CFC (pro­du­ci­do por la indus­trias del frío, plás­ti­cos, aero­so­les, elec­tró­ni­ca, etc.).

Paí­ses indus­tria­li­za­dos como EEUU, Chi­na, Ale­ma­nia o Japón, son los mayo­res pro­duc­to­res del dió­xi­do de carbono.

Esta situa­ción impac­ta de mane­ra deci­si­va en el cli­ma de todo el mundo. 

Según la ONU, “nin­gún rin­cón del mun­do está a sal­vo de las devas­ta­do­ras con­se­cuen­cias del cam­bio cli­má­ti­co. El aumen­to de las tem­pe­ra­tu­ras es la cau­sa direc­ta de la degra­da­ción ambien­tal, los desas­tres natu­ra­les, las con­di­cio­nes meteo­ro­ló­gi­cas extre­mas, la inse­gu­ri­dad ali­men­ta­ria e hídri­ca, la dis­rup­ción eco­nó­mi­ca, los con­flic­tos y el terro­ris­mo. Sube el nivel del mar, se derri­te el Árti­co, mue­ren los arre­ci­fes de coral, se aci­di­fi­can los océa­nos y arden los bosques”.

Un repor­te de la BBC, con base en un repor­te de la ONU, con­clu­ye que «no es posi­ble des­car­tar» una subi­da del nivel del mar que se acer­que a los dos metros a fina­les de este siglo.

Otra de las con­se­cuen­cias del cam­bio cli­má­ti­co es pre­ci­sa­men­te la pro­pa­ga­ción de incendios.

En algo así como un círcu­lo vicio­so, el cam­bio cli­má­ti­co favo­re­ce las con­di­cio­nes para la pro­pa­ga­ción de incen­dios, es decir, tem­pe­ra­tu­ras más altas, olas de calor, seque­dad y ari­dez. Los incen­dios, a su vez, gene­ran gran­des can­ti­da­des de CO2 al libe­rar car­bono alma­ce­na­do por los árbo­les duran­te años.

Las emi­sio­nes de CO2 pro­vo­can que los incen­dios estén laten­tes duran­te más tiem­po y fre­cuen­cia. Esos gases de efec­to inver­na­de­ro, a su vez, ali­men­tan la cri­sis cli­má­ti­ca que favo­re­ce la exten­sión del fuego.

Estos gran­des incen­dios fores­ta­les se pre­sen­ta­ron recien­te­men­te en Esta­dos Uni­dos, Rusia y Gre­cia. Un enor­me incen­dio en el nor­te de Cali­for­nia, des­tru­yó cien­tos de casas y ha espar­ci­do colum­nas de humo por toda la región, una serie de incen­dios fores­ta­les en Sibe­ria des­tru­ye­ron miles de hec­tá­reas en una de las zonas más frías del planeta.

En Boli­via, aun­que se regis­tró una dis­mi­nu­ción de incen­dios res­pec­to a los años pasa­dos, aún la situa­ción es preocupante.

Al res­pec­to, el vice­mi­nis­tro de Medio Ambien­te, Bio­di­ver­si­dad, Cam­bios Cli­má­ti­cos y de Ges­tión y Desa­rro­llo Fores­tal, Magín Herre­ra, repor­tó el mar­tes que hubo un 45% de reduc­ción de los incen­dios fores­ta­les en Boli­via en com­pa­ra­ción a las ges­tio­nes pasadas.

“Res­pec­to al 2019 – 2020, que se regis­tra­ba más de 5 millo­nes (de hec­tá­reas afec­ta­das por los incen­dios fores­ta­les), tene­mos 45 por cien­to menos que esas épo­cas. Los indi­ca­do­res están ahí, 3 millo­nes que es una cifra impor­tan­te fren­te a los 5 millo­nes”, dijo a los periodistas.

En la pre­sen­te ges­tión, en algu­nos casos, se detec­tó que los incen­dios fue­ron pro­vo­ca­dos, indi­có el vice­mi­nis­tro de Defen­sa Civil, Juan Car­los Cal­vi­mon­tes, quien dijo que has­ta la fecha se regis­tró un total de 170 que­mas de las cua­les 148 corres­pon­den a San­ta Cruz y nue­ve a Cochabamba.

Todo lo men­cio­na­do evi­den­cia, en tér­mi­nos gene­ra­les, que el ser humano y los paí­ses indus­tria­li­za­dos, con­tri­bu­yen al calen­ta­mien­to glo­bal y al cam­bio cli­má­ti­co que pone en ries­go la vida en el pla­ne­ta y la colo­ca al bor­de de la extinción.

En ese con­tex­to se pre­pa­ra la 26 Con­fe­ren­cia de las Par­tes de las Nacio­nes Uni­das sobre el Cam­bio Cli­má­ti­co (COP26) en Glas­gow, Rei­no Uni­do, del 31 de octu­bre al 12 de noviem­bre de 2021.

Boli­via asis­ti­rá al even­to a expo­ner al mun­do el mode­lo de cui­da­do y pro­tec­ción al medio ambien­te (Pacha­ma­ma o Madre Tie­rra) que es con­si­de­ra­do como un ser vivo y sagra­do para los pue­blos ancestrales.

COP26, la últi­ma oportunidad

La COP26 es la con­fe­ren­cia rela­cio­na­da con el cli­ma más gran­de e impor­tan­te del pla­ne­ta. Esta­rá pre­si­di­da por el Rei­no Uni­do de Gran Bre­ta­ña e Irlan­da del Norte.

Sus ante­ce­den­tes datan de hace 29 años, cuan­do la Orga­ni­za­ción de Nacio­nes Uni­das (ONU) orga­ni­zó en 1992 en Río de Janei­ro, Bra­sil, la Cum­bre de la Tie­rra, en la que se adop­tó la Con­ven­ción Mar­co de las Nacio­nes Uni­das sobre el Cam­bio Cli­má­ti­co (CMNUCC), docu­men­to en el que los Esta­dos acor­da­ron “esta­bi­li­zar las con­cen­tra­cio­nes de gases de efec­to inver­na­de­ro en la atmósfera”.

El obje­ti­vo fue evi­tar la inter­fe­ren­cia de la acti­vi­dad huma­na en el sis­te­ma cli­má­ti­co. Hoy, el tra­ta­do cuen­ta con 197 sig­na­ta­rios. Des­pués de que el tra­ta­do entró en vigor, la ONU orga­ni­zó anual­men­te, des­de 1994, reunio­nes con todos los paí­ses del mun­do para las cum­bres cli­má­ti­cas glo­ba­les o “COP”.

En 2021, debió rea­li­zar­se la 27 cum­bre anual, es decir, el COP27; pero, debi­do a la pan­de­mia de COVID-19, se retra­só un año.

“Si no se actúa con deter­mi­na­ción, nos esta­mos jugan­do nues­tra últi­ma opor­tu­ni­dad, lite­ral­men­te, de cam­biar el rum­bo de las cosas”, dijo el secre­ta­rio Gene­ral de la ONU, Antó­nio Gute­rres, según repor­tó este orga­nis­mo inter­na­cio­nal el 29 de octubre.

La COP26 es con­si­de­ra­da un even­to inter­na­cio­nal de rele­van­cia y una últi­ma opor­tu­ni­dad para defi­nir accio­nes de alcan­ce glo­bal, sobre todo, cuan­do en las últi­mas con­fe­ren­cias del cli­ma los Esta­dos nego­cia­ron esta­ble­cer lími­tes jurí­di­ca­men­te vin­cu­lan­tes a las emi­sio­nes de gases de efec­to inver­na­de­ro y defi­nir un meca­nis­mo de eva­lua­ción del cumplimiento.

El Pro­to­co­lo de Kio­to de 1997 defi­nió que los lími­tes de emi­sio­nes para las nacio­nes desa­rro­lla­das debían alcan­zar­se para 2012 y el Acuer­do de París de 2015 esta­ble­ció que todos los paí­ses inten­si­fi­quen los esfuer­zos para inten­tar limi­tar el calen­ta­mien­to glo­bal a 1,5°, un esce­na­rio con­si­de­ra­do por la ONU como el “úni­co futu­ro habi­ta­ble para la humanidad”.

Una pro­pues­ta de uni­dad con­tra la crisis

Ante la cri­sis cli­má­ti­ca, el Esta­do Plu­ri­na­cio­nal de Boli­via impul­só la cons­truc­ción de una pro­pues­ta enmar­ca­da en los pue­blos indí­ge­nas rum­bo al 26 perío­do de sesio­nes de la Con­fe­ren­cia de las Partes.

“Uno de los temas fun­da­men­ta­les para los pue­blos indí­ge­nas es que nada tie­ne que ser mer­can­cía. Los paí­ses desa­rro­lla­dos han empu­ja­do la eco­no­mía ver­de, han impul­sa­do la mer­can­ti­li­za­ción del bos­que, no quie­ren redu­cir los gases de efec­to inver­na­de­ro y quie­ren com­prar cer­ti­fi­ca­dos de car­bono para seguir con­ta­mi­nan­do”, ase­gu­ró el vice­can­ci­ller Freddy Mama­ni, a la Agen­cia Boli­via­na de Infor­ma­ción (ABI).

La Vice­pre­si­den­cia de Boli­via, la Can­ci­lle­ría, el Minis­te­rio de Medio Ambien­te y Agua, y la Auto­ri­dad Plu­ri­na­cio­nal de la Madre Tie­rra orga­ni­za­ron, entre el 4 y 12 de octu­bre, el “Encuen­tro Mun­dial de los Pue­blos por la Madre Tie­rra y Con­tra la Cri­sis Climática”.

Se fijó una posi­ción como país, con­sen­sua­da en con­clu­sio­nes con las orga­ni­za­cio­nes socia­les y socie­dad civil de todo el mun­do, rum­bo a la COP26 de la Con­ven­ción Mar­co de las Nacio­nes Uni­das sobre el Cam­bio Climático.

“Se ha tra­ba­ja­do la pro­pues­ta con las orga­ni­za­cio­nes del Pac­to de Uni­dad. Se ha tra­ba­ja­do en una con­fe­ren­cia mun­dial sobre los dere­chos de la Madre Tie­rra, se ha impul­sa­do, se ha com­par­ti­do”, ase­ve­ró la auto­ri­dad gubernamental.

La pro­pues­ta boli­via­na, que con­cen­tra los plan­tea­mien­tos de los pue­blos de la región, cuen­ta con cin­co ejes: 1) Enfren­tan­do estruc­tu­ral­men­te la cri­sis cli­má­ti­ca des­de la mira­da de los pue­blos, 2) Lla­ma­do urgen­te de la Madre Tie­rra para com­ba­tir la cri­sis cli­má­ti­ca, 3) Accio­nes inte­gra­les para enfren­tar la cri­sis cli­má­ti­ca y la defen­sa de la Vida, 4) Defen­so­res de la comu­ni­dad de la vida con­tra la cri­sis cli­má­ti­ca y 5) La Con­tri­bu­ción Nacio­nal­men­te Deter­mi­na­da (CND) del Esta­do Plu­ri­na­cio­nal de Bolivia.

En el eje 1, se con­si­de­ra que es un impe­ra­ti­vo cons­truir un nue­vo mode­lo cos­mo­bio­cén­tri­co alter­na­ti­vo al antro­po­cen­tris­mo. Plan­tea denun­ciar el colo­nia­lis­mo de la eco­no­mía ver­de y el colo­nia­lis­mo del mercado.

Ade­más, sugie­re reco­no­cer que para enfren­tar la cri­sis cli­má­ti­ca se debe des­mon­tar el mode­lo capi­ta­lis­ta como cau­sa estruc­tu­ral de cam­bio cli­má­ti­co. Se pide avan­zar en la defen­sa de la Madre Tie­rra y el reco­no­ci­mien­to de sus derechos.

“Expre­sar que la úni­ca solu­ción dura­de­ra y defi­ni­ti­va con­tra la cri­sis cli­má­ti­ca glo­bal es esta­ble­cer a nivel pla­ne­ta­rio un hori­zon­te civi­li­za­to­rio del Vivir Bien en armo­nía con la Madre Tie­rra, que sus­ti­tu­ya al mode­lo antro­po­cén­tri­co que se basa en la explo­ta­ción sin lími­te de la natu­ra­le­za y de los seres huma­nos”, se lee en el docu­men­to de conclusiones. 

En el eje 2, se pro­po­ne limi­tar el aumen­to de tem­pe­ra­tu­ra a 1,5° como tarea urgen­te para el cui­da­do de la vida en la Madre Tie­rra, com­par­tien­do el pre­su­pues­to glo­bal de car­bono exis­ten­te res­tan­te de mane­ra equi­ta­ti­va entre los paí­ses y toman­do en cuen­ta las emi­sio­nes acu­mu­la­ti­vas históricas.

Enfa­ti­za en que los paí­ses desa­rro­lla­dos deben com­pro­me­ter­se en la COP26 a mul­ti­pli­car entre cin­co a 10 veces sus com­pro­mi­sos actua­les de reduc­ción de emi­sio­nes para alcan­zar emi­sio­nes reales cero al 2025 y máxi­mo al 2030.

El eje 3 plan­tea la con­ti­nui­dad inter­ge­ne­ra­cio­nal del cono­ci­mien­to tra­di­cio­nal como prio­ri­dad para des­en­vol­ver, des­de lo local, meca­nis­mos pro­pios de auto­ges­tión y con­trol, para rom­per con la depen­den­cia de otros mode­los importados.

Se deman­da que los pla­nes de adap­ta­ción nacio­nal deben con­si­de­rar a las comu­ni­da­des loca­les e indí­ge­nas, sus nece­si­da­des, sus pro­pias capa­ci­da­des y sabe­res loca­les, y sus dere­chos colec­ti­vos, así como res­pe­tar la volun­tad de los pue­blos indí­ge­nas y cam­pe­si­nos ante la apli­ca­ción de pro­pues­tas con­cre­tas de adaptación.

En el eje 4, se pro­po­ne la apli­ca­ción de un enfo­que, estra­te­gias y accio­nes des­de una mira­da cos­mo­bio­cén­tri­ca de las nacio­nes, pue­blos indí­ge­nas y comu­ni­da­des loca­les como alter­na­ti­va para enfren­tar la cri­sis climática.

“Es fun­da­men­tal avan­zar en el reco­no­ci­mien­to y la impor­tan­cia pri­mor­dial de los cono­ci­mien­tos ances­tra­les de los pue­blos indí­ge­nas y las dife­ren­tes comu­ni­da­des loca­les para mejo­rar las polí­ti­cas y accio­nes de cam­bio cli­má­ti­co plas­ma­dos en pla­nes, pro­gra­mas y pro­yec­tos de miti­ga­ción y adap­ta­ción al Cam­bio Cli­má­ti­co con recur­sos ase­gu­ra­dos des­de la coope­ra­ción inter­na­cio­nal y loca­les, pro­mo­vien­do meca­nis­mos efec­ti­vos de finan­cia­mien­to des­de los Esta­dos para el acce­so direc­to a los fon­dos del cli­ma”, se lee en las conclusiones.

En el últi­mo eje, el quin­to, Boli­via reafir­ma su com­pro­mi­so con el Acuer­do de París, los prin­ci­pios y pro­vi­sio­nes de la Con­ven­ción Mar­co de Nacio­nes Uni­das sobre Cam­bio Cli­má­ti­co (CMNUCC).

Boli­via plan­tea metas de miti­ga­ción y adap­ta­ción espe­cial­men­te en los sec­to­res de bos­ques, ener­gía, agua y agro­pe­cua­rio, median­te accio­nes de esfuer­zo nacio­nal y con coope­ra­ción internacional.

En sin­to­nía con la Polí­ti­ca Plu­ri­na­cio­nal de Cam­bio Cli­má­ti­co, plan­tea la pro­mo­ción de la adap­ta­ción y resi­lien­cia de los sis­te­mas pro­duc­ti­vos y sis­te­mas de vida. Ade­más, pre­vé aumen­tar la capa­ci­dad de adap­ta­ción, dis­mi­nu­ción de la vul­ne­ra­bi­li­dad de los dife­ren­tes sec­to­res socia­les, eco­nó­mi­cos y ambien­ta­les con jus­ti­cia cli­má­ti­ca, enfo­que de géne­ro y equi­dad intergeneracional.

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *